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Cap. 3

"-La guarida de los lobos rebeldes. Parte 2"

Seguimos nuestro camino hasta dar con una gigantesca piedra con mucho musgo y plantas por todos lados, estábamos en lo más profundo del bosque. Parecía una parte secreta donde ningún humano había llegado jamás a destruir su belleza.

Derek dio un paso al frente, me miro sonriendo y sin pensarlo sólo atravesó la roca, estaba atónito, me acerqué dudoso y pasé la mano atravesando la piedra con ésta una y otra vez divertido.

–¿Vas a pasar o no?–. El mocoso me asustó hablando de repente y mirándome serio.

–S-si, pero ¿Cómo funciona esto?

–¿Tienes a un hombre lobo a tu lado y preguntas por una roca hechizada?

–Yo no veo ningún "hombre" lobo ahora–. Me burle ganándome una patada de parte del asqueroso mocoso–. De esta no sales vivo, engendro–. Gruñí y empecé a perseguirlo atravesando tras él el muro.

–Se estaban demorando.

Derek estaba recostado en una pared de lo que parecía ser un túnel subterráneo, sostenía en su mano una antorcha que iluminaba el camino.

–Bueno, hombresito, guíanos–. Se dirigió al niño y le dio la antorcha, el mocoso me miró y algo sonrojado empezó a entonar una canción con algo de pena mientras caminaba y con la letra de la misma se guiaba para no perdernos en el laberinto donde nos encontrábamos.

Derek tomó mi mano y unió nuestros dedos mientras también tarareaba la canción con una sonrisa.

–Y al final una luz de luna bri~lla~ra~–. Ambos terminaron la canción y así vimos a lo lejos una luz que indicaba el final del camino. Caminé impaciente, quería ver qué nos esperaba.

La destellante luz me segó por completo al salir, cuando mi vista se adaptó y alce la mirada pude ver viejas cabañas al rededor de un gran campo con todo tipo de cosas para entrenar. Todo era verde o café, incluida la ropa que traían encima los aldeanos, casi todos estaban en sus propios asuntos trayendo y llevando cosas o entrenando mientras otros sólo descansaban en la sombra de algún árbol.

No entiendo como hay luz del día si todo el camino fue en bajada, todo se veía claro y alegre, era ya mediodía si no estoy mal, sonreí al notar que todos eran lobos, no habían ni humanos ni cazadores, a parte de mí, claro.

Era todo tan lindo que me embobe solo viéndolo.

Alguien me abrasó por los hombros y besó mi cabeza para luego hablarme en el oído con suavidad.

–Bienvenido a tu nuevo hogar, Ian.

Sonreí.

Él se aparto de mí y tomó a Ben para cargarlo y llevarnos a ambos a la que supuse era su casa.

Y estaba en lo cierto, el interior estaba decorado con dibujos y pinturas que a lo lejos se veían que fueron hechas por estos dos lobos.

Habían dos habitaciones, una cocina con la usual estufa de leña, una bañera y una que otra silla de madera hecha por el orejudo.

Era tan linda y acogedora, pero al terminar el pequeño recorrido que hice sentía que faltaba algo.

–Caperucita–. Me giré sobre mis talones, ya había pasado tanto tiempo desde que alguien me llamó así.

Imaginé por un segundo a mi mamá, no la veía desde hace unos meses, ella fue a visitarme cada que podía aunque pocas veces dejaban que la viese, ella sabía que yo estaba ahí y no más de 3 veces nos vimos cara a cara, aunque, y me parecía raro, en ninguna de sus visitas me llamó con aquel apodo que ella amaba.

Al girarme por completo encuentro una sonrisa melancólica, unas manos grandes y una tela roja rasgada entre éstas.

–L-la lavé, la cosí y la guarde para cuando volvieras–. Se acerco tembloroso y me la coló por sobre mis hombros, ya no me quedaba tan grande, no se arrastraba más. Ahora me quedaba por debajo de las rodillas–. Te ves tan hermoso, me recuerdas la primera vez que te vi–. Murmuro dulce y con los ojos cristalinos, a diferencia de los mios que ya estaban empapados en lágrimas que recorrían mis mejillas.

Me abrazó con todas sus fuerzas levantándome un poco del piso, y aún cuando me apretaba demasiado no importaba, yo añoraba tales gestos y palabras de amor.

En un minuto descargue todo el peso que cargué durante años.

En un minuto con él olvidé tres largos años de soledad.

N/A:

Bueno, algo cursi y todo pero ahí está, el tercer cap.

Bueno, adiós pequeños escritores y grandes lectores.

Atte: HF2

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