"-Memorias de una soledad compartida. Parte 3"

–Una semana después de salir de entrenamiento me dieron una misión en conjunto con unos lobos más experimentados entre ellos Eli desde aquel día se hizo mi amiga. En aquella misión los cazadores habían desecho toda una aldea de lobos, todo estaba quemado y en ruinas. Buscábamos sobrevivientes. Todo aquel caos me dejó sorprendido, al parecer toda aquella destrucción fue causada por una sola orden de un solo hombre por un solo error de un pequeño lobo. No quería acatar ordenes y causó daños con travesuras a un par de cazadores, lo especial aquí era que entre ese par el cazador supremo estaba y con un solo chasquido de dedos eliminó una aldea y con ella las vidas de sus habitantes. Niños, mujeres, ancianos, no les importó.  Nosotros llegamos tarde. Quise llorar entonces. Pero no lo hice. ¿Sabes? Debí llorar mientras podía.

>>En la misma misión, después de encontrar un puñado de sobrevivientes, nos encaminamos con estos a volver pero me desvíe al escuchar un pequeño ruido y un casi imperceptible olor a leña quemada. Corrí y encontré un campamento de cazadores deshabitado por el momento, pero la leña estaba aún encendida y había agua recién hervida. Me adentré más el en bosque y lo que vi desato por completo mi ira y sin remordimiento los maté sin siquiera darles tiempo de pensar.

Una docena de cazadores atormentaban a un pequeño niño que gruñía, más no lloraba, de dolor cada vez que incrustaban en su pequeño cuerpo sus filosas lanzas. Lo hacían de tal forma para que sufriera, lento y tortuoso, no querían matarlo y si lo hacían seria de la forma más cruel posible.

Él niño me miró con odio mientras lágrimas caían por sus mejillas, bajó la mirada avergonzado y con palabras débiles dijo.

–No necesita t-tu ayuda–. Me impactaba el solo hecho de que siguiera consiente.

Lo tomé en brazos y su poco peso me descolocó. Rápidamente lo llevé a una cueva cercana e hice una hoguera.

–Mierda, te desangrarás si no te curo rápido–. Dije al ver la cantidad de sangre que salia de sus heridas.

Entonces recordé las gasas y demás implementos para detener su sangrado. Pero no eran suficientes, tenía demasiadas heridas. Tomé entonces tu caperuza roja que siempre cargaba conmigo y lo envolví en ésta.

–N-no necesito tu ayuda...–. Repitió débilmente, estaba demasiado frágil y si se dormía tal vez era para no volver a despertar.

–¿Como te llamas, pequeño?–. Pregunté recordando algo.

–No me llames así–. Regañó–. Y mi nombre no te importa–. Sonreí inconscientemente recordándote, era como cuando te hable por primera vez.

–Dimeee–. Insistí poniendo voz de niño y haciendo un puchero.

–Agh, está bien–. Jijiji–. Me llamo Ben.

–Que lindo nombre.

–Mentiroso.

–A mí me gusta...

–No lo digas de esa forma.

–¿Nadie te lo había dicho antes?

–No...–. Su mirada cayó deprimida.

–¿Ni tus padres?–. Pregunté.

–No tengo padres–. Susurró.

–Pues yo seré tu padre–. Sonreí–. Desde ahora yo te voy a recordar todo lo bueno que tienes todo el tiempo.

–Callate...

–Jejeje.

Y así conocí a Ben, mi hijo y ahora tuyo también>>

-En primera no es mi hijo y en segunda, ¿No te da pena decir todas esas cosas vergonzosas por segunda vez?

-Nop.

N/A:

Holo.

V:

Pues qué les digo?

Espero que les haya gustado.

Esperen el próximo. Va a estar bueno v;

Vai pequeños escritores y grandes lectores.

Paz y amor.

Atte: HF2