"-Memorias de una soledad compartida. Parte 2"

Cuando empezamos a caminar el orejudo desprevenido me tomó de la mano, iba a quejarme pero no lo hice, su cara era muy seria y me daba algo de nervios.

-¿Orejudo?-. Empecé a llamarlo y aligeró un poco su entrecejo.

-Hablando de todo eso hoy me recordó de muchas cosas del pasado-. Rió nostálgico.

-B-bueno, tú nunca me has contado como te fue después de que nos separarán, o cuando encontraste a el mocoso...

-¿Quieres que lo haga ahora?

-Si, no tengo nada mas para entretenerme.

-Jejeje, bueno...-. Empezó y un escalofrío me recorrió.

~Derek~

-Cuando te obligaron a irte de mi lado y yo no pude hacer nada me sentía inútil y débil, nunca me lo perdonaría. Pero, entonces, de los arboles aparecieron cinco sombras que con la agilidad de un rayo lograron desarmar y espantar a los cazadores, estos mismos me golpearon y caí inconsciente hasta despertar en una cama de paja con mis heridas curadas y con ropa diferente. Fue entonces cuando me percaté de que no estaba sólo, una señora que hasta ahora me observaba desde una esquina de la habitación se acerco a mí.

>>–¿Como te llamas?–. Cuestionó seria viéndome fija.

–Derek–. Bajé la mirada y recordé que yo tenia amarrada en una de mis heridas tu hermosa caperucita.

–La caperuza. ¿Donde esta mi caperucita?–. Dije casi histérico empezando a buscarla entre la paja desesperado.

En ese momento me altere bastante.

–¿Hablas de esa tela vieja y dañada?

La mire severo.

–¿Qué hiciste con ella?–. Mis ojos se volvieron rojos y empezaba a sentir como me transformada de a poco en lobo.

–Tranquilo tigre, la tengo justo en el cofre con el resto de tus cosas–. Apuntó a la cajita al lado de la puerta.

Intenté levantarme, pero un agudo dolor en las piernas me lo impidió.

–No hagas eso, tus heridas se van a descocer–. Decía con una pizca de gracia en su voz.

Me acosté de nuevo con cuidado sobre la cama y vi de repente cómo cambiaba su semblante a uno extremadamente serio.

–¿Es del niño, no?–. No entendía a que se refería, al parecer vio mi condición porque no tardó en volver a hablar–. La capa, ¿es de aquel niño que te acompañaba y fue arrestado, no?

Me congele, ¿ella había visto todo? No puede ser, no sentí su olor u oí alguno de sus movimientos.

–Por tu cara entiendo lo mal entrenado que debes estar por no haberte percatado de mí antes, te traje aquí porque pudiste estar fuera de tu aldea por un tiempo, eso quiere decir que eres un desconocido o sólo sabes como irte sin que lo sepan, quiero que te unas a mí y a mi causa, liberar a nuestra especie de los humanos. Quiero entrenarte, fortalecerse y hacerte un soldado perfecto, como me he encargado de hacer con todos los que son orgullosos de vivir en esta cueva, así que ¿Qué dices?–. Extendió su mano y me la ofreció para que aceptara–. Vamos, no es que vayas a matar a alguien, además necesitas algo que hacer mientras tu "Ian" no está.

Me quede pensativo, enserio quería la libertad para mí y para los míos, pero esto era demasiado raro y repentino.

–Entiendo–. Dijo ella–. Te daré tiempo de pensarlo. Tus heridas sanarán por completo en un par de meses, te doy hasta entonces.

Y sin más la extraña señora se fue.

Después de eso acepté, al sanar mis heridas. Ella me entrenó con dureza durante un año sin descanso, sin piedad. Me dolía todo, corté mi cabello porque hasta eso me molestaba, creo que en la mayoría de tiempo estuve a punto de desistir y rendirme, pero debía hacerme fuerte para protegerte...