La Villa
Varias semanas habían pasado, tiempo en el cual es Ezra se había dedicado a conocer los alrededores. Cada día salía de la cabaña y daba paseos por la Villa.
Al principio sólo era capaz de salir unos cuantos pasos, pero poco a poco fue tomando más confianza hasta que ahora podía alejarse varias casas e incluso adentrarse entre los árboles detrás de la cabaña de Khai.
Le gustaba estar entre los árboles y arbustos; era mejor que caminar por el pueblo donde todos lo observaban. Algunos lo veían con simple curiosidad, otros incluso le regalaban frutas frescas, pero la mayoría de ellos lo veían con desprecio, como si no lo quisieran cerca. Lo cual tendría sentido, sabiendo las terribles cosas que hicieron su abuela y su esposo.
Caminaba distraídamente por la arboleda, deleitándose con el fragante olor de los pinos y el cantar de algún pájaro.
Se sentía seguro aquí.
Se detuvo en un cercano arbusto con la intención de tomar algunos arándanos, sin embargo una voz lo sorprendió.
“¿Qué haces sólo en el bosque, pequeño?”, dijo el extraño. Su corazón latía con fuerza, sus manos temblaron un poco.
Rápidamente pensó qué contestar. Khai le había dicho que era seguro salir si no se alejaba, así que el extraño debía ser alguien del pueblo.
No debo temer, se dijo Ezra antes de darse la vuelta.
“Yo solo…” decía al darse la vuelta, pero se interrumpió al reconocer al hombre frente a él. “Khai”, susurró a un sonriente Khai.
“Hola dulce Caperucita”, dijo Khai acercándose a Ezra hasta que estuvieron a pocos centímetros el uno del otro; sus manos estaban en la estrecha cintura del Rubio.
“Hola… Mmm”, su saludo fue acortado por Khai al unir sus labios. El beso era tierno, sólo labios que se mueven lentamente y al unísono. “¡Aaah!”, un gemido escapa de sus labios y Khai lo aprovecha para profundizar el beso; su lengua se abre paso por toda su cavidad, probando el sabor de los arándanos.
“¿Te asusté?”, pregunta mientras deja besos en su mejilla, quijada y cuello donde se detiene para tomar una respiración profunda respiración. El suave y dulce olor de Ezra inunda sus sentidos.
No lo admitirá, pero lo cierto es que llegó a extrañar sus suaves labios.
“¿Cómo es que no te escuché?” inquirió Ezra, buscando algún tema del cual hablar.
“Soy el mejor cazador del grupo” explicó Khai con suficiencia.
“Pero te escuché acercarte y sentí tú mirada ese día…” Khai ladeo su cabeza, cejas levantadas y una pícara sonrisa hicieron que Ezra se replanteara su afirmación. “Hiciste ruido a propósito, ¿cierto?”
Sonrió ampliamente.
“Regresemos a la cabaña y me cuentas que has hecho en mi ausencia”.
Como bien lo dijo Khai, es el mejor cazador del grupo además de ser el hijo del líder, sería una total vergüenza no poder acechar a un simple y débil chico sin ser descubierto.
Como futuro líder era común que saliera durante varios días en viajes de caza o a reunirse con los líderes de otras villas para tratar asuntos concernientes a los territorios de caza o disputas entre los miembros de distintas manadas.
“No hay mucho que hacer aquí” expresó Ezra su queja. “Solo puedo salir a dar paseos por la arboleda o quedarme encerrado”.
“¿Por qué no vas al centro comunitario? Los jóvenes se reúnen a charlar, también tenemos una pequeña biblioteca, ¿te gusta leer? Sígueme, te mostraré el camino”, Khai cambió de rumbo tomando la mano de Ezra, pero este se negó a seguirlo. “¿Qué pasa?
Ezra bajó la cabeza antes de hablar en voz baja.
“Ya sé dónde está el centro comunitario y la biblioteca, pero no creo que sea buena idea que vaya”. Su nerviosismo era evidente.
“¿Por qué no? ¿Qué no me estás contando?” exigió saber.
“Me siento un extraño entre las personas de la villa, ellos no me aceptan…”, dijo con pesar.
Sólo entre tus brazos me siento bienvenido, quiso agregar, pero su timidez no lo permitiría.
“Ellos no tienen derecho a hacerte sentir incómodo”, dijo con voz dura y fría; Khai apretó su agarré en la muñeca de Ezra y comenzó a caminar hacia el centro de la Villa, casi arrastrandolo.
Conforme se fueron acercando Khai disminuyó su paso hasta que Ezra estuvo a su lado y movió su mano para entrelazarlas.
Habían varias personas que se movían de un lugar a otro. Algunos llevaban bolsas con alimentos, otros llevan canastas repletas de víveres.
Todos ellos los observan haciendo que un rubor rojizo cubriera el rostro de Ezra.
Quisiera tener mi capa para ocultarme en ella, se lamenta Ezra.
Al llegar hasta el centro de la Villa y bajo la atenta mirada de todos los presentes Khai tomó a Ezra entre sus brazos. El delgado chico contuvo la respiración sorprendido.
Una cosa eran los ocasionales besos y abrazos dados dentro de la privacidad de la cabaña y otra muy diferente era abrazarlo en medio del pueblo, con tantas personas observando.
“Khai, ¿qué haces?” preguntó cuando este levantó su barbilla hasta encontrarse con sus ojos.
“Hacerles saber que no te pueden molestar…” dijo antes de volver a unir sus labios, fue un beso corto sin embargo Khai se aseguró se abrazar a Ezra, meterlo por completo entre sus brazos.
En los diez segundos que duró el beso Khai no cerró los ojos en ningún momento, los mantuvo abiertos y recorriendo toda el área, mirando fijamente a todos los que estaban cerca.
Una silenciosa y para nada sutil advertencia:
Él está conmigo, quién se atreva a molestarlo responderá ante mí.
Terminado el beso ambos caminaron de regreso a la cabaña. Mientras que Khai caminaba con porte altanero, con la cabeza en alto y una descarada sonrisa, Ezra estaba cabizbajo, sonrojado y avergonzado más a los de todo límite, pero indudablemente contento.
Ninguno de ellos notó la figura que se escondía detrás de uno de los edificios y que los miraba con furia.
…
“¡Woo! ¿Qué pasó aquí?” exclamó sorprendido cuando entró en la cabaña. El, una vez desprovisto de color, espacio había cambiado bastante desde la última vez que lo vio. En lugar de paredes vacías encontró masetas que colgaban de ellas y estaban hechas de diversos materiales. “¿Y esto?
“Bueno, es que…” Ezra trataba de explicarse, pero las palabras se negaban a salir.
Khai le miró sonriente.
“Oye, no me molesta, solo estoy sorprendido. Creo que es un buen toque. Me gusta”. Caminó por la cabaña deshaciéndose de su capa.
Ezra permanecía en silencio.
“¿Ya cenaste?” el chico simplemente negó con la cabeza aún incapaz de usar su voz. “¿Qué tal si tomas un baño mientras yo busco la cena?
Ezra se puso en movimiento inmediatamente, sin decir palabra se dirigió al dormitorio dónde se deshizo de su ropa y se envolvió en una mullida toalla.
Mientras tanto, Khai salió de la cabaña y espero durante unos minutos. Uno de los chicos que trabajaba para su padre se acercó y le entregó una canasta con varios alimentos la cual él tomó.
“¿Él ha ido a comer con los demás en el comedor en mi ausencia?”
“No, señor. A la hora de cada comida dejo la canasta, toco la puerta y me retiro, como ordenó.” Respondió el chico cabizbajo.
“Bien. A partir de mañana irá a comer con los demás, asegúrate de preparar un lugar para él cerca de la mesa principal y que no se le ocurra a nadie molestarlo. Serás personalmente responsable de cualquier acontecimiento, bueno o malo, ¿entendido?”
“Sí, señor”.
“Retirate”, ordenó Khai y entró a la cabaña.
Una vez dentro we dedicó a poner la mesa, notando que todo el mobiliario estaba más limpio que nunca. Se preguntaba si algún sirviente habría venido a limpiar, la idea no le gustaba, odiaba que otros entraran a su casa.
La puerta del dormitorio se abrió, revelando a un recién bañado Ezra que vestía pantalones largos y camiseta de algodón color negro varias tallas más grandes.
“¡Oh!” exclamó al verlo y se acercó. “Estás usando uno de mis pijamas”, dijo al estar frente al chico.
“Este… bueno es que no tengo nada propio para usar, solo mi capa y…” Khai sonreía mientras puso un dedo en los labios de Ezra.
“Perdóname, prometí que te conseguiría ropa nueva, pero lo cierto es que lo olvidé. Aunque ahora estoy tentado a la no hacerlo, me gusta verte usando mi ropa”. Lo miró un momento, notando las mejillas y orejas enrojecidas. Eso también le gustaba, mucho. “La mesa está lista, vamos a cenar.
Lo hicieron en cómodo silencio. Ezra quería hablar, pero no sabía sobre qué y Khai por su lado estaba perdido mirando al chico en frente suyo comer pequeños bocados, mejillas infladas mientras masticaba.
Parece un lindo e inocente conejito, pensó Khai con picarez. Me gustan los conejos.
Al terminar de comer Ezra se puso de pie y comenzó a recoger los platos.
“Ezra, ¿quién ha venido a limpiar la casa?” preguntó Khai.
“Nadie”, respondió mientras ponía los platos en el lavadero para encargarse de la tarea. “Yo lo hice. Estaba aburrido, así que limpié todo, pero no me deshice de nada, todo sigue en su lugar” agregó con nerviosismo.
Khai caminó hasta donde estaba Ezra de espaldas y aprovechó para abrazarlo, sintiendo como el dulce chico se paralizaba para seguidamente relajarse.
Ezra dejó que su cuerpo se apoyara completamente en el de Khai, colocando su cabeza en el ancho y fuerte hombro a su espalda. Khai no perdió la oportunidad y enterró su cara en el cuello a su disposición, disfrutando la suavidad y calidez de la piel de su nuevo compañero.
Dejando un rastro de besos desde la oreja se dirigió al sur, bajando por el cuello hasta llegar al hombro de Ezra dónde se entretuvo más tiempo, lamiendo y besando el área.
“¡Aaah¡” gemidos suaves escapaban de los labios de Ezra, su cuerpo se retorcía bajo sus besos y caricias, su manos no se estuvieron quietas. Se moviando tocando todo a su paso hasta llegar a los erectos pezones del chico.
Khai le dio la vuelta a Ezra quién lo miraba con ojos brillantes, labios húmedos y mejillas rojas, la visión le pareció candente y sexy como ninguna otra.
Sin perder más tiempo tomó al chico entre sus brazos y lo besó intensamente mientras caminaba al dormitorio, una vez allí lo dejó sobre la cama, se deshizo de su camisa y se abalanzó sobre la dulce figura en su cama.
Besó, acarició y mordió al chico en cada punto al que tuvo acceso, sabía que su piel era muy pálida y que al día de mañana tendría marcas como prueba de sus acciones y eso le daba más ganas de seguir haciéndolas.
Khai era un amante experto, sin embargo ninguno de sus anteriores compañeros de cama, hombres o mujeres, nunca le provocaron esta desenfreno que sentía por este dulce y frágil chico.
Ezra por su parte se encontraba a la deriva en un mar de turbulentas emociones y sensaciones. Se retorcía y gemia cada vez más.
Sin embargo, entre la lujuria y el deseo estaba creciendo el miedo. Nunca había estando con nadie antes así que no sabía que hacer. Necesitaba un momento para pensar con claridad y calmarse.
“Khai… espera… ¡ah! No détente, espera… ¡Mmm!”, sus palabras de intercalaban con sus gemidos y el hecho de que Khai no le hiciera caso lo ayudaba.
Lágrimas empezaron a inundar sus ojos, el miedo desplazó la lujuria y el deseo, dando paso al terror. Cuando Khai puso sus manos en el borde de sus pantalones, Ezra entró en pánico.
“¡No!”, gritó Ezra con todas sus fuerzas y empujó a Khai quién calló de la cama. Tomó las arrugadas sábanas y se cubrió con ellas, retirándose a la esquina de la cama.
“¡Ouch!” se quejó del golpe. Volteó a ver a Ezra con furia en su rostro, pero al ver el miedo en la cara de su dulce chico, su expresión cambió.
Se sentó en la orilla de la cama y tomó varias respiraciones profundas antes de hablar.
“¿Qué pasa?” preguntó. Intentaba mantenerse sereno, pero aún respiraba agitadamente. ¿Por qué me empujaste, Ezra?”
“Te pedí que te pararas, pero no me escuchaste… No quiero hacerlo, no… estoy listo. Por favor… no me obligues… no me forces…”, grandes lágrimas bajaba por su rostro, su cuerpo temblaba.
“Perdóname, no te escuché. Pensé… creí que lo deseabas como yo. Siempre me correspondes cuando te beso y tú…” suspiró llevando las manos a sus rostro. Esto nunca le había pasado. No sabía que debía hacer. Lo único claro era que la visión de su dulce chico aterrorizado le hacía doler el corazón. “¿Me perdonas? No era mi intención forzarte, nunca lo haría... por favor ven”, dijo tendiendole la mano.
Ezra la observó unos segundos antes de decidir tomarla con cautela. Lentamente se acercó a Khai hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para enterrar su rostro en el pecho de Khai. Aún temblaba, pero el olor y abrazo del lobo lo calmaban.
No habló, solo se quedó entre sus brazos hasta que la inconsciencia del sueño se apoderó de él.
🐺 🐺 🐺
Una alta y fornida figura caminaba entre los árboles en mitad de la noche. A pesar de la reinante oscuridad caminaba con confianza, como quien sabe exactamente dónde está y a dónde va.
Se detuvo cerca de un árbol de roble donde una mujer esperaba. Ella sonrió al verlo.
“¿Me extrañaste?”, preguntó ella dejando caer la capa que la cubría, revelando así que no llevaba puesto más que una simple bata que no hacía mucho por ocultar su desnudez. Grandes y turjendes pechos, abdomen plano, firmes muslos.
Él se acercó a ella tomándola por el torzo, elevando su cuerpo a la altura de la propia cintura y apoyándola en el tronco del gran árbol. Ella intentó besarlo, pero el hombre se rehusó moviendo su rostro para enterrarlo en su cuello, donde la mordió, fuerte.
Sin aviso ni juego previo la penetro de una sola vez. La mujer cerró los ojos y contuvo el gemido de dolor. Le gustaba lo rudo, pero no a este nivel.
El hombre siguió penetrando sin contemplación, buscando solo su placer hasta que lo consiguió.
Al terminar se acomodó sus pantalones, beso la mejilla de la mujer y se marchó a su cabaña dónde un dulce chico dormía plácidamente.
༺Luz Rivas༻
23 Mayo, 2021
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