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Cuidado En El Bosque

I

Ezra era un joven buenmozo y educado que vivía en un pintoresco pueblo. Era tan inteligente y dulce que todos los que lo conocían, llegaban a adorarlo rápidamente.

Cuando era pequeño su abuela le regaló una preciosa capa hecha de cuero y terciopelo rojo. Adoraba a su abuela y adoraba su capa roja, la llevaba todos los días lloviera o hiciera sol. Debido a ello, poco después, su madre empezó a llamarlo Caperucita Roja y así se quedó.

Ezra entró en la cocina oliendo algo delicioso.

"Buenos días madre, ¿qué huele tan bien?", sonrió a su madre que tenía el ceño fruncido. Ezra arrugó su propia frente. "Madre, ¿sucede algo?" No estaba acostumbrado a ver a su madre de mal humor.

"La abuela no está bien, mi amor", la madre de Ezra dijo y despejó los platinados rizos de la cabeza de su hijo. "Está bastante enferma", Ezra se inclinó y abrazó a su madre con fuerza.

"¡Oh no! ¿Hay algo que pueda hacer para ayudar?", preguntó.

"Le prepare a tu abuela sus dulces favoritos. Está sola en el bosque y se niega a quedarse con nosotros, puede ser muy terca incluso cuando está mal de salud", negó con la cabeza.

"La abuela debería venir a nuestra casa", sugirió Ezra. "Cuidaremos de ella". La madre de Ezra pellizco, cariñosamente la mejilla de su hijo.

"Bueno, por eso he pensado, que podrías ir y quizás convencerla de que se quede con nosotros una temporada". El joven asintió vigorosamente con la cabeza y tomó su característica capa roja que colgaba de la pared.


"¡Voy enseguida!", dijo animadamente. Su madre metió el pastel fresco y de delicioso olor en una cesta junto a un tarro de mantequilla, por si acaso.

Se lo entregó a Ezra.

"Ahora, cuídate y no hables con extraños". Era una advertencia que su madre siempre hacía cuando iba de visita a casa de su abuela. Sin embargo, ¿por qué hoy se siente distinta? Pareciera que no es sólo la condición de la abuela lo que preocupaba a su madre hoy.

Sin prestar más atención a ese pensamiento, Ezra se dirigió a la puerta.

"Por supuesto que no", respondió antes de salir. "¿Quién quería hacerme daño de todos modos?", añadió mostrando una sonrisa triunfante.

A Ezra le encantaba el paseo hasta la casa de su abuela, era uno que conocía bien. El sinuoso camino lo llevaba a lo más profundo del bosque que lo rodeaba, se lo tragaba todo nada más entrar. A veces era un paseo oscuro incluso de día ya que el bosque era denso y creaba un manto casi impenetrable de pinos y álamos que a menudo hacía que pareciera medianoche a mediodía.

Sin embargo, a él no le importaba la luz tenue; los pájaros piaban y le gustaba ver a los pequeños sapos de cabeza roja que salpicaban los troncos.

Le encantaba descubrir arbustos de arándanos silvestres en rincones ocultos que crecían con desenfreno. Comía los suculentos frutos mientras recorría el sinuoso camino, perdiendo la noción del tiempo.

Al girar una de las curvas que conducía un espeso bosque de helechos, Ezra oyó que un árbol detrás de él se agitaba.

Volteo para ver si había un conejo o una ardilla.

Se detuvo; no vio nada.

Ahora sonaba como si algo se alejara. Entrecerró los ojos tratando de agudizar su vista. Quizás fuera un zorro, un cachorro de oso o tal vez fuera uno de los leñadores que solían estar en esta parte del bosque.

Ezra se giró y llamó la oscuridad boscosa que había detrás de él.

"¿Quién está ahí?", preguntó sin poder ocultar el tono de alarma en su voz.

Oyó movimientos en la dirección opuesta y se giro de nuevo. Nunca se ponía nervioso en el bosque, pero ahora no podía evitar tener la sensación de que le estaban observando. O, lo que es más inquietante, de que lo seguían.

Se detuvo, sacudió la cabeza y se rió.

"¡Qué tonto soy! ¿Qué podría ver aquí para asustarme? Conozco cada Rincón de este bosque", dijo para si mismo.

Ezra se estremeció, se volvió hacia el camino que llevaba a la casa de su abuela y echó los hombros hacia atrás intentando parecer un poco más fuerte y seguro por si acaso había alguien o algo lo observaba desde las sombras.

Trató de parecer despreocupado, comenzó a silbar una melodía viva y alegre, pero no podía quitarse de encima la sensación de que alguien lo miraba como si él fuera un trozo de carne.

Sabía que estaba lejos de la casa de su abuela por lo cuál aceleró el paso.

"¡Hola!", dijo en voz alta un gran lobo que salto de repente en el camino frente a él, el corazón de Ezra dió vuelco y casi se desmaya ante la sorpresa.

El lobo, esbozó una sonrisa llena de dientes afilados y brillantes, sin embargo, de una extraña manera, le resultaba atractiva. El lobo agitó la cola juguetonamente. Ezra se rió del gesto, aquí había alguien dispuesto a divertirse.
Su pelaje era del color del ébano y brillaba majestuosamente incluso en la luz tenue del bosque. Tenía unos ojos agudos y penetrantes que observaban a Ezra con atención.

Ezra pensó que era muy inteligente, nunca se había encontrado con un lobo en este bosque y estaba muy emocionado por conocer a alguien nuevo.

"Hola Sr. Lobo me llamo Ezra", dijo él. El lobo hizo una gran reverencia y se disculpó por haberlo asustado. Era bastante elegante, pensó el joven, galante, incluso guapo.

Ezra sacudió la cabeza y sonrío asegurándole que estaba bien.

"Me pereció oír a alguien antes, tal vez eras usted".

"Efectivamente era yo. Te vi allá atrás y pensé que te habías perdido y venía a ver si necesitabas ayuda. Y, no es necesario que me trates con tantos formalismos, mi nombre es Khai", ella se rió amistosamente.

"Bueno, eso resuelve el misterio. Un placer conocerte", hizo una reverencia con una encantadora formalidad antes de continuar hablando. "Y no estoy perdido en absoluto. Voy de camino a casa de mi abuela, he pasado por aquí muchas veces.

"Hmm", el lobo consideró sus palabras un momento, "¿es decir que no tienes miedo de estar aquí afuera solo?", preguntó incrédulo el lobo.

Extendió la mano y le tocó el brazo de forma protectora, lo cual provocó en Ezra un cosquilleo repentino que se extendió por todo su cuerpo. Nunca le habían tocado de esa manera.

Ezra negó rotundamente con la cabeza.

"En lo absoluto, no tengo miedo".

El lobo dió un paso hacia el joven y le preguntó: "¿A qué distancia vive tu abuela?"

Ezra lo pensó por un momento antes de responder.

"No muy lejos", dijo. "Sólo tengo que ir más allá del molino, por los caminos de la cañada y luego seguir recto hasta el siguiente pueblo, es la primera casa salir del bosque. No tiene pérdida. Mi abuela no se encuentra bien así que voy llevarle su pastel favorito."
El lobo asintió cortésmente escuchando atentamente sus instrucciones.

"Eres un chico muy dulce", comentó. Él sonrió y le dio las gracias. El lobo, le devolvió la sonrisa.

"Que me mejillas tan rosadas tienes cuando sonríes". Se sonrojo más y apartó la mirada ante el atrevido cumplido.
Cuando Ezra bajó la mirada, el lobo dió un paso adelante, el joven niño estaba solo, totalmente desamparado y él por su parte, hambriento, en más de un sentido, este joven sería el más delicioso manjar; dio otro paso más cerca. Nadie lo escucharía gritar, nadie podría salvarlo ahora.

Ezra seguía mirando tímidamente hacia abajo; mejor aún para el lobo, él no vería venir nada, levantó una enorme garra para abatirlo.

Sería la presta más fácil que había visto en mucho tiempo.

Tanto el lobo como Ezra se sorprendieron ante el ruido de humanos en la cercanía.

Ezra giro la cabeza, mientras tanto el lobo miró su pequeño cuello. Ezra no sabía que Khai podía ver una vena palpitando suavemente y quería hincarle el diente.

"¡Oh, mira! Son los leñadores", señaló al grupo de hombres. "Me había parecido escucharlos antes". Los hombres estaban cerca, podía ver sus camisas rojas entre los árboles.

Ezra se volvió hacia Khai y sonrió, el lobo le devolvió la sonrisa inocentemente, como si no hubiera estado apunto de tenerlo lista para ser comido.

"Siempre son bastante amistosos cuando los veo, ¿vamos a saludarlos?", preguntó Ezra, el lobo pareció conciderar la propuesta.

"En realidad, tengo un juego al que podemos jugar" dijo con fingido todo de duda.

"Me encantan los juegos", respondió Ezra con entusiasmo y dio una palmada.

"Bien y bien. Eso es lo que haremos. Competiremos en una carrera hasta la casa de tu abuela. Tú irás por el camino tal y cómo planeabas y yo voy a tomar una ruta fuera del camino. Quién llegue primero tendrá el primer bocado del pastel".

"¡Espléndido!", gritó Ezra. Ambos, intercambiaron sonrisas alegres.

"Vamos", dijo el lobo y rápidamente saltó por encima de un arbusto desapareciendo en la espesa maleza.

༺Luz Rivas༻
23 de Abril, 2021

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