Sentía los nervios a flor de piel, pues él sabía perfectamente en la misión suicida en la que acababa de meterse. Se removió un poco cuando las ramitas de su escóndite le punzaron la espalda.

¿Qué estaba pensando cuando aceptó suplir a su maestro? Haría cualquier cosa que estuviese en su disposición para ser de ayuda ¡Pero en esa ocasión el pedido fue demasiado para él! ¡Y lo tenía más que en cuenta!

Vio sus manos temblorosas, intentó sonreír más sólo logró formar una mueca extraña. ¿Cuánto tiempo le quedaba antes de que su cabeza terminara colgada en una pared como premio?

«Cálmate Izuku, recuerda lo que Wolf Might te dijo. Deja correr tus instintos»

Lastima que todo sonaba más fácil de lo que era. Fue obligado a reprimir un grito del más puro terror cuando sus sensibles oídos detectaron un par de pasos en los alrededores. Justo cuando vio aquella temida cabellera rubio cenizo, luchó por no desmayarse.

«¡Estoy muerto!»

Ahí, acercándose por el caminito de tierra, se hayaba la pesadilla de todo los lobos feroces que existían: Caperucita explosiva.