Si a Izuku le hubiesen preguntado cómo definiría aquel momento de su vida, la palabra más adecuada sería «Aterrador».

— ¡No me mates! ¡Ni siquiera tengo buen sabor! ¡Mi pelaje siempre se enreda, sería un mal abrigo para ti! ¡Quiero vivir!

Las intenciones de Katsuki Bakugou, mejor conocido como «Caperucita explosiva», en un principio eran explotarle el rostro al lobo y ver cuánto tardaba en salir huyendo. Sin embargo, cuando su corta paciencia fue agotada ante esas ridículas peticiones de clemencia, no buscó otra cosa más que explotarle la cara como desquite.

— ¡Y una mierda! ¡Ya cállate!

Pensando que con eso aquel maldito miedoso tendría suficiente, sujetó la jodida cesta y continuó su camino. También era una lástima que ignorara que Izuku Midoriya no sería parado con esto.

— ¡Eso duele!

Esa simple queja logró detener al rubio explosivo. ¿¡Por qué el idiota seguía consciente!? ¡El último lobo que recibió una de sus explosiones de lleno en la cara tardó dos días en despertar! No sabía si sentirse insultado o sentir interés en el desdichado cánido.

— Al parecer no eres tan mediocre como pensaba, Deku.

E Izuku tampoco sabía si debería seguir sintiendose atemorizado u ofendido por el hiriente apodo.

— ¡No soy Deku! ¡Soy «El lobo feroz»!

— Me importa una mierda. Eres Deku y punto.

Antes de que Izuku pudiese replicar, una nueva explosión terminó tumbándolo al suelo. ¿¡Qué acaso ese chico no sabía hacer otra cosa que no fuese reventarle la cara a explosiones a los demás!?

«Quizás este inútil me quite el aburrimiento»

— ¿¡Q-Qué estás haciendo!?

— ¿Sólo sabes hacer preguntas estúpidas?

— ¡Esto es ilegal!

— Me importa un carajo.

— ¡Esto es secuestro!

— ¡Que te calles con un demonio!

Y cuando menos se lo esperó, Izuku ya estaba maniatado y siendo jalado como ganado hacia la casa del rubio.