Capítulo cinco: Una mascota poco salvaje
— ¿Quieres café?
— ¡No, no! Gracias, pero la cafeína no es buena para mi.
— Supongo que el chocolate tampoco...
— Siempre he querido probarlo, pero moriría si lo hago.
Masaru Bakugou era un buen hombre, racional y sin tender a ser agresivo. Todo lo contrario a su poco calmada esposa y su para nada educado hijo.
— ¿¡Cuántas veces te he dicho que no traigas animales a la casa!? Sin ofender, «Lobo feroz»
— ¿¡Por qué debería hacerte caso!?
— ¡Porque vives bajo mi maldito techo así que te jodes! ¿¡En qué rayos estabas pensando al traer a un lobo a la casa!?
— ¡Ese estúpido no va a dar problemas! ¡Es una burla de lobo feroz!
Bien, eso le había dolido.
— ¡Ya te dije que dejes de referirte a los demás así, maldito mocoso! ¿¡No pudiste tener una mascota normal como un conejo!?
— ¿¡Ah!? ¡Suficiente tengo con que me travistas, maldita bruja! ¡Voy a tener un puto lobo como mascota y punto!
— ¡Me importa un carajo si te consigues un lobo como mascota! ¿¡Pero tenía que ser precisamente el «Lobo feroz» de tu cuento!?
Masaru suspiró y miró con vergüenza al cánido de ojos verdes.
— ¡Nadie va a extrañar a ese imbécil!
— ¡Lo que hiciste se llama secuestro, mocoso estúpido!
«Eso mismo le dije yo...»
E Izuku tanteó el collar rojo de su cuello y miró con recelo aquella placa con el nombre «Deku» grabado en él.
— ¡A la mierda como se le llame, el maldito lobo se queda!
Inclusive el rubio lo había arrastrado hacia una perrera que se toparon en el camino y le sacó los papeles de adopción.
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