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🥀 CHAPTER 3 - El invierno ha empezado

Y tal como se supuso, la despedida de Jasper fue lo más doloroso que Julieta podría haber presenciado.

El capitán Willow estaba a cargo de buscar entre la podredumbre al joven Jasper para ser reclutado, expresando todos los reglamentos y lineamientos basados en el ejército confederado a sus padres y dando buenos elogios de un muchacho que apenas siquiera había visto. Julieta junto a su hermano, lo veía vestido por completo de un confederado, de pies a cabeza, desde el sombrero hasta las botas que el ejército le habría dado.

— Le aseguro que su hijo es valiente, venir a formarse en las filas, no es algo que cualquier joven de su edad haría —explicó el hombre con su sombrero bajo su axila, pero los ojos y atención del señor Whitlock realmente estaba interesado en el papel que el capitán Willow le había dado, el peso de las ganancias de Jasper mientras estuviera en el ejército parecía exorbitante para él, pero conllevaba muchas posibilidades para dejar de vivir en un lugar como ese y buscar algo mejor para él.

Mientras que para Julieta, el nudo en la garganta era enardecido por la pena y la desesperanza. Finalmente, el capitán Willow lejos de creer en la fuerza de un campesino pobre como Jasper y de poder regresar con honores a su familia, decidió darle la primera y última vista a Julieta, no tenía intenciones de darle ánimos, ni tampoco de decirle que su hermano regresaría como héroe.

Aún así, el deseo de Jasper de estar entre las filas y de usar por primera vez una ropa que no parecía deshacerse o romperse, que no tenía agujeros ni olía a cerdo, le llenaba de satisfacción y emoción.

Finalmente, el pueblo apenas pudo ser partícipe de lejos, viendo a la familia Whitlock dar la despedida al joven mayor de su familia.

Jasper se acercó a su hermana, encerrado en la idea de su ilusión, Julieta no fue capaz de hacerlo recapacitar, pero entendió que también era parte de su deseo, el deseo de ser alguien en la vida y finalmente convertirse en lo que siempre estuvo destinado a ser.

Sonrió como pudo y se apresuró a arreglar lo que ya estaba perfecto en el uniforme para disimular su tristeza— no puedo decir que no me preocupare —se alentó en decir— pero sé que tampoco puedo negarte la idea a irte —y levantó su mirada a Jasper.

Jasper tomó las manos de su hermana y le hizo mirar sus ojos— cuando regresé, me aseguraré de que todo esto haya válido la pena, te aseguró que papá ya no será el mismo, porque todo mi dinero estará en la familia —

— sabes que esto no me importa —masculló Julieta, aunque temía quedar sola entre ellos dos.

— y cuando esta guerra acabe, nos iremos, tú y yo, seremos lo que siempre debimos ser —y envolvió a su hermana en un abrazo furtivo, lleno de nostalgia.

El caballo del mayor hizo un relincho y el capitán pronto llamó— cabo, es hora de irnos —lejos de sentir culpa de separar a una familia— el ocaso pronto nos tomará —

Jasper se separó de su hermana, mientras el caballo del capitán caminaba a paso lento lejos del lugar, era uno de los tantos lugares asquerosos que el capitán habría podido estar, pero soportaba la indecencia y esperaba que el cabo al menos se bañará nuevamente cuando llegará al campamento, Julieta sintió las manos separarse de Jasper y con su sombrero se despidió de ella, subiendo al caballo y dando vuelta para irse.

Y sin esperar mucho tiempo, Julieta se apresuró a preguntar con sus manos en el corazón latiente— ¿Volverás? —alzó su voz en un ahogo de melancolía, con las lágrimas recorriendo su mejilla.

Jasper sonrió y asintió seguro— Volveré —aquel día, fui testigo, cuando Jasper se fue, la oscuridad llego a mi vida, a medida que cabalgaba, el sol y la luz se iban con él, mientras que el frío y la soledad me invadieron y arroparon como si hubieran esperado a que estuviera en este momento, como si siempre hubieran sabido que ese era mi destino.

Al final, Jasper tuvo razón, el señor y la señora Whitlock dejaron de ser castigadores sin alma, sin embargo, el trabajo se dobló para Julieta y para la señora Whitlock, sin la presencia de Jasper, ambas tenían mucho que hacer y era hora de que Julieta cumpliera su parte en la familia, el señor Whitlock ya no era un maltratador empedernido porque cada día recibía una pequeña suma de dinero que alcanzaba para tantas cosas absurdas, como el licor, la señora ya no tenía que esperar a que las cosas se pudrieran y mandaba a Julieta a comprar los alimentos para una nueva comida, luego debía cortar leña, buscar troncos y cortarlos, debía ayudar a arreglar las carretas por la mañana y darle de comer a los cerdos del pequeño establo, pero no era golpeada ni maltratada por su parte, casi siquiera parecía relevante, para el señor Whitlock todo parecía que se hacía por arte de magia, parecía que solo debía decir las cosas y ahí estaban, porque no esperaba simpatizar mucho más con ellos, no quería, pero sabía que debía mantener ese rol.

Los días de Julieta se envolvían en quehaceres constantes y casi no daba tiempo para apreciar el límite entre su mundo y el mundo que ahora Jasper tenía, envuelto en la guerra y los campamentos, los planes del ejército y las constantes velas por evitar que algún intruso atacará los campamentos.

En el poco tiempo libre, Julieta se dedicaba a cazar con el arco, debía aprender a cazar para cuando fuera necesario, el invierno estaba cerca y las tiendas serían de muy difícil acceso, la nieve sería un impedimento y la temperatura caería tanto como para atreverse a salir sin los atavíos necesarios, debía ser capaz de poder encontrar un conejo en el invierno cerca del bosque.

— Hola, Julieta —Baxter, uno de los vecinos de Julieta intercedio apenas entre el sueño y el hambre que tenía en la cerca de la casa.

— Baxter —masculló Julieta con el hacha en mano, se había puesto la ropa de su hermano para trabajar más cómoda, pero en parte también para tenerlo presente a su lado.

Baxter era rechoncho y fuerte en teoría— ¿Cómo estás? —aunque no comía más que Julieta, pero comía lo que podía y veía— los chicos y yo pensábamos ir a la ladera, ¿quieres ir tú también? —

Seguramente irían a jugar, pero Julieta tenía algo que hacer y casi el ocaso llegaba nuevamente, no había mucho tiempo, papá volvería pronto y las maderas debían estar cortadas para no echarse a perder.

Julieta alzó el hacha sin ánimo y sonrió de lado— lo siento, Baxter, pero tengo que terminar algo —era extraño ver a una chica alzar un hacha, pero parecía que Julieta se había acostumbrado a ello desde que Jasper no estaba.

Lejos de quedarse callado, Baxter siguió hablando, mientras Julieta se dignaba a cortar un pedazo de madera— es genial que tu hermano se haya ido ¿sabes? —el hacha tocó suelo y Julieta frunció su ceño.

¿Qué tiene de genial eso? pensó Julieta con recelo.

— Ahora hará dinero y podrá ganar fama también y si todo sale bien y no muere... —

— Jasper no morirá —aseguró Julieta de inmediato, con la voz seca por el sentimiento abrumador que había en su corazón.

— Eso no lo sabes —

— Sí, sí lo sé —replicaba convencida una y mil veces, no pretendía dejarse caer por las estupideces de Baxter. Con el hacha empuñada, Julieta camino hacia Baxter— Jasper jamás se dejaría caer, no tienes derecho a hablar de lo que no sabes —de no haber sido por la cerca de madera podrida, era seguro que para Baxter hubiera sido el fin de algo, pero solo retrocedió un poco, aunque para Julieta, la cerca de madera fue un aviso de que estaba actuando sin control.

Ciertamente los días después de la partida de Jasper no estaban siendo fáciles para Julieta, mientras ella luchaba por hacer el trabajo concretamente y no terminar absorbida en la preocupación constante que cargaba por pensar en Jasper y en lo que estaría haciendo, también estaba la limitación latente y en constante crecimiento del cansancio, agotamiento y debilidad general que estaba provocando el sobrecargo de Julieta, algo que jamás creyó sentir.

Pero además de ello, fuera del hogar de Julieta, las personas y aldeanos del pobre pueblo parecían empezar a cansarse, las mujeres ya no cocinaban con tanto entusiasmo, si es que algún punto lo estuvieron, los hombres se levantaban tarde de sus camas por el inmenso dolor de cuerpo y hueso que les atacaba, los niños apenas y podían salir al umbral de sus casas porque su cuerpo les impedía dar al menos unos cuantos pasos, era como si al pesadez, los hubieran atrapados en un globo de condicionamiento, donde parecía imposible poder salir y para Julieta, eso no era relevante, sus vecinos sólo se enfermaban, sus padres recibían el dinero del tiempo de cargo de Jasper y luego la vida seguía como si nada, era claro que la economía de los Whitlock debía mejorar, pero tal parecía que el dinero iba ahorrando poco a poco por el sensato señor Whitlock, un hombre de mente oportunista siempre.

Casi podrías creer que era tan sensato y humilde que durante el tiempo que estuvo recibiendo el dinero equivalente al servicio de su hijo, él parecía ahorrar centavo por centavo, sabiamente, mientras trataba de seguir una vida correctamente pobre.

Aunque Julieta también intentaba seguir ese ritmo, lo cierto era que su cuerpo empezaba a deteriorarse.

La nieve caía, el invierno había empezado, era tiempo de caza y Julieta había salido a cazar, se había puesto el abrigo y ropa de invierno de su hermano y se había amarrado la coleta con el lazo verde sucio que su amiga quién ahora yacía en cama, le había obsequiado, salió con el arco, subió la pequeña colina y se adentro de en el bosque, aunque su visión empezaba a fallar, ella aludía el cansancio a que aquella noche no pudo dormir bien.

Julieta se adentro, pero ciertamente le costaba mantenerse de pie, así que tomó su arco y trató de poner su peso sobre él. Respiró hondo y levantó su mirada, tal vez a la vista habría un conejo, pero no lo había.

Tenía el carcaj lleno de flechas y ansiaba al menos poder clavar una de ellas en el vientre de un conejo, pero ¿y si fuera una ciervo? ¿no sería mejor? De hecho, si llegaba con un ciervo a casa, seguramente sus padres se asombrarían, nadie esperaría que una niña, debilucha, pálida y desnutrida cazará un ciervo, rápido, ágil, ligero, pero sobre todo escurridizo.

Sí, tenía altas expectativas, pero ¿podrías culparla? era una niña, quería impresionar a sus padres.

Pero lo cierto, era que Julieta aún seguía siendo tan débil, que estar atenta a cualquier movimiento desde su lugar de vigilancia, mientras empezaba a asfixiarse con la ropa, ciertamente no parecía serle la mejor opción. Sus párpados caían solos e incluso su mirada a veces se desviaba, su respiración se volvía caliente y su cuello empezaba a sentirse extremadamente ardido, sus manos dolían, al igual que sus músculos.

Pero al final de su vigilia, no logró atrapar más que dos conejos y un cargo de pesadez eterno.

Aquella noche, en la espera de llegar y ser aludida por sus padres, Julieta tan solo arrastró su cuerpo débil y febril entre la cocina y el cuarto próximo, dejó los conejos en la mesa mientras su cuerpo empezó a pedirle que la cama la acompañara en un momento.

Tal vez descansar un rato. Tal vez solo descansar un instante.

Pero dormía tan profundamente, que no se preocupó por las demás tareas pendientes, mientras su madre terminaba de cocinar, se chocó con los conejos que estaban en la mesa, vaya que en realidad, estaban a los pies de la mesa, realmente no le dio importancia y terminó por prepararle la cena a su marido en lo que este terminaba de llegar.

El señor Whitlock a menudo pensativo, llegó a casa, aún más preocupado de lo normal— los Fustes están completamente tumbados en su pocilga, fue a por algo de beber, pero no atendieron, Billie y su familia están igual, nos estamos inundando en la miseria —era claro que conocía lo que pasaba a su alrededor, el señor Whitlock claramente conocía cuando algo no era bueno para él.

La señora Whitlock no menos preocupada, se acercó a él, esperando una respuesta milagrosa de su parte— ¿que haremos, Jasper? —se limpiaba las manos— moriremos si decidimos quedarnos —

— No seas tonta mujer, no, no nos quedaremos —el señor Whitlock se acercó a la mesa— pero sí queremos irnos, debe ser cuanto antes, la nieve en dos días no nos permitirá salir de aquí tan fácilmente —

La señora miró a su alrededor— ¿cuándo partiremos? ¿Qué nos llevaremos? —pero en lo que su mujer se cuestionaba, el señor miraba entre las telas de la privacidad de Julieta, vio cómo su hija sudaba y dormía con escalofríos.

— no nos llevaremos nada —había escuchado hablé de la peste, entre unos cantineros melancólicos y sobre cómo está enfermedad había arrasado con sus familias, era claro que la época del frío especialmente los obligaba a convivir más como familia, pero para el señor Whitlock, estar en el mismo lugar que Julieta, no parecía ser su mejor opción.

Y mientras menos cosas se llevará, mejor sería para ellos.

— ¿y qué haremos? —

¿No llevarse nada? De demencia estaba sufriendo el señor Whitlock, si quería quedar en la calle y no llevarse nada, pero no era cierto, él tenía todo planeado, la cuenta de banco, el lugar de hospedaje y el suficiente tiempo para encontrar un mejor lugar, lejos de ahí.

— nos iremos a primera hora —informó mientras se sentaba a la mesa para comer, pero se topó con los dos conejos aún en el suelo— ¿que es esto? —

— la niña los cazó —respondió su mujer sin muchos ánimos— apenas y llegó cuando se tiró en la cama, es muy vaga —refunfuñó su mujer.

Pero el señor no respondió a su comentario, sino que dijo algo más— no la llevaremos —y comenzó a comer.

La señora no pareció refutar, pero sí preguntó— ¿y cuando se levante? —pero le preocupaba que la niña formará un escándalo que despertara a todos los vecinos.

— Genoveva —recriminó el señor, milagrosamente después de empezar a obtener la ganancia de la participación de su hijo en guerra, maravillosamente creía que su vida mejoraba y que por lo tanto, él también debía ser más benevolente— si no te quieres quedar en esta mugre de lugar, mejor cállate y obedéceme —aunque bueno, sus modales jamás cambiarían.

Y su mujer calló.

A partir de ese momento, la enfermedad empezó a propagarse de manera masiva, aquella noche, nevó como nunca, casi como si el invierno mismo hiciera de las suyas para cubrir como pudiera los rastros del pueblo miserable que se hundía en la enfermedad sin oportunidad a sanar.

Y claro, no era para nada importante, que aquel pequeño pueblo se hundiera en la miseria, sin embargo, las vidas que ahí se perdían, debían ser aseguradas, en que no afectarían a personas más allá de la colina.

Habían seres oscuros, seres nocturnos, vigilantes de la noche, existía la creencia de que estos seres atacaban a las personas, que absorbía su vitalidad hasta dejarlos en los huesos. Cerca de ser un cuento de terror para los niños, estos seres no terminaban de ser el terror de aquellos quienes habían sido testigos de su existencia.

"Chupasangre" así los llamaban a menudo, bestias con una belleza particular, su perfecta tersura, satín e incluso el color de la piel da la ilusión de un rostro impecable, los "chupa sangre" eran bestias fascinantes, atractivas y seductoras, con una piel igual al mármol, fría y dura. Su famoso sobrenombre se debía a su alimentación nefasta y retorcida, puesto que eran dependientes de la sangre humana. La sangre es su única fuente de alimento. La sangre humana es la fuente más común y la más atractiva, y posteriormente, la más difícil de resistir.

Pero aunque muchos en el terror de su imaginación vieran a estos seres bestiales como chupasangre, su terminología correcta no dejaba de ser vampiro, con ojos tan anchos, cálidas con oro o rojo pasión líquido, enmarcadas por cejas perfectas. Capaces de robarte tu último aliento, los vampiros eran considerados bestias para los humanos, aunque para ellos mismos, su forma de ser parecía ser la más perfecta y sublime del infierno mismo.

Existían vampiros, existían acechadores de las noches, ladrones de vidas, esos eran ellos, pero por no verse tan bestiales, los vampiros logran tener un orden para el equilibrio de su especie para no ser eternamente exterminados.

Los Vulturi actuaban como la imagen oficial en el mundo de los vampiros, y eran un clan increíblemente influyente. También se consideraban "patrones nocturnos de las artes", ya que, a causa de su incapacidad para dormir, estudiaban las artes por la noche. Los Vulturi actuaban como tutores, manteniendo la sociedad secreta de los vampiros oculta al mundo de los humanos, según fuera necesario.

Además de ello, los vulturi se preocupaban por los humanos, porque la especie existiera paralelamente con ellos, porque entonces de donde se alimentarán. Era imperativo que los humanos siguieran la línea de vida y para ellos una enfermedad que azotará a una población era de carácter urgente, detener la amenaza para que llegará a otros humanos.

Era por tal razón, que aquel día, la visita de los vampiros no era simplemente algo del momento, con la propagación de la enfermedad, la vida de los humanos podría verse pendiendo de un hilo y no exactamente a beneficio de los vampiros.

Era su misión, tomar en consideración el pequeño pueblo donde se esparcía la enfermedad, como se esparcía en otros lados, venían tras las huellas de aquel infame virus para exterminar cualquier peligro para la humanidad.

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