№8
Jungkook.
Entre canción y canción, Eileen y yo encontramos momentos para hablar y reír. Ella seguía siendo la misma chica extrovertida y divertida que me había impresionado desde el principio. A pesar de haber empezado la noche con algo de duda, ahora me sentía completamente a gusto con ella. El alcohol sin duda había derribado las barreras que normalmente me impedían relajarme y disfrutar de momentos así.
Finalmente salimos del local, apoyándonos en la pared. Las calles comenzaban a vaciarse y, sin necesidad de mirar el reloj, sabía que ya era casi las 6 de la mañana. El pub había cerrado hace rato. Observé a Eileen, quien parecía casi cegada por el alcohol y apenas podía abrir los ojos, aunque su sonrisa era imborrable.
- Ha sido la mejor noche de mi vida - dijo con dificultad, claramente afectada por el alcohol.
Sacó un paquete de cigarrillos y, con cuidado de no perder el equilibrio, ella tomó uno y lo encendió. Parecía exhausta, sin fuerzas ni siquiera para encender el mechero. Decidí ayudarla y tomé el encendedor de sus manos, que comenzaban a entumecerse por el frío de la madrugada. En ese momento me di cuenta de que yo también estaba bastante afectado por la bebida, pero al menos logré encenderle el cigarrillo.
- Gracias - me agradeció una vez que su cigarrillo estuvo encendido, seguido de una risa floja que la había acompañado toda la noche. Se recostó contra la pared, cerró los ojos y dejó que el humo saliera de su boca. Me pasó el cigarrillo y di una calada. No era fumador habitual, aunque alguna vez había probado con mis amigos, no era algo a lo que estuviera acostumbrado.
- Ay - lamentó - No fumes. Es muy dañino - me dijo con un comentario que me hizo sonreír. Le devolví el cigarrillo y ella lo lanzó lejos de nosotros.
- Lo sé, no pasa nada - la vi intentar enderezarse, pero su cuerpo se tambaleaba hacia atrás. - ¿Cómo te sientes?
- Mmmm... - no sabía qué significaba eso - Estoy...
Le costaba mucho formular frases. Habíamos bebido demasiado.
- Estás. Eso es suficiente - dije, y ella sonrió con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás.
- Estoy... Mareada.
- ¿Mucho?
- Mu... muchísimo.
- Vamos a tu casa ¿Está lejos?
Negó con la cabeza.
- ¿Crees que puedes llegar en este estado, o debería llamar a un taxi? - pregunté, y ella dudó unos segundos.
- Creo que... puedo.
La ayudé a ponerse recta y comenzamos a caminar. Había mencionado (con gran dificultad) dónde vivía, así que intentaría no perderme por las calles. Eileen se tambaleaba de un lado a otro, y al final decidí pasar mi brazo por su cintura para mantenerla cerca y evitar que se lastimara más de lo que ya estaba desde el principio de la noche. Aunque ahora yo luchaba desesperadamente por no caerme.
- Si empiezas a sentirte mal - comencé a hablar mientras la guiaba por las frías calles - Avísame antes de que sea demasiado tar-
Entonces, vomitó en mis botas.
...
No sé cómo, pero logré llevarla hasta su apartamento. Fue un desafío, especialmente porque ella seguía sintiendo náuseas y vomitaba cada pocos pasos. Abrí la puerta del portal con las llaves que saqué de su bolsillo. Su piso parecía antiguo y algo deteriorado; el ascensor no funcionaba.
- ¿En qué piso vives?
- Pri... primero - susurró, apenas conteniendo una arcada.
- Joder, Eileen. No vomites aquí, ya llegamos - le dije, aunque no estaba seguro de si me escuchaba. Parecía que sí, porque soltó una risa floja.
- Lo siento, Jungkook - dijo mientras la ayudaba a subir los escalones. Al menos era solo un primer piso.
Abrí con dificultad la puerta de su apartamento, que necesitaba un poco de aceite porque chirriaba y estaba algo dura. Cerré la puerta detrás de nosotros y busqué el interruptor para encender las luces. Una sola lámpara parpadeante era la única fuente de luz, iluminando mínimamente el espacio. Noté que su apartamento era pequeño y muy antiguo. La cocina se conectaba con un pequeño comedor, escasamente decorado con un sofá negro, una mesa llena de botellas vacías de alcohol, un par de sillas y electrodomésticos antiguos. El ambiente del lugar, en general, daba un poco de mal rollo.
Escuché otra arcada de Eileen y rápidamente la llevé a una de las dos puertas que veía. Una era el dormitorio, y maldije en voz alta cuando vi que era el cuarto equivocado. Me dirigí rápidamente al otro, que resultó ser el baño. Eileen corrió hacia el inodoro y vomitó todo lo que pudo.
Suspiré aliviado de que al menos estuviéramos finalmente allí. Me acerqué a Eileen, visiblemente afligida, y recogí su largo cabello para evitar que se manchara. Miré mis zapatos manchados y decidí quitármelos, dejándolos en la entrada para no ensuciar más el suelo. Regresé al baño y Eileen levantó la mirada para encontrarse con la mía. Su rostro estaba enrojecido y las lágrimas corrían por sus mejillas.
- ¿Te sientes mejor? - pregunté suavemente mientras me agachaba a su altura. Ella asintió con la cabeza. Intentó ponerse de pie sola, pero decidí ayudarla.
- Lo siento mucho.
- ¿Por qué?
- Por tus zapatos - comenzó a llorar, y no pude evitar soltar una risa. Tomé su rostro entre mis manos y limpié sus lágrimas.
- No pasa nada.
- Sí que pasa - sollozó con intensidad - Tus botas son muy bonitas y las he ensuciado - No podía evitar sonreír ante su preocupación.
- Venga, a dormir - la guié hacia su habitación. Tenía una cama grande y deshecha. La hice sentarse y encendí la pequeña lámpara de su mesita de noche, que no proporcionaba mucha luz pero era suficiente para ver lo que teníamos delante. Me sorprendió ver unos botes de pastillas sobre la mesita. Eileen gruñó mientras intentaba quitarse las botas. Decidí ayudarla, ya que ella sola no podría bajar la cremallera. Se quitó la chaqueta y la coloqué sobre la silla del escritorio. Tomé unos momentos para observar su habitación: libros universitarios tirados sobre el escritorio, algunas prendas dispersas por el suelo y una luz roja parpadeante que entraba por la ventana, proveniente del bar de abajo, iluminando el cuarto con un tono constante.
Eileen se dejó caer hacia atrás y me acerqué para cubrirla con las sábanas. No paraba de llorar.
- Eileen - me senté en el borde de su cama y pasé mis dedos por su rostro para secar sus lágrimas. - No te preocupes por eso. Ya me comprarás otras botas - bromeé.
Eileen se rió entre sollozos.
- Descansa. - Me levanté para irme y dejarla dormir tranquilamente. Me dirigí hacia la puerta dándole la espalda.
- Jungkook - habló con un hilo de voz, y me volví. - Quédate...
- ¿Qué? - me acerqué porque no la había escuchado bien..
- Hasta que me duerma... Quédate, por favor - me rogó débilmente. - Me da miedo... estar sola.
No iba a preguntarle. No necesitaba más explicaciones en ese momento. Eileen estaba muy borracha como para ser consciente de sus palabras. Aunque estaba deseando llegar a casa y acostarme, podía esperar a que ella se durmiera. Me tumbé a su lado y observé el techo blanco mientras esperaba. Eileen giró su cabeza hacia mí y cerró los ojos. Volteé mi cabeza y me quedé observándola.
Tenía los arañazos de Lia marcados en su mejilla y me di cuenta de que seguía llorando. Empecé a pensar que su llanto no era solo por las botas. Eileen estaba sufriendo por algo más profundo, y me sentí impotente al verla así.
- ¿Por qué lloras? - le pregunté suavemente.
- Mmm... - gruñó. No me iba a decir la razón, y lo entendía.
- Deja de llorar, te ves muy fea así - expresé en tono de broma, tratando de aliviar el ambiente. Ella soltó una risa suave sin abrir los ojos.
Sin pensarlo, comencé a pasar mi mano por su cabello, acariciándolo con lentitud. Mis dedos recorrían su liso cabello de arriba abajo, y poco a poco, eso pareció calmarla. Su llanto se fue apagando lentamente hasta que cayó en un sueño profundo.
Mientras ella dormía, me quedé allí, observándola. La luz roja del letrero del bar parpadeaba a través de la ventana, iluminando su rostro de manera intermitente. Me fijé en los detalles de su habitación, sentado en el filo de su cama. En los libros de la universidad desordenados en el escritorio que hablaban de su esfuerzo por labrarse un futuro, las prendas de ropa esparcidas por el suelo, y los botes de pastillas en la mesita. Su apartamento, pequeño y desordenado, reflejaba una vida de lucha y resiliencia. Mientras que las botellas vacías de alcohol y los frascos de pastillas indicaban batallas internas que peleaba en silencio.
Había mucho más en Eileen de lo que mostraba en el día a día.
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Bueno, estoy llorando como Eileen
Y grito contra la almohada de la emoción de estos capítulos.
Tendríais que verme escribiéndolos. Literalmente gritaba y me reía sola.
¿Qué os ha parecido? ¡Quiero leeros!
Nos vemos prontito. Un besito muy grande <3
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