Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

40

Narra Esthepanie

Pero a pesar de nuestra negación y nuestros planes, dos horas después, seguíamos sin saber nada de Gustavo. Marta estaba llorando a mi lado desconsoladamente, y no me ayudaba mucho a seguir pensando positivo, de hecho, cada segundo que pasaba y ella se ponía a llorar más fuerte a mi lado, me hacía ponerme peor. Era como una luz que se apagaba poco a poco.

—Mamá—trató de calmarla Joe, mientras yo me mordía la uña del pulgar izquierdo—. Tú sabes que él puede hacer eso sin problemas, ha hecho cosas peores. Llegarán en cualquier maldito momento, deja de llorar.

—Oh, Dios, no puedo con esto—solté cuando finalmente tuve suficiente. Mi positivismo murió horriblemente degollado y torturado, y empecé a llorar, porque Marta tenía razón. Eso era mucho tiempo como para que no hubieran llegado ya. Algo malo había pasado y todos lo sabíamos—¿Saben dónde está esa casa?

—Sí, pero no po...

—Llévenme ahí.—. Le exigí a Joe antes de que siquiera terminara de hablar, levantándome del sillón, porque estar ahí sentada sintiéndome completamente inútil me estaba volviendo loca.

Narra Gustavo

Todo había empezado bien. Tan bien como era posible.

Entré a la casa y dejé los explosivos en la sala, con el reloj apuntando los veinte minutos que debía tardarme, máximo. Caminé hasta el último cuarto, como ellos me habían ordenado y toqué tres veces. Un chico de unos dieciséis años abrió la puerta y me apuntó temblorosamente con un arma antes de ver mis manos vacías elevadas y que no había nadie detrás de mí, entonces me dejó pasar sin dejar de observarme con cautela.

—¡Gustavo!—. Gimió Nick con la voz ronca cuando me vio. Estaba tirado en el suelo con los brazos amarrados detrás y su joven cara llena de moretones. El otro chico estaba igual, salvo que él no se estaba moviendo y sus ojos estaban cerrados, pero podía ver como su torso subía y bajaba con sus respiraciones.

Los otros dos chicos estaban apuntándome sin bajar la guardia ni un segundo, se veían como de mi edad, o quizás mayores, pero era obvio por la manera en la que sostenían sus armas, por sus ojos rojos moviéndose de un lado a otro con miedo, por el temblor en sus manos y por cómo seguían tragando saliva, que no sabían qué demonios estaban haciendo. Eso era bueno, pero estábamos contra reloj y de alguna manera debía lograr despertar al otro chico, matar a los demás y salir corriendo antes de que el tiempo se acabara.

—Bien, estoy aquí ¿ahora qué?—. Pregunté, aparentemente tranquilo, pero muriendo de ansiedad por dentro. Esos chicos eran tercos y no se relajaban ni un segundo, el mayor carraspeó su garganta y se acercó unos pasos a mí.

—Dejaremos ir a los chicos y luego... luego te daremos lo que te mereces por lo que hiciste—dijo él, mirándome con odio—. Desátenlos.

Los otros dos se miraron entre sí, indecisos y luego corrieron a hacer lo que les ordenaron. Eran tan visiblemente inútiles que si llegaba a fallar y morir en el intento, sería la cosa más patética que alguna vez me hubiera pasado.

—El otro está dormido.—. Se quejó uno de ellos, pateándolo ligeramente.

—Está inconsciente, estúpido.—. Corrigió Nick, mirándolo mal e intentando levantarse por su cuenta.

—No me hables así, mocoso.—. Se defendió el chico, aunque era probablemente sólo unos dos años mayor que él, y más bajo. Puse los ojos en blanco y negué, porque eran tan malditamente patéticos que me daban lástima y no podía creer que estuve muriendo de miedo por culpa de esos tres pobres individuos.

—Déjalo, Nick—ordené cuando se agachó a comprobarlo—. Ya despertará en algún momento. Sal de aquí y sube a mi auto, está estacionado en el parque de enfrente.

Mi hermano dudó un segundo, sin querer dejar a su amigo, pero una mirada compartida conmigo le aseguró que iba a hacer lo que pudiera para hacerlo salir de ahí, tragó saliva y me miró con miedo unos segundos antes de salir corriendo. Tomé aire y estudié a los chicos unos segundos. Tenía probablemente doce minutos para hacerlo. Lo suficiente.

—¿Entonces, qué es lo que desean hacer conmigo? Ahora que me tienen aquí.—. Crucé mis brazos y ocupé una postura aburrida, haciéndolos dudar un segundo. El más grande destensó su cuerpo, bajando el arma y cuando miró para atrás a sus amigos, ataqué, orando para que no fuera un buen luchador.

Primero tomé su antebrazo con fuerza y lo doblé hacia atrás para que no hiciera algún movimiento con el arma, mientras que llevaba mi puño directo a su mejilla. Duro. El chico se tambaleó y gimió con dolor, los otros dos gritaron y dispararon al aire. Por suerte seguían siendo los mismos estúpidos de hace cinco minutos y no me dieron, o no lo sentí en lo absoluto, porque seguía golpeando la cara del más grande y tratando de hacer que soltara el arma. Los otros dos chicos pelearon entre ellos, sin saber qué hacer, y me aproveché de eso para arrebatarle el arma al grande y disparar a su cabeza. Sin segundos pensamientos.

—¡Mierda!—. Gritó el más pequeño, asustado, dejando caer su arma y acercándose para ver el cuerpo muerto del otro, con lágrimas en sus mejillas. El otro chico estaba en estado de shock, y antes de que pasara otra cosa y antes de que me sintiera peor conmigo mismo, les disparé a ambos. A uno en el pecho y al otro entre las cejas, un tiro completamente limpio.

Ahora, todo iba bien hasta ahí, pero entonces mi alma noble decidió que tenía que despertar al otro chico antes de salir corriendo. Quedaban apenas unos nueve minutos y la casa era grande, probablemente me tomaría unos tres minutos sólo salir de ahí y llegar al auto.

Golpeé las mejillas del chico con mucha más fuerza de la necesaria y él despertó, pero no parecía estar jodidamente consciente, porque sus ojos se ponían en blanco y su cabeza caía suelta hacia atrás antes de que lo volviera a despertar. Cuando quedaban siete minutos me levanté, luchando con fuerza para no escuchar al miedo y al pánico unidos en mi cabeza para hacerme sufrir. Aún podía salvar a ese niño, mi hermano ya estaba a salvo y yo saldría vivo.

—Vamos, Dios, estoy tratando de hacer algo bueno—murmuré con ansiedad, pasando mis manos por mi cabello con frustración, luego maldije y me agaché para tomar el cuerpo del chico y cargarlo a la salida. Para mi mala suerte, era gordo y alto, por lo que no fue nada fácil cargar su peso muerto por los largos pasillos. Cuando llegamos a las escaleras lo dejé en el piso y, esperando que no le doliera mucho, jalé de su pierna derecha para bajarlo por ahí, haciendo un montón de ruido con su cuerpo gordo. Pero cinco escalones antes de llegar al piso, le eché una mirada al reloj de la caja de los explosivos, los números rojos marcaban sólo dos minutos. Y yo no iba a lograrlo si seguía cargando al chico—. Oh, no... Perdón.

Lo solté y empecé a correr, enfocado en dar largas y poderosas zancadas hacia el auto. Si estaba a más de cinco metros del parque cuando la casa explotara, iba a ser historia. Puré de Gustavo. El traje me estaba retrasando, el pantalón no me dejaba moverme con facilidad y la chaqueta apretada me quitaba el aliento. El camino se hacía más y más largo, y yo no parecía llegar a ningún lado.

Cuando ya casi cruzaba la calle y faltaban probablemente veinte metros para llegar al parque, vi el carro de Joe aparcándose detrás del mío, y casi inmediatamente Esthepanie bajó y se acercó, como si quisiera correr hacia mí, pero se dio cuenta de lo estúpido que era y solo se quedó ahí, retorciendo sus manos en su precioso vestido verde esmeralda, con su cabello en suaves rizos despeinados y sus labios del más delicioso rosa, mientras yo corría hacia ella. Pero entonces, escuché cómo la casa explotaba. Y yo no estaba en el parque.

Narra Esthepanie

Mi corazón se sentía raro, como si estuviera bombeando a toda velocidad pero al mismo tiempo como si estuviera parado, congelado por el miedo.

Gustavo corría hacia nosotros con todo lo que podía, su chaqueta probablemente estaba rota de lo apretada que se veía en sus hombros, y él se veía tan guapo aún así, con la cara completamente roja por el esfuerzo y los ojos nublados con la necesidad de correr para salvarse. Nunca antes el tiempo había pasado tan lento, lo juro. Correría directamente hacia él para abrazarlo si no fuera porque el área segura era el parque.

Por favor, Gustavo. Por favor, corre más fuerte. Todo va a estar bien, sólo corre más rápido...

Pero entonces el fuego se expandió en la casa, seguido de un estruendoso sonido, y Gustavo todavía no estaba en el área segura.

Cerré los ojos con mucha fuerza para no ver nada más y mis oídos se taparon, el grito histérico y desgarrador de Marta me dio a entender que no había pasado nada bueno y dejé que el pesimismo me inundara.

Gustavo no había llegado al parque en cámara lenta, sonriendo porque lo logró, porque todos estaríamos bien. No. Él estaba ahí cuando la casa explotó y quedó atrapado en el fuego.

Una ráfaga de viento con polvo y ceniza nos hizo ahogar, y la fuerza del viento me empujó para atrás, haciendo que cayera de culo en el pasto. Pero nadie me ayudó, a pesar de que todos estaban detrás de mí. Abrí los ojos entonces y puse atención, sólo para escuchar las voces y gritos de todos juntos mirando a algo en el suelo y diciendo algo acerca de una ambulancia. Limpié mis ojos y tosí antes de levantarme con esfuerzo para caminar hacia donde todos estaban. Nick y Joe le estaban quitando la chaqueta a Gustavo, aún encendida, mientras Marta le rodaba para apagar el fuego en su espalda. Yo estaba en blanco, sin poder escuchar o ver bien. Ni siquiera podía pensar bien.

Gustavo estaba ahí en el piso boca abajo, con sus ojos cerrados y su espalda a carne viva. Su nuca había tenido consecuencias también, y su pantalón estaba un poco quemado. Nada mal. Lo único horrible era su espalda, y el hecho de que estaba tirado sin moverse.

—¡No está muerto, mamá!—. Gritó Joe, apretando sus hombros y volteando su cabeza para que dejara de ver a Gustavo—. No lo está.

¿No lo estaba? ¿De verdad no estaba muerto? ¿O lo decía sólo para no hacer sufrir a su mamá?

Mis piernas dejaron de responder y colapsé en el suelo sin saber aún qué había pasado.

¿Eso era acaso un caso de trastorno postraumático? ¿Era posible? ¿Por qué me sentía de esa manera? ¿Por qué no estaba llorando? Todo se sentía tan mal. Tan irreal. Eso no podía ser cierto, no lo era. Nada había pasado realmente.

Me acosté en el pasto y miré al cielo, escuchando las voces de todos hablar al mismo tiempo frenéticamente, pero sin poder entender lo que decían. La ambulancia llegó y alguien me hizo subir a un auto, pero no fui consciente de eso. Me movía sin sentirlo y hablaba sin saber lo que decía, nada tenía sentido. Alguien me llevó a una habitación, y yo aún no podía hablar con Gustavo, o siquiera verlo. Él estaría ahí ¿no? todo estaría bien, curarían su espalda y entonces llegaría conmigo y me abrazaría fuertemente, prometiéndome que nunca más haría algo así otra vez. Una mujer movió una pequeña lámpara frente a mis ojos, pero sentía como si mis ojos huyeran de la luz y trataran de esconderse en el fondo de mi cabeza.

—Esthepanie, ¿me escuchas?—preguntó un rato después una voz conocida, tomando mi cara entre sus manos grandes. Lo hacía, pero no lo hacía realmente, así que no dije nada, y esa persona empezó a dar golpecitos en mi cara, lo cual pareció acomodar algo en mi cabeza. Parpadeé con fuerza y asentí—. Esthepanie necesitas comer algo de azúcar o te desmayarás, has tenido un shock muy fuerte y no respondes bien.

¿De qué demonios estaba hablando? ¿Y quién era esa persona?

—¿Y Gustavo? ¿Está bien?—. Pregunté.

—Está vivo—respondió, pero su voz tomó un matiz ronco y pesado. De alguna manera logré darme cuenta de que era Nick, y sus ojos estaban llenos de lágrimas—. Su espalda está muy mal, van a ocupar hacerle varias operaciones para recomponer la piel. También se golpeó la cabeza cuando cayó al piso, tiene una hemorragia y no han dicho nada, pero tienen esperanza de que pueda despertar pronto.

Mi barbilla empezó a temblar como cuando necesitaba llorar, pero no quería hacerlo. Él estaba vivo ¡Vivo! Estaría bien, yo lo sabía. Él iba a estar perfectamente bien, se iba a recuperar y luego escaparíamos de Inglaterra. Tomaríamos a Diego y nos iríamos a unas hermosas playas, donde nunca nada peligroso pudiera pasarnos. Estaríamos juntos por siempre.

**********

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro