Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

37

Narra Esthepanie

Terminé de leer la historia de Gustavo un par de meses después, en parte porque no tenía tiempo y en parte porque Gustavo me atrasaba, porque siempre estábamos juntos y no quería que la leyera cuando él estaba presente.

Era la primera cosa que él escribía y no era un experto, pero nunca antes había leído algo tan absolutamente bueno. Era tenebroso y perturbador como el infierno, me tuvo con los nervios de punta todo el tiempo, me hizo leer cosas que no pensé que fueran posibles y me hizo recapacitar acerca de un montón de cosas. La mayoría de ellas eran cosas que pocas personas tienen la necesidad de entender. Yo logré ser una de las afortunadas, de alguna manera. Logré ver la muerte de un ojo diferente y logré entender aún más a Gustavo, su forma de ser, su forma de pensar y todas las cosas que hacía.

La historia empezaba cuando el chico griego (sin nombre, como todos los otros personajes) se suicidaba, quemándose. Después describe de una manera muy, muy escalofriante lo que es perder la vida lentamente, de una manera dolorosa y luego regresar de golpe, helado y solitario. Confundido y desgarrado. No sé cómo se le ocurrió eso a Gustavo, pero me dejó completamente convencida de que todos podríamos regresar. El chico tuvo que soportar por mucho tiempo el frío intenso y el dolor constante en todo su cuerpo, aún quemado, estancado en un terreno solitario donde su casa solía estar, esperando algo desesperadamente. Sólo que no sabía exactamente lo que estaba esperando. Tiempo después alguien compra el terreno y construye otra casa ahí, entonces, cuando la familia llega, ve a ésta chica morena sin nombre que resulta tener los ojos verdes más hermosos que el chico había visto alguna vez y que ya conocía antes, entonces se da cuenta de que no había pasado mucho tiempo desde su muerte, después de todo. Y se enamora de ella. Termina siendo un completo acosador, rondando en su habitación cuando ella está dormida y observándola muy de cerca, describiendo lo mucho que ella olía como manzanas y vainilla y cómo le gustaría poder tocar su piel. Entonces un día ella despierta de golpe, jadeando desesperadamente por aire y él no se esconde, pensando que es invisible para ella. Pero entonces la chica lo ve, y no grita. No grita de terror, incluso cuando él estaba en su habitación en la madrugada, incluso cuando su cara y su cuerpo completo estaban totalmente quemados y él era asqueroso, incluso cuando cualquier otra persona en el mundo lo hubiera hecho. Ella sólo traga saliva, se acomoda en su cama con cuidado y le pregunta quién es, sin parecer asustada. Y él vuelve hablar por primera vez en mucho tiempo.

No puedo ni siquiera expresar lo que esa cosa me hizo sentir. Logró que mi amor por él creciera muchísimo más, logró que me diera cuenta de un montón de cosas importantes que nunca antes me detuve a considerar. Como por ejemplo lo mucho que significó que me quedara despierta con él esa noche en la casa del lago, o "a la orilla de un lago" según su historia, y todas las noches siguientes. Lo que significó que yo no me asustara ante las cosas que me contó, que no estuviera asustada aunque debiera estarlo, que siguiera confiando en él y que no demostrara "asco", como las demás personas lo harían. Lo que significó que yo me enamorara de él aunque sabía todo lo malo que había por saber acerca de su familia, de su trabajo, de su mundo y de él mismo. Lo mucho que necesitaba que alguien le dijera que no era malo, a pesar de que él estuviera aferrado a creer que sí lo era. Y el hecho de que lo salvé, aunque no fuera consciente de ello.

"Mientras yacían en la cama, después de hablar toda la noche de cosas que nunca pensó hablar con alguien alguna vez, él se dio cuenta de que si hubiera tenido la gentileza de mirar dos veces hacia ella antes de encender su casa en llamas, probablemente seguiría vivo para poder disfrutar de esa chica de la manera en la que tanto la anhelaba. Ella le daba esperanza, y él nunca había tenido esperanza antes. Ella le daba una razón para seguir. Ella era toda primavera donde él era todo invierno y toda amor y aire para respirar donde él era todo odio y fuego para destruir."

Al final el chico logra tener alivio y desaparecer porque tiene la oportunidad de arrepentirse de las cosas que hizo y los secretos importantes que se llevó con el fuego, pero no tiene la oportunidad de despedirse. Porque cuando alguien muere nunca tiene la oportunidad y si había algo que esa historia era, además de algo fantasiosa, era realista.

Realista con los pensamientos, con los remordimientos, con el odio propio, con la maldad de algunas personas, con el dolor del chico, con los recuerdos de las cosas horribles que lo hicieron hacer. Realista con todo lo que una persona sufre y no tiene la oportunidad de arreglar, realista con el desgarrador amor que esos dos se tenían y realista con lo destruida que ella se queda cuando él se va.

No había podido estar tranquila en mucho tiempo. No podía ir en la noche con Gustavo y acostarme a su lado sin antes llamar a todos y comprobar que estuvieran bien. No podía dejar de pensar en la muerte y eso me afectó.

Tenía sólo cinco meses, cuatro sangrados y mucho dolor cuando me dijeron que estaba en estado de alerta y tuve que ser internada en un hospital. Mi papá hizo que me transfirieran a México, al hospital más cerca de donde mi tía vivía para que después no hubiera ninguna complicación. Si Gustavo no tenía ya suficientes cosas para odiar a nuestro hijo, el hecho de que yo estuviera en potencial peligro por su culpa hacía que lo aborreciera. Gustavo no quería saber absolutamente nada de él, ni siquiera había podido decirle que oficialmente era un niño, porque no quería hablar de eso. Ignoraba mi estómago, ignoraba todo lo que tuviera que ver con mi embarazo. Salía inmediatamente de la habitación cuando me iban a hacer ultrasonidos y se negaba rotundamente a siquiera ver sus fotos.

—No quiero saber nada de ese bebé, Esthepanie —susurró en mi oído, haciéndome llorar más fuerte. Tenía apenas siete meses y mi niño estaba esperado a llegar en dos días, prematuro y con muchas complicaciones. Ah, y yo corría peligro junto con él. Según mi doctora, el ambiente donde estuve los primeros meses tuvo mucho que ver con cómo las cosas habían salido, ninguna mujer embarazada debía pasar por tanto estrés o preocupación sin tener esa clase de consecuencias—. Si mueres por su culpa yo...

—No me voy a morir—traté de asegurar, aunque yo estaba bastante segura de que lo haría. Suspiré y me acomodé mejor para que estuviéramos más cómodos en mi camilla. Mi panza no estaba muy grande, comparada con las de otras mujeres que había visto, pero resultaba realmente incómodo acomodarme con ella cuando Gustavo no quería ni siquiera tocarla—. Gustavo, en dos días...

—Lo sé—. Me interrumpió, pero tomé aire y me preparé para seguir hablando. Le había dado seis meses para que se preparara, tenía que estar listo.

—No me interrumpas. Faltan dos días y tú todavía no estás listo para aceptar esto, traté de darte tiempo pero sigues igual de cerrado. Vas a estar alejado de este bebé por mucho tiempo y te vas a arrepentir...

—No lo voy a hacer—murmuró, defendiéndose, su voz se puso dura y apretó su mano en mi nuca—. Yo no quería a este bebé y ahora que está poniendo tu vida en peligro lo quiero menos. No podría soportar ni siquiera mirarlo si algo te pasara.

—No quieres saber ni siquiera si es niño o niña—masculle con la voz temblorosa. Realmente me lastimaba poder hablar de mi hijo con todos menos con él—. No compartiste nada de esto conmigo, no estuviste para mí en ningún momento, ni siquiera puedo enseñarte sus jodidas fotos.

—Basta—me soltó y se sentó, respirando pesadamente—. Bien... dime sólo si es una niña, ¿lo es?

—No—contesté, sintiendo como si pudiera llegar a algo con eso—. Es un chico. Estoy segura que se va a parecer a ti.

Él bufó y no contestó nada por unos segundos, así que me di permiso de continuar:

—¿Cómo te gustaría que se llamara? Había pensado en algo como... ¿Diego? ¿Tyrone?

—No. Yo más bien pienso en algo como: ¿Accidente? ¿No deseado? ¿Problema?—soltó, haciéndome entrecerrar los ojos con molestia. Y sí, sus bromas usualmente eran así de crueles—. Ponle como te dé la gana, no me importa su nombre.

Narra Gustavo

He tenido los dos peores meses de mi vida por culpa de ese niño ¿y ella todavía espera que yo lo quiera? Sé que es algo cruel y me he tratado de mentalizar para no ser así, pero no puedo. No logro tomarle cariño, aunque lo intente. Odio que Esthepanie esté en peligro, y odio que esté en emergencias desde hace ocho horas porque ese pequeño engendro no quiere salir apropiadamente.

—Deberías entrar, hijo—me aconsejó mi papá, sentado a un lado de mí en la sala de espera. Negué con la cabeza tercamente y seguí rascando mi pantalón con ansiedad—. Yo tampoco los quería a ustedes, a ninguno, los odiaba. Pero cuando nacieron como que se ganaron un poco de aprecio. No te engañes a ti mismo, vas a querer a ese niño sólo porque es tuyo, y necesitas estar con tu chica ahora mismo.

—Es diferente, papá. No quiero verla sufriendo, no quiero ver si ella se muere por la culpa de ese niño. Prefiero sólo saberlo.

Pero dos horas después decidí que sí, quería verla, quería estar con ella, quería apoyarla, quería tomar su mano y acariciar su cabello y quizás desmayarme cuando el bebé saliera. Decidí que había sido un hijo de puta todos esos meses, enojado por algo que yo mismo causé. No debería de haber hecho eso. Debí haber aunque sea acudido con ella a los ultrasonidos y ver esas fotos aunque no quisiera conocer al niño, eventualmente lo haría, de todos modos. Debí haber mostrado aunque fuera un poco de interés.

Unos minutos después, la mujer que había estado atendiendo a Esthep todo ese tiempo se acercó a mí, sudando y luciendo cansada, pero sonriendo, lo cuál era un infierno de buena señal. Me levanté inmediatamente, junto con Diana que habia venido para el nacimiento, el señor Ferrer, Linda, la tía Eliza, mi madre y los chicos.

—Felicidades, papá. Es un niño. Y ella está muy bien.—. Me dijo, en un inglés algo raro, haciéndonos suspirar a todos con alivio. Tragué saliva y me relajé por primera vez en el día. Me quitó un gran, gran peso de los hombros.

—¿Y el niño cómo está?—pregunté cuando la mujer no dijo nada más. Todos me voltearon a ver inmediatamente como si hubiera dicho una cosa mala— ¿Qué?

—Uh, el bebé está estable, también. Algo débil y pequeño, pero tenemos esperanzas de que esté perfectamente bien en unos días. No está bajo mucho peligro, así que no hay nada de qué preocuparse.

Todos me seguían mirando como si no entendieran porqué me preocupaba, pero, siendo sincero, su sorpresa era absolutamente excesiva, digo, que le tuviera un poquito de coraje al niño porque puso a mi chica en peligro no quería decir que quisiera que se muriera. Si Esthepanie estaba bien entonces nosotros también estábamos bien.

Fui a la casa de Eliza, tomé una ducha y cuando estuve listo decidí ir a explorar el centro comercial y ser un buen padre. Entré derecho a la sección de juguetes, sintiéndome realmente raro estando ahí. Todos le habían comprado cosas, absolutamente todos, así que no necesitaría nada de mí, pero de verdad no quería aparecer con Esthepanie con las manos vacías después de no estar a su lado durante el parto y además actuar como un asno todo su embarazo. Me paseé por los pasillos unos minutos y terminé eligiendo un conejo azul de peluche, era probablemente tan grande como un bebé lo sería, pero era lindo y lo compré. Y después, cuando regresé al hospital, me di cuenta de que debí haber comprado algo para ella también, algunas flores o algo así, pero salir de nuevo y perderme buscando una floristería no estaba en mis planes, así que antes de entrar arranqué unas cuantas rosas rojas del jardín, les quité la maleza y las acomodé un poco para que lucieran como que las compré en otro lugar.

Toqué la puerta de su habitación varias veces, carraspeando la garganta y esperando que ella no estuviera enojada conmigo por no estar con ella, después de todo me había dicho que quería que estuviera allí. Diana abrió la puerta unos segundos después y me dejó pasar para luego irse y felicitándome con muchas ganas. Aclaré mi garganta una vez más y respiré con fuerza antes de cerrar la puerta y acercarme hacia ella en la cama, extendiendo las rosas como una ofrenda de paz. Esthepanie tenía la cara apretada como siempre que estaba enojada conmigo y su cara estaba completamente roja, su cabello despeinado y ella estaba acostada como si no tuviera nada de fuerzas.

—¿Estas rosas son de las que están por todo el jardín o es una casualidad?—preguntó sin sonreír ni nada, apuntando hacia la ventana a un lado de ella desde donde se alcanzaban a ver muchas de las rosas que arranqué para ella. Maldije por lo bajo y las dejé en la mesa a un lado de ella—. Eso pensé. Gustavo, realmente no te quiero aquí.

—Espera, mira, le compré algo a mi hijo—también intenté, con algo de desesperación, extendiendo el conejo. Ella frunció el ceño y lo miró por un rato—. Ese sí lo compré yo. Lo siento por ser un completo asno todo este tiempo, estaba muy asustado y enojado con él por ponerte en peligro. Me gusta Diego, y guardaré una foto suya en mi cartera.

Esthepanie se me quedó mirando sin desistir de su enojo unos momentos pero luego negó con la cabeza.

—Si fueras cualquier otro chico en el mundo no sería tan fácil para mí perdonarte —murmuró sin ganas después de soltar una leve sonrisa y me reí, avanzando hacia ella y poniéndome de rodillas en el piso para tener mi cara frente a la suya—. Él es hermoso.

—No lo dudo—dije, sonriendo— ¿Cómo te sientes?

—Mal. Me siento como el demonio, me dolió como si me estuvieran torturando. Nunca sentí nada igual de horrible y no me quedaron ganas de volver a tener otro hijo algún día —soltó de repente, sorprendiéndome—. Pero cuando él salió sentí literalmente como si me estuviera desinflando y cuando escuché su molesto llanto me di cuenta de que valió la pena. Él es pequeño, pero no tanto como un niño prematuro común, su cabello es espeso y grita como si no hubiera un mañana. Ah, y tuve una cosa succionando mis pechos por una hora para que le pudieran dar de comer.

De todas las cosas que pude hacer, me reí. Era como si no se pudiera decidir si estar contenta o molesta, y su cara roja era tan linda. Ella era completamente adorable.

—¿Cuándo podrás irte de aquí?

—No lo sé, creo que será rápido. Pero no puedo viajar.

—No importa, nos quedaremos aquí hasta que te sientas bien y aún podremos llegar a tiempo para la boda de Juliano, es en unas semanas. Tengo que encargarme de tres estúpidos y luego estamos libres, libres por un largo tiempo. Podemos ir a donde tú quieras, incluso podemos llevarnos al pequeño estorbo. Todo va a estar completamente bien.

—¿Lo prometes?—. Preguntó, sonriendo dulcemente. Asentí y me acerqué a su cara para darle un beso, uno largo.

Me quedé a su lado por un rato, ni siquiera sé cuánto. Estábamos acostados en la camilla, platicando, haciendo planes, discutiendo el nombre, discutiendo a dónde iríamos a vivir cuando tuviéramos la oportunidad de jodidamente huir de Inglaterra, y entonces alguien tocó la puerta, la abrió y entró. Era una enfermera que venía empujando una clase de pequeña cama donde era obvio que estaba nuestro bebé.

—Me dijeron que el papá querría conocerlo. Lo dejaré aquí por media hora y después tengo que alimentarlo de nuevo—nos dijo la señora, pero yo no le estaba poniendo nada de atención—. Felicidades.

—Gracias—respondió Esthepanie y la mujer se fue—. Acércalo a mí.

Pero no podía hacerlo, porque ni siquiera me podía mover. Mi estómago estaba revuelto y tenía de repente ganas de vomitar.

Hombre, nunca me había golpeado alguna realización tan fuertemente, pero supongo que nunca de verdad consideré que ese niño fuera a existir. Nunca me pareció real, nunca realmente fue un alguien sino un algo. Y entonces la señora esa apareció con él y fue como si me dijera "¡Hola! ¡Estoy vivo! ¡Estoy muy jodidamente vivo, a pesar de que quisiste deshacerte de mí! ¡Muérete, viejo, yo nací! Soy real."

Era real... oh, hombre, era muy real.

No fui plenamente consciente de cómo me levanté de la cama y caminé hacia la incubadora, sólo sé que cuando logré echarle un vistazo a su pacifica carita me sentí como un pedazo de mierda. Me sentí tan mal, porque yo quise matar a esa pequeña y frágil criatura que se creó de mí y de la mujer a la que más amaba en el mundo. ¿Cómo pude siquiera considerarlo?

Él era feo. Feo como el infierno, pero todos los bebés son feos cuando recién nacen. Nick también parecía una horrible salchicha cuando nació, y mejoró con el tiempo, pero el hecho de que él era mío lo hizo ser hermoso, dolorosamente hermoso. Yo realmente hice algo bueno y le di vida a alguien.

—Definitivamente tiene cara de Diego—susurré, queriendo tocarlo, pero sin saber si podía hacerlo o no. Probablemente no, no aún—. Mierda, Esthepanie, tenemos un jodido hijo.

—Lo tenemos—estuvo de acuerdo, riendo—. No puedo esperar a abrazarlo.

—Yo tampoco—susurré, porque era verdad. Quería abrazar a esa pequeña salchicha hinchada y quería ver si sus ojos serían marrones como los míos o verdes, como los de Esthepanie. Quería ver si se parecería a mí completamente como mis hermanos, quería que me dijera "papá" y quería que fuera un niño por siempre. Estancado en los once años. Suspiré por ese pensamiento y puse una mano en la incubadora, deseando poder sostenerlo—. Pequeña salchicha... eres realmente horrible. Y creo que te amo.

(...)

Cinco días más tarde, él era lo suficientemente fuerte como para estar fuera de la incubadora. Pesaba dos kilos y algunos gramos y sus ojos parecían ser miel, pero era probable que cambiaran después de un tiempo.

Esthepanie se sentó y lo tomó en sus brazos con muchísimo cuidado, llorando. El señor Ferrer, Linda y mi madre estaban llorando también, encerrados ahí dentro con nosotros. Y yo tuve que bloquear todo para no llorar, porque ver cómo abría sus ojos y movía sus pequeños puños era jodidamente adorable.

—¿Quieres tomarlo?—. Me preguntó ella, mirándome con ternura.

—No sé cómo hacerlo. —. Respondí en voz baja tratando de que nadie escuchara, pero lo hicieron de todos modos. Era algo patético pero nunca había estado cerca de algún bebé que no fuera Nick, cuando era realmente pequeño, y nunca cargué a Nick. Esthepanie rió y se levantó para caminar hacia mí.

—Tienes que cuidar su cabeza y su espalda, de esta manera—me lo mostró, y cuando estuve seguro extendí mis brazos hacia Diego, tomándolo con miedo. Era tan liviano, literalmente se sentía como cargar una almohada o algo así, tenía tanto miedo de dejarlo caer o apretarlo demasiado fuerte que sólo me quedé ahí, sin moverme—. No lo vas a lastimar, sólo abrázalo.

—Lo estás haciendo bien. —. Me alentó mi mamá, limpiándose las lágrimas. Luego Linda sacó la cámara de nuevo y Esthepanie se acomodó a mi lado, apoyando su cabeza en mi hombro para que nos tomaran una foto.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro