35
Narra Gustavo
La casa del señor Ferrarotti, al contrario de lo que supuse todo el tiempo, era horrible. Esperaba encontrarme con un maldito palacio considerando lo ostentoso que ese hombre era, y su casa resultó ser pequeña, vieja, sucia y fea. Bufé con decepción mientras estacionaba el Bugatti en la cochera de un sólo auto y miré con sospecha a los cuatro tipos sentados en el jardín seco del vecino que entrecerraron sus ojos hacia el auto con algo peor que la hostilidad y empezaron a hablar, muy juntos.
—¿A qué venimos? —preguntó Esthepanie cuando salió del coche. Cierto, olvidé mencionarle el propósito del viaje.
—Tomaremos algo de dinero y listo —contesté sin darle mucha importancia al asunto, llegando a su lado y tomando su mano para caminar con ella hacia la puerta de madera de la entrada. Saqué de mi bolsillo la llave que mi papá me dio y abrí la puerta, con algo de dificultad porque era realmente pesada—. Oh, mierda.
Lo primero que nos golpeó en la cara, al segundo que abrimos la puerta, fue la peste. Pura y horrorosa peste, olía a putrefacción pura, a mierda, a vomito, todas las cosas asquerosas del mundo combinadas. Esthepanie tuvo arcadas un momento y yo apreté mi cara, negándome a vomitar, pero mis ojos lloraban y mi estomago estaba revuelto.
Dios, ayúdame y quítame el olfato un rato.
Jalé el brazo de Esthepanie y cerré la puerta detrás de nosotros, sin querer perder más tiempo con eso. El dinero debería estar en un lugar cercano y no deberíamos tardarnos más de dos minutos en tomarlo, perder el tiempo contemplando lo mucho que apestaba no nos iba a ser de mucha ayuda. Cuando mi mente logró concentrarse de nuevo me di cuenta de todo a mí alrededor, mientras Esthepanie seguía tratando de no vomitar y cubriendo su nariz.
Lo primero que noté era que había cuerpos muertos por todos lados y sangre por el piso como si se tratara de una fuga de agua. Eran como cinco hombres: uno tirado en el piso muy cerca de nosotros, uno en el sillón con la cabeza colgando en un ángulo antinatural y la lengua hinchada, uno medio sentado recargado en la pared dejando un camino de sangre desde dónde su cabeza destruida debió haber llegado, otro en las ostentosas escaleras doradas con un arma en la mano cuya camisa, originalmente blanca, estaba casi completamente roja y otro debajo de un mueble blanco con sus manos y pies amarrados con el cuerpo completamente morado.
Lo siguiente que pude ver fue que la casa era tan, tan genial. Ferrarotti no podía decepcionarme, lo sabía, me odié por dudar de él. Las paredes eran de mármol blanco y brillante (menos las que estaban manchadas con sangre, por supuesto), los sillones eran de cuero negro, los muebles blancos y todo lo demás era dorado, no dudaba ni un poco que fuera oro y no sólo pintura dorada. Los extravagantes marcos de fotos, las lámparas, los floreros, el pasamanos de las escaleras y casi todo lo demás. "Oro, oro, oro" era en lo único que podía pensar mientras admiraba la decoración. Nadie que viera el interior de esta indudablemente costosa casa pensaría que tendría un exterior tan deplorable, lo cual había estado perfectamente calculado, supongo. La tercera cosa que noté fue el dinero, estaba en las escaleras. Había una maleta negra cerrada en el penúltimo escalón de arriba, una maleta abierta y un montón de dinero suelto, mucho de él en la sangre del tipo muerto ahí. La cuarta cosa que noté fue lo mal que se puso Esthepanie cuando vio los cuerpos y la sangre, no la culpaba, para ser honesto, la vista era completamente grotesca e intolerable, sin mencionar la peste.
—Te espero en el auto —dijo, tapándose la nariz y la boca mientras trataba de abrir la puerta. Negué con la cabeza y tomé su mano para que dejara de intentarlo.
—No puedes salir, hay tipos raros afuera. —Grazné, luchando con los retortijones de asco en mi estómago—. Lo haré rápido. Cierra los ojos.
Narra Esthepanie
Nunca había tenido el infortunio de aspirar algo tan jodidamente horrible, estaba completamente segura de que mi olfato se quedaría dañado para siempre, nunca volvería a ser la misma después de eso. Cerré mis ojos y tapé mi nariz, tratando de respirar por la boca lo menos posible mientras Gustavo se hacía paso por entre los cuerpos para ir por el maldito dinero. Traté de no pensar en los cuerpos a mí alrededor pero era imposible, aún estaba asustada por la macabridad que Gustavo escribió y el fantasma del chico quemado como para que además me llevara a esa casa, con toda esa gente muerta. Todos los fantasmas de esos tipos debían de estar ahí encerrados, respirando en mi maldita nuca. Era como una película terror, la vida de Gustavo era como una película de terror, seguía sin extrañarme que estuviera tan jodido después de ese tipo de cosas.
—¡No, joder! —gritó Gustavo de repente, luego dio un gruñido salvaje que me obligó a abrir los ojos y mirar hacia él con miedo. Supongo que por su grito me esperaba algo maníaco atacándolo sin piedad pero sólo estaba mirando sus manos con asco y apretando sus ojos con repulsión—. La sangre tiene gusanos.
Jadeé torciendo mi cara, incontrolablemente volteé hacia el tipo en el piso y busqué por gusanos. Efectivamente, su hinchada y horrible mano tenía algunos gusanos. No lo pude evitar, el vomito llegó sin aviso y cayó sin permiso sobre el costoso piso.
Sin duda era la salida más romántica de todos los tiempos.
—Ya casi termino, ya casi —murmuró Gustavo, como para sí mismo, metiendo con mucha rapidez y sin nada de cuidado los billetes a la maleta abierta sin importarle que tuvieran sangre. Supongo que se podían limpiar o algo.
Mi celular vibró en el bolsillo de mi vestido unos segundos después y lo saqué rápidamente. Era un mensaje de Nick.
"El estúpido no contesta. Se tienen que ir de la casa ahora, no importa si no tienen el dinero"
No me gustó como sonó ese "ahora", eso sólo decía que había que irnos inmediatamente, y por algo importante.
—Gustavo, ¡Nick dice que tenemos que irnos ahora y que no importa que no tengamos el dinero! —grité con desespero, haciendo eco por toda la casa. Gustavo sólo asintió y siguió metiendo el dinero con más potencia—. ¡Tenemos que irnos!
Él gruñó y dejó el poco dinero que quedaba en el piso, tomó el arma en la mano del tipo haciendo tronar sus dedos tiesos, cerró la maleta y se levantó, dispuesto a correr hacia mí, pero supongo que las suelas de sus Supra tenían sangre porque se resbaló a los tres escalones cayendo fuertemente de culo, tocando el cuerpo del tipo para detenerse inevitablemente y alejándose con un pequeño grito de auxilio. No era un momento indicado, pero no pude evitar la risa cuando vi eso. Fue demasiado gracioso ver al gran Gustavo "Yo lo he visto todo" gritar así.
—Oh, no, tengo sangre engusanada en mi culo —lloriqueó haciendo una tierna mueca de dolor absoluto, levantándose de nuevo y corriendo hacia mí con las manos llenas—. Sólo abre la puerta. Vámonos.
Di una media vuelta y jalé la puerta con esfuerzo. No sólo se veía pesada sino que estaba realmente pesada, así que me llevó casi un minuto abrirla y entonces pudimos correr al auto de Gustavo, aventó las maletas a los asientos traseros para acomodarse rápidamente. Cuando encendió el auto salió de la otra casa uno de los tipos que estaban afuera cuando llegamos, estaba hablando fuertemente en italiano por un celular y tenía un arma en la mano. Gustavo salió de reversa, más rápido de lo necesario pero aún así tardándose mucho más de lo que me gustaría mientras el tipo escuchaba lo que le decían y movía el arma con desespero.
Antes de que pudiéramos irnos lejos de él, quitó el celular de su oreja y disparó sin cuidado, dándole al piso y no a nosotros. Grité por el susto apretando el cinturón con miedo, nos fuimos de ahí realmente rápido antes de ver si el tipo se había subido a la camioneta en la cochera o no.
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