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34

Narra Gustavo.

—La casa está en la Cuidad Del Vaticano, muy cerca de nuestra casa de seguridad. —Siguió diciendo Marco, mi guardaespaldas, con una grande sonrisa. Amaba saber algo que los demás no; no pasaba muy seguido, pero él amaba cuando eso pasaba—. Al parecer lo mataron en la casa, pero nadie lo dijo, por eso el dinero quedó ahí guardado. Son 100 millones de dólares, o euros, no lo recuerdo, pero sé que son 100 millones. Jerry dijo que van a ir mañana por el dinero y repartirlo entre los dos. No discutieron ningún plan, supongo que es fácil.

—Yo quiero ir —dije, rápidamente—. Es seguro ¿no?

—Creo. —Se encogió de hombros y lo miré mal, lo mínimo que le pedía cuando se ponía de vieja chismosa era que escuchara bien—. Mira, estaba acomodado en un lugar pequeño e incomodo que no me daba buena audición y sus voces estaban lejanas, no te quejes, les dije lo más importante.

Estaba a punto de expresar lo idiota que creía que era cuando mi celular vibró en mi bolsillo. Volqué whisky en mis pantalones mientras lo sacaba, pero no importó, porque era Esthepanie. Su corto mensaje me hizo respirar con tranquilidad de nuevo y me recosté en el sillón, con algo de alivio. El hecho de que me estuviera dando la oportunidad de hablar con ella era algo importante, sinceramente no creí que me dejara estar cerca de ella por un tiempo.

"Mañana tengo que ir a la Ciudad del Vaticano ¿vienes conmigo? Te prometo que no seré un idiota y no mencionaré eso de nuevo. Te amo"

Me levanté, llené mi vaso de nuevo y me dispuse a caminar hacia el apartado donde estaba mi papá, para decirle que yo haría el trabajo, era fácil y sonaba divertido. El señor Ferrarotti era como mi ídolo y el hecho de que podía ir a la casa donde murió para tomar su dinero me resultaba tremendamente excitante. Además, sabía que mi papá aceptaría, él haría lo que fuera por no hacer lo que debía de hacer, traer otro hijo al mundo o alguna cosa parecida.

Me acerqué a mi papá, ir al grano siempre funcionaba.

—Marco escuchó su plática acerca del señor Ferrarotti. —Empecé, haciendo que mi papá riera sin soltar el puro en su boca—. Quiero ir, yo solo. Sabes que puedo hacerlo.

Mi papá se acomodó mejor y me miró unos segundos con una leve sonrisa de lado.

—¿Por qué quieres hacerlo?

—Siempre he querido ir a esa casa. —Admití—. Además, creo que será divertido y es seguro ¿no?

—Eso creemos, aunque no podemos estar completamente seguros. Tendrás que estar alerta, aunque no lo considero un problema. —Aspiró fuertemente y luego dijo, soltando humo con cada palabra—. Puedes ir. Saldrías mañana a las diez de la mañana y tendrías que estar de regreso a las dos de la tarde, más tardar, considerando que te quedarías a comer algo y turistear un tiempo. El dinero podría estar en cualquier lugar de la casa y no creo que sea mucho problema cargarlo a la camioneta.

—¿Puedo llevar a Esthepanie?

Él lo pensó un segundo, negó primero, pero cuando abrí la boca para quejarme, dijo—. Está bien, llévatela. Pero cuídala mucho, no hagas nada estúpido.

(...)

Acomodé con esmero la cocaína en mi escritorio haciendo la inicial de Esthepanie y luego la aspiré. Sonaba espeluznante, pero lo hacía más interesante para mí.

Me senté en el piso recargado en mi pared, con mis rodillas hacia arriba tapando mi cara, tallándola con fuerza cuando sentí polvo en mis manos. Quería jodidamente dejar de hacer eso, quería tirar toda la cocaína que tuviera guardada y no volver a tomar más, pero cada vez se hacía más difícil. Estrellé mi cabeza contra la pared con frustración y aunque no lo hice tan fuerte, la pared vibró haciendo caer una foto, me estiré para recogerla y maldije cuando vi el cristal partido. Realmente no me gustaba cambiar nada en mi habitación, ni siquiera si se trataba de quitar una estúpida foto de mí mismo cuando tenía once.

Mientras miraba mi foto, dónde salía sonriendo de la manera más ridícula posible con mis dientes chuecos y mi cabello cubriendo la mayor parte de mi frente, no podía dejar de pensar en cuánto se parecía Nick a mí, era asombroso. Entonces empecé a pensar en, si llegaba a tener un hijo con Esthepanie (no es que me gustara la idea, pero tenía que empezar a aceptarlo) ¿el engendro se parecería a mí, así como Nick lo hacía? ¿O se parecería más a Esthepanie, con sus ojos verdes? ¿Y si llegaba a ser una jodida niña? No, no había manera. Dios no me odiaba así de mucho ¿cierto? No, creo que no. Debía ser un niño, un gritón, llorón y malditamente molesto niño que crecería conmigo siendo su padre, que mala suerte.

No podía dejar de pensar tampoco en que si yo todavía estuviera con Verónica y algo así pasara, ella no hubiera esperado a decirme, ella hubiera abortado sin pensarlo dos veces. Eso era lo que me gustaba de ella, Verónica entendía, Verónica sabía lo que convenía mejor, ella sería consciente de que haríamos sufrir menos al engendro haciendo eso que dejándolo vivir nuestra vida de mierda. Pero Esthepanie no tenía idea, después de todo lo peor que le pasó en su niñez fue crecer como una niña pobre, como si eso fuera la gran cosa. Ella, después de todo, seguía siendo positiva, no tenía ni idea de las cosas que podían pasar si teníamos un niño entre nosotros. El nieto de Dio, hijo de uno de los mil Sabino y la Princesa, ese niño estaría en el ojo de cualquiera que quisiera hacernos algo. Además, ¿por qué tenía ahora que preocuparme por esa cosa? Era tan injusto. Sabía que era mi culpa por no recordar nunca usar un condón, pero no me gustaban esas mierdas, supongo que debimos buscar otra cosa para cuidarnos, pero nunca pensé en eso.

Definitivamente no nos veía como padres, no nos imaginaba en el parque paseando con un niño revoloteando y pájaros en el fondo cagando por todos lados. Odiaba los parques. No nos imaginaba leyendo lindas historias sentados en la cama con el engendro y besando su frente. No nos imaginaba así, no éramos una de esas parejas lindas. Esthepanie podría funcionar como madre, era linda, tierna y la imagen de ella con una gran panza no resultaba repugnante, pero ¿yo? Yo sería el mayor fiasco de todos los tiempos, sería peor que mi propio padre; al menos él fingió ser normal y amoroso por doce años. Yo no podría hacerlo, yo no podría hacerle creer a un niño que su vida es perfecta o que lo será para siempre, darle todo lo que podría querer y luego, cuando cumpla doce años, destrozar su mundo y hacerlo matar gente o torturar a alguien. No podría soportar escucharlo llorar por eso o ver cómo poco a poco se va destruyendo por mi culpa ¿por qué Esthepanie no podía entender eso? De cualquier manera, las cosas pasaban por algo. Si ella quería quedarse con el engendro, tenía que aceptarlo.

(...)

Llegué por Esthepanie a las ocho de la mañana, lo cuál fue una muy mala idea, considerando que quizás durmió la noche anterior y que ella odiaba, realmente odiaba despertarse temprano, lo que quería decir que probablemente tendría un humor terrible todo el viaje, lo que no ayudaba a nada a mi causa.

Linda no me abrazó cuando me vio como lo hacía siempre, lo cual fue algo raro, ella sólo se quedó mirándome mientras me sentaba en la sala a esperar por Esthepanie. No era exactamente una buena mirada, como las que me daba a veces, era más una mirada de "estúpidos hombres" que mi mamá nos daba muy seguido ¿qué demonios le pasaba a esa mujer? Nunca me había visto de esa manera. Podría jurar que le caía bien.

—¿Pasa algo? —pregunté, cuando no pude soportar más su mirada de odio. Ella levantó una ceja con desdén y se cruzó de brazos.

—Depende. ¿Sigues esperando a que Esthepanie aborte a tu hijo? —Atacó, sin parecer intimidada por mí en lo absoluto. Pocas veces pasaba pero sentí la sangre caliente precipitarse a mis mejillas y la miré con vergüenza, luego negué con la cabeza porque ¿qué más podía hacer? Ella lo sabía—. ¿Ya les dijiste a tus padres del embarazo?

—No los he visto, pero no creo que tengan problema con eso —contesté, acomodándome mejor en el sillón. Linda podía ser amenazante cuando se lo proponía. Sus ojos no se separaban de los míos y parecía que me tenía más y más desprecio con cada palabra que salía de mi boca—. Tuvieron a Joe cuando tenían 16, así que.... además mamá morirá de felicidad y yo... lo siento, no sabía qué hacer. Estaba asustado.

Su postura se relajó un poco y escuchamos los pasos pesados de Esthepanie en el techo.

—Es entendible, cariño. —Suspiró—. Sólo no lo vuelvas a sugerir. Ninguna mujer respetable aceptaría hacer algo así, necesitas superarlo si no quieres perderla. Si se trata de elegir, ella elegirá siempre a su hijo.

Esthepanie me dijo hola sin abrazarme ni acercarse mucho a mí. Sus ojos se veían soñolientos y su cabello estaba despeinado, lucía hermosa sobre todo porque estaba enojada conmigo, por lo del día anterior y por despertarla temprano. No sabría decir si era porque ella estaba creciendo y madurando o porque cada vez la amaba más, pero se iba haciendo más hermosa con el tiempo, más aún cuando estaba enojada conmigo. Eso siempre sería mi fetichismo sexual o como sea que eso se llame. Tenía puesto un vestido, como de costumbre, era verde esmeralda y uno de mis favoritos. Esthepanie usaba más el color esmeralda en su ropa desde que le dije que era mi color favorito en ella, siempre se vestía con vestidos cuando salíamos porque sabía que los amaba. Tenían fácil acceso y eran fáciles de quitar, además dejaban a la vista sus preciosas piernas. Eran mi prenda favorita, lo único que superaba los vestidos era cuando lograba tenerla sin nada encima.

Ella traía un montón de hojas en las manos cuando se subió sin esperar a que yo le abriera la puerta a mi nuevo Bugatti negro, un regalo de mí para mí. Lo rodeé y entré, odiando la tensión inmediata. Ella se había puesto el cinturón y había acomodado el asiento hacia atrás, con las hojas en su regazo, dispuesta a ignorarme durante todo el viaje. Vaya mujer terca.

—Deja eso y convive —ordené unos minutos después, desesperado. Ella estaba sosteniendo una hoja frente a sus ojos con la mano derecha y mordiendo la uña del meñique de la izquierda. Fuera lo que fuera que estuviera leyendo, la estaba poniendo ansiosa.

—Es tu historia. —Replicó con molestia, poniendo los ojos en blanco, pero acomodó las hojas y las dejó en el piso de todos modos—. Pero quieres convivir, sorpresivamente, entonces bien, convivamos ¿cómo te va?

No pudo haber sonado más sarcástica ni aunque lo hubiera intentado con todas sus fuerzas.

—Mal. Verás, mi novia está embarazada...

—¿En serio? Vaya, felicidades ¡Que maravillosa noticia! Debes estar muriendo de la felicidad, me imagino.

Bueno, ahora sí no pudo haber sonado más sarcástica.

—No, no lo estoy. —Admití, ganándome un suspiro molesto de su parte. No estaba empezando bien, pero necesitaba que ella supiera mis razones—. Si nosotros fuéramos una pareja diferente y tuviéramos una vida diferente, estaría emocionado por esto, pero no lo somos. Ella necesita darse cuenta de eso. Yo soy una basura psicótica ¿crees que voy a ser un buen padre? No, imposible. Voy a tratar, claro, pero no creo lograr mucho. Soy como el ejemplo viviente de todo lo que no quieres que tu papá sea.

—¿Por qué? —preguntó, frustrada—. Eres tierno y amoroso...

—Sólo contigo, maldita sea. —La interrumpí—. Soy un drogadicto matón con mal genio, no tengo ni una pizca de paciencia. Los niños requieren un montón de paciencia. Odio escucharlos llorar, odio cuidarlos y preocuparme por ellos, son tan jodidamente pequeños y frágiles, cualquier cosa les puede pasar ¿qué si me da por golpearlo alguna vez si me pone demasiado histérico? Me sentiría horrible después. Él me odiaría, realmente no quiero que me odie.

Siento que estoy siendo contradictorio, pero nunca he sido muy coherente de todos modos.

—Nunca me has golpeado a mí, sin contar ese día, y eso es un milagro, considerando lo enojado que te pongo siempre —dijo, la miré rápidamente, tratando de lastimarla con la mirada por decir algo así, sintiéndome entre ofendido y verdaderamente irritado. Nunca jamás volvería a poner una mano en ella y esperaba que lo supiera—. Y eso es porque me amas. Aunque no lo creas, vas a amar a nuestro bebé, también. Tú no lastimas a la gente que amas ¿te acuerdas?

—Sé que lo voy a amar, lo sé —murmuré—. El mayor problema aquí es que no quiero que pase por las cosas que nosotros pasamos, no quiero que tenga que ser esta cosa que soy cuando crezca o hacer algo de lo que yo tengo que hacer. Y tendría que serlo, porque es lo que pasa en nuestra familia, es lo que somos. Mi bisabuelo lo fue, mi abuelo lo fue, mi padre lo es, yo lo soy y él también tendrá que serlo. Así tienen que ser las cosas.

—¿Y si es una niña?

No podría ser una niña. Me negaba a siquiera pensar en eso por un segundo.

—No lo será.

—¿Pero y si lo es? Gustavo, es posible, no seas absurdo.

—Si lo es no tengo idea de qué pasará. Pero no es posible, todos siempre hemos sido hombres. No creo tener tan mala suerte como para que eso me toque a mí también —dije, y cuando ella me miró mal de nuevo, me vi en la necesidad de añadir—. Recuerda lo que te dije de las mujeres. El primer punto rojo. Ese bebé ya va a ser lo suficientemente requerido por cualquier enemigo sólo por su sangre como para que además sea una mujer. No se puede tener tan mala suerte junta en esta vida, Dios no es así de cabrón.

Ella suspiró y dejó caer la cabeza. Lo estaba entendiendo, por fin.

—Teníamos planeado irnos a vivir a un lugar con playa, deberíamos seguir con ese plan Gustavo. Irnos, empezar una nueva vida y...

—Eso era diferente, cuando sólo éramos tú y yo. Nos iríamos, pero no huiríamos para siempre. Tengo una obligación con mi familia, Esthepanie, puede que no me guste esta mierda pero no puedo dejarlos.

Si pudiera, lo hubiera hecho hace mucho tiempo.

—Tenemos ocho meses para descubrir lo que vamos a hacer... ¿podemos dejar de hablar de esto por un segundo? Estoy empezando a estresarme.

Acepté con mucho gusto, realmente no quería hablar de eso tampoco. Ya tendríamos mucho tiempo para esa plática, así que hablamos acerca de mi historia. Le gustó, según ella, y aunque iba empezando, ya le daba miedo. Creo que eso era algo exagerado, quiero decir, sí, era extraña, pero no era de miedo, era simplemente perturbadora, pero ya sabes, de una manera algo realista. Esthepanie dijo que tenía talento para escribir, que debería estudiar algo de escritura, exploté en risas cuando dijo eso porque ¿yo, siendo un escritor? Quiero decir, era divertido y todo, pero no tenía tiempo para eso y me cansaba mucho, además ya tenía un trabajo. Era ilegal y todo pero ya hacía eso, no quería gastar mi tiempo haciendo otra cosa que no necesitaba.

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