31
No lloré porque no estaba triste, pero se me salió una lágrima mientras tenía mis labios descansando contra los suyos, porque lo había extrañado tanto de esa manera y estaba tan emocionada por tenerlo de nuevo que no lo pude evitar. No sabría decir si después de eso estaríamos juntos de nuevo, porque no podría simplemente volver con él. No lo sé, sinceramente, pero sabía que estar sin él no sería del todo posible tampoco. Mi cabeza era un gran enredo. Yo era un gran enredo humano.
Gustavo se atrevió a mover sus labios después de un rato, pero sólo un poco de una manera titubeante. Fue tan triste, porque era como si ya no estuviera seguro de qué hacer conmigo. Yo tampoco sabía qué hacer con él, para ser sincera. Quería besarlo cómo antes, pero si lo hacía temía que las cosas se salieran de control y él esperara de mí algo que no estaba segura de darle de nuevo, aunque quería. Apreté mis ojos tomando una larga respiración, por alguna razón se sentía como si estuviéramos besándonos por última vez, así que decidí no hacerlo tan miserable y moví mis labios también, con seguridad, llevando una mano a su mandíbula y acariciándolo.
—Me estás diciendo adiós, ¿no es así? —susurró después de un rato cuando separó nuestras bocas, recargando su frente en la mía. Oh, este chico, tan perceptivo. Cerré mis ojos apoyandome en él sin contestar, porque no sabía. No sabía nada, las cosas que quería eran contradictorias y al final terminaría haciendo un desastre, como de costumbre—. Ya no...
—No sé. —Lo callé, irritada—. No sé nada. Te amo, pero no sé si debo estar contigo de nuevo, estoy apenas cayendo en cuenta de lo que ser hija de mi padre significa. Por el momento todo está bien, pero no va a ser así siempre, lo sé. Ya tengo demasiado por mí misma y tú eres... intenso, todo lo que tiene que ver contigo es intenso, complicado y algo peligroso, no sé si pueda con eso.
Sonó incluso peor que en mi cabeza, sonó como si me estuviera quejando de él, y no lo estaba, no del todo. Él dejó salir una respiración y asintió, sin alejarse de mí. Entonces me besó de nuevo.
Oh, bueno...
Puso sus manos en mi espalda con precisión, sin duda alguna, y me empujó hasta que estuvo sobre mí por completo, sin dejar de besarme apasionadamente. Esa es la única palabra que se me ocurría para su ataque, aunque sonara algo extraño. Su beso era completamente apasionado, sin dejarme tiempo para respirar o responderle como Dios manda. Los besos de Gustavo casi siempre eran profundos y lentos, como si estuviera tratando de hacer cada segundo perfecto, pero en ese momento me estaba atacando y casi no podía seguirle el ritmo. Era muy, muy bueno, sin embargo.
Abrí mis piernas para tener una mejor posición llevando mis manos a su nuca, acercándolo más a mí porque lo necesitaba. Habían pasado como mil años y medio desde que hicimos algo así, me moría de ganas de seguir con eso por horas y horas. Bajé mis manos a su espalda pasandolas por debajo de su camisa para tocar la cálida piel de su espalda porque lo quería, realmente lo quería. Su piel era tan perfecta, todo en él era perfecto y yo lo quería por siempre.
—Espera, subamos —dijo, separándose de mí y levantándose.
Odié lo helada que me sentí de repente y lo imité, parándome con las rodillas débiles. Mi mente se aclaró un poco porque aunque mi cuerpo seguía definitivamente queriéndolo, mi mente decía algo como: "¿de verdad quieres hacer el amor con el mismo hombre que te estranguló, arruinó tu voz, te pateó, golpeó y te hizo estar lo más cerca de la muerte que has estado alguna vez? ¿En serio? ¿Así de poquito te amas? ¿Qué diría tu mamá? ¿Qué diría tu tía Eliza la feminista?" Aunque sonara repetitivo, yo sólo seguía pensando y pensando en eso, sin descanso, pero entonces Gustavo se sacó la camisa y me dio una sonrisa de lado, con sus ojos medio alegres. La imagen de él pateándome y sentado sobre mí apretando mi cuello se iba lejos, porque él nunca, nunca me haría algo así por decisión propia.
Estaba tan mal.
—¿No estás segura? —preguntó, cuando notó mi vacilación. Negué con la cabeza dejando caer mis hombros. Su cara volvió a estar vulnerable y triste, odié cambiar su estado de ánimo tan rápido. Se acercó a mí y levantó mi cara, me miró a los ojos unos segundos antes de besar mi nariz—. Yo... quiero hacerlo, de verdad. Sabes que no te forzaría nunca a hacer algo con lo que no te sientes segura, pero realmente lo quiero, te lo estoy pidiendo porque lo deseo mucho. Me he estado quemando de ganas de estar contigo desde ese día, no sólo porque te deseo como loco, sino porque saber que Ezequiel es el último que ha estado dentro de ti y de esa manera, me ha estado matando de dolor.
Bueno, si lo ponía de esa manera...
—Hubieras sido el único —susurré, sólo porque quería decirlo, pero muy bajo porque no estaba segura de que quisiera que él lo escuchara. Suspiré profundamente y me dije que una vez más no me haría daño. Una vez más, de despedida, de recuerdo.
Narra Gustavo.
La vida tiene una rara pero muy jodida manera de arruinar todo lo que tienes por una muy simple y aparentemente insignificante pequeña cosa. A veces es por una palabra mal dicha, un pensamiento mal elaborado o una acción mal pensada y otras veces es sólo porque dejaste que todo pasara sin hacer nunca nada para detenerlo. Eso es básicamente lo que siempre me pasa a mí. Nunca hago nada para detener las cosas que no quiero que pasen, sólo las dejo ser.
Estuvimos en Cancún cerca de dos semanas. Salimos todos los días a desayunar, comer o cenar, caminar por ahí, ir de compras o simplemente a pasear. En mi cumpleaños los chicos querían ir de nuevo a un club, pero era mi maldito día y a mí no me gustaba esa mierda, así que los hice pasar todo un día en la playa, comiendo mariscos, cocos y bañándose en el mar. Esthepanie estuvo dulce conmigo todo el tiempo en ese bikini verde esmeralda que me hacía querer aullar de gusto. Hubiera sido absolutamente perfecto si no hubiéramos terminado todos más morenos de lo esperado y con dolor en la piel. Para ser sincero, esas fueron las mejores vacaciones de todas, pero al mismo tiempo fueron las más horribles.
Esthepanie me dejó hacerle el amor esa noche no sin antes dejarme bien en claro que sería la última vez, lo cual resultó ser además de la peor noticia que me habían dado alguna vez, una cosa buena, porque eso me dio la oportunidad de hacerlo durar lo máximo que pude. Besé cada pequeña parte que pude encontrar en su cuerpo, empecé por su frente y terminé en sus pantorrillas. Le dije lo mucho que amaba el color de su piel, sus casi imperceptibles pecas, sus lunares, su cuerpo por completo, su cara y su cabello. Me aseguré de amarla meticulosamente, con mis dedos y con mi boca, aunque fue terriblemente difícil lograr que se mantuviera quieta cuando el placer se volvía demasiado intenso. Luego, intentando no pensar en el muy muerto Ezequiel, hice lo que había estado queriendo hacer desde la última vez que lo hice, fui extremadamente cuidadoso, suave y lento, aunque ella arañara mi espalda quejándose de que lo quería más rápido. Aunque, efectivamente, yo también me moría por hacerlo rápido, era mi última vez y necesitaba hacerlo durar. Logré darle dos hermosas liberaciones antes de dejarme ir y entonces tuve que alejarme de ella, despedirme de su bendito cuerpo para siempre. Como dije, las vacaciones más horribles del mundo.
Acordamos que las cosas serían normales después de eso, que no nos volveríamos a besar y mucho menos a tocar, pero que podríamos hablar normalmente, y cada noche rompimos las reglas. No nos besábamos, pero ella me abrazaba y eso era algo tan íntimo que bien podría pasar por un beso. No lloré o me volví loco de nuevo, pero no pude evitar sentirme miserable a veces.
Cuándo regresamos a Inglaterra y nos despedimos fuera de su casa, traté de hacerlo lo más corto que pude. Le dije adiós sin siquiera mirarla a la cara, me despedí de Diana y simplemente me fui, dos segundos después me arrepentí de ello, pero qué más da. A ese tipo de cosas me refiero por las pequeñas mierdas que pasan y arruinan tu vida, no he podido dejar de pensar en que, quizás, si yo hubiera ido a besarla, a decirle una vez más lo mucho que la amaba, ella hubiera cambiado de parecer y me hubiera tomado de vuelta.
**********
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro