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28

Narra Esthepanie

—¡Esthepanie! —gritó Diana entrando a mi habitación—¿Dónde estás?

—Aquí —dije saliendo del baño—. ¿Qué pasa?

—Vengo a preguntarte algo. —Se sentó en la cama—. ¿Gustavo tiene avión?

—Gustavo no, su papá sí —dije peinándome el cabello frente al espejo—. ¿Por qué ?

—No importa, el caso es que él tiene acceso a un avión. Su cumpleaños es unos días después que el tuyo, creo que podríamos convencer a tú papá de que los deje ir a Las Vegas.

—¿Con Gustavo? —dije dándome la vuelta y quejándome de ello. Realmente no disfrutaría mucho si él estuviera allí.

—Sí, y con los chicos. Además, ¿No habían quedado como amigos?

—¿Eres estúpida? Esas cosas se dicen porque se tienen que decir pero lo voy a evitar lo más que pueda, y más ahora que sé como se siente hacia mí. Nuestros problemas son reales, ¿sabes?

—Todos los problemas son reales, tonta. Lo que pasa es que como no son tuyos, nunca parecen ser tan malos.

10 días después

Estuve diez minutos con mí celular en la mano, debatiéndome entre llamar a Gustavo o no. Marcaba su número, llamaba y colgaba. Quiero decir, recién había terminado nuestra relación, no debía llamarlo ¿cierto? Los ex novios no se llaman todas las noches, aún menos la persona que terminó las cosas. Pero estaba tan, tan preocupada por él.

Habían pasado sólo diez días desde que hablamos por última vez y desde entonces no sabía nada de nada. No sabía cómo estaba, si se sentía mal en las noches o había logrado dormir aunque fuera una hora, como lo había estado haciendo antes, si lloraba o algo igual de malo. Necesitaba saberlo, así que lo llamé.

Me respondió la quinta llamada.

—¿Esthepanie? —preguntó, como si estuviera muy extrañado— ¿Todo está bien?

—Sí, todo está bien. Es sólo que... aún no logro dormir mucho en las noches, ya sabes, desde que me convertiste en vampiro. —Me reí de la manera más patética, como si me estuviera riendo del mejor chiste y jugué con un hilo suelto de mi edredón morado—. Como sea yo... quería saber cómo estabas.

—¿Yo?

—Sí, tú. No hemos hablado en mucho tiempo y yo... bueno, me preocupo por ti, lo sabes. Dime cómo estás.

Se quedó callado por dos minutos exactamente, casi tres, los estaba contando. Sabía que seguía al teléfono porque su respiración pesada se escuchaba perfectamente.

—Estoy bien.

—¿Sólo bien?

—"Sólo bien" es algo bueno para mí —murmuró y soltó una baja risa ronca—. Los primeros días fueron duros, como antes de que te conociera. Pero esta semana he estado escribiendo, porque... no sé si te acuerdas pero, um, una vez me dijiste que escribiera en las noches si no podía dormir, que eso me podría ayudar a despejar mi mente, pero no lo hice nunca porque después de decirme eso tú estuviste para mí todas las noches siguientes, incluso cuando no estabas físicamente a mi lado, por eso nunca más necesité hacerlo. Pero ahora ya llevo casi una historia completa. Gracioso, ¿no?

Abrí la boca para decir algo, pero no sabía qué cosa podía decir a eso, era verdad. Lo había dejado completamente solo, aún sabiendo lo malas que eran las noches para él. No tenía perdón de Dios.

—El problema es que ahora ya no estás aquí para hablar conmigo, acariciarme o hacerme reír, ni siquiera estamos al teléfono, hasta hoy, claro... no tengo ninguna esperanza de que en la mañana te veré, que todo será mejor cuando esté contigo. Ya no estás conmigo de ninguna manera y si te soy sincero, estoy muy consciente de que ya no lo estarás, así que supongo que eso me hará escribir un montón.—Continúo, el tono de su voz se sintió como si realmente necesitaba decir eso, como si lo hubiese tenido atorado en la garganta.

—Te dije que siempre iba a estar contigo, Gustavo. Que no sea tu novia no quiere decir que no podamos pasar las noches juntos, aunque sea al teléfono, de todos modos yo tampoco puedo dormir.

—Pero no es igual. No es como yo lo quiero.

—Nunca nada es como nosotros queremos, pero tienes que ver lo bueno en lo malo ¿no? Aún sigo aquí. No me has perdido por completo, nunca lo harás.

—Supongo.

—Entonces... ¿qué vas a hacer en tu cumpleaños? —pregunté, tratando de aligerar el ambiente.

—Una gran fiesta salvaje con música muy fuerte. Tomaré toda la noche, tendré una amorosa convivencia con mis amigos, bailaré hasta no poder más y estaré con todas las chicas en la fiesta. Ya sabes, lo usual.

—Eso no suena como tú en lo absoluto, idiota sarcástico. —Me reí.

—Realmente no celebro mi cumpleaños. Mis padres hacen reuniones y esas cosas, pero me escondo en mi habitación en cuanto tengo la oportunidad.

—No me sorprende. —Suspiré llevando mi mano izquierda a mi boca para morder la uña de mi pulgar—. Mmm, Diana y yo estábamos pensando... que podríamos ir todos juntos a algún lugar, para celebrar nuestros cumpleaños. Quería ir a Las Vegas pero desde que ahora tengo la oportunidad de elegir cualquier lugar, pues, no lo sé... ¿Qué dices?

—¿Tú quieres? ¿No sería raro ir juntos? —preguntó después de unos segundos, con la voz más ronca—. Digo, por mí está bien, pero si Diana te está obligando o algo...

—¿Qué? No seas tonto, yo fui la de la idea. —Mentí— no tiene porqué ser raro. Si tú no actúas raro, entonces yo no lo haré tampoco.

—Entonces está bien, supongo. Estaré de acuerdo con cualquier lugar que tú quieras.

—¿De verdad? Genial. Lo voy a pensar profundamente. —Sonreí— Y, bueno, también quería preguntarte acerca de tus tatuajes...

—Oh, ¿no te gustan?

—No lo sé aún, pero eso no importa... sólo quiero saber porque te los hiciste. O sea, es tú cuerpo y todo, pero nunca habías mencionado nada acerca de querer uno, y luego llegas todo rayado. Es algo raro.

—Me importa a mí. Y, ya sabes, yo... me gustaba hacérmelos.

—¿Te gustaba? ¿Por qué?

—Sí. Por el dolor, supongo. —Contestó, con la voz baja, como si estuviera avergonzado. Abrí la boca y me quedé callada por unos segundos, parpadeando, haciéndome poco a poco a la idea de que se tatuó por todos lados sólo porque quería sentir el dolor que eso le daba—. Lo siento. Es que era demasiado para mí, estar ahí dentro, solo, asustado, encerrado, pensando en si alguna vez me perdonarías o no, considerando que pasaría ahí el resto de mi vida. Me volvía loco cada noche, como, realmente loco. Necesitaba algo así para mantenerme dolorido o terminaría haciéndome algo peor.

¿O sea que era mi culpa? Oh, no. Nunca me había sentido más culpable en toda mi vida.

—Lo siento —murmuré, con un nudo inmenso en la garganta. Hice que lo metieran a la cárcel por algo que ni siquiera fue su culpa, lo hice sufrir por más de un mes pero aún así se puso mi nombre en el brazo, y me seguía amando ¿cómo era eso posible? Yo me odiaría más que a nadie. Era una perra traidora.

—No lo sientas, en realidad no es tu culpa. Después de todo me merecía estar en ese lugar aunque fuera una vez, no tienes idea de lo manchado que está mi expediente, lo tuyo sólo fue un punto más, de cientos. Necesitaba la experiencia, supongo.

Sólo me quedé callada unos segundos, porque era verdad pero ya me sentía muy culpable como para refutarle algo. Cambie el tema porque no quería crear más tensión entre nosotros. Estuvimos hablando por un rato más sobre que había sido mi vida este tiempo y como había sido la de él en ese lugar.

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