27
Narra Esthepanie
Respiré profundamente varias veces, mientras arreglaba mi cabello de mil maneras diferentes. Mientras todos caminábamos a la mesa, pude mirar furtivamente a Gustavo por un momento. Él estaba discutiendo algo con Nick, no pudo verme.
Oh por Dios.
Se fue por un poco más de un mes y regresó luciendo cinco años más viejo. Estaba lleno de tatuajes, quiero decir, completamente lleno, sus brazos estaban casi completamente negros con la tinta, tenía frases por todos lados, rosas y otras cosas que no pude identificar; su cuello tenía un yin-yang y su camisa dejaba ver el inicio de algo grande en su espalda. Sus ojos tenían sombras oscuras debajo, su frente tenía varias lesiones recomponiéndose, su mandíbula estaba toda apretada de nuevo. Me gustaría saber qué demonios pasó por su cabeza cuando se hizo todo eso en el cuerpo.
Gustavo con tatuajes era...Sexi, como siempre, pero ahora realmente peligroso, no sólo misterioso. Acaricié los moretones de sus dedos en mi cuello y me obligué a seguir caminando detrás de ellos hacia la mesa.
—Vamos, Esthepanie, aunque sea haz un esfuerzo, uno pequeño. Él se ve miserable. —Rogó Diana sentándose a mi lado. Tragué saliva y me negué a mirar hacía Gustavo, sentado justo en frente de mí.
—Lo haré, pero no aún. —Aseguré en voz baja.
Se lo prometi a mi padre, y admito que también tenía muchas ganas de hablar con él, quería saber cómo le fue en la cárcel, tenía que saberlo. Los tatuajes más su cara no eran buenas señales, la culpa me estaba comiendo viva. También quería dejar en claro las cosas, de una buena vez.
Cuándo Linda puso los montones de platos de comida en la mesa y Gustavo alargó su brazo izquierdo para tomar no sé qué cosa, lo vi: mi nombre en su brazo. Escupí un poco de agua de mi boca pero lo cubrí con una tos.
Era tan dulce... y aterrador. Tenía mi estúpido nombre en su brazo, para siempre, eso no era cualquier cosa. Me recordé como respirar, comí con la mirada baja todo el rato, muriendo por dentro, mientras Gustavo respondía algunas preguntas de la cárcel. Le fue bien, estuvo con un tal Lio ahí adentro, quién fue el que lo cuido, le hizo los tatuajes, y además los hombres se mantuvieron alejados de él por un rumor (el cual no mencionó) y estuvo en un cuarto separado con varias comodidades. Bueno, eso me quitaba un poco del peso en mis hombros, pero de todos modos, estar encerrado tanto tiempo nunca es algo genial, menos por culpa de la chica cuyo nombre tienes en tu brazo.
—¡Es verdad! —Exclamó Diana de la nada y me codeó, asustándome un poco. Levanté la vista hacia todos, sin saber porqué me estaban mirando tan fijamente, sin tener ni una maldita idea de lo que estaban hablando.
—¿Qué pasó?
—Estamos recordando que tu cumpleaños es en medio mes, exactamente. —Me dijo Linda con una sonrisa de lado.
Mierda, mi cumpleaños. Lo había olvidado por completo. ¿Ya estábamos en Agosto? ¿Cuándo pasó eso? Sólo faltaban once dias para mi cumpleaños y no estaba emocionada ni en lo más mínimo. Eso es lo que hace la depresión.
—Luego será el cumpleaños de Gustavo, el veinticuatro, cumple diecinueve. —Me iluminó Marta.
Abrí mis ojos lo más que pude y lo miré por primera vez en toda la cena, sorprendiéndolo un poco. No podía creer que de todo lo que hablamos, nunca discutimos nuestros cumpleaños. Les di una sonrisa apretada a todos para volver a comer.
Teníamos planes para mi cumpleaños, cuando aún estaba en Italia. Iríamos a Las Vegas a la casa de un tío de una amiga e intentaríamos encontrar algún lugar donde pudiéramos entrar para festejar ella y yo como adultos, porque aunque tenía un montón de amigos, ella era la única con la que me interesaba pasar el tiempo en mi cumpleaños. Sería completamente genial si mi papá aún me dejara ir.
—Supongo que el plan ya no está en pie ¿cierto? —me preguntó Diana ya que yo le habia contado, pero antes incluso de que pudiera decir que no sabía, mi papá gruñó.
—No. —Haciendo que mis manos se apretaran en puños—. Lo siento.
—No importa —murmuré, con mi voz sonando como la de un chico enojado. Otra razón para querer aventar mi plato contra la pared—. No es una sorpresa que me arruines todo.
Todos se quedaron callados cuando dije eso, incluyéndome. Diana pellizcó mi pierna por debajo de la mesa, pero lo ignoré, porque sabía sin necesidad de nadie diciéndomelo que lo que dije había estado mal. Yo realmente no creía que se escucharía, lo estaba diciendo para mí misma, pero tenía razón. Arruinó mi vida desde el momento en que me trajo a Inglaterra, arruinó la relación que tenía con Gustavo, ahora estaba arruinando mi cumpleaños número 18, el cuál siempre tomé como el más importante de todos, el más esperado probablemente lo pasaría en mi casa todo el día, llorando por Gustavo, siendo patética, como siempre. Jerry carraspeó unos segundos después y dijo otra cosa que no entendí para aligerar el ambiente.
Tenía tantas cosas reprimidas, juro que nunca me había sentido tan perra, pero esos días tomaba muy, muy poco hacerme estallar. Lo peor de todo es que quería estallar, lo necesitaba.
Cuando terminamos de comer y todos nos levantamos para ir a la sala, tomé aire profundamente para luego acercarme a Gustavo. Caminé detrás de él unos segundos mientras me decidía entre decirle que debíamos hablar o ir a esconderme en mi habitación por siempre. Si no me equivocaba, su espalda estaba más ancha que de costumbre, lo cual lo hacía parecer más grande, sus brazos también se veían más grandes, eso no lo había pasado por alto. Al final me armé de valor y toqué su espalda.
Él volteó, extrañado, cuando bajó su mirada hacia mí y se dio cuenta de que, efectivamente, yo estaba ahí buscándolo, abrió su boca parpadeando varias veces, inseguro. Siendo de nuevo mi Gus por unos segundos.
—¿Podemos ir a hablar? — pregunté, esforzándome para hacer que mi voz sonara más de niña. Él asintió muchas veces y tragó saliva, haciendo que su prominente nuez de Adán trabajara muy cerca de su nuevo tatuaje de yin-yang, el cuál era demasiado genial.
No nos molestamos en decirle a nadie que saldríamos porque sabíamos que sólo nos iban a molestar, como siempre, así que sólo caminamos incómodamente hacia la puerta, muy rígidamente, intentando no tocarnos. Ni siquiera cuando no nos caíamos tan bien estábamos tan tensos.
—Um...¿Cómo te sientes? —preguntó cuando cerré la puerta y empezamos a caminar por la calle.
—Bien. Quiero decir, ya no me duele nada, sólo la garganta, pero un poco. —Contesté con la voz temblorosa, mirando fijamente hacia el frente. Estaba tan concentrada en lo raro que era el aire entre nosotros que cuando sentí una caricia en mí cuello, me estremecí con algo de miedo y me alejé de Gustavo rápidamente—. Me asustaste.
—Lo siento —susurró, con la voz más ronca que antes, con la mirada derrotada, dejando de caminar como si ya no tuviera fuerzas para continuar—. Realmente lo siento, yo... pensé que te podría dejar...inconsciente y así... así sería más fácil...
—Pudiste haberme matado, casi lo hiciste. —Lo regañé en voz baja.
—Lo sé ahora. Fui tan tonto. —Dejó salir todo el aire, se agachó lentamente sentándose en la banqueta, tragué saliva y me senté a su lado, mirándolo respirar con fuerza mientras acomodaba las palabras en su mente. La lámpara sobre nosotros lo hacía ver más triste, más melancólico, más hermoso, más real.
Miré el lugar de nuevo, sonriendo un poco. Sería justo y triste que todo terminara en este lugar, que todo fuera aclarado aquí.
—Quiero que sepas que no te culpo —dije, después de un rato de silencio. Él frunció el ceño hacia mí y asintió, como para que siguiera hablando—. Sé que lo hiciste porque fue una orden de mi papá, sé que por eso estabas tan triste últimamente, sé que por eso me pediste que te prometiera que me iría contigo después de "esto", que te perdonara. Yo lo entiendo, pero eso no cambia las cosas que me hiciste...
—Lo sé. —Apoyó sus antebrazos en sus rodillas para esconder su cara un momento y luego voltear hacia mí con un solo ojo—. Tú... no te puedes ni imaginar lo mal que me siento por todo lo que te hice, lo mucho que me duele recordarlo. Nunca quise lastimarte de verdad, pero tenía que hacerlo. No tenía ningún arma, aparte la casa estaba llena de personas con ellas, no habríamos sobrevivido ni cinco segundos si yo me hubiera negado a cualquier cosa que Ezequiel me pidiera, ni hablar si intentaba atacarlo.
—Sé eso. En serio, lo sé. Pero no puedo superar los golpes, las patadas, lo que dijiste, o cuándo...
—También estaba ahí, no me perdí de nada.
—Bueno, no puedo olvidar eso. Lo intento, pero en serio no puedo.
—Entiendo eso perfectamente Esthepanie, lo siento mucho. —Bajó la mirada—. Pero, ¿me odias? —preguntó de repente con voz titubeante y manos temblorosas, ¿de dónde demonios sacó eso?—. Lo dijiste dos veces sin contar las otras 1000 con la mirada, es tonto preguntarlo, pero necesito saberlo. También quería saber si podrías perdonarme, hablo de sólo perdonarme. No te pido que me beses de nuevo, que confíes en mí o que te entregues a mí otra vez, sólo quiero saber que no me odias y que quizás alguna vez puedas mirarme sin repulsión.
—¡No te odio!—aclaré primero que nada. Odio verlo así, era bastante obvio que moría de miedo—. Sé que lo dije, pero fue cuando no sabia que era una mentira. Yo pensé que de verdad habías estado del lado de Ezequiel todo ese tiempo, pero ya sé que no fue así, y te perdono, claro que sí. No creo poder estar contigo de esa manera, pero jamas te miraría con repulsión, eres muy importante para mí.
El sólo sonrió débilmente hacia mi.
—Gracias... ¿Te puedo abrazar?
Asentí y me acerqué a él cuando abrió sus brazos para mi. Enterré mí cara en su pecho, tan cálido como siempre, con su corazón palpitando ferozmente, puso su mano en mi nuca depositando besos en mi cabeza varias veces.
—Te amo tanto, como nunca lo creí posible —susurró, apretándome más contra él, dejé de olerlo y sólo me recargué, apretando mis ojos para no llorar, había esperado tanto que lo dijera. La primera vez que lo hizo no fue exactamente lo que desee todo ese tiempo, así que esperaba que lo hiciera bien ésta vez, aunque ya no hubiera un futuro para nosotros.
—...Me di cuenta que soné como un idiota cuando te dije que no sabia que haría sin ti, pero, ¿sabes? No soy un chico de decir palabras sin significado. Sinceramente no sé que voy hacer sin ti, mi vida los últimos meses se basó en pensar en ti, en como iba a protegerte, en ansiar la noche para estar a tú lado para platicar cosas que nunca antes platique con nadie. En anhelar tú toque, los besos, tú voz, tú presencia. Escuchar tu risa, reír contigo para sentir que no soy la persona que creí que era, perderme en tus ojos y soñar con una vida completa contigo a mi lado.
—Te amo también. —Admití—. Sé que eres un caos, pero eres el caos mas hermoso que he podido admirar. Y te amaré por mucho tiempo, porque mientras te siga viendo seguiré enamorada de ti, inevitablemente, pero no puedo estar contigo de nuevo. No puedo, te prometo que yo voy a estar contigo cuando me necesites, incluso si tu no lo quieres así.
—Es justo. —Aceptó sin soltarme, de hecho me apretó más fuerte—. Sigue doliendo, pero es justo. Por cierto, tú nueva voz es sexi.
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