22
Narra Gustavo
Esthepanie abrió su boca tratando de tomar aire inútilmente, tosiendo. Su barbilla del lado izquierdo estaba morada y el pómulo del lado derecho estaba rojo, tenía la boca llena de sangre, estaba llorando tanto que estaba seguro que no veía bien. Ezequiel ni siquiera le dio más tiempo para recuperarse antes de llegar a ella jalando su cola de caballo con fuerza para que su cabello estuviera suelto y gritar otra sarta de estupideces en su cara.
—Vuelvo en un momento. —Le dije a nadie en general antes de salir de ahí casi corriendo y entrar al baño más cercano. Mis manos temblaban cuando logré sacar mi celular de mis bolsillos, mis ojos estaban nublados cuando logré marcar el número de mi padre.
—Dime que están cerca . —Supliqué rápidamente cuando contestó, tomándome del lavamanos para no desplomarme en el piso.
—Vamos a medio camino, llegaremos más o menos en media hora —dijo, haciéndome respirar mejor— ¿Qué está pasando?
—José quiere esperar no sé que antes de empezar a grabar el video y ordenó que dejáramos sola a Esthepanie, pero Ezequiel está jodidamente empeñado en lastimarla. Me ordenó que la golpeara, estoy muy seguro de que la quiere violar y yo no me puedo oponer a ello, hay dos tipos con armas en la habitación.
—Mierda. —Exhaló mi padre. Esperé moviéndome de un lado a otro mientras le decía lo mismo al señor Ferrer—. Gustavo, dicen que tienes que mantenerlo alejado de ella hasta que lleguemos y la única manera es que la sigas golpeando. El señor Ferrer dice que lo mejor es que la dejes inconsciente de una vez, para que tengan que esperar un buen rato y no la lastimen más.
—No quiero. —Gemí—. Ella no me va a perdonar.
—No importa. Si no quieres que Ezequiel le haga algo, déjala inconsciente. Todo esto se va a arreglar cuando ellos estén muertos. Tranquilo.
Como si fuera tan fácil ¿cierto? Colgué y cubrí mi cara unos segundos, odiando el dolor en mis nudillos, rezando silenciosamente para que ella pudiera entender y perdonarme.
Cuando entré de nuevo a la habitación Ezequiel estaba platicando algo con mis hermanos, a escondidas, acariciaba el cabello ahora suelto y salvaje de Esthepanie en el suelo. Me acerqué rápidamente a ella, pateé sus piernas evitando contenerme y pensando qué podía hacer para dejarla inconsciente.
—Ya déjame en paz —sollozó ella cuando la pateé con fuerza de nuevo en la cadera, haciendo que cayera acostada del todo en el piso, sobre sus manos. El dolor en su voz casi me hace parar—. Te odio.
Tuve que recordarme a mí mismo cómo respirar después de eso. Y sólo el sonido de la risa de Ezequiel me trajo de vuelta a esa habitación, dónde estaba golpeando a la chica que amaba como si fuera un pedazo de basura.
Yo era el único pedazo de basura ahí.
—¿Ahora lo odias? ¿Qué pasó con el amor, princesa? —Se burló—. ¿Te estás dando cuenta por fin del error que cometiste al confiar en este chico sin sentido y no en mí? Yo nunca hubiera dejado que esto te pasara. Yo te hubiera cuidado. Yo te hubiera amado.
Esthepanie cerró sus ojos con fuerza, empezó a llorar como nunca, haciendo que salieran de su garganta sollozos desgarradores. No podía ver eso. Me agaché y me senté a horcajadas en sus piernas, las empezó a mover fuertemente como si quisiera patearme, haciendo que su linda camisa se levantara mas de lo debido.
—¡No! ¡No me toques! —Sollozó, moviéndose más cuando llevé mis manos a su camisa para bajarla de nuevo.
—Recuerda que esa chica es mía. No te atrevas a tocarla así. — Gruñó Ezequiel posesivamente, de repente cerca de nosotros.
—No quiero tocarla de esa manera, maldita sea. —Gruñí, bajando su camisa de nuevo y poniendo mis manos en sus hombros para mantenerla quieta—. Sólo estoy tan... tan jodidamente enojado de que me haya hecho actuar como un idiota todo este maldito tiempo, de que se haya burlado de mí tantas veces.
La levanté por los hombros y la estrellé de nuevo en el piso, no tan fuerte pero sin duda no de una manera delicada. Ezequiel se cruzó de brazos mirándome con una ceja arriba, esperando lo que le quisiera hacer. Me encantaba el amor que le tenía a la chica, dejando como si nada que otro hombre la lastimara de esa manera.
—... de que haya tenido que lamerle los zapatos a su estúpido padre y a esta perra idiota por tanto tiempo. —Seguí. Llevé mi puño lo más fuerte que pude a su cien, reventando la piel a un lado de su ojo izquierdo, haciendo que su cabello se pegara a la sangre ahí. Ella abrió la boca para luego gritar, moviendo sus ojos de un lado a otro, como si estuviera aturdida. Se me ocurrió que quizás, si la golpeaba lo suficiente en la cabeza, ella tendría una contusión y se desmayaría un tiempo. Así cuando todos llegaran yo podría por fin largarme de ahí con ella para llevarla a un hospital, entonces respiré profundamente y me dejé ir hacia ella. Golpeando una, dos, tres vecez su cabeza.
Todo va a estar bien. Ella me va a perdonar. Me va a seguir amando.
Paré de golpearla cuando sus ojos empezaron a hincharse, ella aún lloraba, gemía y se retorcia de dolor. Eso no iba afuncionar, no era suficiente, ella estaba sufriendo mucho, yo no podía seguir viéndolo. Llevé mis manos a su hermoso cuello y lo apreté, luchando contra el llanto.
—Hombre... —murmuró con algo de miedo Nick frente a mí. Levanté mi vista hacia él sin quitar la presión de mis manos en su garganta y odie el dolor en sus ojos. Estaba haciendo eso por su bien. Le estaba ahorrando una violación.
La última imagen de ella que tuve antes de cerrar mis ojos fue de horror absoluto mientras movía su torso de un lado a otro tratando de soltar sus manos para defenderse. Su boca estaba inútilmente abierta y sus piernas se movían cada vez menos. Lo estaba logrando.
—No quiero que la dejes inconsciente, no seas idiota. —Me interrumpió Ezequiel, apretando mi brazo y haciendo que dejara de estrangularla—. Se está acabando el tiempo y quiero mi turno con ella. Quiero disfrutarla un rato.
—¿Qué vas a hacer? —pregunté cómo imbécil, levantándome de ella temblorosamente mientras Esthepanie tosía y se retorcía con fuerza tratando de recuperar el aliento una vez más.
—¿Qué crees? —Bufó y me empujó a un lado. Observamos un momento mientras ella lentamente volvía en sí. Su cuello estaba morado con la marca de mis asquerosos dedos. Ezequiel se sentó sobre ella como yo lo hice, pero él optó por acariciar sus piernas y luego su cuello—. Mi amor, mira lo que te hizo ese chico salvaje. Lamento haber dejado que te lastimara, pero estaba tan enojado contigo... yo nunca me atrevería a herirte de esa manera.
Odio que me haga quedar como si no me importara una mierda, sé que así luce, pero no lo es. No podría lastimarme más, tengo ganas de llorar, toda mi piel pica con la desesperación y la ansiedad. Quiero que lleguen. Estoy rogándole a Dios que todos lleguen antes de que él le haga algo, nunca antes el tiempo había pasado tan lentamente.
Ezequiel se hizo a un lado para poner a Esthepanie boca abajo. Ella estaba tan débil que sólo podía hacer pequeños sonidos guturales desde su garganta, llorando silenciosamente tratando de escapar sin fuerzas. Yo fui el único que le hizo eso, el único que la había lastimado. Me tragué el nudo en la garganta, parpadeé rápidamente para que no se me salieran las lágrimas. Nadie me estaba poniendo atención, mis hermanos estaban mirando fijamente lo que pasaba, los hombres de la puerta platicaban como si nada, Ezequiel estaba muy ocupado tocando a mi chica y yo podría llorar tranquilamente por ello, pero temía que si empezaba después no podría parar.
Tenía tanto miedo porque sabía que ella no me iba a perdonar, yo no me perdonaría después de lo que le hice. No me perdonaría después de básicamente reírme en su cara de su preciosa declaración de amor y después golpearla, patearla, estrangularla como si ella no fuera nada para mí. Nunca me perdonaría.
Ezequiel soltó con esfuerzo las cuerdas de sus manos. Sus muñecas estaban ensangrentadas, sus brazos morados casi por completo y sólo cayeron a sus lados como si no los pudiera mover, como si toda la fuerza hubiera sido drenada de su cuerpo. Ezequiel acarició su cabello tiernamente mientras quitaba su pantalón, sin tener ninguna clase de respuesta de ella además de llanto, bajó sus bragas negras sin problema, dejando su trasero desnudo al aire.
No pude evitar llorar después de ver eso. Empuñé mis manos y puse mi cuerpo tenso para no temblar como una niña mientras las lágrimas salían sin frenos. Quería tanto, tanto, torturar a Ezequiel, quería torturarlo por semanas, escucharlo rogando que lo matara. Quería herir cada parte de su cuerpo, quemarla, romperla, golpearla y escuchar sus súplicas, después matarlo como el inservible pedazo de mierda que era.
—No hagas esto. —Rogó Esthepanie, con la voz demasiado ronca y forzada, casi irreconocible, mientras Ezequiel desabrochaba su pantalón y bajaba sus bóxers.
Cerré mis ojos de nuevo cuando acepté que mi vida no era una película, que los milagros no pasaban en la vida real. Él la iba a violar frente a mí, nadie iba a llegar mágicamente a salvarnos, yo no podía arriesgarme a ayudarla o ser su héroe—. No, por favor...
Miré a mis hermanos cuando Esthepanie lloró más fuerte. Joe estaba más blanco que nunca pero no miraba la escena frente a él, aún estaba de pie, aún tenía la cara dura, como si nunca nada lo fuera a perturbar. Nick tenía los ojos llenos de lágrimas y la nuez de su garganta trabajaba mientras él veía lo que pasaba, escuchando el llanto de Esthepanie. Yo sólo estaba parado ahí inútilmente, odiándome como nunca antes lo había hecho, teniendo que soportar el sonido de un hombre lastimando a mi amor.
Estoy dispuesto a arrodillarme por siempre y llorar que me perdone por horas, estoy dispuesto a dejar que me golpeé por venganza, estoy dispuesto a pasar todos los días con ella pateándome cuando le de la gana, pero por favor, Dios, haz que me perdone.
Luché contra el deseo de tapar mis oídos y estrellar mi cabeza contra la pared más fuerte que nunca cuando los gemidos de placer de Ezequiel empezaron a llenar la habitación. Mi cuello estaba completamente mojado con mis lágrimas.
Joe se acercó a mí después de un rato y susurró en mi oído: —Todo está bien. Tranquilo, hermano. Ya llegaron, ya se acabó.
Pero nada estaba bien, porque Ezequiel seguía violando a mi novia y ella seguía llorando del dolor que ambos le causamos. Ella no me perdonaría nunca, jamás, yo tendría que cargar por siempre con el dolor de no haberme dado cuenta antes de lo mucho que la amaba. Sé que pasó lo mismo con Verónica, que nunca supe lo enamorado que estaba hasta que ella lo dijo primero, pero también sé que lo que sentí por Verónica no era ni siquiera una quinta parte de de lo siento por Esthepanie. Lo que nosotros tuvimos fue más que nada artificial y joven, Verónica no hubiera dado su vida por mí, yo tampoco lo haría por ella, pero sé que lo haría por Esthepanie. Sin dudarlo.
Se escuchó un muy fuerte golpe en la parte de abajo unos minutos después, luego muchos disparos y voces roncas gritando. Por fin llegaron.
—¡¿Qué mierda... —gritó Ezequiel de repente cuando los dos tipos de la puerta salieron corriendo hacia abajo. Él salió de Esthepanie, acomodándose su pantalón y corrió lo más rápido posible hacia abajo, seguido de mis hermanos, dejándonos solos por fin.
Dejé salir todo el aire que había en mí, corrí a su lado, bajé su vestido y la cubrí con dolor. Ella no se había movido en lo absoluto y me asusté.
—¿Mi niña? Ya se acabó todo —murmuré con la voz quebrada. Me tiré a su lado para acariciar su cara, sus preciosos ojos verdes resaltaban como nunca por la sangre coagulada, su bonita cara seguía estando hinchada, casi totalmente roja y morada— bebé, lo siento tanto. Lamento todo esto, nunca voy a ser capaz de perdonármelo. Todo fue planeado, todo fue una mentira ¿lo sabes, cierto? Yo nunca te haría nada así...
—Lo acabas de hacer —susurró con esfuerzo, sus ojos parpadearon suavemente y ya no lloraba, pero no me veía a los ojos, no se había movido ni una vez— te odio tanto. Lo hago, sinceramente.
Tragué saliva. Me dije que sus palabras y sus sentimientos estaban acertados, que me lo merecía, que su odio tenía mucho por dónde empezar y por dónde terminar. Limpié mis ojos varias veces antes de ahogar un sollozo en mi garganta, negué con la cabeza.
—Tienes que perdonarme. —Rogué, aunque pareció que lo estaba ordenando—. Y después irte conmigo de aquí como lo prometiste. Nunca te lastimaré de nuevo, te lo juro por Dios. Te amo tanto, tanto...
Esperé que ella dijera algo o que me mirara a los ojos pero mis palabras sólo causaron que empezara a llorar de nuevo. Ella no hacía nada, ni siquiera reaccionaba ante el constante sonido de balazos ni parecía asustada, ella se veía rota. Y era mi culpa.
Pasaron más o menos diez minutos de lucha en el piso de abajo. Esthepanie seguía sin moverse, yo le había dicho unas cien veces lo mucho que la amaba y lo mucho que me arrepentía de lastimarla así, pero ella no reaccionaba ante nada. La puerta se abrió de golpe repentinamente, me levanté lo más rápido que pude, limpiando mis lágrimas. El señor Ferrer entró y apretó un pedazo de tela llena de sangre contra su brazo, me miró por unos segundos para luego agacharse junto a su hija.
—¿Se acabó? ¿Todos están bien? —pregunté con la voz baja, él asintió. Trató de nuevo de lograr alguna reacción de Esthepanie—. Necesitamos llevarlo a un hospital, y a ella también.
—¿Por qué no se mueve, por qué no responde? —preguntó con los ojos húmedos y enojados mientras acariciaba su cabello.
—No quiere hacerlo.
Y probablemente no querrá hacerlo en un buen tiempo.
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