
21
Narra Esthepanie
Cerré mis ojos por sólo dos segundos, cuando los abrí de nuevo decidí bloquear mis pensamientos, no hacer suposiciones hasta tener más información, no volverme loca por lo que había pasado los últimos minutos y sólo esperar pacientemente a que eso se acabara. A que Gustavo me abrazara de repente y me dijera que eso no era real en lo absoluto, o que Joe acariciara mi cabello de esa manera tosca en la que lo hacía siempre, que Nick se riera conmigo por caer, pero mientras más tiempo pasaba encerrada en la camioneta, más me daba cuenta de que eso probablemente no iba a pasar, al menos no en un futuro cercano. Ellos sólo estaban ahí a mi lado sin tomarme en cuenta, hablando acerca de locaciones extrañas y dinero, cosas que no entendía, que sinceramente no me importaban.
Ezequiel volteaba hacia mí a cada rato, mirándome con sus ojos rojos de loco como si estuviera realmente enojado. Mis muñecas ardían cada vez que la camioneta pasaba por algún tope o simplemente aceleraba de más y me hacía moverme. Gustavo me las había puesto demasiado apretadas, sin mencionar que la manera en la cuál me cargó lastimó mis brazos. No podía creer que eso fuera verdad, que Gustavo en realidad fuera malo, pero dentro de mí sabía también que había un 50/50 de posibilidades y que no podía dejarme llevar por mi corazón.
Nunca antes le había dicho "Te amo" a un chico, después de la humillación por la que pasé la primera vez, de verdad que no me quedarían ganas de hacerlo de nuevo. Incluso si después de todo esto no era real y él me amaba también.
—¿Está muy lejos? —preguntó Gustavo después de quince minutos de camino. Mi suposición era que sí, estaba lejos, porque ya estábamos saliendo de la ciudad, no veía nada cercano, al menos que me quisieran tirar en la carretera y darme un tiro en la cabeza ahí mismo.
—Sí, es una hora de camino. —Contestó el hombre que iba manejando. Vi por el rabillo de mi ojo como Gustavo empuñaba su mano derecha y golpeaba la puerta—. ¿Tienes un problema con eso?
—No.
Cerré mis ojos recargandome en el asiento ignorando el dolor en mis muñecas y brazos, esperando que no quisieran golpearme por mi atrevimiento. Abrí un ojo para ver a Gustavo, porque yo era una masoquista del infierno, quería al menos una señal de algo, lo que fuera. Lo vi aplastando sus palmas en sus piernas y rodillas con su espalda tensa,como si se estuviera limpiando el sudor de sus manos de una manera demasiado exagerada. Cualquiera diría que se sentía mal por tenerme amarrada como animal a su lado. Pero, bueno, hay un arma justo frente a mí, entre los asientos de Ezequiel y el conductor, si a Gustavo, Joe o Nick no les gustara el hecho de que me estuvieran secuestrando, simplemente tomarían el arma y matarían a los dos de enfrente. Pero eso no ha pasado, lo cuál me lleva a pensar que Gustavo realmente quiere esto.
Empecé a desarrollar una teoría de que los Sabino realmente odiaban a mi papá y querían dejarlo sin dinero, que odiaban la manera en la que él parecía tener el control de todo, querían matarlo, así que hicieron un plan con Gustavo para que se ganara mi confianza y luego me pudiera secuestrar sin problema alguno, pero él pasó demasiado tiempo conmigo, logró tenerme algo de simpatía y se sentía mal por estar haciendo eso. Mi teoría sonaba desgraciadamente probable en esos momentos. Quizás después de todo ésta era su estrategia principal, quizás ellos estuvieron del otro lado todo el tiempo y nosotros nos confiamos demasiado.
Quizás me equivoqué y me enamoré del chico malo. La diferencia era que él, en lugar de sólo romper mi corazón, iba a matarme.
(...)
Apreté mis labios y mis ojos cuando Ezequiel me tiró al piso de la habitación. Estábamos en una casa gigante y abandonada de dos pisos en un pueblo fuera del mapa, o al menos eso fue lo que les escuché decir.
Me dije que no iba a llorar o gritar al menos que fuera necesario, al menos que me hicieran daño de verdad, lo cuál al parecer era lo que ellos querían. El padre de Ezequiel, José o algo así, nos recibió cuando llegamos. Él acarició mi mejilla, cuándo quise quitar mi cara Gustavo aplicó más fuerza en mi nuca para que no lo hiciera. Luego les dijo que me llevaran a la última habitación y que me dejaran ahí sola un rato hasta que ellos llevarán la cámara, pero Ezequiel dijo que tenía cosas que arreglar conmigo primero, sin la cámara, a lo que su papá sólo suspiró y aceptó. Como si le estuviera dando permiso de comprar un auto o algo igualmente sin importancia y no de meterse con una mujer.
Dos hombres desconocidos con armas, Nick, Joe, Gustavo y Ezequiel se me quedaron viendo unos segundos mientras trataba de acomodarme en el piso. Ezequiel estaba de frente a mí, los hombres desconocidos en la puerta y los Sabino a nuestro lado.
—¿Por qué eres tan bonita, Esthepanie? —me preguntó Ezequiel de repente, sonando mejor, como si ya no estuviera tan drogado, sentándose en cuclillas frente a mí. Levanté mí vista a sus ojos y traté de hacer la mirada más tierna que pude mientras me encogía levemente de hombros, porque si contestaba estaba segura de que mi voz saldría toda temblorosa—. Yo tampoco lo sé, ¿y, sabes qué? Yo no planeaba hacerte nada. Yo sólo iba a hacer lo que mi papá quería que hiciera, luego te dejaría aquí encerrada con agua y comida hasta que tu papá se dignara a pagarnos... pero entonces escuché lo que le dijiste a Gustavo. Esthepanie, eso me lastimó.
Entonces me atreví a mirarlo. Él estaba mirando al piso con la mandíbula apretada.
—¿Por qué? —Me atreví a susurrar.
—¿Por qué? En serio Esthepanie, ¿no lo sabes? —Se rió y tomó aire—. Creí que era demasiado obvio lo que siento por ti, nunca me esforcé en ocultarlo. Eras tan hermosa antes, me volvías loco, aunque eras una niña. Quería tanto estar contigo, porque nuestras vidas serían perfectas estando juntos. Totalmente perfectas. Con el dinero de tu padre de por medio todo es perfecto.
—Entonces no me querías a mí, sólo querías el dinero. —Repliqué, haciendo que su sonrisa se transformara en una mueca.
—¡Porque me rechazas! —gritó enojado. Llevó su mano a mis mejillas haciéndome estrellar la cabeza contra la pared, con fuerza—. Me rechazaste y luego tu papá se robó nuestro dinero cuando matamos a tu mamá, ustedes huyeron.
Bajó la cabeza y tomó aire bruscamente. No puede ser, por eso no supe más de mi madre, está muerta.
—Cuando te vi... estaba tan feliz. Pensé que quizás, tú y yo podríamos estar juntos, podiamos hablar con tu papá para resolver nuestros problemas. Pero tú decidiste ignorarme e irte con él. —Apuntó a Gustavo con rabia—. ¿Te enamoraste de él? ¿En serio? Ese fue un movimiento estúpido de tú parte, tomando en cuenta lo inteligente que dicen que eres.
—Lo sé ahora. —Contesté sin pensarlo, pero eso hizo que Ezequiel gruñera y apretara más mis mejillas.
—¡Claro que lo sabes ahora! Porque ese chico sólo quiere joder a tu papá y te quiere joder a ti. También está aquí por el dinero, estúpida. Él sólo quería esto todo el tiempo. Tú le diste tu confianza y tu amor en lugar de venir conmigo, entregarle todo eso a alguien quien sí lo apreciaría ¡Yo estuve sufriendo por ti todo este tiempo! —gritó en mi cara y se levantó antes de decir otra cosa, respirando como un toro enojado— . Gustavo.. quiero que Esthepanie vea cuánto la amas.
¿Por qué estaba metiendo a Gustavo en esto? Él miró a sus hermanos un momento, luego a los hombres en la puerta y caminó rígidamente hasta estar a un lado de Ezequiel.
—¿Qué quieres que haga? — preguntó en voz baja, ganándose una risa maníaca.
—¿Qué crees? Definitivamente no quiero que la beses y acaricies en mi cara. Quiero ver cómo se da cuenta de lo equivocada que estuvo en fijarse en ti y no en mí. Quiero que desee haberse enamorado de mí, quién nunca jamás la lastimaria, no de ti. Vamos, golpea su bonita cara.
El aire se fue de mí cuando dijo eso. Pero Gustavo no lo haría ¿verdad? El estaba haciendo esto por alguna clase de plan tonto del cuál no me avisaron ¿cierto? Él jamás me lastimaría. Él era mi Gustavo, no alguna clase de chico que estuvo actuando todo el tiempo para conseguir dinero y poder. Me negaba a creer eso, lo que teníamos no era lo más romántico del mundo, pero podía jurar que era real.
—No haré eso. —Negó, bufando como si la idea fuera graciosa. Ezequiel se irguió ante su respuesta y lo miró mal un segundo, como si lo estuviera desafiando—. Es tu chica, golpéala tú, maricón.
—No, no causará el efecto que deseo de esa manera, aunque no tienes de que preocuparte, yo también tendré mi turno. Hazlo. No eres tan inútil ¿o sí?
—No tanto como tú. —Le dio una mirada pesada, llena de odio y se acercó a mí como si no supiera qué hacer. Puso sus manos bajo mis axilas después de vacilar un momento y me levantó de un sólo intento, empujándome contra la pared.
No me va a golpear. No lo hará. Él me ama. Esto es una farsa. No me va a golpear.
Pero entonces, mientras yo repetía ese mantra en mi cabeza, intentando con todas mis fuerzas aferrarme a su inocencia, él levantó su mano, la empuñó y sin siquiera darme tiempo de considerar el hecho de que él se veía muy seguro acerca de eso, dejó caer su puño en mi mejilla, haciendo que mordiera el interior de mi boca y me tambaleara hacia un lado, sin equilibrio por mis manos en la espalda. Gustavo tomó mis brazos para que no me cayera. Cuándo estuve de pie de nuevo, apunto de escupir la sangre, conectó su puño con el otro lado de mi cara, sin darme tiempo de que procesara el dolor.
Las lágrimas salieron inevitablemente de mí por el dolor mientras me hacía a un lado para escupir la sangre como un boxeador herido. Me golpeó en la cara dos veces y me dolía como el infierno, mi cabeza todavía estaba en otro lugar, pero aún era capaz de entender lo que esos golpes significaban.
Él no era mi Gustavo.
Apreté mis ojos con fuerza y gemí por el dolor, sin importarme más nada. Nunca algo me había dolido tanto. Quería tener mis manos sueltas para poder cubrirme la cara, aunque fuera sólo para cubrirme de la maldita humillación. Escupí una gran cantidad de sangre y me moví con la lengua una muela que empezó a doler demasiado, estaba suelta. Deseaba que ese fuera el único diente faltante.
—Vamos, Gustavo, eso fue completamente patético. Me has golpeado tan fuerte que no puedo pensar por unos segundos. Eso no fue ni siquiera una cuarta parte. —Escuché a Ezequiel diciendo mientras sollozaba por el dolor.
Gustavo gruñó entonces, como si se estuviera dando ánimos y se tiró hacia mí de nuevo. Pensé que iba a golpear mi cara otra vez, pero ahora su puño se dirigió a mi estómago, luego hubo otro casi inmediatamente, directo a mis costillas.
Quise gritar, pero no tenía aire, me tiré para delante inevitablemente, al cuerpo de Gustavo, sin saber qué hacer para poder respirar. Él me quitó, como si no soportara tenerme ahí o sostenerme y me empujó con sorpresiva suavidad para que cayera al piso, gracias a Dios me dejaron sola un momento para poder recuperar el aliento, lo cuál no era precisamente fácil.
************
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro