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17

Narra Gustavo

Nick me dijo que Lorenzo, un tipo que frecuentaba éste lugar había puesto algo en la bebida de Esthepanie y que ahora andaba frotándose contra todo hombre que se le atravesaba, por mucho que me habría gustado ir para matarlo frente a todo el mundo en dos segundos, sabía que lo más inteligente, justo, y satisfactorio sería hacerlo sufrir lentamente; por eso lo deje ir sin nada más que mis dos puñetazos en la cara más la amenaza de que el señor Ferrer luego se encargaría de él. La mirada de terror que me dio cuándo le dije eso fue casi suficiente para bajar mi enojo. Casi.

Tomé una larga respiración intentando tranquilizarme antes de ir a la mesa con los demás, para no llegar gritándoles que se fueran al demonio por haber descuidado a mi chica, que era exactamente lo que quería hacer. Estephanie estaba sentada llorando abrazada a las chicas que la tenían fuertemente agarrada en una silla diciéndole cosas al oído. Espero que le estén regañando por ser tan tonta e ingenua. No sé porque pero sabía desde que le advertí lo que no debía hacer, que iba a hacer alguna estupidez; y estoy enojado con ella por desobedecerme pero al mismo tiempo estoy preocupado, me siento mal por haberla dejado sola.

No sabía mucho de la droga que le dio Lorenzo, pero sé que el señor Ferrer dijo que incrementaba el deseo sexual, puesto que sería la nueva droga que estaríamos mandando a Brasil y no sé a que otros lugares. No me importa si esa cosa nos daría millones en ganancia, el hecho de que se la hayan dado a Esthepanie ya me hacía odiarla.

—Esthepanie. —Le hablé serio y con voz dura. Ella levantó la cara y lloró más fuerte, haciéndome sentir mal por hablarle así, pero ella se lo buscó—. ¿Cómo te sientes?

—¡Mal! —gritó haciendo que Diana y Sabrina se asustarán apartándose de su lado. Se levantó de la silla viniendo hacia mi—. Por favor, por favor llevame a casa. Estoy...me siento... Quiero. Ni siquiera estoy, pero quiero ¿entiendes? Quiero irme a casa.

—Lo sé —dije odiando la preocupación y las ganas de abrazarla que tenía. Me volteé hacia Nick y Joe—. Le dije al señor Ferrer que nos íbamos. Nos vemos mañana.

—No tomes ventaja de ella. —Advirtió Nick antes de irnos.

—No lo haré. —Le dije, aunque no estaba del todo seguro. Tomé la mano temblorosa de Esthepanie, atrayéndola hacía mi para salir de este lugar cuanto antes. Cuándo estuvimos completamente rodeados de personas bailando, Esthepanie soltó mi mano, me volteé hacía ella y la vi comenzar a bailar  restregándose contra un tipo en mi malditas narices. Tomé una muy larga respiración, con paciencia, de esa que necesitaba mucho, diciéndome a mi mismo que era una jodida droga en su cuerpo y no ella. La tomé de la mano para halar de ella fuertemente.

—¡Gustavo no! —chillo cuando la aleje de aquel hombre—. Quiero eso ¿bailemos, si? Por favor.

—No. —Negué con la cabeza.

—¿Vamos a estar solos en el hotel? —Preguntó muy decidida de repente.

—Si.

—¿Y que vamos a hacer?—Preguntó de nuevo acercando su boca a mi oído y haciendo una voz muy sensual.

—Vas a tomar mucha agua —respondí con la voz entrecortada, haciéndola entrar al auto y rodeándolo para entrar. Mientras arrancaba continúe—. Vas a comer y te vas a dar un largo baño y quizás, si aún sigues...ansiosa, te vas a tener que dar trabajo a ti misma.

—¿Por qué mejor no me ayudas con eso y...

—No, no y no. De ninguna manera. —Negué con la cabeza como si estuviera muy decidido—. Supongo que sabes que estás drogada ¿verdad?

—Me dijo tu hermano —lloriqueo—. Lo peor es  que ni siquiera me siento exitada ¿lo entiendes? Sólo quiero hacerlo. No, lo necesito. Gustavo lo necesito tanto, me duele mucho.

—Lo siento pero es tu jodida culpa. —Escupí, apretando fuertemente el volante—. Te dije que no aceptaras ningún trago y fue lo primero que hiciste.

—Lo siento —murmuro con tristeza. Negué con las cabeza sin dejarme caer en sus palabras tristes—. Quiero...voy a...pero no se hacerlo.

—¿De que hablas? —pregunté confundido. Ella negó como si quisiera que cerrará mi boca, se agachó para desabrochar sus zapatos, luego se deslizó hacia abajo en el asiento acomodando sus piernas, abriendolas. Su mano comenzó a vagar por debajo de su vestido y casi que me estrelló con el auto de adelante por estar viéndola—. No hagas eso aquí, por favor. Lo digo en serio.

—No veas —susurró desobedeciendo mis súplicas, luego soltó un jadeo fuerte, cuándo encontró su punto, supuse.

Miré primero a la carretera y cuando me aseguré de que no había mucho peligro inminente, volteé a verla de nuevo, su mano estaba escondida en la horrible falda esa que no me dejaba ver nada, pero ella se hacía cada vez más hacia abajo, tiraba su cabeza hacia atrás elevando sus caderas, así que la falda se iba subiendo poco a poco. Me obligué varias veces a dejar de mirarla, pero simplemente no podía, los pequeños sonidos que salían de su garganta tenían mi pantalón a punto de explotar.

No tenía tanto autocontrol. No creo que ningún hombre normal tenga tanto autocontrol en sus venas como para soportar esto. Ella me necesitaba y ahora ya estaba dispuesto. Dejé de pensar en su padre y en sus métodos de tortura y me concentre en ella.

Narra Esthepanie

No sabía que rayos estaba haciendo. Frotaba esa parte sensible de mí que parecía darme más placer pero realmente no sabía qué demonios estaba haciendo, era algo instintivo más que nada. Había un dolor permanente en mis partes bajas que parecía no irse y como le había dicho a Gustavo, nisiquiera me sentía excitada, era sólo mi cuerpo pidiendo liberación a gritos.

Me había exitado pocas veces en mi vida, pero sabía cómo era; entendía el hormigueo en el estómago, la sensación de delicioso apretamiento, pero lo que estaba sintiendo en ese momento era solo necesidad salvaje, enfermiza. Sólo en mis pezones y en mi centro. Nada de hormigueo en otras partes ni estado de felicidad. Era horrible. Lo peor de todo era que al parecer el cuerpo guía a la mente en esos momentos, justo por eso me estaba tocando a mí misma a un lado de Gustavo en un auto. Siendo sincera, el hecho de que su mirada no me dejaba más que un segundo para mirar al frente cada tanto tiempo, sólo me impulsaban a seguir frotando más fuerte.

Debería estar avergonzada, de hecho sí lo estaba, mis lágrimas mojando el cabello de mi nuca eran una prueba de la vergüenza permanente, pero al mismo tiempo no me importaba, porque ese era Gustavo. Podía ser que aún no estuviera mentalmente lista para pasar al siguiente nivel sexual con gus, pero definitivamente me sentía más cómoda con esto estando con él, al fin y al cabo era el único chico con el que había pasado a la segunda base. Aunque yo aveces no quisiera aceptarlo, lo amaba.

Tiré mi cabeza hacia atrás e hice el movimiento más rápido, buscando más placer; abrí mis piernas por completo inconscientemente, tocando la palanca del auto con mi pantorrilla, levanté mis caderas y empecé a hacer círculos con ellas sin siquiera darme cuenta.

Entonces pasó. Lo sentí llegando poco a poco, grité, pero entonces me sentí volando, había llegado a mi primer orgasmo en el auto de Gustavo. No había sido tan genial ni tan duradero como había esperado. Me dejé recostar hacia atrás, cuando terminaron mis temblores disfruté el muy leve estado de normalidad de nuevo. Entonces, me di cuenta de que Gustavo estaba mirando hacia el frente con la mandíbula apretada y los nudillos blancos por la presión que le daban al manubrio.

Y justo cuando pensé que todo había acabado, mi cuerpo decidió que estaba listo de nuevo para una segunda ronda, grité de frustración, llamando la atención de Gustavo.

—No fue suficiente. —Mascullé enojada y cubrí mi cara con mis manos. Entonces, mientras me quejaba de nuevo y lloraba como idiota, sentí la mano de Gustavo en mi pierna, avanzando sin problema hasta ese punto. Aunque todo en mí gritó que sí, me llené de pánico—. Gustavo, espera.

—Te voy a ayudar, preciosa, déjame hacer esto para ti —dijo, con la voz más profunda que había escuchado en él alguna vez, pero sin verme aún. Me incitó a abrir mis piernas, lo hice sin dudarlo. Cuando lo sentí tocando mi humedad grité y temblé—. Demonios, Esthepanie. Estás realmente goteando.

Primero me acarició como yo lo hice pero lentamente, queriendo matarme del dolor. Antes de que le rogara que lo hiciera más fuerte, llevó otro dedo hacia más abajo, hacia un territorio que no exploré por mí misma y poco a poco metió su dedo en mí. Entonces sentí lo que me había faltado, el hormigueo emocionante en mi estómago ante sus caricias, esas ganas de gritar de deseo.

—¿No te hiciste esto? —preguntó, llevando su dedo aún más dentro. Gemí como puta y negué con la cabeza con fuerza—. Amor, entonces nunca iba a ser suficiente. ¿Te gusta esto?

—¡Si! —Contesté gritando cuando empezó a bombear en mí, acariciándome al mismo tiempo con una sola mano.

No quise pensar en con quién había practicado esa habilidad para llegar a ser tan bueno porque antes de que pudiera siquiera llegar a idear ese pensamiento coherentemente, estaba llegando a ese punto de nuevo, pero más intensamente, mis ojos estaban volteándose, mis caderas moviéndose por todos lados, pero siendo retenidas por él mientras hacía su trabajo más fuerte. Al final todo fue estrellas, una sensación fascinante. Vagamente me escuché de nuevo gemir como me juré a mi misma no hacerlo  y gritar el nombre de Gustavo.

Pero luego, cuando bajé del cielo y estaba lidiando con las precuelas excitantes de mi real primer orgasmo, me di cuenta de que aún no era malditamente suficiente, mi cuerpo todavía quería más.

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