12
Ya habíamos llegado a la cabaña y todos estaban en la sala esperándonos. Imaginé que estaban preocupados, lógico, estuvimos perdidos varias horas.
—¡Chicos! —gritó Sabrina y nos abrazó—. Que bueno que llegaron sanos y salvos, estábamos preocupados.
—Sí —murmuró Gustavo de mala gana.
Yo sólo lo vi mal y le ofrecí una sonrisa a Sabrina a modo de disculpa.
—Gracias a Dios. —Me lancé al sofá—. Pensé que nos comeria un oso. —Bromee.
—Esthepanie, aquí no hay osos —dijo Gustavo poniendo los ojos en blanco.
—Venga ya, era una broma. —Lo miré mal—. Mejor voy a dormir. —Me puse de pie—. Buenas noches chicos, no hagan muchas travesuras. —Bromee con un tono pícaro y levantando la ceja.
—Que abuso insinuar esas cosas. —Rió Diana.
—Si estos dos son igual que el hermano. —Señalé a Joe y Nick—. Yo me imagino unas cosas niñas. —Reí subiendo las escaleras.
—¡Por algo lo dices! —gritó Sabrina desde la planta baja. Reí para mi misma, claro que por algo lo decía.
Entré a la habitación y fui directo al baño para darme una ducha, esperaba no resfriarme porque me había mojado con la lluvia y yo parezco un pollito.
Me metí al baño y me di una ducha con agua caliente, necesitaba relajarme. No puedo entender como Gustavo puede ser tan bipolar, cuando estábamos en el bosque había sido lindo y atento, pero al llegar a la cabaña volvió a ser el Gustavo borde e irritante. Dejé de pensar en eso o acabaría loca si intentaba entender porque gus es así, tomé una toalla y la enrolle alrededor de mi cuerpo.
Al salir el estaba sentado en la orilla de la cama mirando en dirección a mi.
—¿Ocurre algo? —pregunté mientras iba hacía mi maleta y sacaba una pijama.
—Nada, esperaba que salieras —respondió acercándose a mi y de un solo tirón me había quitado la toalla del cuerpo—. La necesito. —Me miro de pies a cabeza y sonrió.
—Que atrevido eres. —Lo golpeé en el pecho—. Hay muchas más en el baño—. Me halo del brazo y me atrajo hacia él.
—Valen la pena los golpes si es por admirar tu desnudez—susurró a centímetros de mi boca. Eso me estremeció. Puso su mano en mi cadera y me acercó mas a él, este hombre va a volverme loca.
—Idiota—susurré, el sólo me acerco a él y me beso.
—Lo sé —dijo separándose de mi con una sonrisa y entrando al baño.
Este chico está loco. Primero me trata mal abajo, ahora viene y aparte de que me deja desnuda, me besa. Pero bueno, tengo que admitir que me encantó. Él me encanta.
Me vestí para luego acostarme y encender la televisión a ver que conseguía. Después de un rato de cambiar canales decidí ver los Simpson.
—¿Que vez? —habló Gustavo sobresaltándome, no noté cuando salió del baño.
—Los Simpson —respondí mirándolo.
Llevaba puesto sólo unos short y que sexy se veía, como diría el "Si así llueve, que no escampe".
—Ah —Se acostó a mi lado—. Ven. —Señaló su brazo, así que me acerqué a él y me recosté, la verdad era cómodo y me gustaba hacerlo. Estuvimos acostados en silencio hasta que noté que él se estaba quedando dormido, apague la televisión y nos cubrí con la manta.
—Buenas noches idiota. —susurre sonriendo sabiendo que él no iba a escucharme.
—Con que idiota ¿eh? —habló sobresaltándome y de un movimiento ya estaba debajo de él.
—Creí que estabas dormido. —Lo miré.
—Lo estaba, pero cuando te levantaste me desperté. —Refunfuño.
—Bueno, duérmete de nuevo. —Rodé los ojos.
—Ahorita quiero hacer otra cosa.
—¿Que quieres hacer? —. Demonios, como con solo unas palabras ya hacía que me pusiera nerviosa.
—Esto. —Me besó. La boca de Gustavo sabía a una deliciosa mezcla de nuez y otra cosa que no pude especificar, pero que terminé por pensar que era su propio sabor único. Aunque usualmente odio el olor a nuez y nunca había probado nada con su sabor, ahora parece que soy adicta.
Este beso tuvo más pasión, porque ya estábamos completamente seguros de que ambos nos queríamos de esa manera, Gustavo recorrió mis labios con su lengua lentamente y bajó sus besos a mi cuello mientras yo acariciaba su pecho, tiraba mi cabeza hacia atrás, dándole todo lo que necesitara tomar de mí.
Hizo un camino de besos desde el lunar que hay en el medio de mis senos hasta la comisura de mis labios de una maldita manera lenta y tortuosa, me tentó burlándose de mí, besando mis mejillas y mi nariz, evitando mis labios apropósito. Se reía a sabiendas de lo que hacía, empeorando mi situación por el bajo sonido íntimo que resultaba su risa en ese momento, al final tomó mi cara con confianza y me besó fuertemente, saboreando mi boca con su lengua, dejándome jadeando por aire. Pasé mis manos por su cuello y enredé su cintura con mis piernas para que se dejara caer sobre mí de una vez, jadeé con una mezcla de horror y pasión cuando sentí su dureza presionar contra mí, cuándo bajé mi boca a su mandíbula Gustavo empezó a murmurar palabras que no supe descifrar, pero escucharlo hablar con esa voz ronca sólo me impulsó a apretarme más contra él y besarlo más fuerte.
Yo era virgen, lo más virgen que alguien podía ser y de alguna manera sabía que aunque de verdad sentía como si estuviera enamorada de Gustavo, no podía perder mi virginidad de esa manera. Yo quería saber que él también me quería, quería por lo menos saber si éramos una pareja o sólo dos amigos que de repente se besaron. Pero una cosa es saber que algo está mal y otra cosa es querer cambiarlo. Dejé que Gustavo quitara mi blusa, besó mi abdomen y pechos por encima del brassier.
Antes de que otra prenda se fuera de nuestro camino, Nick tocó la puerta y nos dijo que acomodáramos todo para irnos, que mi padre nos necesitaba en la ciudad cuanto antes. Gustavo dejó salir una maldición y besó mi frente lentamente antes de saltar de mi cuerpo y empezar a acomodar sus cosas, así que yo hice lo mismo. Vaya manera de interrumpir nuestro momento, de nuevo.
—¿Estás lista? —preguntó Nick cuando me vió bajando las escaleras.
—Sí —respondí de mal humor. Primero habían interrumpido nuestro momento, y segundo no sé que tan importante era lo que quería mi padre que hizo que nos fuéramos a las 2 de la madrugada a casa—¿Que es lo tan importante que quiere mi padre? —pregunté curiosa.
—No lo sé Esthepanie, solo sé que dijo que te necesitaba a ti y a tavo.
—Vale. —Salí de la casa para llevar mi maleta a la camioneta y se la entregué a gus, puesto que él estaba ayudando a subirlas a la camioneta y me dispuse a subirme al interior de la misma.
—¿Que ocurre? —. Me preguntó tomándome de la mano para que me detuviera.
—Nada, es sólo que mi padre es muy misterioso.
—Tranquila, al llegar veremos que quiere. —Me dio un abrazo y entrelazó sus dedos con los míos para ir a subirnos en la camioneta. Al subirme solo me senté a su lado y me recosté de su brazo, la verdad es que estaba algo cansada.
(...)
—Esthep, despierta. —Sentí la mano de Gustavo acariciando mi mejilla.
—Hmmm. —Me estruje los ojos.
—Ya llegamos. —Sonrió.
—Vale. —Bajé del auto. Al entrar a la casa, estaban todos en la sala como en una reunión. Sólo estaban mi padre, Marta, Jerry, Nick, Joe y por supuesto Gustavo.
—¿Y donde están las chicas? —pregunté refiriéndome a Sabrina y Diana.
—Ya las dejamos en sus casas, pero tu estabas dormida. —dijo Joe soltando una risita.
—Cállate. —Reí.
—Bueno Esthepanie, siéntate. —habló mi padre serio. Gustavo me hizo espacio a su lado y me senté.
—Ya todos los que estamos aquí sabemos cuál y como es nuestro trabajo. —Nos miró a todos—. Como también sabrán, siempre hemos tenido enemigos y ahora quieren a Esthepanie. —Me miro un segundo y luego su mirada se centró en los demás.
—¿Cual es el plan? —preguntó Gustavo.
—Esthepanie será coqueta con todos, hablará con el chico cuyo nombre raro empieza con E, actuará como si fuera la reina del mundo, como si fuera súper mala y como sino confiara en nadie. Gustavo la mirará mal de vez en cuando, pero dejará en claro que no tienen nada además de sexo ocasional, y le dirá al chico unas cuantas cosas sobre mi —dijo—. Eso si Gustavo, no te pases de la raya. —Lo miró.
Esto es una locura, ahora tendría que actuar como una matona sin corazón. Gustavo solo asintió con la cabeza y me miro.
—¿Que cosas? —pregunté.
—Que estoy viajando por Brasil y Colombia... haciendo negocios con el señor Fuenmayor y... y que últimamente gano mucho dinero. Pero no dirás como. —Explicó mi padre.
—Exacto. Sólo lo dejarás queriendo saber, queremos que averigüen. —Opinó Gustavo. Mi padre asintió y suspiró.
—Vale, ¿ya puedo ir a dormir? —pregunté cansada.
—Si hija —dijo parándose y tomándome de la mano para que me pusiera de pie—. Te amo. —Me dio un beso en la frente.
—Y yo a ti. —Le di un abrazo. Me separé de él y subí las escaleras.
—Te acompaño. —Se ofreció Gustavo que venía detrás de mi. —¿Que tienes?
—Solo estoy cansada de toda esta locura. —Entré a mi habitación y me acosté en la cama cubriendome con la sabana.
—Igual yo. —Se acostó a mi lado y me abrazó.
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