08
Narra Esthepanie
Ya habíamos llegado sanos y salvos a casa, pero yo tenía mi cabeza hecha un revoltijo sin entender absolutamente nada de lo que acababa de pasar hace unos minutos. En el camino Gustavo llamó a mi padre, cuando llegamos él y la familia de gus estaban esperándonos en la sala.
—Los escucho —hablé encarando a mi padre. Gustavo estaba frente a mi y sus padres a un lado de él.
—Hija, es que no vas a entender to...
—¡Deja de decir eso! —grité exasperada—. No entiendo porque tú nunca me explicas nada, no soy una niña, así que puedes explicarme porque nos querían matar.
—Hija, lo que pasa es que yo, bueno... soy narcotraficante. El punto rojo eres tú, sólo por ser mi hija. Cada vez que tengan la oportunidad querrán hacerte daño —dijo agachando la cabeza y pasando la mano por su cabello.
Esto no podía ser cierto, todo daba vueltas a mi alrededor. Claro, por eso nos mudábamos tan seguido, por eso nunca me dejaron salir de fiesta como una chica normal. Siempre había vivido en una maldita burbuja, en una fantasía, toda mi vida había sido una mentira. Y fue cuando caí en cuenta de algo.
Mi vida nunca fue perfecta, pero pudo llegar a serlo. Nunca pensé que mi vida pudiera estar tan llena de sangre, odio y sufrimiento.
—Yo... no puedo con esto. ¿Cómo fue que terminaste metido en ese mundo hasta el cuello? —murmuré mientras las lágrimas comenzaban a correr por mis mejillas—. Estoy cansada de todo, de la mentira que es mi vida, de ustedes, de todo. Así que si de verdad me amas tanto como profesas, por favor cuéntame cómo fue que nuestras vidas se convirtieron en una bomba de tiempo.
—Hija es difícil de explicar, sabía que en algún momento tendría que hacerlo pero supongo que nunca estuve preparado. —Inhalo un poco de aire para luego soltarlo pesadamente, sopesando como explicarme todo—. Hace años antes de que tú nacieras, cuando no tenía ni en que caerme muerto, entré a este mundo como dealer, desde abajo como quién dice. Yo no tenía planeado estar en ello mucho tiempo, era sólo mientras conseguía trabajo... pero mi niña, luego supe que cuando entras en éste mundo la única forma de salir es muerto. Y bueno, para resumirte, en todos estos años fui escalando poco a poco hasta que hace 5 años me volví el jefe y el mayor narcotraficante de toda Italia.
—¿Y esos tipos quiénes eran? ¿Enemigos?
—Sí hija, ellos quieren distribuir una nueva droga en Roma y yo no pienso permitírselos.
—Realmente no sé que decir —dije mirando el piso, perdida en mis pensamientos—. Sólo sé que el fin no justifica los medios, y que nada de lo que hiciste me enorgullece, por el contrario, me decepciona. Te tenía en un pedestal de "el padre más correcto", y acabas de romper toda esa ilusión en la que por años viví. No te odio porque sea como sea eres mi padre, pero ahora mismo quiero estar lejos de todo esto.
Me puse de pie y subí corriendo las escaleras para encerrarme en mi habitación. Me aventé en la cama y sólo me quedé allí mirando el techo, con los sentimientos revueltos.
—¿Puedo pasar? —susurró Gustavo bajito, abriendo un poco la puerta.
—N... pasa. —. De todos modos necesito compañía o voy terminar tirándome por la ventana.
—Mira Esthep entiendo si me odi...
—No te odio, tú no me has mentido en nada. Entre toda esta mentira, tú eres lo más real. —Lo miré con una débil sonrisa.
—Pensé que me odiabas. Quiero que sepas que desde que llegaste te convertiste en mi pequeña inconscientemente, y voy a cuidarte hasta el punto que sea necesario para que no te ocurra nada.
Me recosté en la cama de nuevo y él hizo lo mismo quedando junto a mi. Lo mire y le sonreí.
—Creo que deberías distraerte un poco, estar aquí no va ayudarte —comentó—. Podría ir contigo, si me lo permites. La novia de uno de mis hermanos tiene una cabaña en un bosque cerca de aquí, me invitaron a pasar el fin de semana, y también a ti. Ellos quieren conocerte.
—Creo que sería buena idea. —Lo miré—. Necesito un tiempo sin nada de esto.
—Vale, mañana por la mañana nos iremos —me comentó—. ¿Quieres salir a cenar o algo?
—No, ya intentaron matarme hoy. Una persecución diaria es más que suficiente. —Reí.
—¿Entonces cocinemos aquí?
—Esa propuesta si me gusta, vamos.
Bajamos con dirección a la cocina, pero al pasar por la sala mi padre me llamó.
—Hija sé que te sientes traicionada, pero todo lo que hice fue por mantenerte a salvo de toda ésta mierda —dijo mi padre con una mirada arrepentida.
—Yo entiendo eso, sólo que es difícil asimilar que mi padre es un criminal. —Tomé aire—. Necesito tiempo, para poder aceptar esta realidad en la que siempre he vivido pero nunca he sabido.
—Está bien mi niña, debo volver a casa.
—Bien, cuídate. —Le di un abrazo.
Lo acompañé a la entrada y luego fui a la cocina con Gustavo.
—Uhmm. —Inhale el rico aroma—. Huele delicioso.
—Claro, estoy cocinando yo —dijo con egocentrismo.
—Uy si, perdón señor chef. —Que creído es a veces—. ¿Qué cocinas?
—Receta del chef. —Se echó a reír y levantó ambas cejas en un gesto gracioso—. Pollo, y papitas fritas.
—Uhh, ¿puedo ayudarte?
—No, tú solo siéntate y admira mi belleza —respondió en tono burlón.
—Venga ya, no estás tan bueno —murmure bajito, más para mí que para él. Pero imagino que escuchó porque esbozó una sonrisa.
Terminó de cocinar, comimos en la encimera de la cocina y debo admitir que le quedó delicioso. Al terminar subimos y ya arriba nos despedimos.
—Buenas noches Esthep, no olvides hacer tus maletas.
—Buenas noches gus gus, sí, ahorita las hago. Gracias por la cena, estuvo muy rica. —Me despedí y entré a mi habitación.
(...)
Me bañe y vestí, hice mis maletas, metí lo necesario para tres días y puse la maleta a un lado de la cama.
Estaba a punto de acostarme cuando sonó mi teléfono. Un mensaje.
De: Gustavo.
Hora: 10:20 pm.
¿Podemos dormir juntos? Contigo a mi lado no tengo pesadillas.
Sonreí.
De: Esthepanie.
Hora: 10:22 pm.
Claro, ¿vienes o voy?
De: Gustavo
Hora: 10:23 pm.
Voy.
Tres minutos después estaba tocando mi puerta.
—Pasa.
—Buenas, buenas.
—Deja las payasadas y acuéstate. —Reí y le hice espacio en la cama.
—Que gruñona. —Se acostó —. Gracias.
Yo solo sonreí.
—¿Puedo? —Señale su pecho.
—Claro.
Me recosté en el y él paso su mano por mi cintura. Me sentía segura a su lado.
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