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06

Narra Esthepanie

Ya habían pasado tres días desde lo ocurrido, ya yo había mejorado bastante y mi padre me buscó al hospital para dejarme en casa de los Sabino y el poder ir a terminar unos negocios. Al entrar a casa saludé a los padres de Gustavo que estaban en el mueble viendo televisión y subí las escaleras para dirigirme a mi habitación, pero al estar frente a la puerta escuche unos ruidos en la habitación de al lado, así que fui a ver que pasaba y me asomé en la puerta que estaba entreabierta.

—¡Vete al carajo de aquí! ¡vete! —gritó Gustavo lo más fuerte que pudo, con la garganta, haciéndolo sonar demasiado aterrador y empujó la puerta con todas sus fuerzas—. Estoy tan jodidamente enfermo de todo esto, ya no lo aguanto.

Pero en lo que se alejó de la puerta entré, no podía dejar que se hiciera daño.

Empezó de la nada a patear y golpear con su puño fuertemente la pared y la puerta, todo lo que se encontraba. No sabía que había gente de verdad que hacía eso, quiero decir, lo había visto en películas, pero jamás me había tocado verlo en persona. El pobre Gustavo estaba perdiendo la cabeza, estaba fuera de sí, golpeando lo más fuerte que podía, también gritaba cosas que no entendí acerca de estar harto y no soportar tanto con que lidiar. Tiró con fuerza la lámpara de su escritorio haciéndola romperse en millones de pedazos. Me asusté de verdad cuando empezó a golpear la pared repetidamente, como si fuera un saco de box en vez de una pared que estaba partiendo sus nudillos.

—Gus, para —murmuré. Pero no me iba a escuchar jamás si hablaba tan bajito, no si seguía golpeando tan fuerte y seguía gritando todas esas cosas. Me acerqué rezando que no me fuera a tocar ningún golpe a mí y puse mis manos en su espalda, insegura—. Gustavo, te estás haciendo daño. Por favor, para.

Sus golpes dejaron de ser tan repetidos y fuertes pero seguía empeñado en romperse las manos. Lo abracé de nuevo, pasando mis manos por su cintura, murmurando "por favor" y besando su espalda, aprovechándome un poco de la situación.

—Lo siento —susurró con la voz ronca después de unos segundos, dejándose descansar contra la pared y respirando demasiado entrecortadamente.

—Esto es lo que pasa cuando decides ser un idiota y romperte las manos. —Repliqué, separándome de él.

Narra Gustavo

Pensé que se acercaría a golpearme, lo tenía merecido por asustarla de esa manera. Pero se acercó molesta sólo a tomarme las manos y mirarlas como si las estuviera regañando.

—¿Te duele mucho? —me preguntó levantando su vista llorosa a mí. Me dolió verla llorando por mi culpa más de lo que me dolían las manos.

Quiero decir, la chica se había quedado ahí para abrazarme todo el tiempo que quise tenerla contra mí en lugar de salir corriendo del lugar, y no me gustaba aceptarlo, pero realmente necesitaba un abrazo de esos. No se quitó ni lució asqueada cuando me agarré de ella como si fuera mi jodido salvavidas. Me dejó apartar su cabello y oler su cuello, su dulce aroma a manzana. Soportó mirar como golpeaba la mierda fuera de toda mi habitación y además seguía preocupándose por si me dolían las manos por algo que yo decidí hacer.

—No. —Mentí, encogiéndome de hombros y bajando mis manos fuera de las suyas, para que no siguiera preocupada—. No llores.

—No mientas. —Me regañó y se agachó para volver a tomar mis manos de nuevo. Las suyas eran suaves y cálidas y no debían mancharse con sangre de alguien como yo, quise quitarlas de nuevo pero las apretó—. Mira esto, por Dios, iré a pedirle algo a tu mamá o no sé. Sólo quédate sentado y no empieces a golpear nada de nuevo ¿de acuerdo? Trataré de venir rápido.

Me empujó por los hombros hasta que topé con la cama y me dejé caer ahí, siguiendo todo lo que ella quería que hiciera sin poner ninguna clase de resistencia, cuando estuve sentado me miró con reproche, como cuando mi mamá pensaba que no podía hacer nada más conmigo y se fue de ahí sin decir nada más.

No voy a mentir, Esthep se acababa de ganar mi cariño, o por lo menos toda mi simpatía.

Narra Esthepanie

Salí de la habitación en busca de Marta para pedirle el maletín de primeros auxilios, al llegar a la cocina ella ya estaba preparando la cena.

—Ahm... Marta, ¿tienes un maletín de primeros auxilios?

—¿Por qué mi niña? ¿Le pasó algo a tu pierna? —A lo que yo respondí negando con la cabeza—. Ah, es Gustavo ¿cierto? —preguntó preocupada.

—Sí, bueno es que enloqueció y empezó a golpear todo. Se lastimó las manos, ese chico está loco. —Reí con tristeza.

—Ni que lo digas, ya vuelvo. —Y se fue, supongo que a buscar el maletín.

Fui por agua y esperé sentada en unos de los taburetes a que regresara Marta. Gustavo es extraño, siento que esconde cosas, que hay algo que lo atormenta.

—aquí está —dijo Marta sacándome de mis pensamientos—. De hecho, subamos ambas, tengo unas cuántas cosas que decirle a ese chico.

—No marta yo cr...

—Ni una palabra más señorita. —Y subió las escaleras a mi par.

Al entrar Gustavo estaba en el mismo sitio donde lo había dejado, al menos me había hecho caso y no terminó de destruir lo que quedaba de habitación.

—Tan bruto delante de una chica, no puedo creerlo... —murmuró Marta regañándolo y curando sus manos. Terminó más rápido de curar y vendarle las manos de lo que yo esperaba, quizás pasaba a menudo.

—Gracias por la ayuda. —le dije.

—Oh, no es nada cariño.— Volteándose hacia mí y sonriendo—. Lamento mucho que hayas tenido que ver eso, hace mucho que él no pasaba por algo así. No puedo creer que lo haya hecho frente a ti, estoy tan apenada.

Fruncí el ceño y miré al desgastado Gustavo un momento.

—No te preocupes por eso, Marta. —Negué, pensando en cómo era posible que lo regañara por algo así. ¿Acaso cree que el pobre Gustavo dijo: "oh, voy a romperme las manos contra la pared, suena como algo divertido"? No, no lo hizo. Él sólo estaba sucumbiendo ante la presión, estaba lidiando con sus sentimientos por medio de la ira para no terminar llorando. No puedo creer que lo culpe por eso—. De hecho creo que no es justo que lo regañe, creo que yo fui la que causo todo esto y...

—Tú no tienes la culpa. —Me interrumpió Gustavo, suspirando y negando con la cabeza—. Mamá, ya entendí ¿está bien? No lo volveré a hacer, así que ya te puedes ir. Estábamos ocupados.

—De acuerdo, no me quieren aquí. —Bufó, se acercó a besar la frente de Gustavo, haciendo que él pusiera esa linda cara de vergüenza de nuevo mientras me miraba sonreír y luego ella caminó hacia mí—. Um, Esthepanie ¿Gustavo te mencionó que las paredes son medio a prueba de sonido? Eso quiere decir que casi no se escucha nada para afuera, entonces ustedes pueden hacer lo que quieran... hablar, y esas cosas, o lo que ustedes deseen, porque nosotros no nos vamos a enterar. Y tu padre volverá hasta en la noche, entonces tendrán mucho tiempo para que se diviertan haciendo cualquier cosa, pero con cuidado ¿Sí, Esthepanie? No queremos más sorpresas en la familia, aún...— Añadió con una sonrisa traviesa y salió de la habitación.

No, de ninguna jodida manera. Ella no me acaba de dar permiso para que tenga sexo con su hijo ¿lo hizo? ¡¿Lo hizo?! Demonios, ella es la mamá más rara y genial del mundo. Me pregunto cómo tratará a las novias oficiales de Gustavo.

—Ya ni siquiera me voy a disculpar por lo que ella dice. —Gimió Gustavo dejándose caer de espaldas en su cama—. Tendrás que aprender a vivir con ello.

—Tú mamá es genial, Gustavo. Ella y mi mamá serían como las mejores amigas del mundo, uniendo sus fuerzas para avergonzar a sus hijos. Bueno, jamás me dejaría deliberadamente tener sexo con un chico en mi habitación, pero sé que me hubiera avergonzado de mil formas diferentes también —dije rápidamente, tratando de aliviar su vergüenza y me dejé caer en la cama a su lado. Como si ese momento de pérdida momentánea de sentimientos que pasamos nos hubiera convertido en íntimos.

—Si bueno, Esthep yo la verdad estoy algo cansado y quisiera dormir...

—Ahm... bueno entonces yo me voy —murmure y me puse de pie.

—No, espera. —Se sentó en la cama—. Como ya vez mi cuarto esta hecho un desastre, tu... ¿me dejarías dormir contigo?

—Si Gustavo, claro que puedes —le respondí con una sonrisa, la verdad, quería tenerlo cerca. Desde lo del trágico accidente tenerlo cerca me transmitía paz, más de lo que quería aceptar.

—Gracias, entonces vamos.

Salimos de su habitación y nos dirigimos a la mía.

—Pido el lado de la pared —grité lanzándome hacia la cama y riendo.

—Eres una tramposa. —Gruño poniendo los ojos en blanco y riendo al mismo tiempo que se acostaba a mi lado—. Ganas tú sólo porque quiero ser amable.

—jajaja, que gracioso —dije con sarcasmo.

—Venga ya, vamos a dormir. —Apagó la lámpara dejando sólo la iluminación que entraba por la ventana.

—Esta bien —murmuré poniendo los ojos en blanco. Estábamos acostados de frente, mirándonos.

No estaba muy segura, pero sentía como que algo había cambiado entre nosotros justo en ese momento. Me quedé completamente callada mientras pensaba en eso.

Nuestras cabezas no habían quedado tan juntas al principio, pero Gus se fue acercando milímetro a milímetro por no sé cuánto tiempo hasta que, literalmente, sólo había medio centímetro entre nosotros. El no hizo ningún otro movimiento, yo tampoco.

Nos quedamos en el mismo lugar por un minuto o más, mirándonos a los ojos, respirando el mismo aire y cuestionándonos la misma cosa, pero yo no iba a sellar el beso. Al parecer él estaba igual de ansioso que yo, porque de un momento a otro tomó una profunda respiración y pegó su boca a la mía.

Primero fue sólo eso. Nuestras bocas juntas, compartiendo calidez, acostumbrándose. Nosotros haciéndonos a la idea, tomándonos un tiempo para aceptar lo que estaba pasando, cayendo en cuenta de que nada sería igual después de eso. Por lo menos yo sabía que no sería la misma después de eso.

Mi estómago estaba apretado, mis manos ansiosas y mis ojos se cerraron involuntariamente. Escurrí mi mano a través de su cabello hasta que llegué a su nuca y, lo más suavemente que pude, moví mis labios sobre los suyos, suspirando ante su suavidad y la deliciosa humedad de sus labios hasta que él comenzó a responderme. Puso su mano en mi mejilla y la acarició levemente mientras me daba el mejor beso que hubiera experimentado alguna vez. Lento, tentativo, romántico.

—Buenas noches Esthep —murmuró rompiendo el beso mientras sonreía, pude sentir que lo hizo.

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