05
Narra Esthepanie
Respiré profundamente, ignorando el pinchazo de dolor en todo mi cuerpo, muriendo de los nervios por dentro y levanté mi brazo para agarrar el móvil de Gustavo pero mis brazos se sentían como gelatina y se me hizo un poco difícil hacerlo.
—Yo lo hago —murmuró Gustavo antes de que lo tomara y supongo que empezó a buscar el número de mi papá.
Su boca estaba un poco torcida hacia un lado, como si estuviera sonriendo de una manera demasiado extraña y su mandíbula por primera vez desde que lo conozco, no estaba apretada. Lucía más calmado, joven y bonito. Levantó la vista de repente, asustándome un poco y me tendió de nuevo su celular, que ya estaba llamando, pero en lugar de dármelo lo mantuvo pegado a mi oído. Le sonreí de lado por eso.
—Oh, hombre. —Dejé salir todo el aire y apreté mi oído más fuerte contra el celular.
Mi papá cuando estaba enojado, tenía este... no sé, como un alter ego, su otro yo, llamémoslo El Padrino. Bueno, cuando El Padrino hacia su aparición nadie estaba contento, una vez Fernando conoció al Padrino y hasta la fecha no puede saludar a mi papá sin ponerse tartamudo. Yo casi siempre, en el momento en que El Padrino me levanta la voz, me suelto llorando y él se va, pero no funciona siempre, hay momentos en que mis lágrimas no arreglan nada y creo que eso pasará en este momento porque lo que hice fue demasiado malo y si Dios no estuviera de mi lado, probablemente para este momento yo estaría muerta.
—¿Sí? —contestó, como al quinto timbre y yo salté un poco en mi camilla al escuchar su ronca voz.
—¿Papá? Soy yo —dije con voz bajita—. Yo, uh, tengo algo muy importante que decirte, pero no quiero que te enojes conmigo. Hice una cosa muy tonta y...
—Mi niña, no puedo hablar ahora, estoy en una reunión importante. Quédate con Gustavo ¿está bien? Hazle caso, volveré esta tarde.
—Oh, de acuerdo. Pero no tienes derecho a estar enojado más tarde ¿oíste? Me estas mandando a volar ahora mismo así que perdiste tu derecho. Salí la casa de Gustavo y me encontré con unos tipos que me dieron un tiro en la pierna, así que estoy en el hospital. Pero bueno, estoy en perfecto estado, tárdate todo lo que quieras y no te atrevas a enojarte con Gustavo porque él ya me regañó lo suficiente y no quiero que me odie más. Adiós, buena suerte. Te amo.
—¡¿Qué dem...
—Cuelga, Gustavo, cuelga —le ordené rápidamente, alejando mi cabeza. Él parpadeó como si estuviera confuso y colgó.
—Eso fue... —Se sentó lentamente en el sofá y negó con la cabeza—. Él va a estar explotando cosas por esto. Explotando cosas, literalmente.
—Le dije que estaba bien ¿qué más quiere?
—No tienes ni idea, Esthepanie. Esto no es algo que no importe, se va a estar volviendo loco por esto y vamos a tener que rastrear a el tipo que lo hizo ¿entiendes? ¿Recuerdas cómo era él?
—¿Rastrearlo, cómo perros o algo así? Sí, recuerdo unas cuantas cosas, da igual. No creo que lo encuentren y de todos modos no importa. Me estaba metiendo en sus asuntos, así que supongo que en cierto modo...
—Importa, y lo vamos a encontrar. —Aseguró, mirando hacia la pared como si estuviera perdido en sus pensamientos—. Tú papá no va a parar hasta encontrarlos y...
—¿Y qué? —Bufé, poniendo los ojos en blanco— ¿Torturarlo hasta la muerte? ¿Cortarlo en pedazos? Vamos gus, sólo olvidemos esto. No volveré a salir así, lo prometo.
—¿Y todo se arregla así, mágicamente? —Se burló sin parecer divertido en lo absoluto—. A veces me gustaría vivir en el mismo mundo de fantasía en el que tú vives, esthep. Todo sería tan jodidamente fácil.
Narra Gustavo
Tres hombres vestidos de negro completamente interrumpieron en la sala de espera y registraron todo el lugar. Me puse tenso y asustado, al borde de un colapso y repasé en mi cabeza las palabras que había estado ensayando porque yo conocía a esos tres gigantes, eran los guardaespaldas más cercanos del señor Ferrer. Salieron de ahí y en menos de dos minutos volvieron a entrar, seguidos por un gran hombre con su usual traje elegante y su presencia peligrosa.
Sé que no tengo derecho de hablar contigo, Dios, pero por favor ayúdame aquí con este hombre.
—¿Dónde está mi hija? —me preguntó directamente. Su mandíbula estaba apretada y sus ojos chispeaban enojo.
—Está dormida, señor, pero está perfectamente bien. Fue un disparo en la pantorrilla y no en ningún lugar importante —contesté, poniéndome de pie frente a él y dándole la mano para una sacudida fuerte y amenazante— quiero decirle que...
—No te preocupes en explicar esto. Hablé con tu madre y me explicó la situación, además, conozco a mi hija. —Cerró los ojos un momento y soltó todo el aire, como aceptando que su hija no era otra cosa más que una chiquilla ignorante y tonta que iría revoloteando y sonriendo por un lecho de flores hacia su propia muerte. Sí, estoy empezando a conocer bien ese sentimiento—. Es sólo que creí que sería diferente contigo, ya sabes, a veces las amistades...
—Nosotros no somos realmente unidos ¿sabe? Nos conocemos hace dos días y... bueno, somos diferentes. Me preocupa abrir la boca de más a su alrededor.
—Tienes razón, le estamos ocultando muchas cosas a mi pequeña ¿crees que hacemos bien al no decirle? ¿O que deberíamos dejarla saber?
—No lo sé, la verdad. —Me rasqué la nuca—. Creo que aún no es el momento indicado, pero tiene que decírselo más adelante, mejor temprano que tarde, porque es necesario. No puede tenerla así de perdida en esto si quiere que siga con vida.
—Tienes tanta razón. —Me dio una leve sonrisa y todo dentro de mí dio un gran suspiro de salvación—. Me gustaría que siguieras pasando tiempo con Esthepanie, eso no es un problema ¿o sí?
—No, no lo es —contesté, pretendiendo haber dicho una mentira, pero dentro de mí como que... bueno, sabía que pasar tiempo con ella no era tan malo después de todo.
(...)
La música no estaba tan fuerte, de hecho tenía el volumen perfecto. La mayoría de los invitados importantes estaban hablando en privado y muchos de los jóvenes estaban en las habitaciones con alguna chica. Los disparos habían parado hace media hora y a mí alrededor sólo estaban mis mejores amigos, y aunque usualmente me gusta estar aquí relajado con ellos, me estaba muriendo del aburrimiento y mi cabeza había empezado a palpitar.
—¿Qué tienes, Gustavo? —preguntó Ron.
—Mi cabeza me está matando. —Me quejé, tirándome hacia atrás con cuidado de no tirar lo que fuera que tuviera el vaso en mis manos. Creía que era whisky pero sabía más fuerte y yo no tenía nada de ganas de adivinar sabores. Hubiera subido los pies a la mesa para estar más cómodo, pero estaba completamente llena de drogas, cocaína para Ron y Charles, Heroína para Bernard y otras cosas, ni siquiera quise mirar para no querer nada de ahí.
Cuando mi mamá viene a este tipo de fiestas me prohíbe jugar a cualquier juego, pero en especial a ese donde puedes matar a cinco mujeres si quieres. Me prohíbe las drogas, cualquier tipo y fumar también, lo único que puedo ingerir son bebidas alcohólicas. También me prohíbe estar con cualquier mujer de aquí, lo cual es demasiado cruel, quiero decir hace dos semanas que no tengo nada de acción, no tengo novia ni nada parecido y por aquí hay una muy buena cantidad de mujeres desnudas paseándose por nuestras caras.
—Esto se pone aburrido cuando mamá viene. —Se quejó Nick a mi lado, igual de desparramado en su asiento que yo—. Mierda jodida, mira a esa puta, hermano.
Sería más fácil cubrir la parte de "No mujeres" si ellas no estuvieran por todos lados.
—¿La morena? —pregunté, torciendo mi cuello para poder ver. No hubiera volteado para ver a una puta si alguien más me lo hubiera dicho pero fue Nick y él tenía buen gusto.
Cuando logré ver a la morena comprobé su buen maldito gusto una vez más. Ella era alta y esbelta, probablemente tan alta como yo, sus piernas eran delgadas, sus pechos pequeños y sus pezones rosados y erectos. Sus hombros estaban llenos de pecas, no soy fan de las pecas, pero se ven bien en ella. La chica estaba afeitada de ahí abajo pero antes de que pudiera ver bien esa parte se volteó a hablar con un hombre que depositó dinero en su canasta y la acción de ella inclinándose un poco me dio una perfecta vista de su trasero, luego el viejo con el que estaba hablando le dio un apretón y quité la vista.
—Está buena —Gimió Ron, levantando su cara un poco de la mesa. Sus ojos estaban completamente rojos y su corta barba creciente tenía cocaína.
—Bella, ven aquí. —La llamé cuando por fin dejó de atender al otro hombre.
Ella sonrió temblorosamente, probablemente contenta de que alguien jodidamente joven la llamara, pero tenía esa mirada de miedo que siempre tienen estas mujeres en estas fiestas, que arruinaba su preciosa cara. Por lo general me sentiría mal por ellas, pero es su decisión venir aquí, nadie las obliga, ellas saben que conseguirán más dinero en una fiesta que en un año trabajando en cualquier otro lugar. Por supuesto, arriesgan su vida pero eso no les importa, también tienen la esperanza de que alguno de nosotros la tome como su puta personal y que no solo la cuide en las fiestas sino que también les dé mucho más dinero del que nunca soñaron con tener.
—Dulce señor, eres caliente —le dijo Nick cuando llegó a nuestro apartado. La morena le sonrió y luego volteó hacia mí.
—¿En qué le puedo ayudar, señor?
—Sólo ven aquí conmigo. —Estiré una mano y tomé su cintura para atraerla a mí, pero mi hermano tomó su brazo y como no estaba permitido maltratar a las mujeres, ambos nos quedamos ahí sin apretarla—. Nick, aléjate, hombre.
—Tú aléjate, yo la vi primero.
—Yo le hablé primero, lento.
—Está bien. —Nos interrumpió la chica, acercando su cuerpo desnudo a mí pero acariciando el brazo de Nick— yo puedo complacer a ambos, chicos. No hace falta pelear.
—No, esa mierda no me gusta. —Gruñí y me levanté de mi asiento. A pesar de cómo lucía, era un poco más baja que yo. Saqué la cartera de mi bolsillo trasero y deposité varios euros en su canasta, justo a la altura de mis ojos. Tomé completamente su cintura alejándola de Nick que empezó a quejarse y caminé con ella—. Vamos a una habitación ¿Está bien?
—Por supuesto.
Antes de pasar por las habitaciones tenía que pasar por el apartado donde estaban mis padres y mi hermano mayor. No había manera de que no me vieran y maldije por eso, pero no iba a desperdiciar a la cosa caliente y escurridiza que tenía entre mis brazos, así que la llevé hacia una pared medio escondida entre dos plantas grandes.
—No podemos pasar por ahí, lo siento —murmuré aunque sabía que no le importaba mucho ser jodida en una pared, probablemente también se la habían jodido en la calle o en cualquier otro lugar y la empujé contra la pared, empezando a besar su cuello. No había manera de que la besara en los labios, siempre me había dado asco.
—No importa el lugar. —Ronroneó, echando su cabeza hacia atrás y pasando sus manos por debajo de mi camisa. No debía tocar a las mujeres en público tampoco, pero estábamos escondidos, no contaba como público ¿cierto? Llevé mis manos a su trasero frío sin dejar de besar su cuello y sus hombros pecosos y la acaricié un momento antes de tomarla con fuerza para que sus piernas se enredaran en mi cintura.
Ella era demasiado delgada para mi gusto, sus piernas eran puro hueso y todo lo demás también. Mientras la chica levantaba mi camisa casi por completo acariciando mi estómago y espalda, me encontré comparándola con cierta otra morena de piel bronceada y apetitosa, de piernas agradablemente llenas, trasero rebotante, perfecto, torneado y pechos generosos, grandes para una cosa tan pequeña como ella.
Me encontré comparando los delgados labios de esa con la boca llena de Esthepanie y aunque no quería, de pronto ya estaba besando a la puta, pensando que los labios de Esthepanie no se sentirían como eso. El cuerpo completo de Esthepanie no se sentiría como eso, y de verdad debería dejar de pensar en ella en este momento, porque de pronto estaba más entusiasmado con la puta pero no era precisamente por sus habilidades de besar, sino por la chica completamente diferente que estaba en mis pensamientos.
—¡Gustavo! —Masculló una voz enojada detrás de mí. Dejé mis manos inmóviles en el trasero de la chica y mi boca congelada en la suya pero ella no dejaba de acariciar mi espalda por debajo de mi camisa— ¡Ven aquí ahora mismo!
—Lo siento, preciosa —le susurré, tratando de desenredar su cuerpo del mío y volteé hacia mi mamá sintiéndome culpable, avergonzado y atrapado—. Lo siento, mamá.
—"Lo siento, lo siento" es todo lo que sabes decir. —Me regañó. Caminé hacia ella rascando mi nuca y cuando menos me lo esperé tomó mi cuello como si fuera un perro y me llevó casi arrastrando hacia donde estaban mi hermano aburrido y mis amigos drogados.
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