Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

01

Mi papá, tan histérico, amargado y gritón como siempre, estaba gritando mil cosas en italiano por su teléfono, de las cuales sólo entendía la mitad mientras metía mis dos maletas solitarias a un helicóptero negro estacionado en nuestro patio trasero.

¡Un helicóptero! ¿Qué tan sumamente genial suena eso? No sabía que teníamos uno. Ni siquiera sabía que teníamos el dinero suficiente como para poder siquiera llegar a pensar en la remota posibilidad de algún día de nuestras largas vidas poder comprar uno.

Uno se lleva cada sorpresa...

Estaba emocionada, un poco encabronada y confundida por la situación, pero vamos, no todos los días te enteras de que tienes un helicóptero y de que, probablemente, podrías tener más dinero del que pensabas.

—Sube ya, niña. —Me apuró mi papá empujándome por la espalda.

Resoplé y me metí a esa cosa contemplando todo con los ojos bien abiertos. Era realmente amplio por dentro, los asientos eran de piel negra, había unas pequeñas pantallas como en los aviones y las paredes iban a juego con los asientos. También, me encontré con unos ojos color caramelo que me miraban curiosos.

—Él es Gustavo Sabino, el hijo de Jerry Sabino, mi socio. Antes de que comiences con las preguntas te digo que todo esto es por nuestro bienestar y seguridad, nada más. Y por favor te pediré algo, no rezongues.

—¡No me digas que no rezongue! Tengo todo el derecho del mundo a rezongar, odio que me hagas esto, odio que me dejes así todo el tiempo... No entiendo nada, me desespera que todo sea así contigo ¡Nunca me entero de nada! —grité como desquiciada y le dirigí la mirada más enojada que pude hacer a mi papá, para que viera que el hecho de tener un helicóptero no me pondrá de buenas tan fácilmente.

La cosa es que yo nunca pero nunca me enteraba de nada, ni de las cosas importantes ni de lo más estúpido, todas las personas a mí alrededor siempre me escondían las cosas como si fuera una niña pequeña que no entiende.

Bueno, podré no entender algunas cosas, pero definitivamente ya no soy su niña pequeña.

Él se sentó a mi lado lentamente suspirando, y supe que estaba ideando mil formas de pedirme disculpas sin pedirlas realmente, porque así era él. Nunca aceptaba sus errores y por supuesto, nunca se disculpaba.

Suspiré de una manera demasiado lastimera, cruzando mis brazos en mi regazo y haciendo esa carita de perro que lo mata siempre, consciente de que iba a funcionar. Él puso su mano en mi rodilla mirándome con cara apenada.

¿Por qué razón del cielo mi papá era tan fácil de manipular? Oh, señor, apiádate de él.

Nadie absolutamente pensaría que ese hombre de casi dos metros y 94 kilos fuera fácil de manipular, pero lo era, oh sí que lo era el pobrecito. O quizás yo era muy buena manipulando, quién sabe.

Mi papá tenía cara de perro rabioso casi todo el tiempo, siempre usaba trajes negros, camisa negra, corbata negra, zapatos negros... Él odiaba cuando le decía que tenía un aire a Tony El Gordo de Los Simpsons, pero era verdad ¡Totalmente! Hasta tenía ese acento italiano...

Todos se callaban cuando entraba a un lugar y esperaban que aparecieran tras de él un montón de tipos armados y comenzarán a disparar, pero no, él era sólo un vendedor de viviendas. Nada emocionante. El caso es que nadie se imagina que Tony El Gordo sea fácil de manipular, pero nadie sabe que mi Tony era un hombre tierno y un poquito tonto.

Tomé aire cuando el conductor se metió a la cabina por fin. Ese sería mi primer viaje en helicóptero y no podía esperar para contárselo a Fernando, estaría más que alucinado ese idiota.

Resoplé de nuevo cuando el estúpido conductor salió y pareció decidir que no se quería ir aún, se metió de nuevo y se puso a revisar los botones y a decir un montón de cosas raras por un radio.

Que aburrido ¿No podemos solo volar y ya? ¿Por qué hacen falta todas estas tonterías?

—Mi niña, tú sabes que hay ciertas cosas que...

—... Que no debo ni quiero saber. —Concluí rodando los ojos—. Sí, lo sé.

Había escuchado esa estúpida frase muchas veces como para no saberla de memoria, no era tan tonta. Me daban ganas de patear cosas cuando me decía eso, por varias razones.

Para empezar, odiaba que me escondieran las cosas, era verdaderamente lo peor que me podían hacer y mi papá era la persona que más cosas me había escondido toda mi vida.

Además, ni siquiera entendía muy bien lo que significa, o sea, según "hay ciertas cosas que no debo ni quiero saber" pero ¿Por qué? ¿Qué tipo de cosas son? ¿Y por qué, yo que soy su propia hija, no puedo saberlo? Si estaba preguntado era porque quería saber, obviamente.

Mi papá, alias El Filósofo, seguramente se había inventado esa frase nada más para hacerme enojar.

—¿A dónde vamos? —grité sobre el sonido de las aspas después de un rato. Toqué mis audífonos, lista para quitármelos si no podía escuchar a mi papá, que era lo más probable.

—¡Regresamos a Italia! —contestó también gritando.

Sí, lo escuche a la perfección. Y solo pude quedarme callada, de piedra, deseando que la tierra me tragara en ese momento. Obviamente no podía renegar eso, iríamos a Italia lo quisiera yo o no, además ya íbamos a medio camino. Maldición, hubiera preguntado antes.

En mis míseros diecisiete años había vivido en México, Francia, Italia, Estados Unidos e Inglaterra. Y créeme cuando digo no era tan genial como sonaba.

Pase mis primeros seis años en México, bueno, ni siquiera recuerdo eso. Después pase cuatro años en Francia, me acuerdo sólo porque no entendía ni un carajo de lo que la gente hablaba; tuve que aprender inglés y lo que pude de francés para comunicarme con algunas personas, además, no tenía ni un solo amigo, me sentía tan mal y patéticamente solitaria que lo único que pude hacer fue refugiarme en la comida «si, obesidad infantil ¿En qué demonios estaba pensando?», Debí meterme al gimnasio para matar la depresión o hacer dietas.

Luego me fui a vivir a Inglaterra pero, fuera de eso tuve una vida relativamente feliz, mucho mejor de la que tuve en Italia. Por lo menos hice amigos y había más gente que hablaba en inglés.

En Italia duramos cinco años, los cinco años más importantes de mi vida, se podría decir. Di mi primer beso con mi vecino, se llamaba Ezequiel, yo tenía trece y él tenía quince años. Y estaba tan enamorada de él. Dios, aún lo recuerdo, con sus ojos azules y su piel tostada, tan sexy.

Un día estábamos sentados solos en la plaza central comiendo un helado; era la primera cita que yo tenía y estaba terriblemente nerviosa, más que cualquier otra chica normal, eso es seguro.

Dejé caer la bebida en la mesa donde estábamos almorzando y cayó todo en su pantalón blanco, me sorprendió que no me abofeteara y saliera corriendo después de eso. Mientras comíamos helado y nos reíamos acerca del incidente con la bebida, Ezequiel me dijo: "eres la niña más bonita que he visto en toda mi vida" «lo cual sigo dudando mucho porque ¡Nadie es bonita a los trece! Bueno, por lo menos yo no lo era. Me había tratado de depilar las cejas con cera e hice una tremenda asquerosidad en mi cara, me quedaron demasiado delgadas y totalmente disparejas. Además aún seguía un poco gorda y me estaban saliendo granitos en la cara », luego me acarició las mejillas regordetas con el gesto más lindo que alguien hubiera tenido conmigo y se acercó a mí, sus labios sabían a chocolate caliente y su lengua levemente tocó mis labios, yo de verdad hubiera gritado en medio del beso por la emoción de su lengua tocando mis labios. Afortunadamente no lo hice.

Después del beso me preguntó que si quería ser su novia y yo dije que no, porque mi papá había dicho que no podía tener novio hasta los quince años y yo seguía las reglas, era de esas niñas que no desobedecía en nada, pero el muy imbécil se enojó conmigo y al día siguiente le contó a todos en el colegio que lo había dejado tocar mis senos poco desarrollados... ¡Poco desarrollados, joder!

Si, así lo dijo el maldito Ezequiel: "Esthepanie Ferrer me dejó tocar sus senos poco desarrollados" estúpido imbécil. Mis senos estaban creciendo apenas ¿De acuerdo? Si, estaban pequeños ¡¿Y qué?! Ese mal nacido me dejó un jodido trauma con su mugroso comentario inmaduro de mierda.

Todo era muy bueno en Italia, excepto Ezequiel.

De repente, el chico a mi lado me habló, sacándome de mis pensamientos.

—Oye, ¿siempre eres así de agresiva? Digo, para saber a qué atenerme cuando esté cerca de ti —Rió bajito, mirándome.

—Ahm —Que pena que la primera impresión que le di a, como se llamaba...ah, Gustavo, fuera la de loca histérica—... No, es sólo que estaba un poco molesta. Lo siento si te asusté —Reí para que no se me notara la pena que tenía encima.

—¿Un poquito? Yo creo que mucho, ¿puedo decirte Esthep? Es que tu nombre es muy largo —preguntó sacando un chocolate de su bolso.

—Sí, gus gus. —Reí.

La Cenicienta me gustaba mucho de pequeña y decirle gus gus a alguien sería tierno. Era extraño que la confianza fluyera tan rápido, pero me tomé el atrevimiento de ponerle un apodo. De igual forma, él ya lo había hecho.

—Me quejaría de ese apodo, pero la verdad es que está bueno. Por lo menos ya sé que te gusta ver cuentos de hadas. —Rió echando la cabeza hacía atrás, dejando ver una perfecta sonrisa—. ¿Quieres? —Me ofreció chocolate.

Al parecer el viaje a Italia no sería tan malo después de todo. Ese chico me estaba agrandando y quizás distraerme con él me ayudaría  a disipar un poco mis molestias.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro