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Capítulo {3}:

Alexia Belén:

Nuevo trabajo...

—Buenos días.

—Buenos días, oh, ya estás levantada.

—Sí, es que tengo que salir hoy, hice de desayuno café y tostadas.

Comienzo a recoger el desorden que he hecho en uno de los sofás buscando la dirección de la preparatoria sin éxito alguno.

Éricka se acerca a la cocina —¡Wow!— exclama.

—Lo sé, no te burles, al menos hice el intento, soy mala en todo lo que tenga que ver con cocinar.

Ella sale sonriendo con una tostada completamente quemada en una mano y una taza de café en la otra —Sí, ya me di cuenta— responde mirando la tostada.

—Me ofendes—  finjo dolor.

Toma un sorbo de café y acto seguido colcoca cara de estreñimiento  —Y el café ni se diga.

Ruedo los ojos —Te divertes con las debilidades ajenas.

—No, no es eso, solo que... ah olvídalo—  vuelve a la cocina —oye y ¿A dónde vas?.

—Al colegio, necesito hablar con el director en persona.

—Directora, es mujer.

—Entonces será más fácil.

—Sí, es un amor de persona, si quieres te llevo, yo voy para allá también—  se para en la puerta de la cocina.

—¿Y a qué tu vas un sábado a una preparatoria?.

—Bueno, aparte de que hay sábados que tengo que ir por reuniones de profesores y demás, yo planifico mis clases allí porque los sábados aquí son catastróficos con los vecinos de al lado.

—¿Qué tienen?.

—Nada, que desde temprano están con la música a todo volumen y con un griterío constante.

—Ok— pronuncio lentamente.

—Espérame, en cinco me arreglo.

~~~

Media hora después:

Sí, media hora después, porque los cinco minutos que Éricka me pidió no fueron suficientes y al parecer los lanzó por el lavabo.

—Estoy lista—  baja por las escaleras con una cartera en manos junto a un grupo de carpetas.

Lleva un vestido negro ajustado al cuerpo y el cabello recogido en una coleta.

—Por lo que veo cinco minutos no te fueron suficientes.

Nos dirigimos a la puerta.

—Es que si te hubiese dicho que en realidad tardo casi una hora para arreglarme quizás ni me hubieses esperado.

—Créeme que estaba a punto de irme.

Empezamos a bajar los 432 escalones que me hicieron sudar ayer.

—Me pregunto cuándo arreglarán el focking ascensor ese.

Éricka comienza a reír —Tendrás que esperar más tiempo del que me tardo yo vistiéndome para verlo funcionar.

—¿En serio?.

—Sí, bueno siempre es lo mismo, se rompe y lo arreglan.

Llegamos al aparcamiento topándome con un auto negro de clase.

—¿Es tuyo?—  no puedo evitar preguntar.

—Sí, todo gracias a la insistencia de mi padre, vamos sube.

Abro la puerta del copiloto y me adentro en el auto  —Wow está guay.

—Creo que le quitarás el trabajo a Bianca—  me dice mientras arranca el auto.

—¿Bianca?.

—Sí, la profesora de Lengua Inglesa, lo digo por tu spanglish.

—Ah—  es que me gusta convinar el español con el inglés, suena bien (según yo).

~~~

—¿Segura que tienes licencia de conducir?— le pregunto mientras nos bajábamos del auto frente a la preparatoria, la cual es completamente extensa, parece una institución del siglo XIX.

—Hey, me ofendes—  cita las palabras dichas por mí esta mañana rodeando el auto y encaminándonos al colegio.

—Es la verdad, casi pierdo la cabeza

Creo que veníamos a 200 km/h o más.

—La cabeza o esa melena tuya.

—¿Me estás llamando leona?—  reímos   —a sé que debo cortarme todo esto— señalo mi cabello.

—Cortarlo no, sería una injusticia, el rizo te queda bien, sino darle orden.

-¿Ahora me dices desgreñada?—   me llevo las manos al pecho.

—Ay por Dios— dice sonriendo.

Éricka es buena persona, sé que llevo menos de 48 horas conviviendo con ella pero tengo la habilidad de descifrar a las personas y (casi) nunca fallo.

—Sigue adelante, ahora te veo.

—¿A dónde vas?.

—Tengo que hablar con una persona.

Sigo el hilo de su mirada, la cual se detiene en un chico robusto, está de espaldas a unos metros de nosotras, pero tiene un cuerpo... umh... buenísimo, creo que es un profesor porque viste elegante, pero su ropa es ajustada, demasiado para un profe, ¿Eso no es un delito? Y se encuentra hablando con otro chico, este a simple vista es más joven que el anterior, el cual sí tiene apariencia de estudiante, tan solo se puede ver su cabello desordenado negro azabache, pero...

¿Qué hace un estudiante en la escuela hoy sábado?
Quizás es para estudiar, bah, no importa.

Muestro una pícara sonrisa  —De acuerdo.

—No, no es lo que piensas—  se apresura a decir.

—Tranquila querida, solo necesito que me digas dónde está el departamento de la directora y haces lo que quieras.

—Sigue ese pasillo recto, luego dobla a la derecha, al final hay una puerta, es ese.

—Ok, te dejo— le guiño un ojo y le doy la espalda.

La preparatoria está vacía, por supuesto lo va a estar si hoy es sábado y ningún estudiante se aparecería un sábado en una escuela.

Llegando al departamento la puerta está abierta y hay más de una persona, sé que es de mala educación escuchar tras las puertas pero no pude evitarlo.

—Tú no eres quién para decirme lo que tengo que hacer—  dice una mujer.

—Claro que sí, mientras que tenga que ver con la escuela—  responde un hombre de voz ronca.

—Paul necesitamos de una profesora y ella es la única opción.

¿Hablan de mí?

—No, no lo es y menos si es una presa.

Seep, hablan de mí.

—¿Qué tiene de malo? ¿Ahora te la das de prejuicioso?.

Eso, defiéndeme querida.

—No es ningún prejuicio, solo que no es bien visto, además, ¿Qué dirán los padres?.

—A la mierda lo que digan los padres, las madres y quien tenga que decir.

Wow, sabe decir palabras sucias, me cae bien esta mujer.

—Además leíste su currículum— continúa diciendo.

—Sí, incluyendo la parte donde pasó diecisiete años en prisión, ¡Diecisiete años Elena! por dios sabe qué, porque ni esa información aparece.

—Omitiendo esa parte Paul— emplea un tono de voz cansado —es una profesora buena que sabe hacer su trabajo.

—No pienso discutir más sobre esto.

No lo hagas entonces, acepta que perdiste.

—Paul...

—Ella me da mala espina y aún no la conozco— interrumpe —pero te aseguro que cuando lo haga voy a hacer lo imposible para que renuncie...

Ok escuché demasiado.

Doy tres toques a la puerta entreabierta y asomo mi cabeza.

—Hola—  finjo una sonrisa tímida —¿Interrumpo algo?.

—Oh, pasa, no interrumpes nada—  la mujer se levanta de el asiento en el que estaba para acercarse, yo entro por completo a la oficina.

—De hecho ya me iba— recalca el hombre con voz neutra después de mirarme de arriba a abajo y viceversa con un toque de indiferencia.

Tan guapo y tan odioso a la vez.

—Vamos Paul, no seas maleducado— le regaña la mujer —yo soy Elena Salgado, la directora, supongo que eres Alexia Belén ¿no?— me brinda su mano.

—Sí, mucho gusto—  la acepto.

Es una mujer de esas que se encuentran en pleno apogeo de la madurez, creo que tiene alrededor de unos cuarenta años, es de cabello corto teñido de un gris muy favorecedor para ella, al parecer intentando cubrir sus canas, las cuales se descubrían en pequeñas proporciones, era de cuerpo robusto, ni muy corpulenta, ni muy delgada. Sus ojos de un negro intenso y su rostro provisto de varios puntos rosáceos.

Se ha vuelto mi heroína después de ver y escuchar cómo me defendió frente a este hombre tan apuesto.

—Mira, te presento a Paul McCartney— señala al susodicho a mis espaldas  —el profesor de Mates.

Giro sobre mis talones para detallarlo con una sonrisa solapada y mi subconsciente emite un chiflido seductor «Así que de Mates».

—Sí ¿Qué tiene de malo?—  ups, creo que lo pensé en voz alta.

—No, nada.

Solo que todos los profesores de Matemáticas que he conocido son viejos rabo verdes luciendo lo que no tienen y tú, mi amor, eres la excepción.

¿Puede una mujer mojarse con solamente la presencia de un hombre apuesto? Porque yo lo hice.

Este hombre no pasa de los cuarenta, es de cabello negro con algunas canas prematuras que le quedan demasiado sexy, tiene los ojos de un verde profundo, llevando toda una vegetación en ellos, sus cejas son pobladas de un negro intenso y muy definidas, sus labios, pues sus labios son...

—¿Señorita?— logra sacarme de mi descripción con esa voz ruda que derrocha pura confianza en sí mismo, su desdén no pasa desapercibido.

—Eh, mucho gusto— estiro mi mano derecha, él duda en recibirla pero lo hace  —presiento que nos llevaremos muy bien— deletreo las dos últimas palabras mordiéndome el labio inferior y mirándolo a los ojos con una sonrisa desafiante.

Él nota todos mis gestos y rápido retira su mano   —Sí, eh, luego nos vemos, adiós Elena—  se despide desde la puerta.

Le hago un gesto de adiós con la misma mano con que lo saludé, pero pareció más bien un saludo de quien no quiere la cosa, moviendo mis dedos sucesivamente sin dejar mi hermosa sonrisa.

La directora se aclara la garganta, rápido me volteo  —¿Guapo eh?— pregunta.

—Sí, creo que demasiado—  esto último lo susurro.

—¿Cómo?.

—No, nada.

—Bueno, toma asiento—  vuelve al asiento en el que estaba detrás de un escritorio y me señala uno frente al mismo —Debes estar aquí para informarte de cómo trabajamos.

—En efecto— sonrío.

—Bueno, posiblemente sabes que la profesora anterior pidió su...

Mientras ella hablaba mi mente estaba en el hombre ese de antes.

¿Cómo era que se llamaba?

Paul, Paul McCartney, cómo olvidarlo, creo que hoy tendré hermosos sueños húmedos con él.

De verdad, está como para comérselo completito (...)

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