Capítulo {28}:
Dolor de madre...
Llega el sábado y casi no salgo de la habitación, me paso todo el día en pijama y con los ojos hinchados de tanto llorar, prácticamente me he aislado de todo, apagué el móvil y Éricka me llama a la puerta por n-ésima vez pero sigo sin contestar.
***
Viene el domingo y la mitad del día es igual hasta que en la tarde decido salir a la cocina, cuando estoy a punto de abrir el refrigerador Éricka se coloca frente a él cruzada de brazos.
—Me vas a decir ahora qué es lo que te sucede o de aquí no sales— cuando abro la boca para excusarme me interrumpe —y no quiero un "no pasa nada, estoy bien" porque no pienso creerte.
Sin aguantarlo más vuelvo a romper en llanto, también parece que los astros se alinearon para que Andrés me visitara desde ayer y eso me pone súper sensible.
—Yo... yo...
—Ven aquí— me abraza y sollozo en su hombro.
—Lo encontré, Éricka— susurro.
—¿Qué encontraste?.
—A mi hijo— ella no dice más y se dedica a brindarme consuelo.
A la hora regreso a la habitación, enciendo el móvil y varias llamadas perdidas de la agencia junto a un mensaje me reciben, leo lo último.
Señorita Belén, llámenos en cuanto pueda, ya sabemos el paradero de su bebé.
IADSH
Yo también lo sé.
***
Nuevamente lunes y decido ir al colegio, escondo las ojeras y la cara hinchada con maquillaje. No me esfuerzo mucho en mi vestuario, me coloco unas zapatillas negras junto a unos pantalones de corte alto y una camisa de mangas largas, ambos de color marrón, me visto como mismo me siento, como la mierda.
Salgo del apartamento dejando a Éricka dormida.
Al llegar a la escuela pido un café en la cafetería y sigo de largo hacia el aula.
Entro y a leguas se nota la tensión del ambiente —Buenos días— saludo con la voz medio ronca y me aclaro la garganta, todos responden con desgana, dejo mis cosas en la mesa y me enfrento al aula en busca de él pero no lo veo.
Entonces me doy cuenta de los ánimos que hay, Michael juega con el lápiz, Diago tiene las manos sobre el rostro, Yudi está con la mirada cabizbaja.
»¿Pasa algo, chicos?— pregunto al fin, nadie responde —¿cómo pasaron el fin de semana?
—Pues mal— responde Kim con mala cara.
—Umh... ¿por qué?
—Porque hay personas que son una mierda, profe, y por eso el mundo también se ha vuelto una mierda.
—El vocabulario— advierto y me cruzo de brazos —¿alguien me va a decir qué ha pasado? ¿Diago? ¿Yusdailis?
—Nada, profe, es que... — ella suspira profundo —estamos preocupados por Peter y...
—¿Qué ha pasado con Peter?— la interrumpo asustada. Yusdailis empieza a llorar.
—Yo le explico— Kimberly habla —el viernes fuimos a la fiesta de la que le hablé— realiza gestos nerviosos con las manos —Peter estaba ahí pero su padre se apareció y...
—¿Y?— inquiero en un murmullo débil.
—Golpeó a Peter delante de todos— termina Diago con la mandíbula tensa —supongo que cada quien tiene una guerra propia para librar— comenta —y yo que siempre me burlaba de él.
—Luego se lo llevó en el auto y aún no sabemos nada de él— solloza Yusdailis y tiento a ciegas el escritorio para apoyarme llevándome la otra mano al pecho.
El aire de repente me falta —Yo...
—Profesora Belén— la profesora de Literatura de último año irrumpe en el aula, Yudi se seca las lágrimas y yo trato de reponerme.
Dorothea mira a todos lados con el ceño fruncido —La esperan en la dirección.
—Tengo clases ahora.
—Yo las daré— y es cuando me doy cuenta de los libros que trae y deja caer sobre la mesa.
Me muerdo la mejilla interna —Está bien.
Recojo mis cosas y las dejo en el departamento antes de seguir para la dirección. Al llegar toco tres veces hasta sentir la voz de Elena pidiéndome entrar, al hacerlo veo a una señora vestida de traje y a Lara... llorando.
—Buenas— saludo confundida.
—Mírala, ni vergüenza tiene— la miro sin comprender.
—¿Habla conmigo?
—¿Qué otra presa hay aquí que se haga pasar por profesora de Literatura?
—Señora Loretta, por favor— interviene Elena.
—Estoy acostumbrada a que me juzguen— aclaro —sin embargo no sé a dónde quiere llegar y si algo no pienso permitir ni aquí ni en ningún otro lugar es que rebajen mis títulos.
—¡Qué título ni que nada!— se exalta —Eres una sabandija aprovechada que al más mínimo instante golpea a sus estudiantes!
—¡¿Pero de qué está hablando?!— también me altero.
—¿Y aún lo niega?
—Es que ni siquiera sé de qué me habla.
—De esto— agarra el rostro de Lara y lo gira en mi dirección, es cuando veo el moretón que tiene —¡tú has golpeado a mi hija!
Suelto una risa seca y comienzo a negar —No, eso no lo hice yo, yo nunca le pondría la mano a ninguno de mis estudiantes por más insoportables que sean.
—¿Está diciendo que mi hija es insoportable?— Lara no deja de llorar y dudo de que sus lágrimas sean reales.
—Pues sí, demasiado.
—Quiero que la despidan— le habla a Elena que parece frustrada.
—¿En serio?— me dirijo a Lara —¿en serio vas a caer tan bajo?— continúa llorando —¡diles que no tengo nada que ver con eso que tienes en la cara y acaba con esta jodida mentira!— se queda en silencio —¡habla, Lara!
—Ella... — gimotea —ella sí me golpeó— abro y cierro la boca sin creerme lo que está pasando —fue el viernes, cuando fui a verla al departamento para pedirle disculpas por mi comportamiento— ya sabía yo que esa visita y ese cambio repentino no traían nada bueno.
—No la quiero en este colegio— vuelve a pedir la tal Loretta —ni en este ni en ningún otro.
—¡Está loca!— exclamo —¡Usted y su hija están locas!
Camina hasta mi posición y Elena se levanta deteniéndola antes de llegar.
—¡No me faltes el respeto, presa inútil!
—¡Usted empezó y si me falta yo le sobró, vieja decrépita!
—¡Serás... !
El estruendo de la puerta al ser abierta detiene lo que va a decir.
—¡¿Dónde está?!— Bianca llega arrebatada con Paul detrás y antes de nadie darse cuenta su mano se estrella en mi mejilla con un bofetón.
Todos callan, nadie se mueve.
—Sabía que eras una presa que no vale nada— habla —¿y ahora golpeas a mi hermana?
Con que hermana, son tal para cual.
—Bianca, por favor, te pido que salgas— le dice Elena.
Aún mantengo la cara a un lado por el golpe. La enderezo, hago una mueca y la miro, con la misma fuerza o más le devuelvo el bofetón.
Ella se lanza para volver a golpearme y Paul la retiene.
—Escúchame bien, rubia oxigenada— hablo —yo puedo ser lo que tú quieras, pero ¿Golpear a mis alumnos? Nunca— la señalo con el dedo índice —se dedican a juzgar a todo el puto mundo una y otra y otra vez por la apariencia, por el lugar donde vive, por el origen pero no se miran, no escogen al menos un segundo de su maldito tiempo para mirarse y están más huecos que cualquiera, por fuera y por dentro— respiro profundo —yo amo mi trabajo y nunca haría algo tan atroz— camino hasta la puerta —pero tranquilos, que aquí no me vuelven a ver la puta cara.
Salgo apresurada secando las lágrimas que comienzan a salir.
—Alexia— escucho la voz de Paul detrás de mí y no me detengo —¡Belén!
—¡¿Qué?!— me volteo y está vez no me preocupo en que todos los que van por el pasillo me vean llorar, ya estoy cansada de esconderme y hacerme la fuerte —También me vas a juzgar ¿no?— no lo dejo hablar —si fuiste el primero en hacerlo sin siquiera conocerme.
—No... Solo...
—No— detengo su diatriba —gracias, pero tampoco quiero tu lástima.
Lo dejo parado a mitad de pasillo al departamento por mi bolso.
—Esto me pasa por idiota— hablo para mí mientras descargo la rabia con los libros en mi puesto —por idiota y estúpida, sabiendo de que no hay gente buena, de que el ser humano es lo peor, vuelvo a caer.
Al final tiro todo al suelo y grito, tiro mis libros, los de Éricka, los de Leonel, los del otro y el otro y sigo gritando hasta dejarme caer. Los recuerdos amargos vienen a mí y mis hombros se sacuden con mis sollozos.
Siento dos pares de brazos rodearme y apoyo la frente en el hombro de la persona frente a mí mientras otra me abraza por detrás.
—Lo siento— fue lo que le dije a mi madre esa mañana en el juzgado cuando dictaron mi sentencia.
—No te preocupes, Bel, yo lo hubiese hecho igual— fue lo que me respondió —una se cansa de que le vean la cara, en estos tiempos ser mujer es una maldición porque mientras muchas feministas luchan por cosas estúpidas otras seguimos siendo víctimas de tantas situaciones y estoy segura de que si fuese a ti a la que vieran en eso te hubiesen dicho hasta del mal que ibas a morir.
—Está bien, profe— regreso a la realidad con las palabras de Yusdailis.
—Dicen que llorar limpia el alma— me consuela Kim —así que llore todo lo que quiera.
No lloro sólo por esto, todos mis problemas se han ido acumulando para explotar al mismo tiempo y formar un caos de emociones.
Minutos después estoy más calmada y una mano me brinda una cajita de pañuelos desechables, la tomo y alzo la mirada encontrando a Diago y detrás de él al resto del aula.
—Gracias— me seco la cara y soplo mi nariz. Kimberly y Yusdailis me ayudan a levantarme —no debieron haber visto eso— intento bromear y algunos sonríen.
—¿Qué pasará ahora?— pregunta Malena y me siento horrible por no tener respuestas.
—¿Cómo que qué pasará ahora?— inquiero —pues irán al aula y pondrán todo el empeño estudiando.
—¡Aquí están!— Dorothea se abre paso en el departamento —¿cómo se les ocurre salir así del aula?
—Pero... — Michael intenta excusarse.
—Pero nada— lo interrumpe —al aula, todos.
Me miran y les sonrío alentándolos a ir, salen dejándome sola. Observo a mi alrededor y el desorden me hace suspirar.
Voy a salir de esta, yo siempre salgo de mis problemas, me permito un instante para llorar pero vuelvo y renazco como si nada hubiese pasado y esta no será la última vez.
Tomo mi bolso y me voy a casa.
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