Capítulo {26}:
Alexia Belén:
Reencuentros no deseados...
Me desperezo en la cama con un largo suspiro y al abrir los ojos me encuentro en mi habitación... sola.
Frunzo el ceño y me acomodo quedando sentada sobre la cama, miro a todos lados y todo está igual o eso creo.
Dejo salir otro suspiro, volví a soñar con el maldito Paul. Me dejo caer nuevamente de espaldas y el olor de las sábanas me pone a pensar nuevamente.
Huelen... diferente.
A sexo duro y desenfrenado.
Percibo el olor de Paul, un toque de cítrico con algo de alcohol.
Después de todo no fue un sueño, esbozo una sonrisa tonta, es que no creí posible que haya pasado la noche con Paul, Paul McCartney, quien de hecho creo que se fue.
La alarma del móvil suena y termino por levantarme.
—Joder— farfullo al sentir el intenso dolor en los muslos y me doy cuenta de que estoy desnuda.
Sí, fue sexo duro y desenfrenado.
Camino alrededor del cuarto en busca de la bata de dormir pero no la encuentro, solamente las bragas. Maldigo y me acerco al armario por la toalla y la ropa del día.
Salgo de la habitación de puntillas para no despertar a Éricka y me encierro en el baño durante unos quince minutos relajando el cuerpo bajo el agua caliente y revisando si tengo alguna marca sospechosa.
Al terminar cierro la regadera, me seco, me visto y vuelvo a mi alcoba para terminar de arreglarme recogiéndome el cabello en una coleta alta dejando algunos mechones por fuera.
Voy a la habitación de Éricka a por su maquillaje como todas las mañanas pero lo que veo me hace frenar en la puerta.
¿Qué pasó anoche?.
Éricka está dormida en brazos de Leonel, en cámara lenta doy media vuelta y salgo de la habitación aún estupefacta.
A ver, este momento lo esperaba pero no así de sopetón.
¿Alguien no pudo avisar?.
Miro la hora en mi reloj de muñeca y ya son las seis, olvido eso que acabo de ver, luego Éricka me contará y entro al cuarto por mi bolso para salir de una vez.
Llego a la escuela a eso de las siete y treinta y seis, el día está nublado y ha habido una llovizna constante desde que salí del apartamento, me paso primeramente por la cafetería que está al frente del colegio y desde de la distancia veo la llegada de Paul en un auto gris de un modelo desconocido para mí, pero va acompañado de Bianca.
Esa es la prueba de que lo de anoche estuvo mal y no se volverá a repetir, es como un golpe de realidad. Suspiro y niego, nunca se va a fijar en mí, yo tengo antecedentes y él es un empresario bien posicionado que lo tiene todo, nunca me verá como algo más que un polvo sin importancia.
Tomo mi café y me adelanto a los tórtolos que van del brazo entrando primero que ellos.
Al llegar a mi puesto hay otra rosa y aunque no quiera sonrío , esta vez es una rosa azul, la acerco a mi nariz para deleitarme con su olor cuando Bianca y Paul entran.
—Buenos días— saluda el segundo y no respondo.
—¿Un regalo?— curiosea la primera.
—¿No lo ves?.
—Es un regalo un poco pobretón— ataca —cosa que combina a la perfección contigo.
—De hecho— bebo un sorbo de mi café haciendo tiempo —el regalo ya me lo dieron anoche y estuvo fenomenal— me acerco a ella, se pega más al brazo de Paul —esto— señalo la rosa —es como para cerrar, así que te la regalo— la estrello en su pecho y la deja caer.
Me apresuro a salir dejándola con ganas de refutar, este día, aunque me haya dado cuenta de la realidad, nadie me lo va a arruinar.
×××
Al terminar mi clase de dos turnos vuelvo al departamento de profesores en el cual no hay nadie, me siento en mi puesto y al instante tocan a la puerta, al mirar está la persona que menos esperaba aquí.
Lara.
—Hola profe.
—Hola— se sienta frente a mí sin siquiera pedir permiso —¿Qué se te ofrece?.
—Vengo a pedir disculpas por mi comportamiento.
—Mmh ¿vale?.
—No me cree— emite un falso suspiro.
—Lara no es por juzgar pero es muy difícil creer tus disculpas así de la noche a la mañana.
—Fue muy difícil dejar a un lado mi orgullo para venir a disculparme y entonces dice que no me cree y que lo que digo es mentira.
—Lo segundo no recuerdo haberlo dicho pero lo que te quiero decir es que deberás esforzarte un poco por mejorar en vez de pedir unas disculpas vacías, esto...
—No vale la pena— interviene.
—No iba a decir eso— suspiro —Lara, las cosas no son...
—¿Sabe qué?— se levanta —váyase a la mierda y retiro mis disculpas, profesora sin clase, voy a hacer que la despidan, téngalo por seguro.
Sale apresurada con humo saliendo de sus orejas y yo me quedo sin palabras. Éricka entra mirando por donde Lara acaba de salir.
—¿Qué le pasó?— pregunta.
Me encojo de hombros —La verdad es que no lo sé, vino pidiendo disculpas y de repente cambia de humor.
—Estudiantes— murmura pero enseguida sonríe, entrecierro los ojos.
—¿Qué tramas?.
—Nada, solamente necesito que te lleves el auto de nuevo.
—¿Otra cita con Leonel?— asiente —está bien, Éricka.
—Gracias.
—Pero luego tendrás que contarme qué pasó anoche— desvía la mirada con una sonrisa pícara en los labios.
—De acuerdo.
Me deja las llaves del auto y se despide, en cambio, yo decido organizar mis cosas, en la tarde no hay clases, los estudiantes fueron liberados por lo que aprovecho para adelantar algunas cosas en mi plan de clases.
Desde esta mañana no he visto a a Paul y mucho menos a Bianca, de seguro se fueron juntos.
Me siento usada pero no puedo hablar porque yo fui la que dio el primer paso anoche conociendo las circunstancias y a él ni siquiera le debe importar.
Después de unos minutos veo que no me concentro y decido hacer algo productivo como visitar al padre de Peter aprovechando que tengo nuevamente en mi poder el auto de Éricka.
×××
Hago el mismo recorrido de ayer pero esta vez sí puedo pasar porque el padre de Peter sí está.
Luego de cruzar la compuerta sigo en el auto a baja velocidad por una calle despoblada con inmensas casas victorianas de cada lado, todas con hermosa apariencia y colores neutros que se ven bien gracias al color rojizo de la puesta de sol, me detengo en la casa que el guardia me describió y por la ventanilla la miro un momento.
Esta es de color azul que hace contraste con la madera de la puerta, agarro el bolso y me bajo del auto, me detengo frente a la verja, toco el intérfono y una voz dulce y melodiosa responde.
—Buenas tardes, soy la profesora de Peter.
—Claro, enseguida le atiendo.
Espero unos segundos cuando la verja se desplaza abriéndose, entro sin dudarlo. En la puerta principal hay una señora que me espera, lleva un delantal de cocina.
—Buenas tardes señorita Belén— asiento a modo de saludo —sígame.
El frente de la casa es sobrio sin nada llamativo o fuera de lo normal, solo un césped verde perfectamente cortado y una fuente sin agua.
Sigo a la mujer adentrándome por un pasillo medio oscuro hasta salir a un gran salón con pocas decoraciones, solo una chimenea apagada, a un lado de ella hay un sillón blanco, detrás un pequeño estante lleno de libros, al otro lado del sillón hay una mesita de cristal, al frente un piano que parece poco usado, más allá están el resto de los sillones junto a otra mesita más ancha y unas escaleras que conllevan a un segundo piso.
—El señor enseguida la recibe— vuelvo a asentir —deme su bolso para acomodarlo.
—Tranquila, no se preocupe.
Me sonríe y se retira por un pasillo que está alejado del salón.
Doy vueltas por el lugar detallando cada cosa, pegado al techo hay una lámpara en forma de araña que ilumina todo, me doy cuenta de que no hay fotos de ningún tipo, ni siquiera de la madre de Peter, todo tiene un ambiente tan triste que contagia.
Entonces siento pasos a mi espalda, precisamente a alguien bajando por las escaleras por lo que me giro y veo a alguien que esperaba ver pero no tan pronto, no ahora.
La persona que acabó con mi vida, esa que me arrebató lo más preciado que puede tener una mujer, esa persona que no dudó en arrasar con lo poco que tenía.
Friedrich Kendell.
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