Capítulo {14}:
Alexia Belén:
El chico virgen...
¿Pero por qué debería mentirle? Si como dije antes, era un almuerzo entre amigos, aunque de seguro no se lo tomará nada bien.
—Quedé con una persona que conocí ayer en la disco.
—¿Quién es? ¿El chico con el que bailabas ayer?.
Si supieras que el chico con el que bailaba ayer me salió abusón.
—Sí, ese.
—Ah bueno— sonríe —diviértete entonces— vuelve su vista a la tele.
Me siento a su lado.
—¿Estás bien?— me siento un poco mal por mentirle.
—¿Um?— me mira de nuevo —sí, estoy bien, es solamente el típico dolor de cabeza.
—¿Resaca?.
—Más o menos.
—Yo estoy igual.
—Pero bueno, acaba de irte que llegarás tarde.
—Ah sí— me levanto del asiento —de hecho tengo cinco minutos de atraso.
—Luego me cuentas ¿ok?— pide con una sonrisa pícara.
Niego con la cabeza y sonrío para al final salir de ahí: por las escaleras.
~~~
—Veo que no eres muy devota de la puntualidad.
—¿Estás aquí hace rato?— me siento en la silla frente a él.
El restaurante es al aire libre, se escucha el cantar de los pájaros y el movimiento de las hojas de los árboles que nos rodean, es sencillamente hermoso, demasiado cursi pero me encanta.
—Nah, de hecho llegué casi ahora mismo.
—Ajá.
—De verdad. Dime, ¿Qué vas a pedir?.
—No lo sé, te dejo elegir.
—Vale
~~~
—¿Por qué te peleaste con Bianca?.
—No me obligues a recordar ese momento ¿sí?.
—Entonces, háblame de ti.
—¿Qué quieres saber?.
—No lo sé, cualquier cosa, así me ayudas a recordar de dónde te conozco.
—¿Todavía piensas eso?.
Ya habíamos acabado de almorzar y seguimos hablando y riendo de cosas banales.
—Es que algo me dice que te conozco de hace tiempo.
—Yo también creo lo mismo pero cuando intento recordar más, mi mente se niega y entonces...
—Mierda— me interrumpe.
—¿Qué pasa?.
—Ya me acordé.
—¿Cómo?.
—¿En verdad no te acuerdas?...Lexi.
¿Acaba de decir mi sobrenombre de instituto?.
—Oh shit— me paso las manos por la cara —no, no puede ser.
No puede ser lo que estoy pensando.
—Y pensar que nunca más te iba a encontrar.
¿En serio?
—¿Me buscaste?.
-—Claro, no iba a dejar ir tan fácilmente a la loca de 15 años que me quitó la virginidad.
Seep, es lo que estoy pensando.
—Madre mía.
—¿Sabes cuánto tiempo estuve buscándote?
—Por dios, solo fue una apuesta.
—¿Una apuesta?.
—Una apuesta no, más bien, un reto.
—¿En serio?.
—Sí, eras un hombre de 26 años y aún virgen, muchas creían que eras gay, hasta mis amigas trataron de convencerme de que no valías la pena, entonces lo vi como un reto y decidí acostarme contigo— respondo con simpleza.
Como si estuviésemos hablando del tiempo.
—Y todo sucedió en esa fiesta.
—Anja.
—Hasta le pregunté a tu hermano por ti y no me quizo decir.
—¿Mi hermano?.
—Sí, después de tres meses fue que me confesó que era tu hermano.
—Bueno yo le había pedido que no dijera nada, que inventara cualquier cosa porque sabía que ustedes eran amigos.
—Ahora dime algo, ¿A dónde fuiste todo ese tiempo?.
—En ese entonces yo vivía con mi padre pero luego mi madre me reclamó y tuve que volver con ella, a vivir un holocausto.
—-¿No te llevabas con ella?.
—Lamentablemente no, es que aún no me llevo con ella, es muy recia, le gusta la uniformidad y yo soy enemiga de eso.
—Sí, ya veo.
Río —Pero a pesar de eso cuando caí en prisión nunca me dio la espalda y mi padre ni siquiera fue a visitarme.
Es lo cierto, así que le debo todo a esa mujer que me dio la vida.
—Lo siento.
—Nah, no te preocupes.
—Pero en verdad, desde ese día no te vi más.
—Ese era el objetivo, ¿tú sabes lo que es quitarle la virginidad a un hombre mayor que tú y después tengas que verlo? No por Dios, a mí me dio vergüenza después.
Él se carcajea —Pero es que ni tu nombre me diste.
—¿Para qué? Ya te dije que solo fue un reto.
—¿Eso crees? Pues para mí no.
—Aunque para ser tu primera vez te luciste.
—Ah cállate.
Me río.
—Incluso no sabía que eras virgen, me propuse acostarme contigo porque nadie nunca te había visto con una mujer.
—Deberías sentirte halagada, pero tu cara era digna de una foto y lo que dijiste, me hiciste pasar tremenda pena.
—Dije lo primero que se me ocurrió— el estómago me duele de tanto reír.
Los recuerdos de esa noche llegan a mi cabeza.
Recuerdo que cuando me di cuenta dije: Oh dios, eres virgen.
—Sí, sí, ríete— su cara está toda roja.
—Te ves lindo cuando te sonrojas.
¿Acabo de decir eso? ¿no puedo controlar lo que digo un momento?.
Las risas se apagan y nos quedamos mirando por unos segundos.
—Deberíamos irnos— rompo el silencio.
—Sí, también lo creo.
Él pide la cuenta y luego salimos de allí.
—Si quieres te llevo— se ofrece.
—No, no te preocupes.
—Yo insisto, vamos.
Lo sigo hasta su auto, le doy la dirección para luego ir en ese rumbo.
~~~
—¿Este no es el edificio de Éricka?— pregunta luego de frenar el auto frente al edificio.
—Eh sí, es que quedé de pasar por aquí.
—Ah, se ve que se llevan muy bien.
Claro, si vivimos juntas.
—Sí, es la única amiga que tengo, además es buena persona.
Las facciones de su rostro cambian totalmente —Sí, lo sé.
¿Le pregunto ahora? ¿Y si se lo toma a mal?
—¿Puedo saber qué pasa entre tú y Éricka?.
Él se sorprende por mi pregunta —Es... es complicado ¿sabes?.
—Leer un libro sin empatizar demasiado con los personajes es complicado, impartir clases a un grupo de estudiantes hormonales es complicado, pero eso no.
Suspira —No, en verdad es complicado y ella me gusta bastante.
—Pues no lo parece, porque le dijiste a ella que no estabas para relaciones y menos con una niña— rápido me llevo las manos a la boca, mierda.
—¿Eso te dijo?— asiento con la cabeza —al parecer aún no se acuerda— murmura.
—¿No se acuerda de qué?.
Belén deja de meterte donde no te importa.
—Mejor me voy.
—Ok, gracias por el almuerzo, precioso.
Recuerdo ese momento:
—No puede ser que un chico tan guapo como tú esté aquí tan solo.
—No estoy solo— me senté a su lado.
—No veo a más nadie por aquí, precioso.
Rueda los ojos —No sigas.
Sonrío —Hasta mañana— salgo del auto en dirección al edificio —hola Octavio— saludo al guardia cerca del ascensor.
—Hola señorita Belén.
—¿Sabes algo del arreglo del ascensor?.
—De hecho mire— me señala hacia el ascensor donde hay tres hombres trabajando en algo que no puedo divisar.
Cada uno lleva un traje completo de esos de trabajo en azul y hay otro hombre vestido diferente frente a ellos quedando de espalda a mí, con unos pantalones negros ajustados y una camisa de mangas cortas del mismo color mostrando sus brazos bien definidos y con varios tatuajes que le quedan súper bien, lleva el pelo levemente despeinado, sus manos están dentro de sus bolsillos, espera, ese cuerpo tan tonificado lo conozco bien.
Pero él tiene tatuajes.
Oh Dios.
Tiene tatuajes.
TIENE TATUAJES.
No, no puede ser él, de momento el se gira a mí, creo que al sentir mi mirada.
¿Han visto en las películas cuando todo transcurre en cámara lenta y de repente se oye el sonidito ese en el que se rompe la burbuja?.
Pues sí, eso fue lo que pasó.
Y es él.
Paul McCartney (...)
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Leonel Wesley en multimedia '.
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