Epílogo
¡Hola!
Después de tanto tiempo con Cantos de Sirena, me entristece separarme de ella. Me lo he pasado tremendamente bien con las arpías, pero como siempre pasa, toda historia tiene su fin. Llegamos al desenlace de esta novela llena de nuevas caras, pero también ya conocidas, y confío en que habréis disfrutado tanto o más que yo. Creo que las arpías han demostrado tener mucho encanto y un carisma muy especial... ¿pero qué voy a decir? Soy una enamorada de mi querida Reina de la Noche, y me temo que eso nunca va a cambiar. Y mira que a veces da razones para ello, eh...
En fin, espero que disfrutéis del desenlace. Como siempre, vuestro apoyo y cariño son básicas para seguir narrando historias como esta, y más en tiempos tan oscuros como los que vivimos...
Un beso a todos.
Epílogo
Mario Giordano nació a las doce de la noche, acompañado de sus padres y su abuelo materno. Jyn habría deseado contar con la compañía de su madre, pero desde que abandonase su prisión más allá del Velo no había vuelto a saber de ella, por lo que prefería que se mantuviese allí donde fuese que estuviese. No obstante, al escuchar el primer llanto del recién nacido fue en ella y en sus padres adoptivos en quien pensó. También en Davin, en Nat y en Doric, pero sobre todo en Diana. En aquel momento echaba enormemente de menos a su prima, y aunque sabía que unas horas después su hermana iría a visitarla, no la consolaba. Jyn necesitaba a la Reina de la Noche, a sus padres y a su madre, a su hermano y a todos aquellos que había dejado por el camino, y aquel extraño día de principios de verano, su ausencia fue más notable que nunca.
Lo fue porque hubiese querido poder compartir aquel hermoso momento con ellos; porque habría querido que hubiesen cogido a su bebé y lo hubiesen amado como hacía ella antes incluso de que hubiese nacido.
Pero también porque quizás, tan solo quizás, alguno de ellos habría podido responder a la pregunta que todos se hicieron cuando el niño nació y en su frente descubrieron una marca en forma de luna.
La misma marca que habían visto en sueños meses atrás Marcus y ella.
La misma marca que acompañaba al hombre que luchaba junto a Lucian Auren...
—¿Y ahora qué? —susurró Jyn a Marcus mientras sostenía al recién nacido contra su pecho. Tenía ganas de llorar del miedo que le causaba aquella marca, pero tal era su agotamiento que ya no tenía fuerzas para nada más que contemplar al pequeño milagro que tenía entre brazos—. Sol Invicto, Marcus, ¿¡y ahora qué!? ¡No quiero que se acerque a ese monstruo! No podría soportarlo... no podría con ello, lo siento, yo...
—Calma —resumió él. Acercó su rostro al de ella para besar sus labios y la frente de su pequeño—. Jyn, calma, por favor. No sé qué significa esto, pero ahora mismo no me importa. Con tenerlo aquí, con nosotros, tengo más que suficiente.
—Ya, pero...
—Pero nada. Ya habrá tiempo para preocuparnos por él. Ahora sencillamente disfruta el momento, ¿quieres? Por favor... tu hermano y Jeavoux están ansiosos por entrar. Quieren conocer a su sobrino, ¿y qué decir de Lyenor? Vamos, Jyn, calma, esto no significa nada.
Jyn quiso creer en él. Quiso pensar que tendrían tiempo para preocuparse por marca del destino, que encontrarían la forma de eludir su futuro de una forma u otra, pero aquel pensamiento no desapareció de su mente en ningún momento. Ni aquella noche, mientras sus familiares fingían no ver nada en su frente mientras conocían al recién nacido, ni las siguientes.
Aquella marca les perseguiría hasta el final de sus días.
—Es un niño precioso, hermana —aseguró Damiel tras fundirse en un cálido abrazo con Marcus y besar a Mario en la frente.
El prefecto tomó asiento en el borde de la cama donde Jyn permanecía tumbada desde hacía unas horas, pálida tanto por el cansancio y como por la impresión, y tomó su mano entre las suyas. En el otro extremo de la habitación, mirándolo en brazos de su padre como si fuese el mayor tesoro que jamás hubiese visto, Lansel era incapaz de cerrar la boca, fascinado por el encanto del pequeño.
—Gracias —respondió ella distraídamente—. Confiemos en que no decida coger la puerta e irse en cuanto vea en que familia le ha tocado nacer.
—Esperemos que no sea su madre quien lo haga —dijo él, apretándole suavemente la mano. Bajó el tono de voz—. Sé que tienes miedo, Jyn, padre me lo contó, pero no tienes que temer por nada. No permitiré que le hagan daño, te lo aseguro. Ni Lucian Auren ni absolutamente nadie.
—¿Me lo juras?
—Tienes mi palabra, hermana. Es tu hijo, pero también mi sobrino. Daré mi vida por él si es necesario, así que borra esa expresión de tu cara y disfruta de este momento. Tengo el presentimiento de que a Mario le aguarda un gran futuro.
Un futuro lleno de retos y de aventuras, pensó Jyn, tratando de consolarse.
Un futuro lleno de luz...
Un futuro en el que la sombra de Lucian Auren siempre les perseguiría.
Epílogo II
Corría.
Corría a través de un túnel de sombras cuyas paredes de sangre formaban un camino hacia el infinito.
Corría sin cesar, con la sombra de la muerte persiguiéndola.
Corría con el susurro de la esperanza guiando sus pasos.
Corría a ciegas, pero sin miedo.
Sin parar.
Sin aliento y sin límite.
Con lágrimas en los ojos y el corazón acelerado.
Con el corazón latiendo, que no era poco.
Corría con vida...
Y siguió corriendo hasta que el túnel llegó a su fin y se zambulló de nuevo en la realidad. Buceó entre los fragmentos de pasado y futuro por los que había navegado sin rumbo, nadó entre los icebergs de mentiras y de miedos, y siguió avanzando hasta al fin salir a la superficie de una nueva vida.
Salió del fondo de un lago y se dejó caer de espaldas. El suelo estaba lleno de lodo, pero no le importó hundirse en él y mancharse las ropas y el cabello. Tampoco no poder ver el sol entre las ramas de los árboles ni sentir la brisa nocturna en el rostro.
Ni saber dónde estaba.
Ni tampoco en qué fecha.
A Nessa no le importó absolutamente nada porque simple y llanamente, había vuelto.
FIN
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