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Capítulo 32 - Vekta

Hay niños que nos traen de cabeza... niños que te caen bien, otros que no soportas y otros que sencillamente te hacen sonreír cada vez que aparecen. En el caso de Alexia, no sé cuál será vuestro punto de vista, pero a mi modo de ver hay momentos para todo. A veces la quieres, a veces la odias... a veces la intentarías proteger aunque no se dejase, y otras sencillamente la dejarías escapar, a ver si con suerte se calla. Ella es una mezcla de absolutamente todo... pero también es una Sumer, y como tal hay que quererla un poco. Al menos, yo la quería incluso antes de que naciera :)






Capítulo 32 – Vekta, 1.831, Eolia, Lameliard



—Confiesa, Faede, no tiene ningún sentido seguir con esta farsa.

—¿Confesar? ¿¡Pero qué voy a confesar!? ¡Yo no he hecho nada, lo juro! ¡Solo intenté ayudar a esa chica!

—Eso no es cierto, y lo sabes. Intentaste acabar con su vida. ¿Por qué lo has hecho? ¿Quién te ha contratado? Di la verdad, será lo mejor para ti.

—¡¡Pero que yo no he hecho nada!! ¿¡Estamos locos o qué!? ¡¡Pregunte a Alexia Sumer!! ¡¡Ella estaba conmigo!! ¡¡Ella lo vio todo!! ¡¡Yo no le puse un dedo encima a esa cría!! ¡¡Yo...!!

—Alexia Sumer la ha acusado de intento de asesinato.

—¿¡Cómo!?

La luz de la pequeña celda en la que Mina llevaba encerrada cuarenta y ocho horas se apagó bruscamente cuando la pretor Selena Grin le confirmó que había sido acusada de los asesinatos de los albianos. Vekta había supuesto que las cosas no iban demasiado bien al despertar tirada dentro de la celda con las heridas vendadas y un intenso dolor de cabeza como único compañero, pero aquella acusación era atroz. Además de injusta y falsa, era tremendamente dolorosa: una auténtica traición frente a la que no sabía ni cómo reaccionar.

Se dejó caer sobre el respaldo de la silla, totalmente en shock al escuchar sus palabras, y negó con la cabeza. Si había algo de lo que estaba segura era de que ella no había acabado con la vida de ninguno de los albianos, ni mucho menos había intentado asesinar a Liana Deschain. Lo único que había tratado de hacer era salvarla, y muestra de ella eran las heridas que el asesino le había infringido.

El auténtico asesino...

—Alexia no ha podido decir eso... —murmuró, con la mirada aún fija en los fríos ojos azules de la pretor—. No me lo creo.

—Créete lo que consideres oportuno, Faede, pero es cierto —replicó Selena con dureza—. Confesó hace tan solo unas horas. En cuanto ratifique su declaración pediré tu traslado de inmediato a Albia, donde serás juzgada y probablemente ejecutada por estos crímenes. —La pretor se puso en pie y la miró con desprecio desde sus casi dos metros de altura—. Matar niños inocentes es uno de los delitos más crueles que existen. Puedo entender un crimen pasional, incluso que lo hicieras en un arranque de celos, ¿pero esto? ¿Cazarlos como a ratas? —Negó con la cabeza—. Se nota de dónde eres, Faede: eres una salvaje.

—Cuidado.

—¿Cuidado con qué? ¿Vas a matarme a mí también? Inténtalo si quieres.

Quiso hacerlo. Quiso abalanzarse sobre ella y demostrarle a base de puñetazos que ella no era una salvaje. Estrellar su maldita cabeza contra la pared y silenciar sus labios para siempre...

Porque sí, en el fondo era una salvaje, no se engañaba, pero solo ella tenía el derecho de decírselo a sí misma.

Pero aunque quisiera hacerlo, las cadenas que rodeaban sus muñecas y tobillos le imposibilitaban el movimiento, por lo que no tuvo más remedio que permanecer quieta, luchando contra su propia bestia interior. Tenía ganas de gritar, de golpearlo todo y de escapar, pero sobre todo tenía ganas de llorar. Tal era la frustración y el dolor que sentía ante la traición de Alexia que Vekta creía que podría llegar a enloquecer en aquel cubículo si no la sacaban pronto.

—Sumer ha confesado que te encontró junto a su nave el día en que Claudinne Olvian murió envenenada —prosiguió Selena—. La versión oficial fue que había sido un accidente, un fallo en los sistemas de reciclaje del aire, pero lo cierto es que tú la saboteaste. Querías acabar con la vida de Alexia Sumer, pero en el último momento ella y Olvian se intercambiaron y se salvó. ¿Te jodió verla con vida, verdad? Te jodió ver que sobrevivió.

—Alexia y yo somos amigas...

—¿Amigas? —La pretor dejó escapar una carcajada amarga—. Curiosa vuestra relación, Faede, quizás deberías replantearte tu círculo de amistades.

Quizás debería arrancarte el corazón, pensó.

—Alexia miente —respondió Vekta—. No sé el motivo, pero está mintiendo, lo sé.

—También nos ha confirmado que te encontró en los alrededores de la habitación donde Thaius Priura fue asesinado. ¿Miente acaso también en eso?

Parpadeó con incredulidad. Cuanto más escuchaba, más sentido perdía la conversación. Ni podía creer que Alexia la considerase una asesina, ni mucho menos que la estuviese acusando de todos aquellos crímenes cuando ella misma había sido testigo de la verdad. No tenía sentido... no tenía lógica. Estaba mintiendo.

—¡Sumer estaba conmigo cuando mataron a ese chico! —exclamó Vekta—. ¡La estaba acompañando a su habitación!

—Ah, claro, se me olvidaba que sois "amigas", y tú a tus "amigas" las acompañas a su habitación... —La pretor adoptó una expresión severa—. ¿Hasta cuándo vas a seguir con esta mentira, Faede? Te recomiendo que reflexiones. Por el momento estamos en territorio lameliard y no puedo ponerte una mano encima, pero en cuanto seas trasladada a Albia vas a rezar para que te mate rápido. —El puño de la pretor se estrelló contra la mesa, muy cerca de donde se encontraba Vekta, logrando con la violencia del gesto sobresaltarla. Acercó el rostro al de ella, hasta apoyar la frente sobre la suya, y entrecerró los ojos—. Estás muerta, salvaje.




Después de la visita de la pretor, Vekta permaneció varias horas a oscuras en la sala. Las luces estaban encendidas, pero tal era la oscuridad que había dejado la agente tras de sí que apenas era capaz de ver sus propias manos. Por suerte, poco quedaba por ver. Sentada en la silla y con la cabeza apoyada en la mesa, Vekta únicamente esperaba a que el tiempo pasara lo más rápido posible y tuviese una oportunidad de actuar. Que la dejasen hacer una llamada... que alguien le permitiese dar su propia versión.

Claro que, si realmente Alexia había declarado en su contra, iba a ser complicado que nadie la creyese. Su testimonio siempre sería mucho más creíble a ojos de un albiano que el suyo...

La gran cuestión era, ¿por qué? ¿Por qué estaba actuando Alexia de aquella forma? ¿Por qué se había vuelto en su contra? Vekta quería pensar que había un motivo real de fondo, que todo aquello respondía a algún movimiento maestro gracias al cual podrían desenmascarar de una vez por todas al asesino...

Pero ella no era Diana Valens. Alexia era una niña asustada que probablemente hubiese sucumbido al pánico, y eso la volvía muy peligrosa. Tan peligrosa como que podría acabar encerrada en una prisión en Albia el resto de su vida, si es que no moría "accidentalmente" de camino.

Tenía que pensar. Vekta tenía que encontrar la forma de salir de aquel maldito cubículo en el que había despertado dos días atrás, y tenía que hacerlo antes de que fuera tarde. Por desgracia, no había forma.




Treinta y seis horas después de su encierro, Vekta recibió una visita. La arpía fue trasladada hasta una sala de control fuertemente iluminada donde una esbelta figura la aguardaba de pie junto a una mesa.

Una figura que rápidamente reconoció.

El visitante abrió mucho los ojos al verla aparecer. Jeronimus Bly corrió hasta ella, ignorando las advertencias del policía que la escoltaba, y la abrazó con fuerza. Se percibía la desesperación en su mirada... se percibía el nerviosismo en el rápido latido de su corazón.

A pesar de ello, su presencia fue tan reconfortante que Vekta quiso abrazarlo. No pudo, las cadenas se lo impedían, pero sí que apoyó el rostro sobre su pecho, encontrando en él un calor que no había sentido hasta entonces.

—¡Soltadla! —exclamó Bly con rabia—. ¡He pagado la fianza, soltadla ahora mismo!

—No hasta que no recibamos la orden del comisario —replicó el guardia—. Esperaréis aquí hasta entonces.

—¿Has pagado la fianza...?

Vekta aún estaba en estado de shock ante el inesperado giro de los acontecimientos cuando el vigilante salió de la sala y cerró por fuera, asegurándose así de que no pudiesen escapar. Bly la tomó entonces de las manos, con mucho más cuidado del que había tenido nunca, y tiró de Vekta suavemente hasta la mesa central, donde la ayudó a tomar asiento en una de las sillas. Acto seguido se acuclilló ante ella, con las manos sobre sus rodillas, para poder mirarla directamente a los ojos. Su mano acarició su mejilla con cariño.

—¿Te han tratado mal, Mina? ¿Te han hecho daño? Si te han puesto una mano encima, dímelo: ¡los denunciaré!

—¿Qué está pasando, Jeronimus? Yo... estoy muy confundida.

—Lógico... normal. —Bly acercó la otra silla y se sentó delante. Tomó sus manos entre las suyas—. Ha sido todo una auténtica locura, Mina. ¿Recuerdas la noche de los Silfos? Cada año se monta una gran feria en la ciudad, y...

Lo recordaba, sí. Las calles engalanadas, los puestos de feria, la música, la bebida... y la discoteca llena de pilotos. Sí, lo recordaba todo.

—Fue hace tres días —aclaró Bly—. Yo no estaba ahí, así que no sé muy bien qué pasó, pero Liana Deschain ha denunciado que sufrió un intento de asesinato... que alguien con una máscara la atacó. Una máscara como la que encontraron junto a tu cuerpo cuando la pretor Grin te detuvo. Al parecer, intentaste salvarla. Alexia y tú la estuvisteis persiguiendo.

También lo recordaba. Recordaba seguir a Deschain por las calles de Eolia, los jardines y el muro. Alexia había insistido en que tenían que perseguir a la cadete y a su amante, Tarik Milvein. Que tenía un mal presentimiento... que le iban a tender una trampa. Y Vekta había accedido a acompañarla, por supuesto, ¿qué otra cosa iba a hacer?

—Lo intenté —admitió Vekta—. Intenté salvarla, no asesinarla.

—¡Ya lo sé! —aseguró Jeronimus—. Lo sé perfectamente, ¿ a quién demonios se le ocurre algo tan absurdo? ¡Tú no serías capaz de matar a una mosca!

—Pero Alexia me ha acusado...

—Lo sé, y hoy mismo ha retirado la acusación. Ha confesado que mintió... que formaba parte de un plan para desenmascarar al auténtico asesino, y no le ha salido del todo mal.

—¿¡Cómo!?

Una mezcla de emociones llenó de lágrimas los ojos de Vekta. La arpía dejó caer la cabeza hacia atrás, con la mente saturada, y soltó una sonora carcajada. Sabía que Alexia no la iba a traicionar... sabía que no podía haberlo hecho, que tenía que haber un buen motivo...

Se había equivocado al menospreciarla. No era Diana Valens, era evidente, pero por sus venas corría la misma sangre.

—Me estás dando un poco de miedo —advirtió Bly con cara de circunstancias—. ¿Ríes o lloras?

—¡Ambas cosas! —exclamó ella, volviendo a centrar la mirada en él—. ¿Qué ha hecho? ¿Ha logrado descubrir al asesino?

—No, pero lo ha sacado de su madriguera. Ha logrado que vuelva a actuar... eso sí, apresuradamente y con gran torpeza. Alexia sabía dónde iba a atacar, no sé cómo, pero lo sabía, esa chica es tremendamente lista, e intentó detenerle...

Vekta palideció al ver la mueca de severidad que transformó el rostro de Bly. El joven apretó sus manos, con los ojos repentinamente entrecerrados, y negó con la cabeza.

—Han matado a otro albiano, a uno de los nuevos, Milos Duhmvarguen.

—¿Y qué pasa con Alexia? Has dicho que intentó detener al asesino.

—Lo intentó, sí... y casi lo consiguió. Por desgracia, se le escapó. —Bly negó con la cabeza—. Está herida... herida de gravedad. La llevé al hospital Nacional esta mañana, hace seis horas. Apareció en mi habitación y me lo contó todo... yo no sabía nada hasta entonces. De hecho, me extraña que me lo haya contado, supongo que sabía que yo no iba a traicionarte. Me pidió que llamase a la policía: declaró en la camilla del hospital.

—¿Y te pidió que me sacaras de aquí?

Bly se encogió de hombros.

—No explícitamente. Todos queríamos sacarte, Mina. Agatta, Margot... lo que pasa es que la declaración de Sumer impedía que hubiese fianza. En el momento en el que ha confesado y se ha hecho pública la cantidad, he venido de inmediato. La hemos pagado entre los cuatro.

Vekta no pudo evitar que una sonrisa de sincero agradecimiento aflorase en sus labios. Acercó su rostro al de Bly y depositó un tierno beso en su mejilla, sintiendo al fin que realmente había encontrado en él a un amigo de verdad.




Dos horas después de que Bly pagara su fianza, Vekta acabó de firmar el último de los documentos por los cuales se comprometía a no abandonar la ciudad y a presentarse una vez al día en la comisaria entre otras cláusulas. Selena Grin estaba convencida de que Vekta estaba vinculada de una forma u otra con los asesinatos, pero la justicia de Lameliard la liberó, por lo que la pretor quedó con las manos atadas. No obstante, antes de abandonar el edificio no dudó en advertirla que la estaría vigilando.

—Pues vale —respondió Vekta, y sin darle mayor importancia, salió a la noche de Eolia.

Volver a pisar la calle y sentir la brisa fresca en la cara después de tres días de encierro fue un gran regalo para Vekta. Le costaba creer lo mucho que se había complicado todo, pero no se daba por vencida. Los asesinos, pues había confirmado que al menos eran dos, seguían ahí fuera y no iba a dejarles escapar impunemente. No ahora que ella había sufrido las consecuencias. No obstante, antes de ir a por ellos tenía que hacer algo para entender lo acontecido en las últimas horas. Tenía que visitar a Alexia en el hospital.

—Te llevo —aseguró Bly, alzando las llaves de su coche—. Tardamos diez minutos.

—¿Has vuelto a saber algo de ella?

—No. Me encargué de llamar a su madre yo mismo, no creo que tarde demasiado en aparecer.

Alexia le había hablado lo suficiente a Vekta sobre su madre como para saber que la loba iba a enloquecer al ver herida a su cachorrita. Aquella mujer era protectora, era una talosiana de pura cepa para la que su descendencia era algo sagrado, por lo que era de esperar que las cosas fueran a ponerse muy tensas en cuanto apareciese.

—Con un poco de suerte, llegaré yo antes.




Mina se cruzó con una enfermera al entrar en la habitación de Alexia. La joven se encontraba en una habitación individual bastante grande, con una segunda cama para un familiar y un baño bastante más amplio que el de Vekta en la Academia. La planta en sí no estaba demasiado llena, pero había un gran número de médicos. Era llamativo.

Vekta cerró la puerta tras de sí y entró en la habitación con temor a lo que podría encontrar. Bly no había querido aclararle a lo que se refería con que estaba gravemente herida, por lo que había hecho sus propias cábalas. Una herida de bala podría ser considerada grave dependiendo del punto donde hubiese acertado, pero también una paliza o una puñalada. Incluso que le hubiesen arrancado un miembro. Así pues, había un auténtico abanico de posibilidades por el que la mente de Vekta había divagado sin llegar a decidirse.

Pero aunque se había planteado muchas opciones, no había acertado.

Encontró a Alexia tumbada en una camilla, cubierta hasta el cuello y con los brazos totalmente aguijoneado por distintos tubos. Su rostro estaba cubierto por una máscara respiratoria, y aunque a simple vista no tenía heridas en la cara, no necesitó más que acercarse unos pasos para descubrir que estaba mortalmente pálida.

Tragó saliva. Estaba dormida, pero parecía muerta. Vekta apartó ligeramente la sábana para comprobar su estado, pero tal era la cantidad de vendas con la que estaba cubierto su cuerpo que dio por sentado que fuese lo que le hubiesen hecho, no había sido únicamente en un punto.

—Eh, Mina... —murmuró Alexia.

La joven abrió ligeramente los ojos y la miró con tristeza. Bajo la máscara apenas se la entendía, pero los médicos le habían advertido que no se la podía quitar bajo ningún concepto, por lo que ni tan siquiera hizo el amago. Bastante suerte había tenido de que hubiesen logrado salvarle la vida como para encima desobedecer sus indicaciones.

—Por el Dios Aullante, Alexia... —susurró Vekta con horror—. ¿Qué te ha pasado?

—Bueno... —La joven extendió la mano hasta rozar sus dedos y lograr que Vekta se la cogiera. El gesto pareció reconfortarla—. Doce puñaladas. Algunas no son nada... poco más que rasguños, pero otras... —Su voz, apenas un susurro, resonaba como un eco moribundo en mitad del silencio—. Me duele al respirar.

—Entonces no hables demasiado —respondió ella. Tomó asiento en el borde de la cama, sin soltar su mano ni pisar ningún cable, y le dedicó una sonrisa cansada—. Bly me ha explicado lo que has hecho: estás loca.

Los labios de Alexia se contrajeron en una mueca parecida a una sonrisa.

—Tenía que hacerlo... sabía que actuaría... sabía que si te acusaba, intentaría sacarte...

—¿Sabes quién está detrás? —preguntó Vekta con temor—. ¿Sabes quién mueve los hilos?

Alexia no respondió, pues no podía confirmarlo, pero tenía una clara sospecha sobre quién era el auténtico culpable.

—Casi lo había atrapado... casi... cuando apareció el otro... son dos, Mina. Dos... pero le vi la cara a uno. —Hizo un alto para coger aire—. Es una mujer... una Dynnar... son meros mercenarios... pero a través de ellos daremos... daremos con el auténtico culpable... le pedí a Bly que la buscase... es de fiar, Mina. Es un poco idiota, pero... pero es un buen chico... no te imaginas la que me montó cuando te acusé... —Rio por lo bajo—. Hasta intentó sobornarme para que retirase la acusación... no sé cuánto dinero tiene... pero debe ser mucho...

—Ha demostrado ser un buen amigo, la verdad —admitió Vekta—. Mejor de lo que esperaba.

—Es por eso... por lo que le pedí ayuda a él... no me fio de nadie más... y tú no deberías, Mina... —Volvió a coger aire—. Uff, me duele la cabeza... me duele todo... he pasado ya por quirófano dos veces... y puede que tenga que volver... me han desmotado. Mi madre me va a matar cuando se entere...

Vekta respondió quitándole importancia. Probablemente se pondría muy nerviosa y buscaría culpables, pero no, no la iba a matar. Se esperaría a que se recuperase y entonces sí que la mataría. La mataría y después la llevaría a rastras de regreso a Albia.

—Te lo has ganado a pulso. No deberías haberlo hecho, Alexia, habríamos encontrado la forma de dar con ellos.

—Sí... cuando ya estuviésemos todos muertos... no, Mina, no... era el momento... —Cerró los ojos—. Me duele mucho la cabeza... necesito dormir.

—Yo me ocupo: daré con esos dynnar y les sacaré el nombre a puñetazos si es necesario.

Alexia volvió a sonreír.

—Que bruta eres, Mina... pero sí... hazlo... pero no te enfrentes a ellos... te matarán... necesitamos ayuda... ayuda de verdad... y sé quién nos la puede dar... contacta con Diana... con Diana Valens... ella nos ayudará... ella...

—¿Diana Valens? —Un escalofrío recorrió la espalda de Vekta. Escuchar su nombre de boca de Alexia era impactante—. Claro, Diana. Contactaré con ella, tranquila.

—Hablo en serio, Mina... ella... ella me dijo... me dijo que me ayudaría si era necesario... me dijo...

La puerta de la habitación volvió a abrirse con una visita inesperada. Vekta volvió la vista atrás y bajo el umbral descubrió con sorpresa que estaba Margot. Una Margot que, por su expresión, era evidente que no esperaba verla allí.

Su buena amiga se apresuró a cerrar la puerta y abalanzarse sobre ella para fundirse en un fuerte abrazo fraternal.

—¡Mina! —exclamó con nerviosismo. El corazón le latía acelerado en el pecho—. ¡Cuánto me alegro de que estés bien, Mina! No sabía si ya estarías suelta o no... —Apoyó las manos en sus mejillas, para poder mirarla a los ojos—. ¡Gracias a los Silfos, estás bien!

—Estoy bien, sí —admitió Vekta, que aún no había salido de su sorpresa al verla allí—. Bly ha pagado mi fianza, dijo que reunisteis el dinero entre los cuatro. Os lo agradezco.

Alexia asintió levemente desde la cama.

—Es lo mínimo que podíamos hacer —aseguró Margot—. ¿Te han tratado bien?

—Sí, sí, tranquila... —Vekta volvió la mirada momentáneamente hacia Alexia, la cual había vuelto a cerrar los ojos, y se encogió de hombros—. Quizás suene un poco brusca, ¿pero qué haces aquí?

Sorprendida ante la pregunta, Margot negó con la cabeza.

—Venía a ver a Alexia. He oído lo que le ha pasado y... bueno, quería ver cómo estaba. Me he enterado de que ha retirado las acusaciones en tu contra.

—Estoy hecha una mierda, gracias... —murmuró Sumer desde la cama—. Me iría bien dormir un poco...

Una desagradable sensación de inquietud aguijoneó la mente de Vekta al escuchar a Alexia. Vekta mantuvo la mirada durante un instante en Margot, pensativa, y la cogió del antebrazo con suavidad. Seguidamente, tras dedicarle un cálido "hasta luego" a Alexia, empujó suavemente a su amiga hasta fuera, donde aprovecharon la presencia de una sala de espera no muy lejos de allí para tomarse un café juntas.

Aunque Alexia no había sido especialmente amable con Margot, la cadete comprendía que no tuviese ganas de ver a nadie.

—Decían que no iba a sobrevivir —le confesó su amiga—. Cuando oí lo que le habían hecho, di por sentado que no iba a salir de esta. Se nota que es dura.

—Ha tenido mucha suerte de que Bly la trajese de inmediato al hospital —admitió Vekta—. Ya es la segunda vez que roza la muerte con la punta de los dedos, no creo que haya una tercera oportunidad.

—Yo tampoco lo creo —reflexionó Margot—. Tienen que detener a esos asesinos de una vez por todas. ¿Alexia le ha dicho algo a la policía? ¿Logró ver algo?

Vekta estaba casi convencida de que no les había hablado de la mujer dynnar. No podía asegurarlo, pues Alexia le había demostrado que su mente funcionaba de una forma muy diferente a lo que había creído, pero tenía la sensación de que no lo había hecho. Ni confiaba en la policía de aquel país, ni tampoco en la pretor Selena Grin. Alexia confiaba en sí misma, en Vekta y, visto lo visto, en Diana Valens.

—No vio nada —respondió en apenas un susurro—. No le dio tiempo... cielos, Margot, esto es de locos.

—Lo es, sí. —La cadete apoyó la mano sobre su hombro y lo apretó con suavidad—. Pero por suerte ya estás libre, que es lo importante. Ahora tan solo queda esperar a que la policía haga su trabajo de una vez por todas y que Alexia se recupere. En fin, ¿volvemos a la Academia? Tengo el coche fuera, podemos ir juntas si quieres.

—Oh, no, gracias, he venido con Bly. De hecho, debería estar fuera esperándome. —Vekta sonrió—. Pero podemos bajar juntas si quieres.

Margot insistió en que regresaran juntas, pero tras una nueva negativa por parte de Vekta, la cadete se dio por vencida. Según decía, tal era la alegría que sentía de verla libre que no quería separarse de ella. A pesar de ello, Vekta no podía evitar que las palabras de Alexia resonasen una y otra vez en su mente, envenenándola. No deberías fiarte de nadie, le había dicho, y aunque seguramente había sido fruto de la conmoción, la arpía prefería ser prudente.

Localizaron a Bly en la salida fumándose un cigarrillo, yendo de un lado para otro en un intento desesperado por deshacerse de los nervios que aún sentía en el estómago, y se separaron. Margot les propuso cenar juntos en la Academia, pero a ninguno de los dos les apetecía. Tantas emociones les tenían los nervios crispados.

Descendieron al aparcamiento donde Bly había dejado el coche.

—Oye, Jeronimus, me ha dicho Alexia que la intentase sobornar para que retirase la acusación en mi contra —comentó Vekta abiertamente, mientras avanzaban entre los coches buscando el de Bly—. ¿Es cierto?

El cadete se sonrojó.

—Se me fue un poco la mano, sí.

—Ya... no sabía que creías tan ciegamente en mí.

—Para que veas.

La sonrisa de Vekta se congeló en sus labios. La arpía volvió la mirada hacia él, oliendo la mentira en sus palabras, y se detuvo en seco. De haberse tratado de cualquier otra persona, habría llegado a creerle. Eran amigos, era lógico que confiase en ella. No obstante, Jeronimus Bly no era de los que se arriesgaba por los otros. Era de los que siempre estaban ahí para competir o irse de cena, pero no para arriesgar su vida por otro. Era demasiado práctico para ello.

Había gato encerrado.

Bly la miró de reojo al ver que se paraba.

—Vamos, Mina, no quiero llegar muy tarde.

—¿Por qué me da la sensación de que no estás siendo del todo sincero conmigo?

—No sé, ¿será que estás en shock?

Vekta sonrió. Pero su sonrisa no fue sincera. Fue una sonrisa lupina que rápidamente acompañó a un cambio de expresión. La mirada de la arpía se ensombreció y, sin darle tiempo a reaccionar, lanzó la mano contra el cuello del cadete. Cerró los dedos a su alrededor, logrando con ello que todos sus músculos se pusieran en completa tensión, y lo empujó hasta una de las columnas del aparcamiento.

Lo estampó con fuerza contra ella.

—¡Eh, eh, eh, Mina! —exclamó Bly con los ojos muy abiertos. Llevó las manos a la de Vekta, tratando de liberarse, pero tal era la fuerza de ella que ni tan siquiera se inmutó—. ¡Por tu alma, Mina! ¿¡Es que te has vuelto loca!?

—Sé sincero por una maldita vez en tu maldita vida, Bly. ¿Por qué intentaste sobornar a Alexia? ¿Quién te lo pidió? ¡Tú por ti mismo jamás lo habrías hecho!

—¡Por supuesto que sí!

—¡No me vengas con tonterías, que nos conocemos! —Apretó suavemente con la mano, más para asustarlo que para ahogarlo—. ¡Suéltalo!

Bly no aguantó mucho más. El joven intentó liberarse una vez más sin éxito y, dándose por vencido, confesó.

—¡Fue Margot! —exclamó—. ¡Me pidió que lo hiciera! ¡Me pidió que hiciera lo que estuviese en mis manos para sacarte de la cárcel! Estaba aterrorizada, Mina... ¡todos lo estábamos! ¡Creíamos que te iban a ejecutar! Creíamos...

—¿Y por qué no lo hizo ella? —le interrumpió.

—Yo que sé. —Bly se encogió de hombros—. Tampoco me lo plantee. Sabes que te quiero, Mina, te adoro, y sí que es cierto que quizás no tenga tanta iniciativa como debería, pero en cuanto Margot me lo pidió lo hice queriendo. ¡Creía en ti! Joder, ¡creo en ti! ¡De veras! A veces se te va un poco, pero...

Vekta lo soltó con rapidez y retrocedió. Lo miró con fijeza, incapaz de disimular la vergüenza al haberse dejado llevar por el instinto, y cerró los ojos.

Bly se llevó las manos teatralmente a la garganta, como si realmente le hubiese intentado estrangular.

—Perdona, perdona... perdona, en serio, estoy un poco tensa. Tú me sacas de la cárcel, me traes de aquí para allá, y yo... —Sacudió la cabeza—. Lo siento.

—¿Estás tensa? ¡No me digas, no me había dado cuenta! —Bly forzó la sonrisa—. Yo estoy de tu lado, Mina. Creo en ti...

—¿De veras?

Bly asintió.

—Te lo juro.

—Ya... pues vas a tener que ayudarme entonces. Conoces esta ciudad muchísimo mejor que yo y tienes mil contactos. Además, sé que Alexia te habló de la dynnar y necesito dar con ella. ¿Sabes cómo puedo localizarla?

El joven se encogió de hombros.

—Podría llegar a saberlo... ¿pero realmente quieres encontrarla? Mira lo que le ha hecho a Alexia, ha estado a punto de matarla. ¿Y qué decir de ti? Has pasado tres días encerrada. Visto lo visto, ¿no sería mejor dejarlo en manos de la policía?

Probablemente, pensó Vekta. Su lógica era aplastante, pero después de que Alexia le hubiese pedido que contactase con Diana ya no había vuelta atrás. Iba a solucionarlo de una vez por todas o moriría en el intento.


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