Capítulo 29 - Nessa
¡Hola! Se aproxima una semanita especialmente dura en la que me va a tocar estar un par de días fuera de casa, así que aprovecho este ratito libre para coger un poco de aire y relajarme.
Ya va quedando menos de Cantos de Sirena, nos adentramos en los últimos capítulos, así que espero que estéis preparados para los giros que nos esperan... porque aún no está nada cerrado. El destino puede llegar a ser muy caprichoso, ya lo sabéis :)
Y como el camino que queda aún es duro, os traigo el retrato de uno de los personajes secundarios para que, al igual que le pase a Nessa, su sonrisa os haga las cosas un poco más fáciles :) Con todos ustedes, el mismísimo Emperador del Nuevo Imperio de Solaris, Lucian Auren.
Lógico que la guerra no deje de atormentar Gea... ¡mientras quede algún Auren con vida, nunca habrá paz!
Capítulo 29 – Nessa, 1.831, Solaris, Nuevo Imperio
—¡Natasha, al fin! Llevo días esperándote, ¿dónde estabas?
—De viaje, Majestad, he tenido una urgencia familiar y me he visto obligada a partir de inmediato.
—Imaginaba que habría sido algo grave. ¿Han ido las cosas bien?
—Supongo que sí.
Un halo de luz celestial envolvía la biblioteca, cubriendo su interior de una neblina blanca por la que el joven emperador se movía con gracilidad. De él también emanaba una luz, aunque era un tanto diferente. Era muy poderosa, incluso más que la de la sala, pero había tintes oscuros en ella; fulgores violáceos que teñían con un halo de tinieblas sus ojos.
Unos ojos que la miraban con fijeza y con algo más. Con algo que le impedía apartar la vista de él. Su hechizo era el más poderoso de todos, y ni tan siquiera parecía ser consciente de ello.
—Acompáñame, Natasha, necesito que hagas algo por mí.
—¿El qué?
—Ahora lo descubrirás.
Tomó su mano, logrando con el simple contacto físico que Nessa se estremeciera, y tiró de ella con suavidad hacia el interior de la biblioteca, donde todas las estanterías estaban ya llenas. Desconocía cuánto tiempo había pasado fuera, pero los avances habían dejado atrás la sala en obras que ella había conocido. Ahora, en su lugar, había un imponente salón donde todo el conocimiento del mundo conocido se ordenaba por autores y siglos.
Lucian la guio por las distintas salas, prácticamente flotando sobre el suelo de cristal, hasta alcanzar la central, allí donde desde el techo abovedado un Sol Invicto sonriente los miraba. Nessa alzó la mirada momentáneamente hacia el fresco, sintiéndose más observada que nunca, y siguió hasta alcanzar la mesa donde Lucian quería conducirla. Sobre ella aguardaba una pequeña caja envuelta con papel rojo.
El emperador se la tendió.
—Es para ti.
—¿Para mí? —respondió ella con sorpresa. La tomó con delicadeza, como si de una delicada joya se tratase, y miró a Lucian con cautela—. ¿De veras?
—Claro, adelante, ábrela.
Antes incluso de rasgar el papel Nessa ya sabía que era un libro lo que aguardaba en su interior. Un libro cuya portada totalmente negra con tan solo una gota de sangre como reclamo logró que su corazón diese un vuelco. Miró de reojo a Lucian, que no apartaba la vista de ella, y sacó el regalo.
Se le congeló la sonrisa en el rostro.
—Es un códice de magia de sangre —reconoció ella de inmediato.
—Así es. Para ser más exactos, es uno de los códices de magia de sangre más codiciados que existen, el "Canto a la Luna". Me ha costado conseguirlo, pero sabía que te gustaría. Porque te gusta, ¿verdad?
¿Le gustaba? No, no le gustaba. En realidad le aterraba. Aquel era el mismo libro que en el pasado había utilizado su tío y su círculo de novatos para torturarla; un compendio de poderosísimos hechizos que habían hecho de su infancia la mayor de las pesadillas.
Abrió la tapa, temerosa de lo que pudiese aguardar en la primera página y en ella encontró una huella dactilar en tinta negra bajo el nombre del autor. La misma huella con la que su tío había identificado todos sus objetos personales. Nessa la observó en completo silencio, sintiendo que su corazón se encogía en su pecho, y alzó la mirada hacia Lucian. Tal era el brillo esperanzado de sus ojos que era incapaz de confesar lo que aquel libro maldito despertaba en ella.
Se obligó a sonreír.
—Sí, me gusta, muchas gracias, Majestad.
—¡Genial! Me alegro. ¿Sabes? Debería haber partido ayer hacia Volkovia, toda la comitiva estaba preparada, pero no podía irme sin antes dártelo. No podía irme sin ver el brillo de tus ojos... —Lucian volvió la atención hacia una de las estanterías y la señaló con el mentón—. Dejé este libro fuera de la colección para que completases tú esta gran obra maestra.
—¿De veras?
Asintió con orgullo.
—Por supuesto. Vamos, ponlo, completa la obra.
Cegada por la emoción, Nessa asintió y se apresuró a introducir el volumen en el pequeño hueco que le había dejado el emperador. Una vez completas, las colecciones a su alrededor empezaron a brillar con fuerza cuando Nessa encajó la última pieza. La luz del emperador se tiñó de oro, como si el conocimiento de aquel lugar hubiese purgado de oscuridad su alma, y por un instante Nessa se vio contagiada por su poder. Un poder que nacía en sus manos, tiñéndolas de luz celestial, y que la atraía paso a paso hacia su auténtico dueño. Hacia la imponente figura de un Lucian Auren que, envuelto en la luz, la aguardaba con una sonrisa en los labios.
Él le tendió la mano y ella la cogió, dejándose llevar por su corazón. Dejó que la suave fuerza de Lucian la atrajese hacia él y, olvidando momentáneamente todo cuanto la atormentaba, acercó su rostro hasta el suyo. Sus labios se habían convertido en el destino que deseaba alcanzar. Un lugar siempre lejano y prohibido, pero que en aquel entonces acudió a su encuentro con un cálido abrazo. Sintió las manos de Lucian Auren apoyarse sobre sus pómulos, su perfume abordar sus fosas nasales...
Y entonces, cuando sus labios estaban a punto de rozar los suyos, un chorro de sangre surgió de su boca, empapándole el rostro. Nessa retrocedió, horrorizada, y descubrió que el emperador tenía un puñal hundido en el estómago.
Un puñal que ella misma sujetaba.
—¿Natasha...? —murmuró Lucian con los ojos desorbitados.
Y aunque Nessa quiso sujetarlo para que no se derrumbara, su cuerpo no reaccionó. La joven se quedó quieta, observando con una sonrisa maliciosa en los labios al emperador caer al suelo. Ya a sus pies, Lucian intentó murmurar unas últimas palabras, pero un golpe seco en el pecho por parte de Nessa silenció para siempre su voz.
—Silencio, Majestad —susurraron sus labios.
Un círculo de sangre se dibujó alrededor del cuerpo. La arpía se agachó junto a él, hundió los dedos en el charco y dibujó ocho rayos con los dedos. Rayos largos y afilados que conformaban un Sol Invicto sobre el que yacía el joven emperador. La arpía ensancho la sonrisa, profundamente satisfecha, y retrocedió unos pasos.
Contempló la gran obra con orgullo... y de la sangre vio nacer a cientos de pequeños demonios que, entre carcajadas y cánticos, empezaron a destruir todo cuanto habían construido juntos...
—¡¡No!!
El grito surgió de los labios de Nessa, liberándola de la cruel pesadilla en la que una vez más se había visto atrapada. La arpía se apresuró a encender la luz de la habitación, golpeando el interruptor con fuerza, y se incorporó, dispuesta a intentar salvar la vida al emperador. Por suerte, él no estaba allí. Nessa se encontraba en la habitación de su apartamento en Solaris y no había ni rastro de Lucian Auren. Ni de él ni de la biblioteca.
Había sido un sueño.
Respiró hondo, tratando de apaciguar el nervioso latido de su corazón, y se alejó de la cama. Aún le temblaban las rodillas cuando llegó al baño y comprobó que no tenía sangre en las manos. A pesar de ello, abrió el grifo de la ducha, se desnudó y se metió debajo con el agua prácticamente ardiendo. Aquella era la tercera noche seguida que sufría la misma pesadilla y necesitaba borrarla de su mente. Necesitaba olvidar lo que había visto...
Necesitaba asegurarse de que no significaba nada.
Permaneció varios minutos bajo el agua, hasta que al fin logró serenarse. Salió de la ducha con paso aún algo tembloroso, se puso el albornoz y salió a la habitación, donde rápidamente acudió al armario en busca de su bolso. En su interior, guardado cuidadosamente en uno de los bolsillos interiores, tenía un pequeño sobre blanco. Lo sacó y leyó una vez más la nota que Lucian Auren le había dejado antes de partir hacia Volkovia cinco días atrás. En ella decía que había dejado un libro pendiente de colocar para que fuese ella quien acabase la colección. Un gran reconocimiento que no solo había logrado arrancar una gran sonrisa a Nessa al leer la misiva, sino que había hecho que su imaginación se desbordase y crease todo tipo de pesadillas en las que la misma escena se repetía una y otra vez.
Leyó una vez más el texto y guardó la nota en el sobre. Seguidamente, sintiéndose al fin algo más relajada, se dejó caer sobre la cama y encendió la televisión. Cinco días después de haber iniciado su viaje, la comitiva del Nuevo Imperio al fin había llegado a Volkovia.
—Cada día tienes peor cara, ¿otra pesadilla?
Gladio no necesitaba que Nessa se lo confirmase para saber que no había pasado buena noche, pero sabía que era la mejor forma de hacerla hablar. De lo contrario, su compañera era capaz de no separar los labios en todo el desayuno a excepción de para comer y beber.
—Sí... —dijo ella en apenas un susurro. Nessa se llevó la taza de café humeante a los labios y le dio un sorbo. A cualquier otra persona le habría quemado la garganta, ella, en cambio, ni tan siquiera se inmutó—. Llevo ya tres días así.
—Ya lo sé, ya. Soy consciente de ello. Y cuanto menos duermes, menos hablas, así que dentro de poco supongo que tendré que empezar a plantearme buscar otra compañera de desayuno.
—Perdona.
Aquella mañana el apartamento de Gladio estaba especialmente recogido. Tras dos primeros días de inesperada visita en los que Nessa había sacado literalmente a su buen amigo de la cama con su llegada, el agente había decidido ser previsor y se había levantado algo antes para recibirla en un ambiente mucho más agradable. A aquellas alturas ya no le importaba que viese su cama deshecha o la ropa diseminada por los distintos muebles, y mucho menos cuando estaba en aquel estado en el que más allá de su propio desayuno no parecía ver nada, pero no era la mejor forma de seducir a una dama. Nessa se merecía lo mejor, y aunque por el momento no podía ofrecérselo, al menos se aseguraba de que pudiese llenar el estómago en un lugar mínimamente agradable.
—Oye, y estaba yo pensando, si a partir de ahora vas a venir a desayunar cada mañana, ¿por qué no te quedas también a dormir? La cama es grande.
—¿Y dejarte a ti en el sillón? ¿En tu propia casa? —Nessa negó con la cabeza—. No, tranquilo, así estoy bien. De hecho, creo que el paseo hasta aquí en plena madrugada es lo que mejor me sienta después del café. —Alzó ligeramente la taza—. ¿Dónde lo compras? El mío no sabe tan bien.
—Vas a tener que venir unos cuantos días más para que te revele mi secreto, Hécate. —El agente ensanchó la sonrisa—. Muchos más.
Gladio se había convertido en su refugio. Aunque por el momento no había compartido con él lo sucedido en Throndall, ni mucho menos sus pesadillas, sabía que a su lado estaba segura. Más allá de sus orígenes o su lealtad al voivoda, Nessa sabía que en él tenía un buen amigo: alguien de confianza en quien poder apoyarse en aquellos momentos.
Y ahora lo necesitaba.
Aunque su regreso a Solaris había sido más dulce de lo que había esperado, con la nota manuscrita de Lucian como eje central, la arpía no era capaz de olvidar lo que había pasado en Throndall, y mucho menos lo que se había visto obligada a hacer. Su actuación había marcado un antes y un después en su vida, y por mucho que intentase relajarse, no podía.
No después de haber cerrado aquel acuerdo.
—En fin —prosiguió Gladio al ver que volvía sumirse en el silencio—, no es que te quiera echar de mi casa, ni muchísimo menos, pero tendría que ir a la oficina. ¿Te acerco al Palacio?
—Te lo agradecería.
—¿Tienes algo interesante hoy?
—¿Interesante? —A parte de reunirse con Loder Hexet en su despacho, no, pensó Nessa. Nada más—. Que va.
—Pues vaya. En fin, ¿te hace que cenemos juntos esta noche? He descubierto un restaurante nuevo que te va a encantar. Y no, no pongas esa cara: sé que no tienes la cabeza para buscar excusas, así que me voy a aprovechar. Te recojo a las ocho, ¿de acuerdo?
El regente ya la estaba esperando en su despacho, concentrado en sus propios quehaceres, cuando Nessa llamó a la puerta. El día anterior había recibido la citación, y aunque había pasado a verle el mismo día, no lo había encontrado en el Palacio. Aquel día, sin embargo, Gared Cysmeier no se encontraba por los alrededores para distraerle, por lo que tenía tiempo para ella.
—Adelante, agente Fedora, cierra la puerta y siéntate, por favor.
A pesar de que seguía sin sentirse del todo cómoda en su presencia, Nessa no podía negar que su imagen de Loder Hexet estaba cambiando. No se engañaba, sabía perfectamente que tras aquella fachada se encontraba el mismo lobo del que en decenas de ocasiones le había hablado Diana, aquel que había encerrado a su señora y que probablemente la hubiese ejecutado de haber tenido la oportunidad, pero el trato que le estaba dando era tan bueno que no podía evitar tener ciertas dudas. Además, estaba también el factor Lucian. Loder Hexet no era su padre biológico, pero sí que había ejercido como su progenitor durante todos aquellos años, y Nessa no podía seguir odiando a alguien que había cuidado de Lucian desde niño. El cariño que le profesaba se lo impedía.
—Supongo que recuerdas nuestra última conversación el día que fuiste trasladada a la Oficina Archivística Imperial, hace tan solo unos diez días. En ella te hablé del interés del rey Emrys Daeryn de conocerte, ¿recuerdas?
Lo recordaba, por supuesto. Recordaba que el antiguo rey de Hécate quería agradecerle lo que había hecho por él y su esposa... pero también tenía muy presente el interés de Hexet en que lo tuviese vigilado de cerca. Al parecer, no acababa de confiar del todo en él.
Bueno, ni en él ni en nadie.
—Lo recuerdo, sí —confirmó.
—Bien, dada su insistencia te he concertado un encuentro con él mañana, en su mansión de las afueras. Aprovechando que tengo una reunión con Valentina, su esposa, iremos juntos. Un coche oficial nos recogerá a medio día, bloquéate la agenda.
—¿Mañana?
El regente asintió con determinación.
—¿Acaso tienes algo mejor que hacer?
—Oh, no, no, no, para nada... —Nessa forzó una sonrisa—. Será un placer poder conocerlo. Mi familia siempre fue muy afín al rey Emrys Daeryn.
Y habían muerto por él, de hecho. Nessa no lo dijo, pero la sombra del recuerdo de sus padres acudió a su memoria, envenenándola por un instante. Últimamente pensaba en su vida pasada; demasiado, de hecho, y eso empezaba a preocuparla. Remover el pasado podía llegar a ser muy peligroso.
—Te aconsejo que no se lo digas, a no ser que quieras pasarte el resto de tu vida escuchándole hablar de sus años como rey de Hécate —le advirtió Hexet con cierta diversión—. Pero allá tú. Quizás sea una buena forma de ganarte su confianza. A Emrys le encanta rodearse de compatriotas: si le das alas, te convertirá en su favorita.
—¿Y me interesa serlo?
Loder Hexet se encogió de hombros.
—La única persona que puede responder a esa pregunta eres tú, agente.
Aquella noche Nessa y Gladio cenaron en uno de los restaurantes del puerto, bajo la luz de las estrellas. No era un lugar especialmente selecto, con una carta bastante reducida y una calidad que no se adecuaba al precio, pero gozaba de una terraza amplia y unas preciosas vistas al océano que les brindaban la paz e intimidad que necesitaban.
—Así que vas a reunirte con Emrys, eh... —reflexionó Gladio—. Dicen que se le ha ido la cabeza. Lo que le tocó vivir en Hécate fue bastante traumático. Pero bueno, ¿qué te voy a contar a ti que no sepas? ¿Aún estabas en Hécate cuando estalló la guerra civil?
Nessa asintió levemente.
—Sí, aunque admito que no me enteré de demasiado. Mis padres murieron luchando por Emrys, pero mi hermana y yo no vivimos la guerra de cerca. —Dejó escapar un suspiro—. Sea como sea, no me apetece demasiado conocerlo. Hexet quiere que me haga un hueco entre su círculo de amistades para tenerlo vigilado de cerca. Creo que no se fía del todo de él.
—Lógico, ya te lo he dicho, está como una cabra. Yo creo que si Hexet pudiese eliminarlo, lo borraría del mapa de inmediato. El problema es su sobrina, ya sabes. Si no le abandonó durante la guerra, no lo va a hacer ahora. —Gladio se encogió de hombros—. El amor vuelve idiota a las personas, fíjate sino en mí.
Las ocurrencias de Gladio lograron que Nessa disfrutase de la velada, aunque no logró deshacerse de la sombra que la atormentaba desde el viaje a Throndall. Aquel peso siempre se encontraba presente, oculto entre sus pensamientos, tiñendo de sombras su mente.
Aquella noche Nessa volvió a soñar con Lucian Auren. Soñó con que volvían a encontrarse en la biblioteca y que él le pedía que pusiera el último libro. Soñó que volvían a besarse, esta vez sin interrupciones, hasta que de nuevo la magia de sangre convertía el sueño en pesadilla. Nessa volvía a acabar con la vida de Lucian, pero el sueño no acababa allí. Después de arrancarle el corazón al emperador del Nuevo Imperio, Nessa continuaba con sus veinticuatro horas de destrucción acabando con la vida de Gladio y de Loder Hexet. Devoraba Solaris y a sus ciudadanos, convirtiéndolo en poco más que un cementerio de esqueletos y huesos masticados, y seguía con su viaje de muerte y destrucción hasta Volkovia, donde Kovenheim se alzaba como su primer objetivo. Allí acababa con la vida de sus hermanas arpías, pero también con la de Diana. Asesinaba a la Reina y a todos cuantos la rodeaban, desde el propio Hans Seidel hasta el voivoda... pero su sed de sangre no quedaba saciada. Tal era el deseo de muerte del demonio que Gladio también sucumbía ante ella. Gladio, la emperatriz Vespasian y absolutamente todos cuanto la rodeaban. Nessa devoraba el mundo entero, trayendo consigo el retorno del Eclipse, convirtiendo Gea en un mundo de cenizas y sangre.
Convirtiendo Gea en un vórtice de muerte del que nadie, ni tan siquiera ella, podría escapar.
Nessa despertó envuelta en sudor y con el rostro bañado en lágrimas de sangre. Le dolía la garganta de gritar en sueños y el alma de ver a tantas personas amadas morir. Su subconsciente la estaba avisando de algo, la estaba advirtiendo de lo que su trato podría comportar, y por mucho que intentase negar la evidencia, tenía que hacer algo. Tarde o temprano el demonio reclamaría sus veinticuatro horas de libertad y el mundo quedaría marcado para siempre.
Lucian Auren, las arpías, Gladio, Diana... todas sus vidas dependían de lo que ella hiciese. Porque los iba a matar, lo sabía. Lo había hecho en el pasado con Deeiris, y volvería a hacerlo para castigarla. Porque aquel ser era puro odio y maldad, y ella había sido una inconsciente al aceptar su ayuda...
—Los periódicos dicen que Diana Valens ha sido ascendida a general —comentó Gladio con sorpresa, con la mirada fija en uno de los pocos periódicos internacionales que llegaban a Solaris—. Que ahora es la líder de la legión de los Cuervos de Hierro.... Alucino, ¿lo sabías?
Nessa le arrebató el diario para comprobar la noticia. Ciertamente, el agente tenía razón, Diana había sido ascendida y su primera puesta en escena había sido frente a los albianos del sur, durante el impresionante desfile militar que Leif Kerensky había preparado para sus invitados de honor. Una vez más, la astucia del voivoda le había llevado a orquestar aquel gran evento, reuniendo a todas sus divisiones en la capital y sacando a los golems de los talleres para impresionar al joven emperador. Y entre los miles de soldados que habían conformado el desfile, había estado Diana. Una Diana que aparecía en la fotografía de la portada junto a Leif y Víktor Kerensky, dando la bienvenida a Nyxia De Valefort y Lucian Auren.
Permaneció unos segundos en silencio, observando la imagen. En ella el emperador de Solaris estrechaba con firmeza la mano del voivoda bajo la atenta mirada de su madre. Era, sin lugar a dudas, una imagen llena de fuerza.
—No lo sabía, no —admitió Nessa—, pero no me sorprende. Diana se está convirtiendo en alguien muy importante en Volkovia.
—¡Ni que lo jures! Ha traído consigo trescientos golems de nueva generación... ¡Trescientos! —Negó con la cabeza—. No sé qué opinará Lucian Auren del desfile que le han montado, pero probablemente sea lo más alucinante que va a ver en su maldita vida. ¡Qué lástima habérnoslo perdido! En fin, ahora empiezan las negociaciones. Dicen los periódicos que mientras que el emperador ha seguido la travesía por Volkovia de la mano de su amiguita, Iliana, Nyxia De Valefort se ha quedado en Arkengrad con el voivoda. Estoy convencido de que van a sacar a relucir el tema de Cydene, esos perros se están pasando de la raya.
Nessa asintió, pero lo hizo algo distraída, con la mirada aún fija en la fotografía.
—¿Otra vez? —preguntó Gladio, arrancándole el periódico de las manos. Lo dobló, rompiendo así el contacto visual, y lo dejó sobre la mesa—. ¡Si lo sé no te lo enseño, Hécate! Si ya de por sí últimamente estás distraída, lo de hoy ya es insoportable. ¡Ni me hablas! ¿Se puede saber qué te pasa?
Nessa le observó durante unos segundos, pensativa. Era plenamente consciente de que Gladio no esperaba que confiara en él sus problemas. Le hubiese encantado, pero sabía que Nessa no era de ese tipo de personas. Ella se lo guardaba todo y se enfrentaba a las consecuencias en soledad.
Sí, esa era Nessa, solitaria por naturaleza...
Pero por desgracia para ella, lo que le estaba sucediendo era demasiado grave como para intentar solucionarlo sola. Podía intentarlo, pero dudaba conseguirlo. Además, el tiempo apremiaba. Desconocía cual sería la fecha elegida por el demonio, pero sospechaba que sería un día especial. Un día en el que, conociendo su ansia de destrucción, intentaría que estuviesen presentes el mayor número de personalidades para acabar con todas ellas de un plumazo.
Un día como el de la inauguración de la biblioteca del emperador, por ejemplo. Lucian le había asegurado que invitaría a los regentes y al resto de grandes personalidades del país para que asistieran, y probablemente aquello lo convertiría en su final.
Nessa se llevó su taza de café a los labios, sintiendo la presión de su cabeza aumentar, y desvió la mirada hacia la ventana. Más allá del cristal una suave lluvia primaveral caía sobre la ciudad.
—En fin... —murmuró Gladio, dándose por vencido—. ¿Te llevo al Palacio?
Nessa no tenía claro el querer envolverle en aquella trama. No era justo. De hecho, su gran dilema residía en que le tenía demasiado cariño como para meterle en aquel problema. No obstante, si alguien podía ayudarle, ese era él, así que, viéndose atrapada, no tuvo más remedio que confesar.
—Tengo un problema —dijo al fin, logrando con aquellas tres palabras sorprender al agente. Gladio la miró con extrañeza y dejó las tazas donde las había encontrado para volver a sentarse en la mesa con ella.
—¿Qué te pasa? ¿Te puedo ayudar?
—¿Sinceramente? No, creo que no, pero te necesito igualmente.
Gladio escuchó la narración de lo ocurrido en Throndall con auténtica perplejidad, incapaz de articular palabra. Sabía que tras aquella historia había mucho más, un conjunto de vivencias que habían marcado la personalidad de Nessa hasta convertirla en lo que era en aquel entonces, pero aunque sintió auténtica curiosidad, no preguntó al respecto. Por primera vez Nessa se estaba abriendo: le estaba mostrando algo más que aquella preciosa fachada de la que tan profundamente enamorado estaba, y no quería que sus preguntas la asustasen y se volviese a cerrar en banda.
Claro que, después de escuchar su confesión, le costaba no levantarse y abandonar la sala. La historia de Nessa y su pacto con el demonio era tan tremenda que incluso él, valiente por naturaleza, sintió miedo ante la narración del ataque al campamento.
—Y no sabes cuándo va a decidir tomarse esas veinticuatro horas de libertad, claro.
—Me temo que no. Ojalá.
—Ya... va a aprovechar la ocasión para causar el máximo de daño posible, ¿verdad? Quiero decir, es un demonio, un monstruo que se divierte destruyendo y devorando almas; cuanto más vidas pueda arrancar, mejor para él, ¿me equivoco?
Nessa se encogió de hombros.
—Probablemente. Cada demonio es único, con una naturaleza y una personalidad únicas, pero no me cabe la menor duda de que no va a venir a darse un paseo por la playa precisamente.
—Lo doy por sentado. —Gladio dejó escapar un largo suspiro—. Es duro no saber cuándo va a decidir actuar. Te está destrozando la incertidumbre, ¿verdad?
La arpía asintió con lentitud. Sus ojos se desviaron de nuevo hacia el periódico, y aunque no pudo ver su imagen, a su mente acudió el rostro de Lucian Auren.
—Me arrebató a mi hermana cuando era una niña. De aquello han pasado ya muchos años, pero no creo que ahora sea mucho más benevolente. Al contrario, lo he ignorado durante años, así que doy por sentado que intentará acabar con todo mi círculo.
—Y eso me incluye a mí, claro.
—Me temo que sí.
—Y a tu amado emperador. —Antes de que ella pudiese responder, Gladio alzó la mano, restándole importancia al comentario—. ¿Existe alguna forma de detenerlo?
—No lo sé. Lo único que se me ocurre es convocarlo e intentar destruirlo, pero desconozco cómo. Ni tengo el conocimiento para acabar con él, ni creo que tenga el poder suficiente. Sea como sea, no puedo permitir que la situación se descontrole. Tengo que encontrar la forma de pararlo.
Gladio extendió la mesa sobre la mesa y tomó la suya con cariño. Besó el dorso.
—Tranquila, acabaremos con ese monstruo antes de que él acabe con todos. Si realmente existe un ritual, daremos con él, aunque quizás necesitemos un poco de ayuda para ello. ¿Conoces a alguna bruja?
Nessa negó con la cabeza.
—No. Di la espalda a la brujería hace muchos años y desde entonces he intentado mantenerme lo más alejada posible. —Se encogió de hombros—. ¿Tú?
—Que va, no conozco a nadie de Hécate, pero creo que tengo una idea. Hoy vas a reunirte con Emrys Daeryn, ¿no? A través de él podrás tener acceso a la comunidad hecatiana de Solaris. Con suerte, quizás haya alguien que pueda ayudarte. De todos modos, en paralelo yo intentaré tirar de varios hilos. Tengo algunos contactos que quizás puedan ayudarnos.
—Pero tienes que guardar el secreto. Si esto sale a la luz... —Dejó escapar un suspiro. Le faltaban las palabras.
—Tranquila, mujer, no soy imbécil. No diré nada. —Gladio le dedicó una sonrisa tranquilizadora—. Va a salir bien, te lo aseguro. Encontraremos la forma de acabar con ese monstruo... y si no, el día que te posea me encargaré de encerrarte en un zulo y que no puedas hacer daño a nadie. Veinticuatro horas no es tanto tiempo.
Una sonrisa amarga se dibujó en los labios de la arpía.
—No podrías detenerlo aunque lo intentaras.
—Entonces tendría que matarlo. A él y a ti, a los dos, así que mejor no nos planteemos esa posibilidad, ¿de acuerdo? —Le guiñó el ojo—. Por el momento reúnete con Daeryn y a ver qué le sacas.
Nessa subió al coche oficial de Loder Hexet a mediodía, cuando la lluvia caía con mayor fuerza. El cielo estaba especialmente oscuro, cubierto por una densa capa de nubes casi negras que impedían que la luz del Sol Invicto bañase las calles de la siempre cálida Solaris. Parecía una señal del destino.
—Si no fuera porque lo conozco, diría que esto es cosa de Emrys —comentó Loder Hexet mientras paseaba la mirada por la ventana del copiloto—. Y si no lo es, se lo tomará como una bendición de su diosa Luna. sernia
El viaje fue más largo de lo esperado, pero agradable. Loder Hexet y el conductor parecían conocerse desde hacía tiempo, y entre ellos había complicidad. De hecho, había incluso confianza, por lo que pasaron prácticamente todo el camino hablando sobre trivialidades. En un par de ocasiones el conductor trató de preguntarle sobre lo que estaba sucediendo en Volkovia, haciendo mención a las noticias que poco a poco iban llegando del otro lado del océano del Verano, pero aquel era uno de los pocos temas sobre los que Hexet no quería hablar. Al menos no mientras Nessa estuviese a bordo, claro. De haber estado a solas, probablemente habrían hablado largo y tendido. Por suerte para ella, aunque sentía curiosidad por el tema estrella que cubrían todos los periódicos, estaba demasiado concentrada en sus propios problemas como para pensar en ello. Nessa sabía que aquella era una oportunidad de oro y no quería desperdiciarla.
La hacienda del rey Emrys Daeryn se encontraba en las afueras de una urbanización de lujo, rodeada por altos muros y un espeso jardín que bien podría ser considerado un bosque. Se trataba de una edificación antigua de piedra blanca que se alzaba junto a un amplio lago de aguas cristalinas. El edificio era muy grande, de casi trescientos metros cuadrados por cada una de sus cinco plantas, y estaba tremendamente bien vigilado. A simple vista no lo parecía, pues tanto sus jardines como entrada estaban prácticamente vacíos, pero la vista experta de Nessa pudo localizar al menos media docena de vigilantes y todo tipo de sistemas de vigilancia instalados tanto en la fachada principal como en los árboles colindantes. Loder Hexet quería que su sobrina estuviese bien protegida, y para ello no había dudado en proporcionarle tanto a ella como a su marido una veintena de hombres perfectamente entrenados para velar por su seguridad.
Una mujer de avanzada edad les recibió en el pórtico de entrada junto a una pareja de vigilantes. Se trataba de una hecatiana por su aspecto, aunque su acento era propio de Volkovia, por lo que Nessa perdió el interés. La siguió hasta el interior de la casa, paseando la mirada por las sobrecargadas paredes llenas de cuadros hechos por el propio Emrys, y una vez en el recibidor aguardó pacientemente a que Valentina Hexet la saludase.
—¡Cuanto me alegro de volver a verte, tío! —dijo amorosamente Valentina a Loder Hexet tras darle un cálido abrazo. Tomó sus manos con una amplia sonrisa en el rostro, incapaz de disimular la alegría, y las estrechó con suavidad—. Me cuesta creer que no hayas ido a Volkovia con Nyxia. Conociéndote, la preocupación te debe estar corroyendo por dentro, ¿verdad?
—Mentiría si dijese lo contrario —admitió él en un tono mucho más afable de lo que Nessa jamás habría podido imaginar. Al parecer, además de una mente estratega con la que había sido capaz de dividir un país con tal de llevar a cabo su venganza y apoderarse del trono, Loder Hexet tenía corazón—. Pero sé que Nyxia jugará perfectamente sus cartas. Cuando quiere puede llegar a ser más exigente y persuasiva que yo.
—No me cabe la menor duda.
Sin perder la preciosa sonrisa que la caracterizaba, Valentina Hexet plantó un cariñoso beso en la mejilla de su tío y acudió al encuentro de Nessa para tenderle la mano.
—Bienvenida a mi hogar, Natasha Fedora. Mi tío me ha hablado mucho de ti y del papel que has jugado en la detención de los delincuentes que pretendían atentar contra Emrys y mi persona. Te estoy enormemente agradecida: te debemos la vida.
Un tanto sorprendida por el efusivo agradecimiento, Nessa le estrechó la mano con cierta incomodidad. La calidez de aquella mujer contrastaba por completo con la gélida aura que acompañaba siempre a su tío. Valentina Hexet era dulce y amable, una flor en mitad de un jardín de espinas que lograba humanizar a todo aquel que la rodeaba. Lógico que su tío sintiese tal devoción por ella, además de ser el único miembro de la familia Hexet que aún no le había dado la espalda, pocas personas desprendían tanta luz como aquella mujer.
—Ha sido un honor poder ser de ayuda —respondió Nessa.
—Veo además que eres hecatiana como Emrys... ¡Sol Invicto, tío, no sabes lo que has hecho trayéndola! —Valentina volvió al encuentro de Loder Hexet—. A la pobre la vamos a tener que rescatar entre los dos para lograr que vuelva a su casa hoy. A Emrys le encanta conocer a compatriotas. Darmy, por favor, acompaña a la señorita Fedora al despacho de mi marido. Mi tío y yo tenemos algunos asuntos que tratar. Nos vemos luego, Natasha.
Nessa sintió un nudo en la garganta al verlos alejarse cogidos por el brazo. Fue una sensación muy breve, apenas fugaz, pero suficiente para que la inquietud que la atormentaba en los últimos días creciese. La soledad de las arpías era algo a lo que debían enfrentarse. A lo largo de su vidas se cruzarían con muchas personas, pero ninguna de ellas llegaría a formar parte de su vida. Habían vuelto a nacer para cumplir con su deber en solitario, y aunque habían sido preparadas para vencer la debilidad, en aquel entonces Nessa sintió que quizás el Nuevo Imperio no era un lugar tan terrible. Ni el Nuevo Imperio ni Loder Hexet. Quizás tan solo era una persona que, al igual que ella, tenía que cargar con sus circunstancias.
Se preguntó si algún día ella tendría a alguien que la mirase del mismo modo que Valentina miraba a su tío.
—Agente, acompáñeme, por favor —la instó Darmy al ver que se quedaba atrás.
La ama de llaves guio a Nessa a través de una larga cadena de pasadizos más propios de una galería de arte que de una mansión hasta alcanzar las escaleras que daban al piso superior. Las dos mujeres las subieron peldaño a peldaño, viendo sus propios rostros reflejados en su superficie, hasta alcanzar el piso superior, donde otras tantas decenas de obras trazaron el camino hasta la puerta de metal tras la cual se encontraba el despacho del antiguo rey de Hécate. Darmy golpeó la puerta con los nudillos tres veces seguidas, y aquella señal bastó para que al otro lado del umbral Emrys Daeryn se levantara para dar la bienvenida a la que él consideraba su salvadora.
La nueva esperanza para Hécate.
—Agente Fedora, por favor, pase —dijo con voz melódica—, la estaba esperando.
Aún quedaba mucho del poderoso Emrys Daeryn, el primer rey varón de Hécate, en el hombre que aguardaba en el despacho. Si es que se podía considerar despacho a aquel estudio, claro. Alto, poderoso, de imponentes ojos violetas y con la larga cabellera negra cayendo sobre unos hombros fuertes, Emrys Daeryn era pura esencia hecatiana. Perfectamente vestido con un traje púrpura y el cabello liso peinado hacia atrás, Emrys era elegancia y orgullo, majestuosidad y poder, pero también el reflejo de una belleza frágil a la que los golpes del destino habían acabado tiñendo de desgracia. Su mirada seguía denotando determinación y sus labios seguridad, pero había un fulgor oscuro en sus ojos que evidenciaba que habían visto demasiado. Un fulgor que, como ya había visto en otras ocasiones, los teñía de un desequilibrio que rozaba peligrosamente la locura.
El mismo fulgor que se veía cada mañana en sus propios ojos cuando se miraba en el espejo en busca de respuestas. Ningún tocado por la magia se libraba de él.
—Agente Fedora —repitió el antiguo rey, acudiendo a su encuentro para tomar su mano entre las suyas y estrecharla con firmeza. Su cabellera estaba tan perfumada que a cada paso que daba dejaba tras de sí el olor de las flores de los bosques de la lejana Hécate—. Me alegra enormemente poder ponerle cara al fin, llevaba días esperando el momento de poder conocerla. Sea bienvenida, por favor. ¿Quiere tomar algo? ¿Un té, quizás?
El despacho de Emrys era una amplia estancia con un escritorio central apenas sin tocar cuyas paredes estaban repletas de bocetos hechos a carboncillo. En la parte trasera, junto a dos estanterías llenas de pinceles y tinteros, había una puerta entreabierta de la que surgía un intenso olor a pintura. Y en su interior, repartidos por toda la sala, una auténtica colección de caballetes y mesas de trabajo donde el monarca pasaba la mayor parte del día, tratando de plasmar sobre el papel todas sus inquietudes.
—No es necesario, gracias —respondió Nessa educadamente—. Como le dije anteriormente a su esposa, ha sido para mí un auténtico placer poder colaborar en la desactivación del grupo organizado que pretendía atentar contra ustedes. No ha sido fácil, pero...
—Quisiera escuchar la historia en detalle, agente. El regente me advirtió que no era usted una mujer muy habladora, pero una historia así bien merece la pena un esfuerzo. —Emrys señaló una de las sillas y tomó asiento tras el escritorio—. Por favor, tome asiento y póngase cómoda. Quiero escuchar esa historia y todas las que pueda explicarme. Tan solo necesito mirarla a la cara para saber que hay un gran peso en esas espaldas y como su rey tengo el deber de apoyar a todos mis ciudadanos.
¿Rey? Nessa intentó que su mirada no delata su confusión, pero no lo consiguió. Por suerte, a Emrys no le ofendió. Al contrario, acostumbrado a ver aquella misma reacción en prácticamente todo aquel con el que hablaba, se limitó a desempolvar el mismo discurso de siempre.
—¿Es usted de Hécate, agente Fedora? Así tengo entendido, pero quisiera que me lo confirmara.
—Así es, mi señor.
—Lo sabía. Usted es de la vieja Hécate, no de ese invento con el que el nuevo gobierno pretende destruir nuestro país. La Hécate en la que las tradiciones y la magia conformaban las bases de una sociedad poderosa a la que Gea temía. Lo veo en sus ojos... noto el poder fluyendo por sus venas. —En los labios de Emrys se dibujó una sonrisa débil—. Usted es como yo, agente Fedora, una de las piezas perdidas del puzle. Alguien que ha estado vagando en soledad durante años buscando la luz. Buscando el camino que la llevará a su auténtico destino. Por suerte, poco a poco estoy reuniendo esas piezas, a gente como usted y como yo, y entre todos podremos reconstruir el mundo que jamás debió desaparecer... —Hizo un alto—. Pero tranquila, no la he traído aquí para hablarle de mis planes de futuro. Ya habrá tiempo para ello. Ahora lo que quiero es que hable usted: quiero que me muestre el camino que la ha traído hasta aquí. Hábleme de esos terroristas, agente Fedora, ¿de veras me odiaban?
La noche ya se había teñido de sombras cuando el vehículo oficial del regente abandonó la vivienda de los Daeryn con Loder Hexet y Nessa en su interior. La velada había sido mucho más larga e intensa de lo que había esperado, pero estaba satisfecha. Por el momento no había logrado ningún nombre, pero sí una invitación para una celebración en la que toda la comunidad hecatiana de Solaris había sido convocada.
Una celebración en la que, con un poco de suerte, lograría encontrar a alguien con suficiente poder como para poder ayudarla. Porque Nessa no se engañaba, el nuevo gobierno de Hécate había arrebatado el poder a los círculos de brujas del país, provocando que muchas de ellas abandonasen su tierra en busca de un lugar donde poder empezar desde cero. Y Solaris, con Daeryn como invitado de honor, era el mejor candidato para acogerlas.
Pero más allá de la invitación, había sido la estancia en aquel mágico lugar y la cortesía y amabilidad con la que el antiguo rey de Hécate la había atendido las que habían logrado que se sintiese algo más calmada. Sus preocupaciones seguían allí, muy presentes en lo más profundo de su mente, pero ahora sabía que tenía que actuar. Poco a poco se estaba construyendo un mundo a su alrededor que Nessa no deseaba perder.
Y aquel mundo incluía a Loder Hexet.
—Doy por sentado que Emrys te ha invitado a la recepción que va a dar próximamente en su casa —comentó el regente con interés, observándola a través del retrovisor del coche.
—Lo ha hecho, sí.
—Lo suponía, tanto interés en conocerte ocultaba algo. Asistirás a esa celebración.
Era una orden directa. Tan directa que ni tan siquiera fue capaz de reaccionar. Sencillamente le miró a través del espejo y asintió con la cabeza, intimidada por el brillo acerado de su mirada.
—Por supuesto —respondió en apenas un susurro.
—Quiero que prestes atención a quién asiste a esa fiesta y qué sucede. De qué se habla, si hay algo en marcha y cuáles son sus objetivos. Es probable que no haya nada destacable, pero quiero que estés atenta. En cuanto finalice, acudirás de inmediato a mi despacho para informarme. ¿Queda claro?
—Queda claro.
—Bien. Solo una cosa más, Natasha... —Loder volvió a mirarla, pero en esta ocasión no lo hizo a través del retrovisor. Se giró para poder mirarla directamente a los ojos—. Aunque siento una gran estima por mi sobrino, debo advertirte de que no se encuentra en su mejor momento. No te dejes llevar por sus fantasías y sueños de grandeza: su época dorada en Hécate llegó a su fin y es probable que no vuelva jamás. El futuro está aquí, en Solaris. Vivir de los sueños es tentador, pero puede llegar a ser muy peligroso. Al final, la realidad nos acaba atrapando a todos, y esta es la nuestra. La tuya, la mía, la de todos.
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