El regreso
En el sopor de la noche,
cuando escapa el suspiro al orbe,
atenta mi calma un llamado trémulo sin pausa,
un perfume nace de la nada y se acrecienta
a medida que se acerca el rumor de la tormenta,
ha timado a Morfeo el consorte del mal agüero
ese Nunca Más que creí haber dado por muerto.
Ha regresado el cuervo con su canto lastimero,
río fluyendo por las cavidades de mi pecho,
despertando el murmullo de lo muerto
y deshojándome el cuerpo con delicado aleteo.
Abandonas tu letargo ávida sombra del pasado
con cuerpo emplumado llegas volando,
después de tantos años
el cobijo de mis lamentos vienes buscando,
me despiertas sin beso ni consuelo,
numen hambriento de lágrimas y recuerdos.
Al borde de mi fuente te paseas,
pena vestida de plumas negras
la muerte parecieras,
y te robas con tu endiablado trino
la paz del preciado olvido,
quiebras el manto tibio
embebido de pasado desabrido.
Maestro del desconsuelo aparta tu cincel
ya no surques en mi memoria
de la cual sólo la hiel brota,
brota y se derrama entre jirones de piel y ropas.
¿Me dejarás otra vez rota?
Para pasar el dolor sólo me queda una última copa,
colmada de piedras y ponzoña.
A venas abiertas mi cordura se derrama,
vasija quebrada va perdiendo el agua clara
como el horizonte el alba
y los astros se bañan de razones vagas,
las órbitas carecen de gracia.
Ya no queda nada mientras el firmamento se desangra,
sólo turbios remolinos a la vista,
óleos espesos,
colmando el ojo hueco del tiempo.
Ventura la mía de caer en desvelo
y reconocer en el cuervo ese rostro añejo,
desdibujado pero a la vez perfecto.
Sería en vano gritar y maldecir su canto,
pues reconozco en sus notas
mi propio llanto.
Ay! Amante de pico gastado y ojos muertos
deseoso sobrevuelas mis recuerdos,
abrazas mi túmulo y desnudas mi duelo,
vestido de luto entre escombros cenicientos.
Ay! sólo se oye tu cantar
Ay! "Nunca más, nunca más"
Ay! Sin parar
y aunque quiera no me vas a soltar.
Las puertas se abren al paso de tu trinar
y, de esta casa, los solitarios espectros saldrán.
Al final no me culparé,
si en el sopor de la noche soy tu rehén
o si a tu oscuridad le dejo beber
de éstos, mis desolados ojos,
otra vez.
Así regresa el pasado,
mirra y mortajas cargando,
malos sueños y salitre, regando.
Así me quedo, con mis ajados dedos
rasgando los velos que cubren los recuerdos
para que retome al éter este mensajero
y se lleve con sigo el oscuro sigilo y su canto malherido.
¡Me increpas con el brillo de tu cresta!
¡Ya he perdido la cuenta!
¡¿Cuántas veces has llamado a mi puerta?!
Por largas noches será el tintero,
entre mi boca y el pecho,
callejón del recuerdo,
donde conviertas el magullón en verso.
Cuervo sin paz...
¡¿Hasta cuándo cantarás
Nunca más?!
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