Azahares de sal
Extenuadas
las orillas
de estirar sus deseos hacia un mar que las ha despojado de sus besos
desnudo
su suelo
se vuelve salitre desbordante,
se viste de fino velo de azahares
danzante,
jinete en la vestisca renuante de recuerdos vaporosos
un revoltijo de escombros
amotinados en un cielo
aplomado
coronado por el furor petreo
torrente de duelo.
Silente
la silueta
en la vera taciturna, se estremece
entredormida, se desgrana
yace abrazada a las castas sábanas
palmas,
hacia arriba,
vacías, descansan,
esperando ser espuma cuando el aguacero caiga
y la sedienta jauría aguarda,
del cuenco partido,
lamiendo estas lágrimas.
¿Sentirá,
en la aspereza de sus lenguas,
después de saberme llorar,
la satisfacción embriagadora
de los azahares de mi salar?
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