Viernes I
Roseanne podía notar lo nerviosa que estaba Hyeri.
Los años le habían enseñado a distinguir esos pequeños detalles. Esas pequeñas señales, cómo cuando jugaba en exceso con su cabello y se quedaba viendo a la nada, evitaba el contacto visual a toda costa, sacudía sus manos y a veces hasta soplaba en un intento para calmarse.
No le gustaba verla así.
—Hyeri, ¿está todo bien?
Hyeri no dijo nada durante unos segundos. Negó con la cabeza.
—Oh, por favor dime qué no te estás arrepintiendo de esto —le dijo de repente y apretó sus manos contra el volante de la camioneta de sus padres mientras esperaba una respuesta.
Hyeri seguía callada.
Roseanne la vio por unos segundos antes de regresar su vista al camino y suspirar de resignación.
—Por favor, no ignores mis preguntas, Hyeri.
Hyeri pareció reaccionar de inmediato.
—No lo estoy haciendo, todo esto me tiene pensando demasiado.
—Dime que no te estás echando para atrás, no ahora.
—Por supuesto que no, sólo estoy muy nerviosa ChaeYoung. Hasta parece que yo estoy más en los nervios que tú, me preocupa que tus padres nos descubran. Los veo capaces de conducir en un auto prestado hasta el festival para ir por tí.
Roseanne chasqueó la lengua.
—Ya te lo dije, Alice me tiene cubierta. —Roseanne sonrió—, mis padres creen que voy en camino al campamento de la iglesia.
—Y eso es justamente lo que me preocupa, ¿y sí llaman para preguntar? ¿A caso no consideraste eso?
—Hyeri, linda, mis padres confían más en mi hermana que en ellos mismos para todo, créeme, no llamarán.
—¿Y sí encienden la tele? ¿Y sí nos ven a media tocada?
—Hyeri, no lo harán, ¿sí? Ellos apenas si encienden la televisión, mucho menos creo que les dé por buscar canales que transmitan el Melbourne Festival sólo porque sí. Tranquila.
Roseanne extendió una de sus manos libres para buscar la de su amiga al borde del asiento y la apretó en un gesto amistoso.
—Por dios, ChaeYoung, ¿pero y si lo hacen?
—Entonces hagamos que valga la pena el castigo —dijo.
—Argh, no puedo contigo.
El silencio se apoderó del vehículo de nuevo, desesperado a Roseanne mientras avanzaban rumbo dónde las esperaban las otras integrantes de su banda. Ese fin de semana tendrían la oportunidad de presentarse en uno de los festivales más grandes de su ciudad, una oportunidad grande, una entre cientos, una.
Las manos de ChaeYoung estaban empezando a sudar.
Los nervios estaban allí, pero ella había desarrollado su arte para disimularlos. Tener a Hyeri cómo compañera asignada de viaje tampoco le ayudaba mucho.
Y la cosa no acababa allí, no, por supuesto que no, también se sumaba que a los padres de Roseanne no les hacía nada de gracia que su hija formara parte de una banda que no fuera la de la iglesia, o por lo menos no les hizo gracia la primera vez que se enteraron.
"Estamos muy decepcionados de ti, ChaeYoung, ¿una banda de rock? ¿qué sigue ahora? ¿Robar autos? ¿Nadar con vagabundos? No sé qué haremos contigo"
Esas fueron las palabras exactas de su madre mientras la subían al auto luego de una pequeña presentación en su instituto (por supuesto que para nada exageradas desde la perspectiva de una Roseanne adolescente).
Su padre no le dijo nada y el tema no se volvió a tocar más allá del castigo que le impusieron. Al menos agradecía el detalle de que la dejaron terminar antes de hacer que bajara del escenario para llevársela a casa.
Ella tenía 15, la banda llevaba poco más de 3 años de haberse formado y aunque Roseanne aún se preguntaba cómo había sido posible que se enteraran esa primera vez, fue más cuidadosa después, al grado de que justo en ese momento, a sus 20, ellos no tenían ni idea de que aún seguían con ese proyecto en marcha. Todo había empezado con pequeñas mentiras y excusas para ganar tiempo y ensayar con las chicas, luego escaló a fingir que trabajaba en una cafetería, que tomó clases extra curriculares que en realidad nunca tomó, tutorías después de la escuela, pijamadas falsas, viajes de la iglesia, viajes con el equipo de porristas de su vieja escuela, excursiones de campo y así. Todo perfectamente calculado, todo perfectamente pensado para que no tuviera ningún cabo suelto.
Hyeri era la que más nerviosa se ponía, cada vez que tenían una presentación, pensaba en su amiga, no quería que la castigarán de nuevo por seguir con ese tonto sueño de niñas. Era difícil memorizar tantas mentiras.
Y Roseanne lo sabía, lo tenía bien grabado en la mente, por mucho que amara lo que hacían... la parte de ella que aún estaba atada a la realidad le recordaba todos los días que eso de la música era nada más un hobby, una distracción, algo que la mantenía viva durante los fines de semana antes de volver el lunes a su insípida facultad de derecho.
Y estaba bien así de momento.
Todo marchaba conforme al plan, eso mantenía a Roseanne tranquila hasta cierto punto, o le recordaba más bien que debía hacerse la tranquila para que los demás no entrarán en pánico.
Cuando llegaron a su primera parada vieron a las chicas subiendo los instrumentos a la camioneta de la mamá de Jennie. Jennie aún llevaba el pijama puesto.
—Llegan tarde. —Es lo primero que les dice Jennie.
—Mi culpa —responde Roseanne con una enorme sonrisa en su rostro.
—Esta ardilla quiso pasar a comer waffles antes de venir. —La delató Hyeri.
—Chaeyoung, sé que la comida te gana, pero debemos estar allá a las nueve de la mañana para hacer el check in —dijo Jisoo mientras acomodaba cosas en el auto.
—Lo sé, lo sé, pero ya estamos aquí y aún vamos a tiempo... como por dos horas.
Jennie la vio entrecerrado los ojos.
—Roseanne Park, un día de estos uno de esos comentarios tuyos querido hacerte la graciosa y despreocupada me va a dar algo... y no precisamente algo bonito.
—Jennie, aún vamos a tiempo, no veo por qué te alteras tanto. —Hyeri hizo acto de presencia.
—Ustedes no se toman en serio nuestro arte. —Las cuestionó Jennie mientras juntaba los dedos y agitaba sus manos—, no pueden solo llegar tarde y esperar que no les diga nada...
—Ok, ok, no empiecen una pelea sin sentido ahora —dijo Jisoo—, es muy temprano para que le entren a una de esas aún.
Jennie suspiró.
—Bien.
—Perfecto, tenemos dos horas para llegar, chicas, así que muevan sus traseros.
Jisoo cerró la cajuela del auto y se dirigió al asiento del copiloto.
—Que muevan esos traseros dije —recalcó de nuevo la mayor.
Jennie llevaba puestos unos lentes negros, lo que significaba que andaba con humor de perro indudablemente. No era una de esas personas que funcionaban al cien por las mañanas.
—Pero necesito un café primero.
—En el camino pasamos por algún auto servicio, pero ahora ya no hay tiempo, Jendeukie —le prometió Jisoo.
—¿No que ya íbamos tarde? —murmuró Roseanne.
—Bien, ya voy, ya voy.
Jennie se subió al auto y Roseanne se guardó para si misma su pregunta de por qué la chica aún iba en pijamas para no empezar un pleito innecesario.
El viaje siguió su rumbo. Y las cuatro chicas llegaron a su destino sin ningún contratiempo.
Melbourne Festival, allí estaban, al fin estaban allí.
Roseanne sintió un nudo en la garganta.
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