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Hambre

La sangre goteaba por un lado del lavabo. Gota a gota cubría el blanco azulejo del cuarto de baño, una pequeña sonrisa que no podía ser vista por nadie se marco en el rostro ensangrentado casi inexpresivo, mientras el agua se derramaba hasta formar un charco de sangre diluida.

La imagen era visible desde la habitación en la que se encontraba; la puerta abierta de par en par mostraba una bañera con un cuerpo, mismo que ya sin vida, no le estorbaba.

Ya no.

—¡Hey! ¡¿Qué diablos estás viendo?!—

—Es el tercer dia que Megumi esta ausente —

—¡Genial! Siempre trae cara como si quisiera matarnos—

Yuuji ya no escuchaba el parloteo de su compañero de clase, ni del resto al enterarse de otro dia de ausensia de su amigo. Había algo en su corazón, en su instinto que le decía que algo no andaba bien.

El chico era uno de los pocos que le dirigía la palabra, era dolorosamente consciente del apodo que le había puesto el resto de la clase "suicida" o muy valiente, dependía de quien era el que lo veía.

Yuuji tenia mala suerte, o la atraía, no sabia cual de las dos cosas era peor. Hay accidentes que cuestan la vida. Una pequeña distracción, un error o una falta de cuidado resultan fatales. Pero lo que sucedía a su alrededor ya era considerada una maldición y por lo tanto, era un ser maldito.

En primer año había sido Nobara Kugisaki. Se hicieron amigos al instante, intereses en común, ambos parlanchines y gritones, no permitían que se les alzara la voz ni a ellos ni a aquellos que consideraban honestos; y obviamente que no lo merecieran.

Yuuji tenia pocos amigos o personas con quienes hablar, fuera de su núcleo familiar, lo cual era terrible, pues solo tenia dos hermanos mayores y su abuelo, quien además estaba hospitalizado y enfermo.

Se suponía que el transporte que los trasladan debía de respetar los semáforos, que no manejaban a exceso de velocidad, que estaban en buenas condiciones. Solo recuerda el sabor de la sangre colarse por un lado de su boca, la salpicadura en su remera. La tibieza que se colaba entre sus palmas.

No podía ver las luces rojas que titilaban del auto volcado, el sonido de las sirenas para el era inaudible. Estaba concentrado en qué; en un segundo Nobara estaba a su lado y al otro su cuerpo estaba esparcido en el asfalto.

El shock fue tal, que solo reacciono cuando uno de sus hermanos mayores le consoló en el hospital cuando se le dio la noticia que su amiga había muerto. El funeral fue insípido. Yuuji no sentía nada, ni de si mismo ni de los demás. La familia de Nobara no lo culpo, la escuela y su propia familia ayudaron en el proceso de demanda contra el culpable al volante, o al menos contra la familia pues el hombre, quien ebrio al volante había arrebatado la vida de su amiga, también había perecido en el accidente, supuestamente por congestión alcohólica.

Le fue difícil salir adelante, sin embargo; tan solo un mes después, su gran amigo Yuta, se había fracturado las piernas al caer de una manera extraña de las escaleras.

Yuuji le esperaba al final de estas, la salida de los alumnos estaba realizándose en esos momentos y; aunque había cámaras, el rango de imagen de las escaleras estaba movido. Yuta juro que había sentido como lo empujaban, pero no había señales del individuo culpable. Pronto, los estudiantes de otros cursos y de la misma aula de Yuuji, ávidos de historias y chismes, integraron una ecuación.

Yuuji mas amistad o compañía, igual a mala suerte y muerte.

Esa mala suerte no solo se extendía a los estudiantes con quienes se reunía, también iba dirigida a quienes le molestaban, con quienes peleaba. En esa categoría ya habían caído unos cuantos alumnos. Mahito quien era suspendido continuamente por acosar estudiantes, se metió con Yuuji cuando este lo encontró agrediendo a Jumpei, un acto por el cual Yuuji ya había peleado anteriormente.

Lo encontraron una semana después, muerto naturalmente, que de natual no tenia nada pues todos sus huesos estaban rotos, metido en un costal y dejado a la interperie en uno de los barrios mas problemáticos de la ciudad. Por su puesto que se atribuyo el caso a los malos paso en los que el joven andaba, pero a los rumores solo sirvió para añadir una maldición mas en la espalda de Yuuji.

Luego Jumpei fue transferido sin siquiera despedirse de Yuuji. Aunque muchos creen que murió y ni siquiera su cuerpo fue localizado. Eso es algo que incluso Yuuji ni siquiera sabe.

—Mocoso ¿Qué ha sido esta vez? —

Yuuji levanto la mirada de donde se hallaba perdida. Estaba en el sofa de su sala, simplemente sin hacer nada, solo respirando sin ver los minutos pasar. Miro sus manos, luego sus dedos, alrededor de sus uñas estaba un poco dañado, sangre seca en algunos dedos. Su hermano se acerco, sentándose a su lado, tomando sus manos con brusquedad solo para llevarse unos cuantos dedos a su boca.

—Que asco Sukuna— gimió Yuuji avergonzado —Deja, deja— decía mientras intentaba recuperar inútilmente su mano

—Te he dicho muchas veces que no te arranques los pellejos, las arruinaste—

Yuuji le torció los ojos, pero se dejo acicalar de esa extraña forma. Cuando el mayor se hayo satisfecho, le devolvió su mano. Sin embargo, Yuuji solo suspiro y siguió mirando a la nada. Fue jalado bruscamente por Sukuna, solo para ser depositado entre sus piernas. Yuuji naturalmente recostó su cabeza en el fuerte pecho de su hermano, acurrucándose como si tuviera tres años.

—¿Y bien? —volvió a decir

Yuuji no dijo nada, pero; debido a eso, Sukuna se levanto del sillón con él en brazos, se dejo hacer, sintiendo y sabiendo a donde era que se dirigían. Entraron juntos a una habitación amplia y cálida, iluminada por la luz de una lámpara, el lugar era tan pulcro que Yuuji a veces; y secretamente, temía que su hermano fuera un obsesivo compulsivo de la limpieza. Solo se llevaban por unos cinco minutos, pero Sukuna se había tomado en serio su papel de hermano mayor.

Luego fue lanzado sin ceremonias a la enorme cama, reboto un poco descoordinado y pensó que ahí estaba la vena maldita de su hermano para hacerlo enojar, como un hermano mayor y normal.

—Duérmete, me lo dirás cuando estés listo—

Era como un condicionamiento, no estaba seguro, pero surtía efecto. El cansancio y las preocupaciones se fueron, cuando Sukuna entro al lado suyo, les cubrió con la manta y durmió con la sensación del grande y musculoso cuerpo de su hermano mayor abrazándolo con fuerza.

Yuuji estaba encerrado en el baño. El relato aun se colaba en sus oídos. Zumbaba de una forma absurda que lo hacía sentirse sordo.

Megumi, su mejor y unico amigo estaba muerto. Y el ultimo en hablar con él había sido el mismo.

¡¡Tu lo mataste!! Le habían gritado.

Habían encontrado su cadáver en un hotel de mala muerte. No habían indicios de que havia sucedido, salvo que Megumi estaba muerto. Yuuji no podía respirar, sus ojos picaban por las lágrimas que no estaban siendo derramadas. Salto sobre la tapa del asiento cuando la puerta azotó en un costado, lanzándose contra su rescatador. Este no dudo en pasar sus manos por debajo de las rodillas de Yuuji, se sentó en la tapa de baño y le acurrucó, arruyandolo como a un niño.

—Yo lo mate—  le dijo, su voz ahogada por el cuerpo del mayor

—No es así, ese bastardo tenía cara de pervertido, quien sabe que pudo hacer para acabar asi—

Yuuji lloro sobre el hombro de su hermano, se aferro a su cuerpo mientras el llanto lo hacía estremecerse, derramando lágrimas hasta que casi se sintió seco. Ignoro la sensación bajo su trasero, había sido un error sentarse de esa manera sabiendo lo que podía provocar en su hermano.  No lo culpaba sin embargo, puesto que estaba siendo consolado, era extraño si, pero Sukuna no era alguien malvado.


No fue difícil llevar a cabo la tarea. Sukuna conocía bien la mente pervertida del pelinegro. Podía excusarse en el amor todo lo quisiera, pero al final su único objetivo era arrebatarle a Yuuji. Vestirse como el, cubrir los tatuajes de su cuerpo y enviar un simple mensaje y dirección no fue difícil.

Lo molesto fue intentar comportarse como su hermano, todo tierno, sonrisas y parloteo. Megumi; tal como lo pensó no tardo en acudir, en abrazarle y hundirse en un frenesí amoroso y sexual. Sukuna soporto que le tocara, pero cuando intento besarlo llego a su limite. Ladeo la cabeza y arremetió contra la yugular del pelinergo, sonriendo ensangrentado cuando la sangre comenzó a manar.

—Si pensabas que permitiría que Yuuji fuera tuyo, estas muy equivocado — le dijo mientras usaba la sangre de este para eliminar el maquillaje y mostrarle quien era.

La comprensión ya era tarde  mientras la vida se le iba en cada gota de sangre perdida. Sukuna se deleitó mientras se apagaba la vida de Megumi, apuñalandolo hasta que se cuerpo era un picadillo casi irreconocible, pues su rostro si lo dejó intacto. No fue difícil dejar pistas de quien sería el atacante, después de todo se estaba asegurando de matar dos pájaros de un tiro. O seria mejor llamarles perros.

Por algo se había hecho de material para inculpar a Naoya, se sabía ya de los problemas de ambos primos, cosas de su apellido y personalidades. Por supuesto, Naoya no sería fácil de encontrar, si es que lo hacían, pues Sukuna se había encargado de que su cadáver se hundiera en lo más profundo de ningún lugar en particular.

Se limpio la sangre, se aseguró de no dejar nada que le delatase, se vistió y se marchó. Solo cuando estuvo en la seguridad de su hogar, agradecido de estar cerca del bosque, se dispuso a quemar la ropa ensangrentada que había llevado puesta.

Uno menos y más cerca.

El siguiente en su lista era cierto peliblanco profesor.

Ya se hacia una idea de que hacer.




Yuuji vomito. Gracias a los dioses no dentro del aula. Pero lo hizo.

Me parte en dos verte así de triste Yuuji, todo estará bien— le habia dicho mientras le abrazaba despues de enterse de la muerte de Megumi, muy cómodamente debía de admitir.

Ya era algo personal. La maldición había escalado, poniéndolo como participe de algo que no entendía. Goyo era un gran profesor y le dolía el usar la palabra "era". Estaba muerto después de todo.

Lo encontraron en un estacionamiento en Shibuya. Su cuerpo había sido cortado en dos partes y posado con un brazo extendido y el puño cerrado como si dijera "tengo la victoria " pero el hecho era real y ese era que estaba muerto. Era casi poético, porque un año antes Nanami, también profesor había muerto cerca de ahí víctima de un ataque con ácido en el rostro. El hombre no había sobrevivido a la septicemia que vino después de eso.

Yuuji había corrido del aula cuando vio un sobre esperándolo en su pupitre. Nadie le presto atención a lo que hacía, puesto que el miedo a acercarsele después de lo de Megumi era palpable.

Al ver las fotografías supo que estaba maldito y que no había nada que lo protegiera.

Nadie se dio cuenta de su huida, o si lo hicieron no lo detuvieron. No supo como llegó a su casa sin sufrir un accidente y eso que lo deseo en cada momento. Yuuji estaba agitado cuando fue lanzado contra la pared. Lucho con todas sus fuerzas, grito, pataleo y lloro hasta el cansancio.

—¡Todos lo que amo se mueren!—

—Es bueno entonces que me odies—

—¡No te odio Suku-nni  no te odio!— grito aun más fuerte

—Entonces... ¿Quieres que me muera?— le dijo el mayor

—¡N-No! Por supuesto que no, te amo pero... pero... ¡No quiero que te pase nada!—

Para ese momento Yuuji ya estaba  histérico. ¿Amaba a su hermano? Por supuesto que lo hacia, pero si lo hacia; ¿Creia que iba a morir de la misma o peor forma que los demás? No podría soportarlo.

—¿Que hago, que hago?— haría lo que fuera, estaba roto y desesperado.

—Solo debes ser mio Yuuji, una sola alma, un solo ser. Se mío y te protegeré —

Yuuji enfoco a Sukuna lo mejor que pudo, en medio de su terror vio; e ignoro, algo en la mirada de su hermano. Sukuna siempre cumplía sus promesas, estaba con el apesar de todo y todos. ¿Porque no aceptarlo?

La oscuridad de la habitación le invitaba a seguir adelante, como si le estuviera llamando.

Yuuji... ¿Debía aceptarlo?

Mientras bebía de la mirada se su hermano, mientras se miraban a los ojos y se sonreían, Sukuna se acercó más y le besó los labios suavemente. Sus labios eran suaves, y Yuuji se sintió invadido por una sensación extraña de calor.

Su lengua se movía dentro de su boca, explorando cada rincón con una sensualidad desbordante.

—¿Cómo es que sabes besar tan bien? — le dijo Yuuji, aturdido y mareado

—Eso es porque tú me excitas demasiado— le dijo Sukuna al oido

—Esto está mal Sukuna— le dijo mientras temblaba, aun nervioso pero lleno de adrenalina, una desconocida y otra que le dejaba escalofríos en zonas de su cuerpo que sabía no tendrían porque despertar.

Pero lo hicieron.

—Es porque eres mío, así debe de ser, somos una misma alma ¿No lo ves? Si no te entregas a mi solo atraerás la desgracia, no necesitas a nadie más—

Yuuji gimió cuando sus labios fueron invadidos de nuevo, cuando el cuerpo de su hermano mayor fue apretado contra el suyo, sintiendo su parte baja rozarse contra la suya. Dura y excitante.

—Estas grandes tetas, nadie más que yo debe tocarlas— Yuuji gimió nuevamente ante el manoseo de Sukuna sobre su ropa, presionaba sus pectorales, masajeandolos con fuerza

Mientras se besában, lass manos de Sukuna recorrieron su torso, sintiendo cada contorno de su cuerpo. Se acerco más, y sentio su erección presionando contra la suya. Sus dedos se enredaron en sus cabellos, y su lengua se abrió paso entre sus ya hinchados labios.

Habia algo dulce mientras sus lenguas se entrelazaban, lo que le hizo sentir una intensa excitación. Habia notado como su miembro se endurecía con una rapidez sospechosa, pero en medio de ese calor, lo olvido.


Sukuna bajó por su cuerpo, y su lengua se deslizó por su cuello y su pecho a la par que lo desnudaba, pareciera que estaba en todos lados, quitando su ropa, besandolo, mordiendo su piel, mientras sus manos acariciaban sus muslos.

Yuuji se sentía transportado a otro mundo, y se entrego al placer que Sukuna le estaba dando.


Su respiración se aceleró cuando fue alzado entre los brazos y él se detuvo para mirarle, pidiendo su aprobación para entrar a la recamara. Yuuji vacilo, se perdió mientras era besado de nuevo y bajado  a la cama de su hermano  mayor. 

—Suku-nni...— Yuuji jadeaba confundido y caliente, únicamente vestido con su ropa interior y calcetines.

Sus ojos le miraron con una fuerza que sentía lo destruia y se sintió profundamente conectado a él.


A su hermano.

—Eres un puritano, ¿No es así Yuuji? Te gusta tanto esto. Ninguno de esos bastardos tenían oportunidad contra mi, solo eres mio, mio—

Yuuji estaba nublado por el placer, en el fondo de su mente, ahí donde estaba la racionalidad, le indicaba que debía huir, que Sukuna era peligroso, que era un asesino. Pero cada que ese pensamiento surgía, el placer que le hacía sentir su hermano, lo aplastaba hasta dejarlo irreconocible.



—Sukuna.... ahh... Suk-Sukuna....—

—Así es, ni nombre es el único que debe salir de tus labios, gimiendolo así de excitado—

Seguidamente, se acostó sobre su cuerpo y volvieron a besarse. Sus manos le acariciaron  mientras su miembro se frotaba contra el suyo, estimulándome cada vez más.

Sukuna deslizó su miembro dentro de su agujero, sintiendo una explosión de intenso dolor pero tambien placer. Sus movimientos eran lentos y profundos, Yuuji estaba completamente perdido en él, y se dejé llevar por la ola de placer que los envolvía.

Yuuji sintió como ese algo que le invadía las entrañas se volvia mas grueos si fuera posible, los movimientos erráticos y con fuerza cada que entraba y salia, grito; o lo intento al menos, pero el sonido fue ocultado por una enorme mano en su garganta, misma que le oprimía con cada embestida en su interior.  Sukuna, su hermano  mayor, asesino serial de quienes se le acercaban, le invadía como una bestia desatada, una que estaba en la cúspide de su poder.


Y le hacia sentir tan bien.

—¡Joder, me estas apretando!—


Yuuji se corrió, no pudo evitarlo, su mente nublada por la falta de oxígeno, el intento de disociar el hecho de quien era en realidad su hermano mayor y los golpes contra su próstata lo hicieron posible.

Yuuji lo sabía, lo intuía. Su hermano mayor habia quitado del camino a cada persona que ponía sus ojos en él, cada persona que era amable, a la que le mostraba una sonrisa o le hacía sonreír. ¿Cómo iba a lidiar con esa verdad?


—No pares... — le dijo —No pares... p-por favor... Suku-nni, no pares, hazme olvidar — oh... de esa forma.

Yuuji se corrió  nuevamente, apretó su agujero de tal forma que Sukuna lo siguió. El calor en su interior le hizo virar los ojos, la sensación de la humedad derramarse entre sus piernas; volverlo a endurecer. Yuuji apenas respiraba cuando sintió la mano de su hermano dejar su lugar en la garganta, las magulladuras serían visibles por varios días, pero no le importaba.


—Yuuji... eres mío. Recuerdalo siempre —

Las luces bailaban alrededor de su percepción. Pero sintió claramente cuando fue puesto boca abajo, cuando su trasero fue levantado al aire y penetrado de nuevo. No pudo emitir ningun sonido, no cuando su cabeza era hundida en la almohada, levantada sólo lo suficiente para no dejarle morir. Sus lágrimas eran un espectáculo, bajando por sus mejillas y perdiéndose entre su cuello, pecho y las sabanas.


Solo escuchaba el cruel crujido de la cama, de la cintura de Sukuna chocar contra sus nalgas. En sus oídos sólo estaba el eco acuoso de su agujero lleno de semen, de su hermano diciéndole que lo amaba, que ya eran una y sería para siempre.



—Más... ma-as... soy tuyo, ¡Soy tuyo! Pero dame m-mas—




Y sukuna, bueno, no puso peros a eso. El pedido más dulce que su Yuuji alguna vez le pudo pedir.



Quizá el siguiente en su lista sería ese tal Higuruma. Y Sukuna no sabia pero Yuuji edtaba pensando que no estaria de mas visitarlo mas a menudo, le caia bien pero.... Si Sukuna...


El encargado de la biblioteca últimamente veía con ojos distintos a su querido hermano Sukuna no era ningun idiota.  Por el momento disfrutaría del placer incomparable de hacerlo suyo, después se encargaría del resto de los estorbos que aún pululaban alrededor se su hermano.

Y Yuuji también lo sabía.

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