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Tercera parte: Salty tiene que crecer

Entrando al mirador invertido, Salty no se encontró más que lo de siempre; sin trucos, sin nada que hubiera sido alterado. Todo era igual, excepto el cielo, que oscuro como siempre, se postraba serio ante ella. Las nubes no eran grises, sino de un azul muy pálido. Las gotas de lluvia que caían al que antes era el bosque de los Getz, eran feroces, chocando con los ventanales y produciendo el sonido de un golpe pequeño; como si un insecto hubiera pegado con ellos.

Salty comenzó a subir las escaleras hacia la punta del mirador, cuando escuchó unas voces; no eran misteriosas ni de ultratumba. Eran voces normales, sencillas y humanas; y algunas le resultaban familiares.

Al momento de llegar a la cima de mirador invertido, vio a personas que le daban nostalgia, aunque en forma de espectros; eran Chio y Yec. Ambos sostenían un cuerpo; el cadáver la mujer que había visto en la calle, con la cabeza sangrante y vestimenta simple.

Ellos tomaron el cadáver de la mujer y con un hechizo, la pusieron en posición fetal, haciendo que ella se convirtiera en una esfera; la piel y todas sus extremidades se unieron, formando una bola de color rosado.

Salty no entendía nada, pero la explicación vino después cuando de la esfera nació un bebé; era una niña, bastante sana, y tenía un mechón de cabello rojo. Salty miró detenidamente al bebé, esperando que fuera un error, que lo que veía no fuera más que una fantasía, una horrible fantasía ¿Qué significaba esto? ¿Qué podía ser? ¿Acaso ese bebé era...?

Los pensamientos de Salty se detuvieron en seco al notar que el mirador, desde abajo, se estaba desmoronando, dejando ver un vacío en blanco que no podía notarse cuando terminaría. Salty asustada, intentó hablar con Yec o con Chio, quienes reían con la bebé; fue en vano.

El mirador invertido se estaba desintegrando y Salty veía con horror aquella blancura que era un lugar en tinieblas, sin forma, para ella. En el preciso instante que el mirador se desintegró por completo, Salty se dejó llevar por el vacío, cayendo con velocidad a quien sabe dónde; en su caída, varias aves extrañas volaban a lado de ella, chillando de forma aterradora, como si fueran elefantes llorando o lobos siendo torturados; estas aves ella las reconocía como los Ulthyj, una especie de aves que eran completamente hechas de sombras. Solo podían existir en un sitio que carecía de algún espectro de oscuridad.

Una de estas aves iba hacia Salty, cosa que ella vio como un ataque, pero esta ave se postró debajo de ella, atrapándola y haciéndole tomar el control de su caída. Salty no podía creerlo; Chio le decía que los Ulthyj eran una especie de aves muy violentas.

Con ferocidad, el ave empezó a caer en picada, sin importarles sus colegas de la misma especia; Salty no podía sentirse de otra forma que no fuera emocionada, mirando muchas más cosas de las que pudo ver cuando caía lentamente. El vacío en blanco comenzó a mostrar más colores, espectros varios de morado, rosa, verde, azul, rojo y amarillo, todos ellos, combinados como un arcoíris o como un reflejo cristalino.

Para desgracia de Salty, un punto oscuro se manifestó, haciendo que el ave dejara de existir y ella siguiera cayendo en picada sin nada con lo que sostenerse.

Todo era igual que el inicio y Salty seguía igual de asustada por lo que fuera a pasar; no obstante todo terminó rápida y pacíficamente, ya que Salty sintió como su cuerpo caía más despacio y aterrizaba con gentileza.

Salty había vuelto a una oscuridad indescriptible, tentando el suelo y sintiendo los charcos de agua, al igual que la primera vez. No había cadáveres ahora y su reflejo era ella misma; la misma Salty de siempre.

Entonces, caminando hacia ningún lado, Salty no supo a donde ir, todo era tinieblas sin fin frente a sus ojos, sus pequeños e inocentes ojos.

De repente una cegadora luz emergió del agua, como si fuera un reflector en el suelo. Salty vio que la luz no era completamente luz; era un pasadizo por el que ella podía entrar con solo dejarse caer. Salty tomó fuerzas y sin miedo, entró en el pasadizo.

***

Al entrar, se percató que había regresado al pueblo de otoño; era el tercer día, el carnaval se estaba festejando como era debido. Salty quería correr hacia la ciudadela, pero era inútil y antes de que pudiera siquiera llegar al árbol más cercano, el cielo se rompió, y de el, caía lentamente la muerta diosa Ayeza, que perturbaba a su pueblo, haciéndolo gritar de horror y muchos de ellos, implorando por una segunda oportunidad ante su diosa.

Todo era inútil y no podía ser detenido. La diosa había ya estrellado su rostro contra el centro de la ciudadela, y todo lo aledaño a ella, comenzó a elevarse, todo fue destruido en el paso de la caída de Ayeza, la diosa del pueblo de otoño. No había cosa o ser vivo que sobreviviera a eso. Y en el momento que el pueblo estalló y el cielo en tinieblas se bañó, Salty sintió como fue arrojada por el aire hacia las lejanías, mientras el pueblo de otoño ardía en llamas y todos sus habitantes morían carbonizados. Salty no podía creerlo y en el aire, escuchando el fuego gritó:

- ¡Ya basta! ¡Por favor! ¡Ya! ¡Paren! – Salty cayó al pastizal más lejano de la ciudadela, solo para ver como su cuerpo se había quemado y su piel estaba carbonizada - ¡AHHHH!

Salty, en llamas y con dolor, no pudo evitar llorar por todo lo que veía; todo lo que había significado algo para ella estaba destrozándose frente a sus ojos, y a la par que su cuerpo perdía su piel, Salty derramaba sus ultimas lagrimas antes de ser completamente un esqueleto.

Salty se sentía horrorizada por lo que su cuerpo era; era puro hueso y nada de nada más. Su cuerpo había sido destrozado por la explosión del pueblo de otoño y sus pueblos aledaños; y el peor de los casos, Salty perdió la capacidad de hablar y de llorar, siendo solo un esqueleto.

Ella quería quedarse en el suelo, suplicar por algún rescate, por algo que le diera esperanzas, pero nada vendría por ella; nada haría nada por ella; era ella sola contra todo ello. Lagrimas querían caer a raudales, pero ya no había nada de nada, solo era eso. Nada...

***

En sueños, Salty se perdió a si misma, en lugares que jamás se harían realidad y escenarios sin sentido alguno. Todos ellos eran imaginados por su propia mente, la cual le hacía posibles y reales los peores escenarios que podía presenciar.

De la nada, volvió a despertar, notando un cambio garrafal en ella; no solo había dejado de ser un esqueleto, sino, ya no era una niña. Su cuerpo había crecido, sus manos eran algo viejas, sus pies estaban cansados y se sintió más pesada que de costumbre.

Buscando algún espejo en donde mirarse, vio que estaba de nueva cuenta en el apartamento en el cual había visto a la muchedumbre en el suelo, el cual estaba de día; con un sol radiante por la ventana y mucha alegría por los pajarillos.

Llegando al baño, Salty miró su reflejo y no lo podía creer; era la mujer que había muerto en el pavimiento de la calle. Miró en su suéter, el cual era el mismo de la chica cuando había muerto; tenía un grabado que decía "Frangee"

Su cabello era oscuro, o más bien castaño, con un fleco que cubría su frente y tenía el rostro algo desgastado; sus rasgos eran los mismos de ella cuando era una niña. Fue allí donde Salty tuvo un momento de catarsis.

Miró su reflejo, llorando en armonía, pero con una duda existencial. No podía creer ninguno de los pensamientos que recorrían su cabeza; intentaba negar todos lo más rápido posibles, sin tener terror de no llegar a una conclusión; solo quería que todo fuera como antes, que fuera divertido, algo conformista y nada aventurero. Únicamente quería descansar, olvidar todo y ser lo que era antes de este viaje. Salty o Frangee, lo que fuera, quería una vida normal de regreso, o lo que ella conocía como normal; ya no sería así más nunca, y Salty tenía que entenderlo.

Frangee se recostó en el suelo y se puso en posición fetal, llorando desconsoladamente, sin saber si era real o no lo que estaba pasando con ella; lagrimas caían a raudales por su rostro y empapaban el suelo. Llegó a un punto que todo el cuerpo de Frangee había sacado mucha agua que se había deshidratado y ahora no era más que una coraza seca; de ella, emergió Salty, quien veía con vacuidad todo lo que estaba frente a ella; no sabía si Salty era real o si era solo una fantasía. Sus pensamientos eran cuestionables y su razonamiento no era algo que una niña debería hacer; Salty no era una niña.

Antes de seguir pensando en ello, el departamento fue atacado por una criatura con tentáculos, la cual atravesó las ventanas, perforó el suelo y destruyó todos los muebles y electrodomésticos de aquel sitio. Esta criatura era similar a un manojo de intestinos, puesto a que sus tentáculos eran algo circulares, deformes y excretaban un líquido viscoso y oloroso.

Salty no quería mirar, no obstante, la criatura fue más rápida que ella y la tomó por sus tentáculos. La sacó del departamento y le hizo mirar todo a su alrededor.

La ciudad era un caos, con partes de los otros pueblos, con llamas por todos lados, edificios y castillos flotantes, personas muertas y descuartizadas encima de su cabeza, sintiendo la sangre cayendo por su cabeza.

El cielo era de un color rojizo y las nubes eran rosadas, las cuales avanzaban aceleradamente en el firmamento; Salty había visto suficiente y no quería ver más. Para su mala suerte, la criatura con tentáculos comenzó a hablar con ella. La voz de esta era algo monstruosa, sin forma y parecía que hablaba de reversa; era una voz escalofriante y esta retumbaba con eco en todo el infierno que Salty veía. No podía soltarse para poder escapar y su cuerpo estaba siendo comprimido por el tentáculo.

-Eres lo más débil que he visto en años, pequeña mocosa, una niña que no significa nada para nadie. Serás olvidada por todos y todos recordarán lo que has hecho. Una pequeña niña morirá... ¿Qué más da?

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