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Segunda parte: F. Moore y Ayeza, diosa de otoño

***

-Eso es, según mis palabras, lo que sucedió con ella – Dijo Edgar.

-Pobre mujer – Dijo Salty.

-Pero fue algo bueno – Dijo Edgar – A raíz de un pueblo sin esperanza y con su fe perdida, Ayeza lo elevó a una tranquilidad inconmensurable. Logró hacer sentir felices a muchas personas y demasiadas generaciones; en realidad fue algo muy noble de Alviria.

- ¿Dejarse llevar por una criatura y ser comandada por ella, eso es ser algo noble?

-No es eso, Salty – Dijo Edgar mirando a Ayeza – Al instante de que ella fue convertida en deidad, todas las demandas del pueblo fueron apeladas, pero no demandas egoístas o con ciertos índices de pecados; como lo son la codicia, el placer, la gula, entre otras cosas, como buena comida, buen clima y tierra. Ayudó al pueblo con cosas realmente significativas; les dio criaturas que ahora son su patrimonio cultural, les hizo volver a sentir la nieve en sus pies, les dejó las más deliciosas de las lluvias y las hojas marchitas más bellas que cualquier ser humano haya podido ver. Y no solo eso, Salty. Ella también me ayudó a mí cuando me sentía abandonado.

-Eso...

-Ocurrió cuando yo fui convertido en niño por F. Moore – Dijo Edgar interrumpiendo a Salty – Jamás olvidaré como fue que la conocí, además de la historia que en partes logró contarme.

***

Lo recuerdo bien, Salty, lo recuerdo bien. Todo era una penetrante oscuridad, que solo era rota por un diminuto pero destructible trozo de cristal, el cual separaba mi oscuridad de una hermosa fuente de agua azulada.

Lo veía todo abajo, un montículo de piedra que tenía una vasija de agua con flores, que parecía ser perfumada, a la par que la fuente generaba más agua de lo normal.

Dentro de ella, reposaba su cuerpo Ayeza, quien descansaba en un letargo que solo las plegarias de su pueblo podrían quebrantar.

Yo buscaba entrar allí como fuera posible, golpeaba el vidrio con mis más brutales golpes y todo mi aire se desvanecía de la búsqueda de algo que no fuera la penetrante y vacía negrura que tenía a mis espaldas. Luego, con una calma que jamás olvidaré, se levantó del agua y dijo con suavidad.

-No tengas miedo... se que te encuentras en la oscuridad de la caverna. Estas asustado y no sabes que ha ocurrido... no tienes que temer más. Solo necesito que te relajes y te dejes caer en el cristal.

De repente, el cristal se hizo aun más grande, dejando expuesta aun más de lo que había visto; noté unas hermosas estatuas de tronos, con símbolos característicos.

El que era un símbolo similar al de un "uno" en romano, con una serpiente partiéndola por la mitad y con un poco de escarcha en la punta del "uno" romano, era el trono de la deidad de la primavera; el trono con el sol siendo atravesado por una lanza con rombo blanco en la punta de la misma, era el trono de la deidad del verano; el símbolo de una esfera blanca, en la cual habían personas tomándose de las manos frente a un fuego, era perteneciente a la deidad del invierno; y para terminar, la flor con tres hojas en la punta y una en la base, con hiedras en las partes restantes, era el símbolo del trono de la deidad del otoño

- ¿Me escuchaste joven? – Preguntó Ayeza cuando no respondí por lo bello del lugar que me había dejado mudo.

-En-en-en verdad...

-No te preocupes – Dijo seguido de una risa coqueta y alegre – No me tengas miedo... nadie te hará daño.

- ¿Pero como puedo estar seguro? – Pregunté yo con cierto miedo en mi garganta, que se hacía cada vez más angosta por la oscuridad detrás mío.

-Solo déjate caer de espadas, y te juro que mi vida, y mi pueblo se desvanezcan, si te dejo caer al suelo.

Dándome la vuelta, me paré, dando la espalda al vidrio y me dejé caer ante él. Solo sentí como este se rompía velozmente, a la par que sentía como el aire me rozaba todo el cuerpo y los trozos de cristal me recorrían todo mi cuerpo. Sin embargo, antes de caer, unas manos angelicales me tomaron por la espalda y mis pierdas, resguardándome en un lecho armonioso.

Las manos de Ayeza me tenían seguro en el aire.

-Pen-pen-pensé que...

-No te preocupes, niño.

Ayeza me bajó, a la par que, con un giro angelical, sus mantos de diosa aparecieron en su cuerpo.

-Dime – Dijo ella - ¿En que te puedo ayudar?

Fue entonces que, como un niño pequeño, respondí a lo que me dijo, con honestidad.

-Es que, la bruja... y luego esto y luego...

-Tranquilo – Dijo Ayeza – Se que no eres un niño y eres más adulto de lo que yo o cualquier persona puede suponer.

Respirando, pude recuperar mi juicio maduro y pude hablar con mayor control.

-De acuerdo – Dije yo con cierta tristeza en mi – Yo estaba con una bruja, que antes fue mi amiga... me transformó en un niño porque eso le parezco a ella... no puede ser posible, pero si éramos amigos, si sentía la tranquilidad y el cariño entre nosotros.

-Pequeño... perdona... cariño... es fácil decirlo y difícil entenderlo, con ello te pido que no me odies por lo que te diré.

-No se preocupe... señora...

-Ayeza... Ayeza – Dijo la diosa de otoño - ¿Puedes perdonarme por lo que vas a escuchar?

-No ha hecho nada malo con decirme que piensa de ello – Dije – No se preocupe.

-Está bien... Cariño, las personas que en algún momento fueron amigos, van a terminar solos, o tal vez con otras personas formando parte de su vida... no es algo malo, de hecho, es saludable, ya que esas personas llegaron a sus vidas para hacerlos crecer, para darles vivencias que llevarán a su ser a un mayor potencial. Sin embargo, esto tiene un costo, que tu como pocos no ha querido pagar y el resentimiento te ha tocado a ti... tendrás que abandonar a viejas amistades para dar paso a nuevas...

-Pero... ¿Por qué?

-La verdad es algo que pocas personas saben, pocas personas conocen... Las personas olvidan lo que en el pasado fue algo importante para ellos... la fraternidad para algunos, la tarde para otros, se desvanece conforme pasan los años... en los años, uno se hace más libre para expresar lo que se es, y de manera irónica, se van alejando las personas... entre más creces como ser humano, mas solo te vas quedando... y es normal... no necesitas de las personas y a la vez los necesitas.

Eso fue un golpe muy duro a mi ego, y era porque era verdad... me era difícil digerir que mis viejas amistades, incluyendo Moore, ya habían dejado de formar parte mi vida actual... mi realidad percibía amistades duraderas... mi vida, me mostraba la verdad cruda, pero verdad, de que mi soledad se hacía más grande que nunca...

Me busqué esto que me ocurrió y eso fue por mi miedo a soltar algo que había muerto.

Repentinamente, desde una parte de la fuente, se escuchó un estruendo abrumador. Ayeza dio la vuelta brutalmente, al instante que se ponía frente a mi para protegerme de cualquier daño que pudiera emerger de aquel estruendoso chirrido de rocas.

-Mantente atrás Edgar.

- ¿Cómo sabes mi...?

-Oh – Dijo una voz femenina que se me hacía familiar – Allí estas cobarde.

De las tinieblas del estruendo, que vivía bajo neblinas, Salió de ella la bruja de cabello albino y ojos blancos, pálidos como la misma ceniza de la piedra blanca que caía de las construcciones del pueblo.

- ¿Acaso te ocultarás detrás de una diosa porque no eres lo suficientemente hombre para enfrentarme?

-No – Dijo Ayeza – El no buscaba correr u ocultarse como un cobarde, solo quería un apoyo de donde desahogarse de lo que tu le has hecho.

- ¿La conoces? – Pregunté yo.

-La conozco mejor que nadie, Edgar... Será mejor que te ocultes, tienes que correr lo más rápido que puedas.

En ese instante no pensé en algo más que simplemente correr.

-No huyas llorón – Dijo Moore, lanzando un rayo de color brillante y dorado.

- ¡No! – Gritó Ayeza, volando hacia el rayo, dejándose afectar por este. Cosa que causó que ella saliera volando hacia las paredes de la caverna de la fuente, la cual empezaba a temblar.

Moore escapó de ella y logró hacerse con la vasija de la diosa Ayeza.

La caverna era brutalmente destruida por la falta de vitalidad. Eso era lo que más temía, porque lo que mantenía con vida ese lugar era Ayeza.

Todo el lugar fue destruido y lo que vez ahora, que es toda esta riqueza que observas, fueron joyas que había ocultas en toda fuente. Por más absurdo que suene, el concreto que había transformado a los tronos en concreto y el agua en un diluvio brilloso azulado, fueron estas bellas reliquias.

Para cuando toda la piedra del lugar había caído, Ayeza yacía inconsciente en el suelo, a la par que yo corría hacia ella.

- ¡Ayeza! – Grité desesperadamente.

No recibí respuesta alguna, y miré su rostro cruzando ojos con ojos.

Lo que antes era bello, se volvió monstruoso, pero no una metamorfosis, si no una deformación.

Ayeza, quien se sentía moribunda, tomó un poco del oro de las reliquias que había y con un movimiento de dedos, puso este mismo a derretirse en su rostro.

La mascara que observas en ella, y en mi... era esa mascara.

-De-de-debes...

-Si, Ayeza – Dije nervioso.

-De-debes portar esta máscar-mas-

-No te esfuerces Ayeza,

-Debes de usar esta máscara – Dijo ella con suma fuerza – Esta mascara, forjada de las riquezas del concreto de la fuente de otoño, en tu rostro, serán mis ojos y mis labios; solo pocas personas podrán escucharnos a los dos y otras pocas más, podrán escucharme a mí.

La miraba detenidamente, al instante que se quitaba la máscara dorada de su rostro y me la daba a mí.

Cuando me puse la máscara, la misma apareció en la deformada cara de Ayeza, como si fuera un conjuro de verdad.

Ahora, la mascara que observas, lo que tengo siempre, es el rostro de ella, el actual rostro de ella.

No se que habría hecho Moore a Ayeza, pero no pienso quedarme con los brazos cruzados...

***

-El pueblo la necesita, Salty... y solo tu puedes ayudarme...

- ¿No habías dicho que no podía ayudarte? – Preguntó confusa Salty.

-Ahora que sabes lo que ocurre, tu ayuda es esencial para mí y para un pueblo entero.

-Si... mira... – Dijo Salty – Necesito volver al bosque del mundo mágico, o si no, mi amiga Eleanor va a ser devorada por el bosque de los Krugther.

- ¿Bosque Krugther? – Dijo nervioso Edgar - ¿Qué hacía una niña como tú en el bosque Krugther?

- ¿Puedo contarte?

-Si – Dijo Edgar.

-Algo raro ocurre en mi instituto, que es un poco como mi casa, donde viven mis amigos y mis tutores que me han cuidado desde que puedo recordar. Ahora una especie esencial para ellos está siendo afectada por culpa de una bruja malvada, y temo...

Salty no continuó hablando.

- ¿Qué ocurre? – Preguntó

- ¿Pu-pu-puedes describirme a Moore? – Dijo Salty.

-Te lo haré más fácil – Dijo Edgar tomando un papel de una de las reliquias de oro del lugar.

-Mira esta imagen – Y en el instante que Edgar le mostró la imagen a Salty, esta gritó ferozmente de horror, cosa que alarmó a Edgar.

- ¡Es-es-es-es! ¡Es ella! – Gritó Salty.

- ¿Ella? – Dijo Edgar, dándose cuenta de que hablaba - ¡¿Ella es la bruja de la que hablas?!

-No hay duda en ello... no... no puede ser...

-Yo tampoco lo creo... ¿Qué especie es la que estaba buscando la bruja?

-Esta encargándose de acabar con los Getz.

Edgar empezó a sudar gotas frías de su rostro.

-Los Getz... los Getz... ¡Los Getz pueden evitar detecciones en viajes en el tiempo!

- ¿Qué? – Dijo Salty.

-Las personas que poseen la piel de los Getz, pueden evitar ser detectados por los medidores Hexon, y por ende, es imposible crear algún tipo de variante en el tiempo para hacer que su evento no sea mutable... toda persona que haya creído que el evento original era el original, lo verá alterado y no pensará o recordará el otro.

- ¿Eso quiere decir...?

-Tal vez planeé algo grande, con ello no me quiero imaginar que cosas puede hacer,,, ¿Tiene más personas a su lado?

-Tiene un grupo de seguidores, o eso parecen... y...

Salty se detuvo un poco a pensar en Turtk... hacia mucho tiempo que no pensaba en él... Sin embargo, algo que había notado durante sus últimos días en la academia, era de una actitud extraña...

- ¿Qué ocurre?

-Creo que una de las personas que conozco estaría relacionado con ello.

-Creerlo no es suficiente... No puedes hacer juicios rápidos en base de creencias... necesitamos hechos para asegurar lo que dices.

-Si...

-Eso es serio... Sin embargo, hay algo que podemos hacer y debemos ser veloces.

- ¿Qué es? – Preguntó Salty.

-Debemos buscar el arco y las flechas de Jeanne d'Arc.

- ¿Qué es eso?

-Jeanne d'Arc fue una heroína francesa que para muchos, fue heroína de la ultima parte de la guerra de los cien años, sin embargo, fue una de los primeros humanos con poder mágico en la historia. Su poder quedó acumulado en su arco, su espada y su armadura, entre otras reliquias bélicas que fueron olvidadas por el tiempo... Lo único que el mundo mágico tiene en sus manos es el arco... el resto pertenecen a otros lugares cuyo origen desconozco por completo.

Salty pensó todo lo que escuchó de Edgar, y solo pudo preguntarle.

- ¿Dónde se encuentra el arco y las flechas? – Preguntó Salty.

-Necesitas un mapa, el cual tengo por aquí por fortuna.

Edgar sacó un mapa de una de las jarras de oro con piedras preciosas que tenía allí.

-Este es el camino.

Salty tomó el reluciente cristal y, teniendo todavía cuatro días, corrió hasta la región de T'mebermac, y así, obtener la llave del palacio de naipes.

El tiempo era contado, y Salty no tenía mucho; debía apresurarse y hacer las cosas bien.

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