Segunda parte: El último suspiro de una deidad
Habían ya pasado cuatro días, en los cuales Alviria no dijo nada, no comió nada, la cabaña quedó abandonada y ella se mantenía de rodillas frente al sol, en su mayoría del tiempo. En los días lluviosos solo miraba al pasto, con el cabello desordenado cubriendo su frente y evitando mezclar sus lagrimas con el agua del cielo. Los brazos de Alviria abrazaban fuertemente el viejo peluche de Gunter, un oso de trapos y harapos viejos con botones como ojos.
Su espalda encorvada, sus rodillas lastimadas, sus pulmones agotados y su mirada ojerosa con ojos rojos era todo lo que le podía ofrecer l pasto, a los árboles, a las bestias diminutas e insectos que paseaban libremente a su lado, sintiendo su tristeza, pero nada más. Los grillos nocturnos eran lo único que llegaba a mostrarle que el mundo seguía allí, el mundo real seguía existiendo; ella ya no.
Algo había muerto hacia cuatro días, y no tenía intención de ser recordado. Las lagrimas de los hermosos ojos de Alviria no eran si no los restos de una desdichada esperanza que jamás debió siquiera ser pensada. Todas las pasiones y la vida humana que le quedaba se habían desvanecido.
Gunter se había llevado todo lo que ella podía ser o pudo significar. Tanta desesperanza llenaba a la pobre alemana que en una ocasión, lo que era agua se había vuelto roja, durante un diluvio, que le arrebató a Alviria un recuerdo doloroso y además, una posible esperanza; su hijo, había muerto.
Sin mediar palabra, Alviria se quedó allí pasando casi dos semanas, en las cuales la luna, el sol, las lluvias, el calor, el frio, los gritos desesperados del más allá del campo y todas esas cosas, no eran si no irrelevantes.
No obstante, la vida le tenía un regalo para darle más esperanza de ser útil, una añoranza venida del mismísimo cosmos, o tal vez, de más allá.
En una de las tantas noches que no pudo si no contemplar el pasto, abrazada del oso viejo de Gunter, una luz de colores mixtos empezó a descender del cielo, como un cometa acercándose.
Quizá todo este tiempo Alviria necesitaba que algo estuviera a punto de matarla para recuperar los sentidos; al escuchar un estruendo lejano, como el de una bala de cañón, volteó su cabeza había el firmamento, viendo como era penetrado por una estrella, o un objeto similar.
Preciso fue el instante para que Alviria, se moviera precipitadamente, aun viendo con lagrimas en sus ojos, la desesperación del instante los limpió y revivió sus emociones; pasó del llanto longevo a un miedo penetrante e instantáneo.
Cubriendose sus ojos, por lo cegadora de la luz del cuerpo que caía velozmente, sintió como el suelo se movía violentamente. Al instante que la luz se hacía cada vez más pálida y sus ojos podían acostumbrarse a ella fácilmente.
"Santo dios" Pensó Alviria, al notar lo que había caido; no era un cuerpo cosmico, una piedra, mucho menos un avión algo similar a lo que ella pensaba. Aquello que cayó del cielo no era de este mundo. Era algo más. Su cuerpo solo podía asemejarse a una zapatilla enorme, con ojos en la parte superior, laterales con lo que parecían ser branquias, en lo que parecía ser su abdomen, había un montículo de escamas, apiladas en si, como si fueran piedras, cubriendo todo el abdomen. Su color era azul y emanaba un aura de varios tonos. Alviria no quiso tocarla, sin embargo, un tentáculo había salido de la criatura y le se incrustó en su frente. Este tentáculo drenó algo de la sangre de Alviria y después se regresó a la criatura.
Esto fue algo doloroso para Alviria, quien corrió lo más lejos de la criatura, la cual, con cierta conciencia y en sus cabales, se desplazó en el aire lo más rápido que pudo hacia Alviria, quien, en la pradera con sus pies húmedos y el peluche de Gunter, recorrieron una considerable distancia, sin suerte de escapar. La criatura los había acorralado y Alviria se cubría el rostro con el peluche.
-Tranquila – Dijo una voz hibrida, entre masculina y femenina, a Alviria.
- ¡Déjame! – Dijo Alviria - ¡No me atormentes más!
-Tranquila Alviria – Dijo la criatura, tratando de acercarse a Alviria – No vengo a hacerte daño, en realidad, no puedo afectar a ningún ser viviente en la faz de este y cualquier planeta.
- ¡No te creo! – Dijo Alviria mirando más detenidamente al peluche de Gunter.
-Puedes dejarte de cubrir si quieres – La criatura hizo una metamorfosis rápido.
-No puedo creerte tan fácilmente – Dijo Alviria – Dejame en paz, no tengo nada, nadie vive aquí además de mí.
-Se que tu esposo falleció hace poco – Dijo la criatura.
-Que...
-Si... también que has perdido un hijo... lo entiendo completamente y adoraría ayudarte... solo te pido que me mires y no temas, Alviria...
Alviria, temblando, escuchando esa voz rara, lejana del mundo que ya conocía, le hacía más que dudar; era temor, respeto, pero sobre todo un temor inenarrable. No obstante, al escuchar la tranquilidad del habla de ella, decidió no temerle más.
- ¿Cómo...? – Alviria, al mirar a la criatura, notó que ya no tenía la figura retorcida que tenía antes de habar con ella. Parecía un humano, sin nada de personalidad ni nada definido. Era un cuerpo bidimensional, con brazos, piernas, un torso, una cabeza, dos ojos, orejas, nariz y boca. Sus ojos eran blancos y su interior, desde la boca, era de un color rojizo brilloso.
-He intentado imitar la fisiología de ustedes, humanos... pero no puedo hacerlo porque no soy uno...
-Exacto – Dijo Alviria.
-Necesito tu ayu...
La criatura, desvaneciéndose en si misma, se dejó caer al pasto, deformando de nueva cuenta su cuerpo al la criatura que fue al atravesar las nubes.
Alviria, viendo el sufrimiento de la criatura no hizo nada más si no llevársela a su cabaña.
Allí, Alviria pudo recostarla en su cama y se sentó a lado de la misma para ver al ser. No podía creer lo que ocurría, ella, con una especie de cucaracha, la cual trataba de moverse de desesperación.
-P-pe-per-perdón – Dijo la criatura.
-No es necesario...
-Pe-pe-pe – Intentó transformarse de nuevo, gimiendo de dolor al intentarlo, cosa que Alviria detuvo.
-Está bien, está bien... no necesitas transformarte otra vez, si eso es cansado para ti – Dijo Alviria acariciando a la criatura.
La misma dejó de intentar cambiar y pudo ser ella misma con Alviria.
-Soy Ultiryeza – Dijo la criatura – Vengo, aunque no lo creas, de un viejo pueblo olvidado en las fronteras del centro de Plutón, mi planeta natal era la luna cerbero y desde mi descenso al mundo humano no he sido si no algo divino para los humanos, en general. Sin embargo, la fé de mi pueblo ha devastado mis habilidades y con ello, mi cuerpo se desvanece, rápidamente me he de convertir en polvo.
Alviria miraba con cierta lastima y melancolía a Ultiryeza.
-No busco más que un lugar en donde resguardar mi energía sin miedo a que se pierda – Dijo la criatura – Vengo de una raza de deidades que fueron creadas sin un origen exacto y que no podemos morir.
- ¿No pueden morir?
-Si.
-Entonces ¿Cuál es el problema?
-Si alguien, un mortal, un ser cósmico o mágico, llegase a tomar la energía que resguardamos, sería el fin para nuestra especie. Por ahora mi hermano, de los tantos que tenía, que vigilaba un sector en un interverso ajeno a este, ha dejado de existir, matando a uno de los universos que había en él. La armadura Mechathra parece haber grabado su muerte en el epitafio de las estrellas.
- ¿La armadura no tomó...?
-No, en realidad eran un par de chicas que solo viajaban por el cosmos en busca de partes de una mujer, o eso pude entender de Hókjék – Dijo la criatura.
- ¿Quién es Hókjék?
-Es un informante cósmico, suele verse como un duende, en un universo lejano, e instruye a los viajeros multiversales, galácticos, mágicos, divinos y en general, a todas las criaturas habidas y por haber... el no tiene miedo a morir, pues al igual que yo, solo es energía pura de un lugar que nadie recuerda y cuyo nombre se ha desvanecido con sus memorias, que llevará hacia la tumba el día que vaya a morir.
-Vaya...
-Si – Dijo la criatura – Nadie puede tomar la energía que tengo en mi ser, y si fuera lo contrario, todo sería un caos irreversible.
-Pero ¿cómo puedes resguardar la energía de tu cuerpo?
-La única forma de hacerlo es con dos posibles salidas... regresar a mi planeta natal, el cual ya no recuerdo si ha muerto o solo me ha olvidado... y la más riesgosa...
- ¿Cuál es la más riesgosa?
-Dejar que alguien tome mi lugar, cualquier criatura, con un corazón noble...
- ¿Tendrás que buscar a un corazón noble? – Dijo Alviria viendo con tristeza a la criatura, que escupía sangre de sus branquias.
-No... ya lo he encontrado...
- ¿Qué? ¿Y dónde...?
Alviria miró con cierta duda existencial al ser.
- ¿Se refiere a mí?
-Si, Alviria – Dijo la criatura.
- ¿Cómo es que sabe que tengo un corazón noble? ¿Qué le hace creer eso?
-Tus ojos rojizos, tu espalda encorvada, tu mirada desesperanzada... has llorado por Gunter todo este tiempo y lo que logré comprender, lo habías amado más que a nada en este mundo... tu amor es algo que jamás va a perecer, el amor humano genuino, honesto y desinteresado, que emerge de tu ser, lo natural de ti, es lo que te hace noble. La voluntad de hacer algo bueno por los demás, de entender tu papel como pilar de la humanidad en momentos de guerra, incluso de un hombre, me hace creer que harías lo mismo, con un pueblo entero.
-No se si esto esté bien...
-Dime Alviria... ¿Qué te queda en este mundo?
Alviria miró detenidamente a la criatura, a la deidad, al ser cósmico que, a pesar de no ser de allí, se sentía tan sabio y tan cercano como un humano.
-Nada... en realidad...
-Solo te ha quedado la guerra... y aunque suene manipulador, solo busco tu ayuda y con mi ayuda puedes tener una nueva vida, un nuevo comienzo, un nuevo despertar.
- ¿En verdad?
-Si... pero debes abandonar a este mundo... no su recuerdo ni su dolor que te ha invadido... si no solo su presencia... olvidar que alguna vez formaste parte de aquí... ¿Aceptas? – Dijo la criatura.
Alviria lo pensó un poco, y al final, seducida por la idea de olvidar el dolor, aceptó.
-Si... estoy dispuesta a eso y más, si se es necesario – Dijo Alviria, soltando, no sin antes besar en la cabeza, el viejo oso de Gunter.
-Entonces... toma mi tentáculo...
La criatura sacó un tentáculo de su ser, dejándolo expuesto ante Alviria, quien le hizo caso a la criatura y lo tomó.
Al instante, que el tentáculo tocó la palma de Alviria, este se metió en la piel de Alviria, creando símbolos raros que se generaban en la piel de ella. La criatura se desvanecía en polvo mientras el cuerpo de Alviria era invadido por extraños y grotescos caracteres de diverso significado, que recorrían todo su cuerpo. Cuando la criatura era únicamente energía, su cuerpo empezó a desprender un aura azul, al instante que sus venas se iluminaban sus ojos perdían su iris y pupilas.
Para el momento en que la criatura se había desvanecido, Alviria ya había absorbido todo lo que alguna vez fue una deidad.
-Descansa Ultiryeza – Dijo Alviria, con ojos billantes azules, completamente vacíos. Una sonrisa salió de Alviria quien se alejó de la cabaña, no sin antes deja en la cama al peluche de Gunter.
-Cuida a la cabaña, pequeño osito... Alviria ha dejado este lugar, y Ultiryeza no es más que una remembranza... de toda esa desdicha he nacido yo. Debo de cuidar de todo lo que me pida mi pueblo...
Alviria había comprendido a la deidad sobre que lugar era el que tenía que cuidar, resguardar y esperanzar...
- ¡Oh, llanto en busca de paz y harmonía! ¿Qué horrores presencian mis oídos? – Dijo Alviria con tristeza.
-No te preocupes... ellos están en buenas manos – Dijo Alviria.
-¿Pero, acaso tu me resguardarás? – Dijo Alviria para si misma.
-Si – Dijo Alviria – Ya no somos distintos, Alviria... Ahora nosotros, energía y cuerpo, somos una sola deidad, la deidad del otoño, donde tu humanidad perdió el amor y donde yo perecí... la diosa del otoño ha nacido de las cenizas y la muerte; solo existe Ayeza.
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