Cuarta parte: Las galeras
I
Días antes.
-Bien – Decía un anciano con lentes enormes, calva y un poco de cabello debajo de sus fosas nasales – Parece ser que el territorio de Drityux se muestra algo inconforme con las decisiones del mandatario Camilar Prismardt. Se menciona en esta petición escrita por uno de los habitantes que no hay un avance en las obras que se han llevado a cabo hace veintisiete lunas ¿Qué está ocurriendo Señor Prismardt?
-Con permiso de ustedes, queda decir que mi hijo se está encargando personalmente de ello; esa es la razón por la cual hoy no pudo asistir – Dijo un hombre de cabello largo, tez tostada, piel arrugada y ojos rasgados; vestía de una túnica grisácea con detalles en escarlata, parecidos a rosales y flores, con pétalos puntiagudos, como si fueran estrellas, bordadas a mano por costureras y hechas a base de delicadas telas.
- ¿Tu hijo? – Preguntó sorprendida una mujer con cabello oscuro, rostro desagradable, repleto de arrugas y verrugas, nariz aguileña, dientes sucios y piel pútrida, de color pálido verdoso - ¡Jah! Tu hijo es un incompetente que se hace débil ante los demás. Quieres que el gobierne por ser tu legado ¿O acaso quieres acabar con esa región solo porque fue construida durante tu luto?
- ¡Silencio, Xylef! – Gritó un elfo de cabello castaño, recogido y ciego, con los ojos completamente blancos, vestido de mantos grises y harapos sagrados, según decían los que lo conocían – No tienes derecho a usar la tragedia de Alphonse para demeritar lo que ha logrado él y su hijo.
-Son una familia de incompetentes, Zylterham. Tu solo lo apoyas porque su hijo te salvó de caer en las cascadas gaseosas de Neptuno.
-Tienes la boca repleta de escorpiones y serpientes repletas de veneno, vieja Xylef. Estoy seguro de que todo saldrá mejor. Solo hay que esperar. Conozco a Camilar a la perfección. Y si tienes algún problema...
- ¡Maldita sea! ¡Ya cállense los dos! – Dijo una mujer, azotando su mano contra la mesa en la que discutían ellos. Más bien, era una Thuy de cabello amarillo, casi claro en su totalidad. Vestía con mantos naranjas pálidos, similares en color al durazno – Si quieren mejoras, ni es necesario demeritar los trabajos de quien sea, ni aplaudir su intransigencia y no laborar. Es un hecho que tu hijo, Alphonse, con todo el respeto que te debemos, no ha hecho nada bueno durante su ultimo año. Las fugas de agua, las plagas de gusanos de la luz y todas aquellas obras cuyo presupuesto llegó a ser excesivo y de paso, fueron un desastre. Muchas de ellas siguen en preparación y otras están en reconstrucción.
-Lo sé Myuj – Respondió apenado Alphonse – Mi hijo ha llevado la carga de ese reino durante casi diez años, y aunque su ultimo año no haya sido el mejor, cuento con que él pueda mejorar. Lo juro.
-Alphonse – Dijo el anciano que reveló la queja – No jures aquello que no puedes mostrar en su totalidad. Si quieres que tu hijo siga en el cargo de la ciudad, tienes que hablar muy seriamente con él. O hace bien las cosas, o se destituye de su cargo, y sabes que es muy complicado recuperarlo.
Alphonse dio un suspiro agotador, incluso para él.
-Está bien – Dijo Alphonse levantándose de la mesa de discusiones, donde todos esos miembros, cada uno perteneciente a una de las regiones del mundo mágico, opinaba y era mandado por sus elecciones – Hablaré con él y buscaré que me dé una explicación, más allá de que sea más que eso.
-Confío en ello, Alphonse – Dijo Zylterham.
***
Habiendo salido del gran salón de discusiones, siendo un lugar dentro del enorme palacio del mandato, en el centro de lo que antes era el pueblo del invierno, Alphonse pensó mucho en lo que le habían dicho sus colegas, igual gobernadores. La sala de madera, construida como una oficina de la revolución industrial, solo que enorme, no hacía si no incomodar al viejo Alphonse.
Saliendo de la reunión, Myuj, Xylef, el viejo Grimm (El que dictó la queja), Zylterham y otros cuantos miembros que se mantenían en silencio, miraron con algo de burla, decepción y pena al anciano. Todos, a excepción de Zylterham, quien fue hacia él.
-Señor...
-No me digas señor, Zylterham... Eres más mi hijo de lo que cualquier otro pudo ser, menos Camilar. Te conozco bien y tu a mí. No me digas señor.
-Está bien – Zylterham invitó a Alphonse a dar un paseo a las afueras del palacio del mandato. Quizá para presenciar lo que restaba del pueblo de invierno, que no era más que una zona comercial y un sitio completamente consumido en la miseria y los estafadores.
Todo el pueblo de invierno era un mercado, repleto de lonas de diversos colores, frutas y carnes, figuras y joyas, videntes y milagrosos, era un lugar que tenía un hedor repulsivo y a la vez natural, a veces olía a aceite, otras veces a tierra mojada, a barro, a comida podrida, a incienso; eran aromas incalculables e indefinibles.
Vagabundeando entre las recónditas calles de la ciudadela que antes era el pueblo de invierno, Zylterham y Alphonse hablaban de Camilar, entre ellos, sin meter a nadie más y evitando a toda costa toda interacción posible con cualquier persona.
-Dime Alphonse – Dijo Zylterham preocupado - ¿Por qué tu hijo se ha vuelto tan irresponsable con su cargo? Conozco bien a mi amigo y se lo capaz que es. Sin embargo, las muestras que da al resto de los miembros de la mesa no nos ayudan mucho ¿Qué ocurre con Camilar?
Alphonse habló un poco con Zylterham, explicándole el porqué de tales actos.
-Desde que mi hijo llegó al poder, ha sido una persona muy diferente a los otros mandatarios, inclusive a ti, o a mí. No le gusta gobernar con mano dura, sino con amor, comprensión y respeto a todas las personas. No quiere un mundo lleno de sangre y marcas que le recuerden a todos el temor que es estar vivos. Él quiere un mundo libre para todos.
-La libertad es la carga incurable de los lideres, los esclavos, y las mentes vacías; sin mandato, la libertad no existe, y con la libertad, el sentido no existe, y sin el sentido, existe el mandato. Así siempre ha funcionado Alphonse, y me duele tener que hacérselo reconocer a Camilar por mi propia cuenta ¿Has intentado explicárselo?
-Lo he hecho de todas las formas que se me permite hacerlo... tal vez tuve que golpearlo fuerte para hacérselo entender; es inútil. Mi hijo tiene un corazón algo bondadoso, sin llegar a ser un libertino. Pero ello le está costando su seguridad a la ciudad de Drityux. Tengo miedo de que algo le lleguen a hacer, también, Zylterham.
- ¿Qué le pueden hacer que no sea solo quitarle el puesto?
-No lo entiendes Zylterham. Yo lo vi con mis propios ojos. Aquellos que llegaron a ir en contra de lo que la mesa de mandato ordenaba, de lo que el congreso exigía y lo que el pueblo añoraba, era llevado personalmente a ver... a la bruja Moore.
Volteando de forma apresurada, Zylterham manifestó su miedo, aunque sus ojos fueran inexpresivos; su semblante lo delató.
- ¿Con Moore? ¿Y qué ocurría después?
-Nadie lo sabe, hijo – Dijo Alphonse, pidiendo con su mano, en un puesto de cervezas de raíz, un par; una para él y otra para Zylterham – Solo puedo decir que nunca supe nada de ellos; siempre sigo las reglas por el bien de mi vida; antes era por mi esposa y ahora es por mi hijo. No tengo a nadie más en este mundo y ellos son quienes más me han hecho hacer lo correcto, conforme la ley, aunque no crea en ello totalmente.
-Eso lo se a la perfección Alphonse – Zylterham recibió los dos tarros de cerveza, para que Alphonse pudiera pagar ambas bebidas - ¿Camilar corre el riesgo de terminar igual que todos ellos?
Dándole un trago a su cerveza, Zylterham terminó su pregunta, mientras que, con nervios, Alphonse daba un sorbo corto, pequeño, y saboreó aquella bebida. Tras limpiarse la espuma de su labio superior, respondió:
-Pide a los dioses, a la vida y sobre todo, a la misericordia de Moore que eso no ocurra jamás.
II
La galera hacia el pueblo de las nubes: Githus.
-Bien – Camilar se mostró algo impaciente - ¿Dónde se encuentra ese reptil plutoniano?
-No ha podido llegar, pero tenemos a su ayudante – El latiguero dejó pasar a un reptil plutoniano, más joven y con la piel más suave a la galera.
Este reptil se mostraba nervioso, asustado y un tanto serio ante lo que ocurriera.
- ¿Tu eres el ayudante de Gluy? – Preguntó inocentemente Camilar.
-Eh-eh-eh – Comenzó a tartamudear el joven reptil – Si-si-si-si. Mi nombre es Noply.
-Bueno Noply – Dijo Camilar – Te vas a encargar de los ritmos para remar en las galeras. Tenemos muy poco tiempo, así que ponte en tu posición. Siéntate donde debes y no olvides, mueve bien tus parpados.
-Eso haré señor – Dijo temeroso el pequeño y joven Noply.
Los reptiles plutonianos son una especie que emergió durante los diez años desde la conquista de Emathem. Son similares a los camaleones, en cuanto a su apariencia. Sin embargo, su fisiología es diferente. No necesitan parpadear y sus ojos son cubiertos con una fibra trasparente que los cubre del polvo y la suciedad, la cual suelen mudar cada veinte vueltas de lunas. No es complicado para ellos no parpadear. Si bien, lo pueden hacer, su parpadeo produce un ruido similar al martilleo de una piedra; son usados en las galeras para parpadear en ritmo de los remos para las naves.
-De acuerdo – Dijo Camilar – Nuestro destino a Githus está marcado. Debemos comenzar a navegar, por lo que será necesario que todos estén en posición de despegue.
Los latigueros prepararon sus trozos de cuero parte-sonidos y los esclavos, atados a un destino incierto, comenzaron con su ritmo bajo. Remando con una fuerza corta y con un poco de alivio al saber que solo sería un viaje con carga relajada.
No obstante, el proceso para elevar la nave era mucho más complicado que lo usual. Para que esta misma pudiera despegar, el viento del lugar debía de ser el adecuado; un viento suave pero fuerte, fácil de seguir y difícil de agobiar. Camilar decidió sentarse a la par de Noply y el cuerpo restante de latigueros. Todos ellos vigilaban con cierta calma a los esclavos, quienes, remando, lentamente ocasionaban que la nave despegara lentamente.
Los remos de las naves, cubiertos de alas de Getz, no fueron una completa locura. La nave comenzó a desprenderse de la arena húmeda y el límite del inicio del mar. Los latigueros iniciaron con su ritual laboral, golpeando varios esclavos con sus látigos, los cuales retumbaban en toda la galera. Muchos de estos pobres condenados eran atacados por no tener la motivación para seguir, no obstante otros más remaban para poder no solo no recibir el castigo, sino por miedo a ser castigados de otra forma.
El único esclavo que no tenía miedo sino odio encarnado era aquella chica esclava, que, a diferencia de los otros condenados, tenía determinación animal en su mirada, dentro de sus ojos castaños. Ella sentía algo, algo que era difícil de describir; fue notorio para Camilar, quien quiso poner a prueba la fuerza de aquella chica, quien no retraía su mirada de rencor.
-Noply – Dijo Camilar, con un tono egocéntrico, similar al de un científico humano – Ritmo de batalla.
Noply miró algo inseguro a Camilar, haciendo caso tras ver a los latigueros restantes con miradas penetrantes.
- ¡Ritmo de batalla! – Gritó Noply, siendo seguido por un aumento en la velocidad de su parpadeo. Los esclavos tuvieron que remar de forma más acelerada. Estos mismos comenzaron a agotarse, pero al escuchar el crujido del viento con los látigos, las energías se recompusieron en todo el cuerpo de condenados; la chica seguía con la misma mirada y no perdía el ritmo, pareciendo que fuera una especie de juego eso, para ella.
Camilar pudo notar que la mirada de la chica dejaba de dirigirse con vacuidad hacia la nada y se postraba, como una penitencia, hacia él. Esto no le ocasionó más que incomodidad; bastante remarcada.
Los latigueros fueron llamados con la mano por Camilar; estos fueron obedientes hacia él.
-Quiero que vigilen la cubierta. Avisen si ya hemos penetrado las nubes.
La sensación de la nave de haberse elevado fue sentida al momento que Noply aumentó la velocidad. Esta misma tenía la fuerza de un enorme dragón en lo que era ahora un reino sin precedentes.
Camilar, al notar que el ritmo no disminuía en ninguno de los esclavos, pudo entender que era más sencillo de lo que había considerado, siendo también algo que ocasionaría que aquella chica, numero 27, no tuviera esta pérdida del ritmo.
-Noply – Dijo Camilar, un poco preocupado – Ritmo de ataque.
- ¡Ritmo de ataque! – Noply volvió a aumentar la velocidad, tras gritar.
Los esclavos siguieron con el remo anterior, tan solo para que unos segundos instantáneos comenzaran a remar con el ritmo adecuado. Los condenados se estaban agobiando, pero numero 27 seguía con fuerza, como si no se detuviera jamás. Los esclavos, la mayoría, tenían el ritmo adecuado, sin perder la persistencia.
-Noply – Dijo Camilar por última vez – Ritmo de colisión.
- ¿Está seguro señor? Los latigueros no han llega...
- ¡Ritmo de colisión, Noply! – Gritó colérico Camilar, quien miró tras ello a Noply. Este mismo entendió lo que esa mirada, penetrante y oscura, en el rostro de Camilar, significaba.
- ¡Ritmo de colisión! – El ritmo de Noply aumentó a su máxima potencia, siendo algo que muchos de los esclavos no pudieron seguir. La mayoría desertó en la fuerza, siendo inútiles para los latigueros, quienes golpeaban a los más agobiados. Solo algunos de los esclavos seguían con un ritmo idéntico; entre ellos número 27.
Tras este ultimo ritmo, Camilar notó que la chica tenía una mirada más oscura, más penetrante y con una energía bestial dentro de sí. No se detendría con nada del mundo, mientras que su motivación, oculta entre su apariencia, le pudiera ser revelada al mundo; sobre todo, a Camilar.
Los latigueros entraron, tras un largo periodo de tiempo, encontrándose con varios esclavos agotados y latigueros divirtiéndose, como si fuese un brindis al poder.
-Señor – Dijo uno de los latigueros que había bajado – Ya hemos penetrado las nubes. No encontramos nave alguna.
-De acuerdo – Dijo en susurros Camilar.
Posterior a ello, esperando unos momentos, y notando más determinada a la prisionera 27, Camilar avisó a Noply.
-Descanso.
- ¡Descanso! – Gritó Noply, causando que los latigueros dejaran de latiguear y los esclavos pudieran detenerse. La chica prisionera estaba húmeda en todo su cuerpo y sus ojos no perdían aquella bestialidad oculta. Camilar sentía mucha curiosidad por la prisionera; ¿Quién era? ¿Qué buscaba? ¿Qué hacía allí?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro