🎐Ni amo ni sirviente
18+, histórico-ficticio?!
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En un tiempo ya pasado, en un lugar ya olvidado, en una nación diferente, en una sociedad ya antigua, existió una historia de amor entre dos personas del mismo sexo, ubicados en distintos escalones del sistema social, de distinta posición económica.
Un amo y un sirviente que vivieron en el lugar y en el tiempo equivocados, con un amor prohibido que los podía condenar a la horca, a una muerte injusta.
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Cuando Yoo Kihyun llegó a la mansión que pertenecía al que sería su nuevo padre, el Sr. Moon, no conocía a nadie de allí y se sintió extraño ante las miradas hostiles que le lanzaba la servidumbre a su paso.
Él, a los ocho años, no sabía las implicaciones de ser el hijo de la segunda esposa del amo, la otra, la amante, la que, después de la muerte de la primera esposa, había tomado su lugar.
Era ahora hijastro del dueño de esa enorme casa tradicional, un noble acaudalado, muy poderoso social y políticamente, y temido por su vehemente comportamiento. Un hombre que veía a todos como su propiedad, incluso a su nueva mujer.
La señora, más concentrada en complacer al hombre, dejó a su hijo a la deriva, a cargo de los sirvientes, en específico del Son Taehoo, quien se encargaba de que no le faltara comida. Fue más evidente su nula preocupación por su primer hijo cuando quedó embarazada de un segundo, quien se convertiría en el legítimo heredero de las riquezas del Sr. Moon.
El hijo mayor fue dejado de lado. Por lo regular, si no estaba estudiando en la biblioteca o encerrado en su cuarto, lo mandaban a jugar afuera de la casa principal, donde pasaba la mayor parte de las horas, solo e imaginando cómo sería la vida detrás de esos muros de piedra.
Eso fue hasta que encontró un amigo, el mejor que pudo haber tenido.
En esa ocasión estaba de cuclillas en el jardín trasero, viendo fijamente una pelota que le habían dado de cumpleaños. Traía un palo largo en la mano con el que tocaba y movía el objeto redondo, sin mucho ánimo.
—¿Acaso no sabe cómo jugar a la pelota? —escuchó una voz infantil a su espalda.
Se incorporó del suelo y volteó a ver con rapidez. Quien le había hablado era un niño moreno y un poco más alto que él, vestido de forma modesta, pero muy limpio y con alpargatas que parecían quedarle grandes en esos pies de niño. Estaba flaco y parecía un potrillo de patas largas y tambaleantes, algo torpe.
Lo había visto a lo lejos unas cuantas veces en esa semana, al lado de Son Taehoo. Probablemente era su hijo. Ese hijo que al parecer había estado enfermo y no había estado en la casa hasta ahora.
—Sí, pero no tiene gracia tener que jugar yo solo. No es divertido.
—¿Quiere que juguemos juntos? Dos son mejor que uno.
Kihyun se encogió los hombros. Pensó que no tenía nada que perder. Se aburría y prefería jugar con ese niño de cabello desordenado y ropa que le quedaba un poco apretada.
—Está bien.
Al inicio se sintió raro al jugar con otra persona, pero eso cambió conforme se pasaban la pelota por el patio. No pensó que se divertiría tanto. Estuvieron bastante tiempo allí hasta que el Sr. Taehoo mandó a llamar a su hijo. Sus ropas terminaron llenas de polvo, mezcladas con el sudor de sus cuerpos.
—Tiene una mancha en la cara. Déjeme quitársela —utilizó la manga de su camisón para quitarle la suciedad en su mejilla, juntando las cejas al concentrarse—. Ya está.
—No tenías por qué hacerlo —le dijo Kihyun, sintiendo sus orejas arder, no acostumbrado al contacto tan cercano.
—Un rostro como el suyo no se debe de ensuciar —le contestó con seriedad, muy convencido de lo dicho.
A Kihyun le divertía que hablara así, sin aparente expresiones en el rostro.
Sonrió de oreja a oreja, con un sentimiento de alegría borboteando en su pecho.
Era la primera sonrisa genuina que había esbozado en mucho tiempo.
—Soy Yoo Kihyun —siempre se presentaba con el apellido de su difunto padre—, y tengo ocho años, ¿y tú?
—Son Hyunwoo. Nueve años —inclinó la cabeza con respeto.
—Eres mi hyung —Kihyun amplió su sonrisa, feliz de encontrar a alguien con quien pasar sus ratos libres.
—Me debo ir. Supongo que… por aquí nos veremos. Con permiso —hizo una reverencia y salió corriendo de allí.
No fue la única vez que jugaron juntos. Kihyun lo iba a buscar a las chozas destinadas a la servidumbre. Con Hyunwoo se escapaba al río a bañarse y allí aprendió a nadar. Con Hyunwoo aprendió a pescar con una caña que hicieron juntos. Con Hyunwoo supo cómo no tenerle miedo al caballo cuando aprendió a montar. Con Hyunwoo aprendió a subirse a los árboles y esconderse cuando su tutor lo buscaba a voz en cuello. Con Hyunwoo aprendió a valerse por sí mismo y no llorar cuando tropezaba. Lo consolaba cuando el Sr. Moon lo castigaba dándole varazos en la palma de su mano, o lo visitaba cuando se enfermaba.
Hyunwoo le prestaba atención, escuchaba lo que quería decir, le contestaba cada que tenía dudas.
Hyunwoo se convirtió en su mundo.
Y con Hyunwoo supo lo que era estar confundido por unos intensos sentimientos que no se considerarían sólo de amistad.
Al hacerse mayores y dejar la etapa infantil, la brecha social entre los dos se hizo más grande y evidente. Inevitablemente tuvieron que separarse y dejar de jugar juntos.
Había una clara línea que Hyunwoo no se atrevió a cruzar más. Su padre Taehoo se lo enseñó antes de morir y él, siendo ya huérfano, lo tuvo muy claro cuando tuvo que ocupar su puesto: Yoo Kihyun era su amo y él no tenía más objeto que obedecer sus órdenes y hacer más cómoda su existencia.
Durante su adolescencia, Kihyun volvió a pasar más horas solo, a veces en compañía de su maestro particular y su tutor de tiro con arco, otras con los jóvenes del círculo social del Sr. Moon, tan estirados y aburridos que prefería no asistir a sus reuniones.
Sin embargo, deseaba llamar la atención de Hyunwoo. Se encaprichó queriendo tenerlo más tiempo a su lado. Lo mandaba a llamar por cualquier pretexto. Que se le había acabado el té, que el mechero de la lámpara ya no encendía, que se había caído una taza de cerámica, que le hacía falta papel o tinta para escribir, que había un libro en la parte alta del estante, que…
Al principio su plan resultó y podía estar tranquilo mientras veía a Hyunwoo en su cuarto. Tan solo su presencia lo reconforta aunque no le hablara.
A pesar de ello, dejó de hacerlo cuando se dio cuenta de que le causaba problemas a Hyunwoo. Aunque él cometiera las faltas, el Sr. Moon se ensañaba con el muchacho como si tuviera la culpa de todo. Así eran las cosas en esa mansión. Los sirvientes pagaban los platos rotos, literalmente, y lo que menos quería Kihyun es que su amigo sufriera.
Los dos no volvieron a cruzar más palabras más allá de las estrictamente necesarias.
Ellos crecieron y con el tiempo los cambios se fueron haciendo cada vez más grandes, sobre todo lo concerniente a sus estilos de vida y cambios físicos.
Hyunwoo dio el estirón y adquirió masa corporal, más músculos en brazos al encargarse de las tareas pesadas de la mansión: cargar en hombros bultos de arroz y otros ingredientes, cortar y cargar la leña para la cocina, acarrear baldes con agua para los amos, cargar la litera para transportar al Sr. Moon por las calles… siempre estaba ocupado y haciendo ejercicio.
Mientras caminaba por los corredores exteriores de la casa principal, Kihyun no pasaba por alto los cuchicheos y comportamiento de los empleados. Se daba cuenta de cómo las mujeres del servicio buscaban a Hyunwoo, lo acechaban y querían su compañía. Veía con impotencia cómo ellas se podían acercar y él no. Esto le enojaba, le enfurecía no poder interponerse, jalarlo de la mano y alejarlo de allí.
Pronto se dio cuenta de que no le atraían las mujeres. Le eran indiferentes, ajenas a su mundo, ajenas a lo que realmente le atraía. Le gustaba Hyunwoo. Eso lo supo al entrar al umbral de la adultez. Se dio cuenta que eso era querer, y no le importó que fuera alguien del mismo sexo. Se trataba de Hyunwoo y eso era lo que importaba.
Fue una revelación que aceptó con naturalidad. Una vez lo vio en el jardín bajando bultos de una carreta. Estaba sudoroso y la tela delgada se adhería a su torso, dejando traslucir sus músculos.
Tuvo que contener un jadeo y sintió cosquillas en el bajo abdomen ante esa escena.
De allí en adelante se la pasaba fantaseando en horas de estudio, pensando qué se sentiría besar a Hyunwoo, sentir sus labios tocar los suyos o sentirlos acariciar su piel mientras él tocaba su cuerpo firme. Un calor lo recorría de pies a cabeza, llenándolo de deseo, y pensamientos no propios de un "señorito" lo invadían cada vez con más frecuencia.
Esa noche se tocó a sí mismo pensando en la piel desnuda de Hyunwoo, en esos músculos en su espalda, torso y brazos que iban tornándose más firmes y fuertes. Fue el objeto de sus sueños impuros y con cuya imagen aprendió a descubrir el placer de la carne.
Pero no le fue suficiente con masturbarse en secreto. No cuando tenía que ver a Hyunwoo a ciertas horas del día bajo los rayos del sol, a escondidas, y su mirada recorría con hambre la amplia espalda del joven y sus brazos cortando la madera con fuerza.
Se estaba tornando insoportable no hacer algo al respecto.
Hyunwoo tenía la tarea de acompañar a su amo a la hora de tomar su baño. Era una presencia silenciosa que se encargaba de llenar con agua caliente la tina de madera en donde Kihyun se metía durante un buen rato, sentándose con las rodillas dobladas o con los brazos descansando sobre los bordes. El joven evitaba el contacto visual y se quedaba a una distancia prudente, siempre evitando quedarse parado en frente de Kihyun. Evitaba el contacto prolongado.
—¿Por qué no alzas la mirada, Hyunwoo? ¿Temes encontrarte con algo que te guste?
Ese comentario lo había tomado desprevenido. Él no se atrevería. No posaba su mirada más que por unos segundos.
—No-no, mi señor, es… es… no lo tengo permitido…
—Puedes alzar la cabeza. Te lo permito.
Se quedó en silencio, sabiendo que Hyunwoo vacilaba. Le gustaba provocarlo, le satisfacía saber el efecto que tenía en él. Decidió probar suerte. Iba a hacerlo a su manera.
—Acércate. Quiero que me talles la espalda.
Expuso su espalda a la vista y aquél se acercó con vacilación. Kihyun sintió detrás el pulso tembloroso del joven al restregar el trapo por su espalda y el vapor del baño caliente inundarlos, perdidos en un ensueño.
Al terminar, aprovechó ese momento para levantarse de la tina y voltear a verlo. Lo miró allí de rodillas frente a él, con la boca semiabierta y con gesto de asombro por verlo desnudo, con el agua goteando de su largo cabello y deslizándose por su pálida anatomía.
Kihyun se inclinó poco a poco, acercándose cada vez más a él. El latido de su corazón retumbaba en sus oídos y el ambiente se estaba cargando de una pesada anticipación.
Estuvo a punto de tocar su rostro, pero Hyunwoo entró en pánico, lo apartó bruscamente y se levantó del suelo. Salió corriendo de allí, dejándolo con el deseo alzándose en su entrepierna, tragándose su miseria por haber sido rechazado y teniendo que aliviarse a solas. Maldijo por lo bajo y se sintió rechazado, triste, pero no estaba decepcionado por completo.
Su actitud le demostró que no le era indiferente. Pudo notarlo en su mirada y en la manera en que recorrió su cuerpo como sediento en un desierto.
Esperó un día en que el Sr. Moon, junto a su mamá y su hermanastro, salieron a la calle y no estaba más que la servidumbre. Afortunadamente Hyunwoo no fue requerido para ir con ellos.
Necesitaba estar a solas con él, sin que los interrumpieran.
Pidió que fuera a su cuarto. Al llegar, Hyunwoo se inclinó en el suelo, esperando sus indicaciones.
—¿Para qué me necesita, mi señor?
Kihyun primero cerró la puerta corrediza del cuarto y luego se acercó a pasos lentos y se puso en cuclillas en frente del joven. Alargó su brazo hacia su cabeza e hizo que alzara la mirada al empujar suavemente su barbilla hacia arriba.
Estaban a pocos centímetros de distancia y pudo notar las mejillas rojas y la respiración cada vez más errática de Hyunwoo. Estaba tan ansioso como él y eso le causó un estremecimiento de emoción.
—Quiero que me enseñes a amar.
Hyunwoo lo miró con un dejo de confusión.
—Pero, mi señor, ese tipo de cosas no se pueden enseñar, se deben sentir y experimentar por cuenta propia.
No es que él fuera experto, pero eso es lo que había oído decir.
—Entonces enséñame a sentir —desató el cintillo del camisón de sirviente sin que éste se opusiera—. Haz que lo pueda experimentar—le siguió diciendo con voz cautivante, demasiado tentadora a los oídos de Hyunwoo—. Te lo pido. ¿No estás para eso? ¿Para satisfacer mis necesidades, Hyunwoo?
—Pero… pero, mi señor —balbuceó Hyunwoo, debatiéndose internamente.
Realmente quería… deseaba… desde ese día en el baño de su amo no pudo dejar de repasar en su mente su figura grácil y perfecta. Sabía que lo seguía con la mirada y a él, en lo profundo y como un secreto, le gustaba tener ese tipo de atención de este hombre que ahora le estaba ofreciendo el paraíso, un paraíso prohibido, tentador…
No se apartó cuando sintió los labios de su amo chocar contra los suyos y ahogó un gemido al sentir la lengua de aquél en su boca. Kihyun era exigente al besar y tomaba todo lo que deseaba, profiriendo un lío de jadeos que tuvo que callar.
Eso era erróneo, incorrecto, pensó Hyunwoo. Dos hombres, y para peor, dos hombres de clases distintas. Sin embargo, se sentía tan bien… que no tuvo tiempo de pensar en lo que estaba o no mal. En su parte baja fue evidente qué tanto le estaba gustando ser besado por su amo.
Kihyun se recostó en la duela de madera, permitiendo que Hyunwoo estuviera encima suyo, sin dejar de besarse. Hyunwoo presionó su pelvis contra la suya, ejerciendo entre ellos un roce tortuoso que embotó sus sentidos. El contacto de sus miembros a través de la tela se sintió como una descarga de electricidad que les erizó la piel y les nubló la mente. Todo rastro de racionalidad se fue por la borda y sus acciones fueron guiadas por el frenesí, por la ansiedad de querer más, de cruzar los límites de lo moral y lo correcto.
Se corrieron entre gemidos ahogados, evitando hacer ruido, boqueando en busca de aliento, con las gotas de sudor resbalando por su frente.
Después de esa experiencia, sus encuentros se hicieron más recurrentes. Hyunwoo se escabullía en el cuarto de Kihyun a altas horas de la noche aunque sus remordimientos de conciencia lo hacían vacilar.
"Los demás no tienen por qué saberlo. Será entre tú y yo", lo convencía Kihyun.
"Bésame", y Hyunwoo así lo hizo. "Tócame", y Hyunwoo así lo hizo, con una paciencia y dedicación que le cortó el aliento a Kihyun.
A pesar de disfrutar de esa manera, sentía que Hyunwoo se contenía de ir más allá de toques sobre la ropa o por debajo sin llegar a quitársela.
Kihyun tomó control de la situación.
Esa vez, luego de semanas de estarse viendo a escondidas, fue quitándose una a una las capas de su traje hasta quedar completamente desnudo, reclinado sobre su cama en el suelo.
Fue una clara invitación a acostarse y Hyunwoo se quitó su ropa.
Kihyun, a pesar de demostrar soltura en sus acciones, sentía los nervios apoderándose de él. Su nula experiencia lo compensó con una imperiosa necesidad de escuchar a Hyunwoo gemir y recorrer con sus manos su piel, palpando los músculos de Hyunwoo con la luz de las velas apenas alumbrando el espacio.
Esas partes que tanto había anhelado tocar ahora estaban al alcance de sus manos. Mordió a sus anchas, dejando marcas en su piel morena. Los dedos de sus pies que Hyunwoo succionara, palpara sus muslos, y luego pasar a masajear sus muslos hasta llegar a su miembro y masturbarlo, deslizando su mano sobre la extensión larga, tocando la punta y ejerciendo un poco de presión.
—Vamos, Hyunwoo —agarró su erecto miembro, todo su cuerpo temblando de anticipación—, quiero esto dentro.
Hyunwoo, en su ingenuidad de primerizo con otro hombre, no sabía cómo reaccionar ante aquella propuesta. ¿Y si le hacía daño? Lo que menos quería era que su amo sufriera.
—No cabrá allí. No quiero lastimarlo —le contestaba con temor.
—Me dolerá. De eso estoy seguro, pero si tanto temes lastimarme, prepárame correctamente. Aquí está un aceite que conseguí a escondidas. Dicen que es muy bueno para este tipo de menesteres.
¿Dónde había aprendido su amo esas cosas? No tuvo tiempo de pensar en ello porque empezó a utilizar el viscoso líquido en su mano.
Kihyun empezó a jadear al sentir los dedos de Hyunwoo frotando su interior, tratando de dilatar esas paredes que engullían sus extremidades.
A la luz de las velas, penetró a Kihyun con vacilación, tratando que se acostumbrara a su tamaño, pero Kihyun era impaciente y lo instó a continuar sin temor. Él lo podía tomar. El dolor gradualmente se mezcló con el placer y tuvo que reprimir sus ganas de gritar, de gemir todo lo bueno que estaba sintiendo en esos momentos, la sensación de plenitud y gozo.
Hyunwoo tomaba impulso para arremeter contra su entrada, moviendo sus caderas en sacudidas que lo hacían sudar y desear seguir.
Sintió llegar a la cumbre y se corrió dentro de Kihyun con fuerza, quedando aturdido por unos segundos. Al sacar su miembro ya flácido, el semen se deslizó entre sus muslos y miró con fascinación el rostro de Kihyun, todo sonrojo en sus bellas mejillas y un brillo en sus ojos que le provocó una ola de gratitud y amor que le colmó de alegría. Logró inclinarse para besarlo, lenta y profundamente.
Luego de acabar, Hyunwoo no se quedó quieto. Empezó a recoger los objetos que se habían desparramado al moverse por la habitación con su arranque de pasión.
—¿Qué se supone que haces?
—Soy su sirviente. Debo hacerme cargo de esto.
Kihyun suspiró, triste por lo dicho porque así estaba estructurada la sociedad y a cada uno desde pequeño le habían dicho qué lugar debían ocupar.
—No somos amo y sirviente. Somos dos hombres que se aman, Hyunwoo. Ahora vuelve aquí a mi lado. Lo arreglaré más tarde. Ven, Hyunwoo.
Así lo hizo. Se acomodó a su lado, sentándose con las piernas cruzadas.
Kihyun se incorporó para sentarse a horcajadas sobre sus muslos, envolviendo su cuello con sus brazos, pegándose a su amplio cuerpo, queriendo todo de él y obteniéndolo en esas noches juntos.
—Di mi nombre. Dime Kihyun.
—No me atrevo a decírselo en voz alta, mi señor. Siento que estoy cometiendo un pecado, manchando su nombre con mi sucia voz.
—Hemos cometido un pecado mucho peor, mi querido Hyunwoo —expresó en tono mordaz, inclinándose a su rostro—. Puedes susurrarlo en mi oído —le dijo con dulzura—. Sólo tienes que cambiar una palabra, "mi amo", "mi Kihyun". "Amo a mi Kihyun". Quiero escucharte decírmelo.
Hyunwoo se acercó a su oreja y en el rostro de Kihyun se dibujó una sonrisa al escuchar la voz de aquél.
Envolvió su cintura con sus largas piernas y en un impulso hizo que Hyunwoo se inclinara sobre él y quedara aprisionado contra su amplio cuerpo y el suelo de madera donde habían estado conversando.
Volvieron a hacerlo. Esta vez Kihyun lo montó con brío, buscando su propio ritmo, moviéndose sobre Hyunwoo en busca de llegar a la cúspide de su excitación.
Con sus cuerpos laxos yaciendo sobre las sábanas, empezaron a platicar entre susurros.
—¿Cómo le puede gustar alguien como yo? Soy un bruto que no sabe leer ni escribir. Usted… usted es inalcanzable para mí.
—No. Tú eres mejor que yo. Tú eres trabajador, amable, nunca te niegas cuando tus compañeros te piden un favor. Eres fuerte, sereno, sabes cómo apaciguar peleas, te gusta jugar con los niños y ayudar a los ancianos. Besas muy rico y haces que me sienta bien… eres hermoso y podría seguir enumerando…
—Creo que sus ojos magnifican lo que realmente soy.
—Eres alguien que me gusta. Alguien en quien puedo confiar y que ha estado conmigo desde mi infancia. Nos la pasábamos todo el tiempo juntos, ¿te acuerdas?
—Fueron los mejores momentos de mi vida.
Pasaron varios minutos rememorando recuerdos del pasado, de aquello que no habían podido compartir en esos años de distanciamiento involuntario.
—¿Aceptarías huir conmigo? —soltó de repente, provocando que Hyunwoo fuera preso de sentimientos encontrados.
—¿Y a dónde podríamos ir dos personas como nosotros?
—A un lugar en donde nadie nos conozca y podamos iniciar de cero. Podemos abrir un negocio. Hay tantas posibilidades y los dos somos capaces de tomar un nuevo rumbo juntos.
—¿Tengo permitido eso? He estado sirviendo en esta casa toda mi vida. Mi padre, mi abuelo lo hicieron también.
—Somos libres de elegir nuestro camino, Hyunwoo. Ya no somos unos niños.
—¿Estaría bien para usted? Está acostumbrado a las comodidades y afuera hay muchos peligros.
—¿Y de qué sirve vivir en esta mansión cuando lo que recibo es indiferencia? Sólo tú me comprendes y me conoces bien. Nací siendo pobre, Hyunwoo, sólo que por azares del destino me tocó vivir aquí y ser el hijo despreciado de la familia. No soy nadie. Es un lugar que no me corresponde.
—No diga eso. Usted es muy valioso… para mí… usted es un tesoro que se debe de cuidar y querer mucho.
—Y tú también lo eres para mí —Kihyun se acurrucó contra su pecho, buscando su calor—. Nunca me gustó estar aquí. Tú eres lo único por lo que vale la pena seguir entre estas paredes. Cuando estemos en otro lugar, podré adaptarme a nuestra nueva vida. Podremos empezar de cero.
Con eso en mente, decidieron huir. Cada uno se encargaría de llegar al punto de encuentro pactado. Kihyun aprovecharía el permiso que se le había concedido de ir a una reunión social, y Hyunwoo lo seguiría después.
Sin embargo, Hyunwoo no apareció a su lugar de encuentro como habían acordado. Estuvo esperando, pensando que algo lo pudo haber atrasado, pero no llegó.
Kihyun regresó a la casa cabizbajo, derrotado y con el rencor recorriéndole las entrañas, pero eso se desvaneció en cuanto escuchó los rumores de que Hyunwoo había sido echado de la mansión.
Se enfrentó al Sr. Moon sobre esto y el hombre no lo negó.
—Creemos tu cercanía con el sirviente Son rebasa los límites del decoro. Has estado con un comportamiento inaceptable y creemos que ese cambio se debe a tu proximidad con él. No es una presencia que deba estar a tu lado, así que lo corrí de la casa.
—¿De qué habla, padre? Su familia ha estado sirviendo esta casa desde hace años. Siempre he estado unido a Hyunwoo, desde la infancia, y no fue una mala influencia.
—De niño te dejábamos pasar muchas travesuras, pero ahora es distinto.
—Como si les hubiera preocupado lo que hiciera siendo niño.
—Cuida tus palabras, insolente —bramó con la cara crispada de enojo—. He hecho mucho por ti y tu madre, los saqué de la miseria, más te vale cumplir con las reglas de mi casa.
—Lo siento, padre —aunque realmente no lo sentía.
Hizo puños sus manos y reprimió más comentarios.
—Mañana mismo irás a la casa de la Srita. Lee para proponerle matrimonio. Ya llevas mucho tiempo posponiendo el compromiso. Esa unión me traerá muchas ventajas políticas y tú no vas a arruinar mis planes.
Kihyun decidió no pedirle matrimonio a la Srita. Lee. Esa misma noche escapó de la casa con sigilo, trepando por las bardas, no llevándose más que un atado con dinero que había ahorrado en esos años.
Estuvo buscando a Hyunwoo por todo el pueblo, tratando de pasar desapercibido. Sabía que el Sr. Moon había mandado gente a buscarlo, pero por fortuna Hyunwoo lo encontró primero. Había estado rondando por la casa, esperando algún indicio y en cuanto supo que había salido de allí, lo buscó. Al estar por fin juntos, decidieron huir de allí, irse a otro pueblo a probar suerte.
Con el dinero que llevaba Kihyun, y otro poco de Hyunwoo, lograron establecerse en una choza, y encontraron trabajo. Hyunwoo como acarreador de bultos y Kihyun como escriba.
Desafortunadamente, dicen que la pareja no logró pasar desapercibida en ese pueblo. Dos hombres que no eran de allí, y además viviendo juntos, era motivo de cuchicheos. El Sr. Moon no paró de seguir su rastro y, con su enorme poder, mandó a cuadrillas de hombres en su búsqueda.
¿Por qué se empeñaba en perseguirlos? ¿Por qué ahora su existencia era importante para ese hombre?
Anduvieron de pueblo en pueblo, y llegaron al punto de vivir alejados de las poblaciones grandes e irse a asentar al campo, en donde Hyunwoo conseguía trabajos provisionales que los ayudaban a sobrevivir, y Kihyun enseñaba a los niños a leer y escribir, y sobre todo a Hyunwoo.
A pesar de las carencias y del cambio tan drástico de vida, Kihyun sonreía todos los días al tener a Hyunwoo a su lado. Era una vida simple y libre, y podía amar sin temor a ser descubierto en cualquier momento.
Fue la época más feliz de su vida y la disfrutó al máximo mientras duró.
Una tarde de vientos fuertes y cielo nublado, estaban en su pequeña casa descansando bajo la sombra de un árbol. Escucharon en el horizonte una cuadrilla de caballos que cada vez estaba más cerca. Sabían qué significaba.
—Nos han encontrado.
¿A dónde irían ahora?
—Kihyun. No quiero que salgas lastimado. Si llegan a atraparnos, tomaré toda la responsabilidad. Diré que yo… te traje a la fuerza.
—¿Estás loco? De ninguna manera voy a permitir que hagas eso —se negó a que hiciera ese sacrificio—. Te amo, Hyunwoo, y prefiero morir a que me alejen de tu lado.
—Yo también te amo, Kihyun —expresó por primera vez de forma verbal.
—Estamos en esto juntos. De por vida. Dos son mejor que uno, ¿recuerdas?
Hyunwoo asintió. Salieron por la puerta trasera y montaron en su caballo alazán, pero fue demasiado tarde. Fueron vistos por la cuadrilla de hombres y los persiguieron sin cesar.
Hyunwoo galopó lo más rápido que pudo, pero los otros seis caballos eran más veloces.
Los acorralaron en un acantilado, sin otra salida.
Estaban demasiado cerca y sabían que no podrían huir más. Bajaron del caballo y los enfrentaron.
—Sr. Son Hyunwoo —dijo uno de los seis hombres—. Está usted acusado de robar objetos valiosos de la casa del Sr. Moon Hyesung teniendo como cómplice al Sr. Moon Kihyun. Venimos a escoltarlos de vuelta a la ciudad.
Eso era absurdo. Ese hombre vil los había acusado falsamente para hacer que los persiguieran.
—¡Nosotros no robamos nada! —gritó Kihyun—. No tienen pruebas.
—Eso lo veremos. Serán trasladados a la cárcel y se llevará a cabo su juicio. Será mejor que lo hagan por voluntad propia. No queremos usar la fuerza —les advirtió el jefe de la cuadrilla.
Los hombres pensaron que se rendirían, pero no contaron con que Kihyun y Hyunwoo no se dejarían agarrar.
Ellos sabían lo que le esperaba a Hyunwoo si llegaba a la cárcel y no lo iban a permitir.
Se vieron a los ojos y eso bastó para tomar una decisión. Empezaron a caminar hacia el barranco.
La pareja no lo pensó dos veces.
Se abrazaron estrechamente y se dieron un último beso.
Ante la mirada atónita de los presentes, saltaron al vacío.
Preferiría morir antes de que me separan otra vez de ti, había dicho Kihyun.
Así pasó. Dos almas gemelas que volverían una y otra vez a encontrarse, a pesar de las tragedias que tuvieran que sobrepasar.
Siempre unidos, hasta en la muerte.
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Época actual
—… y en esta vitrina podemos encontrar los objetos personales de un joven noble de esa época —explicó el joven guía del museo mientras los niños de su audiencia observaban todo con asombro.
Al terminar esa visita, el guía resopló, cansado y sediento, por lo que fue a buscar agua. Cruzó los pasillos del amplio museo hasta llegar al cuarto de descanso.
Entró y se percató de que había alguien más en la pequeña estancia, un hombre que estaba de espaldas, preparando café en la máquina cafetera.
—Ouch —apenas logró decir el hombre al quemarse el dedo con el café caliente, recién hecho.
—¿Estás bien? —se acercó al oír su quejido.
El hombre dio media vuelta y se le quedó viendo. Se quedó unos segundos aturdido, pero logró contestarle.
—Creo que sí. No me fijé y casi derramo todo el contenido.
El otro joven lo observó. Era una cara nueva por la oficina.
—¿Eres nuevo por aquí, verdad?
—Sí. Acaban de transferirme del museo del centro. Soy Son Hyunwoo —se presentó con una breve inclinación—. Usted es…
—Yoo Kihyun —meneó su gafete de identificación—. Bienvenido al museo. Puedes pedir mi ayuda si hay algo que no entiendas. Estoy en este piso, junto al cuarto de fotocopiado.
—Gracias, señor Yoo.
—¿Señor Yoo? —casi suelta una risita—. ¿Cuántos años tienes?
—Veintiocho.
—Eres mi hyung. Un año mayor. Dime Kihyun.
—Bien, Kihyun, gracias por tu bienvenida.
—De nada, Hyunwoo hyung. ¿Irás a la cena de esta noche?
—No lo creo. No conozco a nadie más y creo que me sentiría incómodo. Apenas es mi segundo día de trabajo.
—Me conoces a mí. Podemos ir juntos. Al director le gusta invitar a todos los empleados del museo para celebrar su cumpleaños. Comida gratis —le dijo para convencerlo—. Hay que aprovechar, ¿no crees?
Hyunwoo parecía convencido. Podría no ser mala idea. Y no pudo decirle que no a ese hombre que ahora lo veía con esos bonitos ojos castaños.
—Está bien —aceptó—. Si vas tú, iré yo.
—¡Bien! —sonrió con entusiasmo—. Y dime, ¿cómo te ha ido con las guías? ¿Tienes alguna programada para hoy?
Salieron de la estancia con sus bebidas en mano y continuaron platicando por el pasillo rumbo a la sección que les correspondía.
En un tiempo diferente, en una época actual, en una nación con ansias de cambios, en una sociedad globalizada, inició la historia de amor entre dos hombres jóvenes, empleados de un museo de historia.
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B&N
28/05/21
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