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💈Barbería

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La campana de la puerta de vidrio tintineó al ser abierta desde afuera, provocando un agudo sonido difícil de ignorar. 

La persona que entró era un hombre que, a pesar de ser seguramente todavía joven, aparentaba tener más edad debido a los signos inconfundibles del cansancio y la falta de sueño en sus facciones, y en general un aspecto desaliñado que acentuaba más esta imagen. Unas ojeras pronunciadas se percibían debajo de sus ojos opacos, sus mejillas carecían de redondez suficiente y una barba ya notoria cubría su afilada mandíbula.

Traía puesto un traje gris plomizo, con el saco ya acomodado en su antebrazo, y una camisa con los dos primeros dos botones desabotonados. No había rastro de la corbata y relucía en su muñeca un reloj simple, de color negro. 

Dicho hombre se quedó en el vestíbulo del negocio, pero dirigió su mirada al dueño del local, un barbero experimentado que estaba aplicándole crema de afeitar a un cliente. 

—Buena tarde, ¿podrá atenderme? Sólo será una afeitada. 

—Estoy ocupado, caballero, pero Kihyun está disponible —señaló a un joven a su izquierda que estaba acomodando unos productos en un estante—. Es mi aprendiz. Si no le importa que sea él quien lo atienda, puede pasar. Si no, va a tener que esperar su turno. 

—¿Cuánto tiempo? 

—Aproximadamente una hora. Estos cobardes —señaló a sus clientes habituales, un grupito de señores sentados en unas butacas atrás, con quienes había forjado una clase de amistad que le permitía hablarles así— no han querido pasar, ni porque les dije que pueden confiar en Kihyun. Es bueno para afeitar y cortar cabello. Lo he comprobado. No por nada lo contraté. 

—Está bien —se encogió de hombros sin ánimo, mirando su reloj con premura—. En realidad me da igual quién me atienda con tal de que no tarde. 

—Entonces pase usted —le contestó con voz cortés y le hizo una señal a su empleado para que se apresurara a atenderlo. 

El oficinista se dirigió con pasos pausados hacia el sillón que le señaló el joven pelinegro, acomodó el saco en el respaldo y se sentó, no sin antes dejar a un lado el maletín que llevaba cargando de una mano. 

—Seré cuidadoso, señor —el joven, vestido con un pantalón negro y camisa blanca, con un mandil azul por encima, hizo una breve reverencia—. Recargue su espalda sobre el asiento. Así estará más cómodo. 

Procedió a ponerle la capa de plástico y se percató de cómo el cliente lo empezó a observar en silencio. Era un comportamiento inusual porque ya había trabajado antes en otra barbería y lo que hacían los clientes era cerrar los ojos inmediatamente e ignorar todo lo demás a su alrededor. 

El cliente observó cómo el joven se ponía serio y en actitud concentrada mientras acomodaba los instrumentos en la repisa del tocador que estaba en frente. Verlo de cerca haciendo su trabajo le hizo apreciar su rostro. Tenía finas facciones y una piel seguramente suave al tacto, ojos castaños y ciertos lunares repartidos sobre la superficie tersa. Tenía un aura atractiva. 

Sintió el roce de la suave mano del barbero al aplicarle la crema de afeitar con movimientos circulares y cuidadosos. Sintió la piel hormiguear ante el tacto y una sensación de relajación y paz se apoderó de su tenso cuerpo. Era como una caricia suave que casi lo hace suspirar. Cerró los ojos y escuchó el movimiento que hacía el joven al pasar su navaja sobre su piel para afeitarlo.

Allí cerca también llegaba a sus oídos la conversación que tenía el dueño con sus clientes y el sonido de una máquina de afeitar. 

En esos momentos se olvidó de todas sus preocupaciones y se dejó llevar por la tranquilidad al afeitar su ya pronunciada barba, y poco a poco el sueño lo fue venciendo. 

Fue despertado por el movimiento sutil de una mano sobre su hombro y una voz de ensueño que le hablaba casi al oído, en susurros. 

—Señor… señor… ya he terminado de afeitarlo. 

Abrió los ojos de golpe y vio el bello rostro del joven barbero que lo observaba con curiosidad. 

—Me he quedado dormido… qué vergüenza —procedió a levantarse y se tocó la mandíbula. 

—No se preocupe —esbozó una tímida sonrisa—. Espero que le haya gustado cómo quedó. 

El cliente se acercó al espejo y se observó con detenimiento. Definitivamente una buena afeitada hacía la diferencia. Se veía un poco mejor, aunque no quitaba del todo el hecho de que se viera exhausto. 

—Está muy bien. Gracias. ¿Cuánto sería? 

—Puede pasar a caja. Allí le cobrarán lo indicado. 

Se despidió con una breve reverencia y se dirigió a la caja a pagarle al encargado de esa zona. 

El joven barbero se quedó viendo la fina estampa del hombre salir por la puerta, con su traje gris y su maletín negro de piel, dejándolo con una sensación de desasosiego e inquietud extraña. 

Era de esas contadas ocasiones en que le daba curiosidad conocer la historia de vida de algún cliente. 

Uno de los señores que había estado esperando su turno, al observar cómo Kihyun había atendido al hombre de traje y el resultado de la afeitada, se animó a sentarse y permitir que Kihyun lo atendiera. 

Fue así como el joven atendió a unos clientes más y estuvo ocupado en ese primer día de trabajo. Se sintió más animado porque horas antes no había tenido ni un sólo cliente y ahora parecía que esto había cambiado. 

Al terminar la jornada, ya entrada la noche, el dueño de la barbería, el Sr. Kim, le pidió pasar por su paga de ese día con  Minhyuk, el otro empleado y amigo suyo, y limpiar el local antes de irse.

—Tuviste suerte de que ese trabajador fuera tu primer cliente, Kihyun. Ten —le alargó una considerable cantidad de billetes—, te dejó una buena propina. 

Asombrado, tomó los billetes y los guardó en su cartera. 

—¿Suele venir muy seguido? 

—De vez en cuando. No es un cliente regular, pero siempre que viene parece que el alma se le va del cuerpo. Ese aspecto miserable que se carga… —chasqueó la lengua con desaprobación—, ha de trabajar en las oficinas que están cerca de aquí. Dicen las malas lenguas que tienen un pésimo trato a los empleados… en fin… —se encogió de hombros—, ¿quieres ir a cenar con nosotros? Hyungwon por fin me presentará a su novio. Quedé de verlos dentro de veinte minutos. 

—No. Estoy cansado. Quizás mañana acepte tu invitación. 

—Bien. Hasta mañana. Que descanses. 

Kihyun llegó a su pequeño departamento ubicado a unas escasas tres cuadras del local. Compartía el espacio con un chico llamado Wonho, su nuevo amigo en la ciudad, empleado en un restaurante de la zona. Los dos cubrían turnos largos, por lo que no solían verse a menudo por el departamento, y Kihyun era recibido por el silencio sepulcral del lugar. 

Incluso antes de ir a dormir, pensó en lo que Minhyuk le contó sobre ese cliente que le llamó la atención. 

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A la semana siguiente, mientras tomaba su descanso para comer, Kihyun volvió a ver al hombre de traje, su primer cliente en ese nuevo trabajo en la ciudad. 

Se había sentado junto a Minhyuk en un banco afuera del negocio, bajo el amparo de una sombra proyectada por un gran árbol de cerezos. 

Al otro lado de la calle se encontraba un parque que a esa hora de la mañana solía estar lleno de empleados que salían a relajarse o comer durante su descanso. Se les podía ver en grupitos platicando, fumando y pasando el rato libre. 

Kihyun divisó al hombre inmediatamente, sentado a solas en una banca de madera, con un cigarrillo en mano y observando su celular con gesto neutro, imperturbable. 

Se concentró en mirar qué hacía, tanto así que dejó de prestarle atención a Minhyuk. 

—Le dije a Changkyun que no podía seguir así —siguió diciendo Minhyuk—. Ha estado mucho tiempo esperando a que Jooheon se decida y siempre ha sido muy sincero con sus sentimientos. ¿Cómo es que no se ha cansado de esperar? Yo en su lugar lo hubiera dejado y buscaría a alguien más… Kihyun… ¿me estás escuchando? 

—¿Eh? —respingó de la sorpresa y lo miró con pena—, ¿qué es lo que decías sobre tu amigo Changkyun? 

—No puedo creer que me hayas estado ignorando… —resopló haciendo un morrito con sus labios—, anda, ve a hablar con él. 

—¿Con quién? —se quiso hacer el desentendido. 

—No te hagas. Ya sabes a quién me refiero —miró hacia el parque—. Ten —sacó un cigarrillo de su cajetilla—, pídele que te dé fuego. Es una buena excusa para hablarle. 

—Pero yo no sé fumar… —frunció el ceño, sin entender cómo eso lo podría ayudar a acercarse al oficinista. 

—Improvisa. No es tan difícil. Anda, ve. 

Aún dubitativo y nervioso, cruzó la calle y se acercó a él. Todavía vacilante, dio unos pasos y trató de sonar casual. 

—Hola… ¿tendrá fuego? 

El oficinista alzó la cabeza y vio cómo el joven agitaba el cigarro entre sus dedos. Guardó su celular y sacó su encendedor de metal del bolsillo interior de su chaqueta.

—Claro. Déjeme ayudarle —se levantó y se acercó con el encendedor en mano. 

Kihyun dejó que la flama quemara la punta del cigarrillo. Estar tan cerca del hombre le permitió volver a percibir en su ropa el olor a perfume que había captado el día anterior, un aroma almizclado y varonil que no había olvidado. 

Eso del cigarro fue mala idea. Nada más le dio una calada y empezó a toser sin control, soltando el cigarro y cayendo éste al piso. Sintió que le faltaba el aire. 

El oficinista empezó a darle golpecitos en la espalda, con cara de preocupación. 

—¿Estás mejor? —en esos momentos se olvidó del lenguaje formal—. Toma un poco de agua —le ofreció de su botella y Kihyun se lo agradeció infinitamente. 

El agua refrescó su garganta y pudo respirar con normalidad. Se arrepintió de haberle hecho caso a Minhyuk. 

—Sí. Sí. Es sólo que… está muy fuerte —se rascó la nuca con nerviosismo—. Suelo fumar mentolados, pero no… había en la tienda. 

—Ya veo… —esbozó una ligera sonrisa—. Te daría uno de los míos, pero creo que los de la marca que compro son igual de fuertes. 

—Creo que voy a pensar seriamente en dejar de fumar —carraspeó, todavía con pena. 

Apagó el cigarro donde había quedado en el suelo, lo recogió para tirarlo al bote de basura y ya después no supo cómo proceder. 

Estuvo a punto de despedirse de él y salir corriendo de allí, pero cambió de opinión en cuanto el hombre siguió la conversación. 

—Eres el chico de la barbería —comentó con aire pensativo—, ¿no es así? El que me atendió hace unos días. 

Lo recordaba a la perfección y lo había reconocido en el mismo instante en que le pidió fuego, sólo que no quería parecer extraño o tomara a mal el que lo recordara tan bien. 

—Sí. Soy yo —casi salta de la emoción porque lo recordaba, a él, precisamente a él. 

—Te debo una disculpa. 

—¿Por qué? 

—Por quedarme dormido en medio de la afeitada. Te hice más difícil el trabajo. 

—Oh, no. No tienes por qué disculparte —hizo un ademán con las manos para negar—. Creo que es normal dormirse si estás muy cansado por el trabajo. Se te nota en el rostro. 

—No tengo buen aspecto, ¿eh? 

—Oh, no, claro que lo tienes. Eres guapo —su orejas se encendieron, sorprendiéndose a sí mismo por haber sido capaz de decirlo en voz alta—, es sólo que… no pareces descansar lo suficiente… ya sabes… el cuerpo necesita sus ocho horas de sueño y… 

Mejor se calló. A veces hablaba sin ton ni son cuando se ponía nervioso y en ese momento se sentía realmente torpe. 

El oficinista reaccionó sonriendo un poco más y Kihyun vio cómo ese gesto suavizó los rasgos de su rostro. Ojalá pudiera tener la oportunidad de verlo sonreír más seguido, pensó. 

—Mi aspecto no es el más favorable, pero te agradezco que hayas hecho tan buen trabajo. 

—Debo ser yo el agradecido. Gracias a ti pude demostrar mis habilidades y ahora tengo más clientes a mi cargo. 

—Eso es bueno —mantenía todavía su cigarrillo colgando de la mano. 

Terminando de decir eso, miró la hora en su reloj. 

—Debo regresar al trabajo. 

¿Tan pronto? Ni siquiera había pasado media hora

—¿No comes durante tu descanso? 

—Debo estar antes de la hora estipulada. Órdenes de mi jefe de sección. La comida la hago después del trabajo —se encogió de hombros y Kihyun se sintió mal al saberlo. 

La hora de la comida era sagrada para él y no le parecía que le fuera privada a alguien que seguramente se esforzaba en su empleo. 

El oficinista apagó el cigarro con la suela del zapato y tiró la colilla al bote de basura. Se arregló la corbata y se despidió con una corta reverencia. 

—Supongo que… nos veremos por aquí seguido ya que nuestros trabajos están cerca uno del otro… 

—Sí. Nos vemos… 

Se despidió con un gesto de la mano y, ya cuando no estuvo al alcance de su vista, Kihyun reaccionó. "Oh, no, no le pregunté su nombre". 

Esperaba poder saciar su curiosidad la próxima vez. 

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Desafortunadamente, en los siguientes días no logró verlo de nuevo por el parque y se sorprendió a sí mismo pensando constantemente en él, distrayéndose en el trabajo. "¿Ya habrá comido?", "¿por qué no irá al parque?", "¿acaso dije algo que lo molestara?", "¿lo volveré a ver pronto?". 

Toda su preocupación se disipó cuando, a la siguiente semana, apareció por el local a la hora en la que ya iban a cerrar. 

—¿Todavía me pueden atender? Como ven, necesito una afeitada —se pasó la mano por su áspera mandíbula. 

El Sr. Kim estuvo a punto de disculparse porque el servicio ya había terminado, pero Kihyun íntervino inmediatamente.

—Yo lo atiendo, señor —le dijo Kihyun a su jefe—, y me encargaré de limpiar y cerrar el negocio luego de terminar. 

—Me gusta tu espíritu trabajador, Kihyun —le dio una palmadita en el hombro—. Ojalá Minhyuk aprendiera de ti —el aludido puso los ojos en blanco detrás del señor—. Bien, hijo, encárgate de este cliente. Gracias a ti hemos aumentado de clientela. 

—Suerte con el "cliente" —le susurró Minhyuk y le guiñó el ojo antes de irse. 

El cliente se sentó en el sillón y esperó a que Kihyun le pusiera encima la capa. 

Observó su cabello y le entró el deseo irracional de poder tocarlo, así que, tomando una actitud profesional, pasó su mano entre los mechones marrones, suaves al tacto. No sé si fue su imaginación o no, pero creyó percibir en Hyunwoo cierto estremecimiento ante este roce. 

—Te ha crecido el cabello. ¿Te parece que aproveche para cortarte el cabello? Esto va por mi cuenta. 

—Está bien… puedes hacerlo. 

Sin mediar más palabras, Kihyun procedió a trabajar. Sólo se escuchaba el sonido de la tijera al cortar el pelo, y el de la navaja al pasar sobre la piel para eliminar el rastro de vello. 

Kihyun se dio cuenta de que el otro se mantenía despierto y se tuvo que morder la lengua porque la curiosidad lo estaba matando, pero al final no se pudo contener. 

Al terminar su trabajo, le comentó:

—Ya está… —le quitó la capa y vio cómo aquél se observaba en el espejo. 

—Gracias —esbozó una leve sonrisa—. Ha quedado muy bien. 

Kihyun, si ponerse a pensarlo, soltó a borbotones sus pensamientos. 

—Me alegra verte de nuevo. Se me hizo raro no verte por el parque en estos días. 

—Estuve fuera de la ciudad —empezó a buscar su cartera—. Fui a Busan debido a un negocio urgente. Fue algo repentino —se encogió de hombros, como si estuviera acostumbrado a ello—. Apenas llegué hoy, hace unas horas. 

¿Hoy había regresado? ¿Y había ido precisamente a la barbería? 

—¿Cómo te llamas? Creo no haberte preguntado antes. 

—Tienes razón… —se tocó la barbilla—, soy Son Hyunwoo —dio una breve inclinación de cabeza—. Un gusto. 

—Yo soy… bueno… creo que ya oíste a mi jefe mencionar mi nombre… 

—Yoo Kihyun. No se me olvida. 

Éste no pudo evitar sentir un revoloteo por ello. Recibió el pago por el servicio y aquél se despidió de él. 

—Nos vemos, Kihyun. 

—Ven cuando gustes, Hyunwoo.

Kihyun suspiró al verlo salir, sabiendo que era viernes y lo vería hasta el lunes, por eso no esperó que, a los quince minutos,  volviera a sonar la campanilla de la entrada. 

—No sé dónde tengo la cabeza —dijo con pena Hyunwoo—. Dejé mi saco sobre el sillón. 

Kihyun tampoco se había dado cuenta de eso. Fue por él y se lo entregó. 

—¿Ya vas a cerrar? —le preguntó al ver que Kihyun ya llevaba su bolso. 

—Sí… sólo debo bajar la cortina…

Hyunwoo ayudó a bajar la pesada cortina de metal y Kihyun se agachó para poner el candado. 

—¿Te apetecería tomar una cerveza? —le dijo de sopetón Hyunwoo ya que la tienda estuvo cerrada y estaban en medio de la acera—. Mañana es sábado, así que no debemos de preocuparnos por lo del trabajo… 

—Sí —contestó inmediatamente—. Vayamos. Hay un buen restaurante cerca de aquí. 

A Kihyun le gustó poder sentarse frente a Hyunwoo y poder compartir con él tragos de soju y cerveza, además de algunos aperitivos. 

—Hacía mucho que no salía a tomar por las noches. Es… liberador —comentó después de tomar un sorbo de soju—, aunque realmente no salía mucho cuando estaba en mi tierra natal…

—¿No eres de esta ciudad? 

—No. Me mudé aquí hace apenas un mes. He tenido que irme adaptando. 

—Debe ser difícil, tener que dejar a tu familia... 

—Fue difícil, sobre todo al saber que ya no seré bien recibido allí —hizo una breve pausa para beber otro sorbo de su vaso—. Le dije a mis padres una verdad que no había querido decirles antes de cumplir la mayoría de edad. Soy gay y ellos no lo pudieron aceptar —encogió su hombro izquierdo y soltó un suspiro—, así que decidí dejar mi casa y venir a probar suerte aquí. Mi abuelo tiene una barbería en mi pueblo, así que aprendí ese oficio desde muy joven y gracias a ello pude encontrar trabajo fácilmente en la barbería del Sr. Kim. 

Se formó entre ellos un largo silencio y Kihyun esperó su reacción, en ascuas. No solía confesar ese tipo de cuestiones íntimas, pero le pareció importante que Hyunwoo lo supiera. Deseaba que lo supiera. 

Al fondo se escuchaba el ruido de otras conversaciones entre mesas y el tintineo de vasos y botellas de vidrio al chocar. 

—Si tú tampoco deseas hablarme por ese motivo, lo entenderé. 

Hyunwoo se quedó viéndolo con aire pensativo y, luego de empinarse parte de su cerveza, se encogió de hombros y lo siguió viendo con gesto imperturbable. 

—Creo que no tendría por qué dejar de hablarte por ello o incomodarme, o incluso juzgarte—alzó su cerveza—. ¿Otra ronda? 

Kihyun pudo respirar tranquilo y no pudo evitar sentir un revoloteo de felicidad. Se sintió aliviado y aceptó la siguiente ronda de tragos. Al entrar en calor, se sintió con la confianza suficiente como para mencionarlo. 

—También quiero confesarte algo más… en realidad… no sé fumar y… el humo del cigarrillo me molesta. 

—De eso me pude dar cuenta de inmediato ese día en el parque —Hyunwoo empezó a reír y lo miró con diversión—. No fuiste muy convincente. 

Kihyun se sonrojó y sintió sus orejas arder. 

—Quería acercarme a ti y platicar contigo... quería agradecerte por ser mi primer cliente… 

—Tienes una rara forma de acercarte a los demás y hacer amistades. 

—En realidad… —se tocó la nuca, apenado— fue idea de mi amigo Minhyuk…  

—Vaya amigo… si deseas que seamos cercanos… ¿qué te parece salir más seguido? 

—Creo que sería muy buena idea. 

Kihyun se sintió feliz de tener la oportunidad de intercambiar números de celular y ponerse de acuerdo para cenar en las noches o ir a beber los viernes. 

Minhyuk lo cachó una vez viendo su celular con singular atención durante un descanso. 

—Oh, qué tenemos aquí. Un barbero enamorado que le sonríe al celular. Supongo que es el cliente VIP que tienes… 

Pensó que Kihyun lo negaría inmediatamente, pero se sorprendió que, sin negar lo dicho, le mostró lo que estaba viendo en su celular. 

—Mira qué graciosos emoticones me envía. Ayer le dije que me gustaba este personaje y hoy empezó a enviármelos en los mensajes. 

Minhyuk se asomó a ver la pantalla y enarcó una ceja. 

—¿O sea que compró y descargó esos emoticones sólo por ti? Por lo que sé, no son baratos. Qué detalle de su parte. 

Kihyun lo sabía. Se dio cuenta de esas sutilezas que le hacían revolotear el estómago y sentirse confundido por sus intenciones. La forma en que se preguntaban si ya habían comido, darse los buenos días o noches, o desearse tener un buen día de trabajo. Era realmente reconfortante tener a alguien con quien pudiera hacer ese tipo de cosas. 

Sin embargo, a pesar de estos destellos de felicidad, se dio cuenta de que Hyunwoo, sea de forma deliberada o no, evitaba hablar mucho de sí mismo durante sus encuentros. 

Ya llevaban tres semanas desde que habían empezado a cenar juntos y él se la pasaba parloteando sobre sí mismo, sobre su vida, sobre su trabajo… Hyunwoo lo escuchaba atentamente y hacía comentarios de vez en cuando, pero sin llegar a más. 

Esa noche Kihyun decidió cambiar esto. Tomó un trago de su soju y decidió preguntar. 

—He hablado demasiado sobre mí. ¿Qué me cuentas sobre ti? 

El aludido se removió en su asiento, esquivando la mirada. 

—No mucho diría yo —tamborileó la mesa con sus dedos y soltó un hondo suspiro—. No soy muy interesante. No creo que te sea grato escuchar sobre mi vida… 

—Si te lo digo es porque de verdad estoy interesado en escuchar tus historias. Quiero conocerte. 

Fue entonces que Hyunwoo lo miró con los ojos vidriosos, opacos, y, ya sea porque confió en la firme comentario de Kihyun, o porque necesitara desahogarse de alguna manera, habló y habló durante largos minutos sin que Kihyun interrumpiera, descargando meses de frustración en el trabajo. 

Había algo en su tono de voz que lo hizo sentir un nudo en la garganta. 

Le contó sobre su jefe de sección despótico, que los ponía a trabajar horas extras y parecía tener sumidos a todos en un estado constante de alerta y temor. Era el hijo de un amigo de uno de los CEOS de la empresa, y se le consideraba intocable por su estatus privilegiado. 

Se percibía un descontento general en la oficina, pero nadie se atrevía a decir nada por temor a las represalias. Ya iban así para los cuatro meses y no parecía mejorar. 

Hyunwoo, como el subordinado inmediato, era muchas veces puesto en situaciones incómodas y compremetedoras. Cuando había un error, se lo achacaban a él y lo afrontaba para no perjudicar a sus compañeros, con los que llevaba años trabajando; se hacía cargo de tareas que en realidad le correspondían a su jefe, por ejemplo viajes de negocios a otras sucursales de la empresa o encuentros con clientes. Esto había repercutido en su salud, pero era algo que no podía decir a nadie. Su familia vivía en otra ciudad y realmente no tenía muchos amigos fuera del trabajo. 

Esa noche Kihyun pudo decir que se había sumergido en una parte de la vida de Hyunwoo que seguramente a muy pocos contaba, sus pensamientos más íntimos y penas personales. 

Fue una sensación agridulce. Por una parte agradeció que Hyunwoo hubiera confiado en él contándole todo eso, pero el pecho se le estrujó al saber cuánto estaba aguantando en ese ambiente laboral. Le dieron ganas de estrujarlo entre sus brazos, darle consuelo, pero había ciertos actos que no podía permitirse por miedo a ser rechazado. 

"Patético, soy realmente patético", murmuraba Hyunwoo entre tragos. 

Al final de la velada, Hyunwoo ya parecía a punto de dormirse y cuando Kihyun trató de averiguar dónde vivía para mandarlo en taxi, éste no reaccionó. 

—Muy bien, como no pareces estar en tus cinco sentidos y no me respondes, te llevaré a mi departamento. Conste que te lo comenté. 

Luego de pagar, salió con él del restaurante. Procedió a caminar casi llevándolo a rastras, balanceándose y tratando de no tropezar en el camino. A pesar de que sintió sus piernas flaquear, no dejó de caminar con medio cuerpo del otro encima. 

Apenas y logró llegar a la puerta de su departamento, abrir y dejar a Hyunwoo sobre la cama. 

Él se acomodó en el sofá de la sala y el cansancio lo venció casi al instante, durmiéndose sin siquiera preocuparse de cambiarse de ropa. 

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A la mañana siguiente, Hyunwoo sentía la cabeza martilleándole y la garganta pastosa y reseca. Se incorporó de la cama donde había dormido, todavía confundido y no sabiendo a dónde había ido a parar porque esa estancia definitivamente no era la suya. 

Miró a su alrededor con los ojos entornados, tratando de acostumbrarse a la ráfaga de luz que se colaba por la ventana. Era una estancia blanca, sin muchos adornos, pulcra y ordenada. 

La puerta estaba semiabierta y le llegó a su nariz el penetrante aroma a comida. Eso le abrió el apetito y su estómago rugió. Decidió salir de la estancia y se dejó guiar por el ruido proveniente de lo que supo era la cocina. 

Observó la estancia, todo bien acomodado, en un ambiente fresco y limpio, con muebles de madera y plantas de ornato en las esquinas. En medio de ese ambiente, inmediatamente divisó a Kihyun parado frente a la estufa. 

Era una escena muy cautivadora verlo allí en medio de la cocina con un mandil rojo que tenía un estampado de bigote negro en medio, y unos pantuflas esponjosas. 

—Buenos días —dijo con la voz rasposa. 

—Hola. Buenos días —se giró a sonreírle, con la espátula en mano—. ¿Qué tal la resaca? 

—Horrible. Discúlpame, debió ser una lata andar cuidando de mí estando borracho, traerme hasta aquí, y además no soy muy ligero que digamos… 

—No te dejes engañar por mi aspecto. Soy lo suficientemente fuerte —alzó su brazo—, y pude traerte hasta aquí. Estoy preparando una sopa para la resaca y un poco de carne —señaló la olla—. Puedes pasar al baño a asearte un poco y después comemos. 

—Siento ser una molestia para ti… 

—Tú nunca serás una molestia para mí —carraspeó, desviando la mirada—. Encontrarás lo necesario en la repisa si deseas darte un baño. 

Hyunwoo esbozó una leve sonrisa y volvió al cuarto. Al salir del baño, Kihyun ya había arreglado la mesa y estaba sirviendo la humeante sopa. 

—Está deliciosa —dijo Hyunwoo al darle el primer sorbo.

—Gracias. A mí me sirve para este tipo de situaciones. Si todavía te duele la cabeza, te puedo dar una pastilla. 

—Estoy bien. Creo que tu sopa es la mejor para la cura de mi dolor. 

Kihyun sonrió, con las mejillas salpicadas de rubor. Hyunwoo creyó que eso le confería un aire más lindo. Deteniendo sus pensamientos descarrilados, observó una repisa al lado de la mesa, que tenía una sola foto, la de un hombre canoso y de aire bonachón. 

—¿Él es un familiar? —se aventuró a preguntar. 

—Sí. Es mi abuelo, el barbero. Es la única foto que conservo de él. 

Hyunwoo estuvo a punto de continuar hablando, pero su conversación fue interrumpida por la presencia de un hombre que entró por el pasillo. Llevaba un uniforme con un gran logo detrás, cuyas costuras de la playera parecían a punto de reventar. Era un chico realmente musculoso y cuya piel pálida hacía lucir el color azul del aburrido conjunto. 

—Hola y adiós, Ki —dijo con prisa, acomodándose una mochila en la espalda, lo cual parecía dificultársele.

—Buen día, Ho. ¿No vas a desayunar? 

—No tengo tiempo, y voy un poco tarde al trabajo. Tengo turno este sábado. 

—Que te vaya bien. 

El joven le plantó un beso a Kihyun en la frente, le revolvió el cabello, inclinó la cabeza en dirección a Hyunwoo y salió del departamento dando un portazo. 

—No sé cuántas veces le he dicho que no azote la puerta al salir. 

—¿Es...tu novio? —preguntó Hyunwoo al haber sido testigo de la escena y se sintió fuera de lugar, como si hubiera interrumpido algo íntimo. 

—¿Lo parece? —se sorprendió—. No. Es mi compañero de departamento, mi amigo —. ¿Lo mencionas por el beso, verdad? —¿sería exagerado decir que parecía celoso o sería sólo ilusiones suyas?—. Él es así. Muy cariñoso cuando te considera una persona digna de confianza. A veces puede resultar empalagoso, pero es muy lindo. 

—Ojalá pudiera ser como él… 

—Igual yo. No teme mostrar su afecto y yo… soy un cobarde —lo miró de soslayo, y aprovechó esa oportunidad para preguntarle—, ¿y tú… tienes pareja? 

—Umm… no —removió lo último de comida que quedaba en su plato—, no desde hace tres años. 

—¿Ni nadie que te interese del trabajo? 

—No. Encontrar a alguien especial es… complicado para mí. 

Kihyun pareció más animado nada más terminar el desayuno. Al despedirse de Hyunwoo, lo invitó a ir a comer o cenar más seguido al departamento, asegurándole que hacer comida para sus amigos era algo que disfrutaba. Se dio cuenta de que Hyunwoo dejó su reloj sobre la repisa del baño, por lo que creyó necesario ir a entregárselo. 

—¿A dónde vas? —le preguntó Minhyuk al otro día al notar que no se sentaba a almorzar con él—. ¿No comerás? 

—Quiero aprovechar para ir a regresarle el reloj a Hyunwoo —su amigo ya sabía lo que había pasado el día anterior. 

—Ajá. Sí, claro. Ve. Eso es de vital importancia —enarcó las cejas al ver cómo su amigo se alejaba a toda prisa. 

El edificio de la empresa no estaba muy retirado de la barbería y nada más doblar la esquina de la cuadra vio cerca de allí a Hyunwoo y estuvo a punto de apurar el paso para alcanzarlo, pero se detuvo cuando notó a la otra persona a su lado, un hombre que parecía estar gritándole. 

Hyunwoo recibía el regaño público con la cabeza gacha y las manos detrás de su espalda, sin rechistar, sumiso. Pasados unos minutos, el hombre, aún molesto, subió a una limusina y se fue. Kihyun se quedó estático en su lugar. Instintivamente hizo puño su mano. 

Hyunwoo suspiró y se dio cuenta de la presencia de Kihyun, por lo que cambió instantáneamente sus facciones, suavizándola, puso su mejor gesto y lo saludó alzando las manos. 

—Dejaste tu reloj en mi casa y decidí venir a entregártelo… 

—Gracias, Kihyun —lo tomó entre sus manos—. Podría… ¿podría ir hoy a cenar a tu casa? 

Kihyun le dijo que sí, emocionado de que fuera él quien se lo pidiera. Se pusieron de acuerdo en la hora. 

Más tarde, cuando los dos estuvieron cenando, Hyunwoo volvió a tocar el tema del encuentro anterior. 

—Disculpa que hayas tenido que presenciar algo así… el jefe Jang no estaba de humor ese día y pues… 

—No parece controlar su ira de la mejor manera. Ahora comprendo mejor por qué han tenido problemas en la empresa. 

Hyunwoo relajó los hombros, cansado. 

—Es… complicado… 

—No me gusta verte en este estado. Me gustaría verte menos estresado. 

—¿Y quién dice que lo estoy? Es sólo… son gajes del oficio… 

Kihyun chasqueó la lengua. 

—Deja esa máscara para alguien más. Conmigo no tienes por qué fingir. 

Lo miró fijamente y Hyunwoo desvió la mirada, derrotado. 

—Supongo que no puedo engañarte… —suspiró profundamente y metió las manos en los bolsillos de sus pantalones.

—¿Por qué no renuncias? 

—Lastimosamente, no puedo darme el lujo de renunciar. Mi campo laboral es muy competitivo y no es fácil llegar a ocupar un puesto como el mío. Sin eso no soy nada. 

—¿A costa de tus sentimientos y tu salud mental? 

—He resistido estos meses, Kihyun. Bien podría seguir así más años. No tengo a alguien a quien le cause preocupación mi vida, por lo que es más fácil de ese modo. 

—A mí me importas —dijo con vehemencia—. Me preocupa que no comas bien, que no duermas lo suficiente, que no sonrías genuinamente. Hay bondad en ti y me duele ver la tristeza en tu mirada. Creo que he sido muy sincero al respecto, Hyunwoo. Me importas mucho. Eres… —decidió decirlo, aún sabiendo que podría salir mal—. Eres mi persona especial. 

Hyunwoo lo miró fijamente y sintió su garganta doler. 

—Has sido muy sincero conmigo, pero no puedo corresponderte. Estoy hecho un lío, Kihyun y no deseo arrastrarte en mis problemas —no deseaba que sus propios demonios personales perjudicaran a Kihyun—. No te mereces a alguien así. 

"No quiero ser una carga para ti", pensó, y la idea de hacer infeliz a Kihyun lo horrorizó. Era importante para él y debía pensar en su bienestar. 

Kihyun suspiró, anticipando esa respuesta. Incluso si dolía, sonrió. 

—No tienes por qué sentirte presionado y corresponderme. Sé que no puedo ser egoísta y esperar algo más que una amistad… pero deseaba que lo supieras y no quedarme con esto rondando mi mente día y noche. 

Al ver que Hyunwoo se quedaba callado, cabizbajo, continuó. 

—Tal vez sea mejor dejar de vernos algún tiempo. Deseo seguir siendo tu amigo… pero… sólo quiero poner algunas cosas en orden en mi mente. 

Hyunwoo pareció comprender y fue en ese momento en que sintió que algo preciado se resquebrajaba. 

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Fue a la semana cuando el compañero de Kihyun, Hoseok, le dio la noticia: dejaría el departamento porque pasaría a vivir con su novio.

Eso significó que Kihyun tendría que cambiarse a un lugar más barato ya que buscar otro compañero no le resultaba cómodo. Volcó toda su atención en encontrar un lugar adecuado, no tan caro. Eso lo distrajo bastante, incluso cuando el pensamiento intrusivo de Hyunwoo lo inundaba. 

A veces abría el chat que tenía con Hyunwoo en su celular y sentía un nudo en su estómago al notar que hacía ya tres semanas y media que no se enviaban mensajes. Era como si algo estuviera suspendido entre ellos. Tenía la intención de comunicarse con él, pero a último momento se arrepentía. 

Así estuvo por dos días más, hasta que encontró un departamento, un poco más pequeño, pero a pocas cuadras de la barbería. 

En un día de lluvia, ya llevaba instalado una semana, lo sorprendió que llamaran a la puerta de su nuevo departamento. Y fue más su sorpresa al toparse a Hyunwoo fuera, en el pasillo, con la ropa mojada y el cabello soltando gotitas de agua. 

—Hyunwoo, ¿qué haces aquí? ¿Y con esta lluvia? ¿Cómo supiste de mi nueva dirección? 

Era un borbotón de preguntas hechas con rapidez, inquieto como estaba al verlo allí, repentinamente. 

—He pasado a verte a la barbería y Minhyuk me ha dicho que hoy es tu día libre y me dio tu nueva dirección. 

—Oh. Fue Minhyuk —sólo atinó a decir—. Si quieres pasar… sería mejor que hablar aquí… —abrió más la puerta, pero Hyunwoo lo detuvo. 

—No. Espera —Kihyun lo miró extrañado—. Quería decirte que… quería que tú fueras el primero en saberlo… decidí tomar una medida radical en mi trabajo. Junté firmas para pedir la destitución del jefe de sección. No sé cuál será el resultado y deberé afrontar lo que venga, pero no quise quedarme sin intentarlo. Puede parecer poco o que no funcione… pero no me echaré y recibí el apoyo de mis compañeros. 

—Es bueno saberlo, Hyunwoo —dijo con sinceridad y pudo notar cómo éste sonreía tímidamente—. La presión allí está y los ceos no podrán ignorar más el problema. Hay mucha inconformidad. 

Hyunwoo titubeó, pero suspiró y siguió hablando. 

—A pesar de que era algo que deseaba decirte, la verdad es que… el principal motivo por el que estoy aquí es otro. 

Tomó una larga exhalación y miró a Kihyun. Él le hacía sentir como si un fuego colmara su pecho y no permitiera que se apagara esos deseos de seguir viviendo, porque eso significaría seguir viéndolo sonreír para él. Ese hombre parado frente a él representaba todo lo bueno en su vida. Deseaba ser fuerte por él. 

Se acercó lo suficiente para posar su gran mano contra su ruborosa mejilla, haciendo que Kihyun se estremecera. 

—Creo que yo soy el que no ha sido totalmente honesto con mis propios sentimientos. Supongo que no creía posible que algo así me pasara a mí. Enamorarme. Con persona alguna. Hace tanto que no experimento esto que ni siquiera sé por dónde podríamos empezar… 

—Podríamos empezar… con un abrazo —le dijo con una sonrisa tímida aún sintiendo la tibieza de la palma de Hyunwoo. 

Hyunwoo creyó que eso era precisamente lo que más necesitaba: un abrazo. 

—Pero estoy empapado, no quiero mojarte. 

—No me importa que me mojes. Es lo de menos. 

Con cierta torpeza, los dos se acercaron y abrieron los brazos para proceder a entrelazar sus cuerpos y transmitir su calidez. 

Kihyun, sin dejar de abrazarlo, alzó la vista y le habló más juguetón. 

—Y después continuar… con una cita formal. Una cena en un restaurante. 

—O una cita en un cine. 

—Tendremos muchas citas para salir a lugares los dos juntos. Haré que la carga en tus hombros sea menos pesada. 

—¿Y yo qué te puedo ofrecer? Quiero que tú también seas feliz. 

—Tu amor. Tu sinceridad y cariño. Sé que podremos. Iremos aprendiendo. El que estés aquí ya es un gran paso. 

Hyunwoo sonrió con ternura y Kihyun presintió que tendría más oportunidades de verlo sonreír así, ampliamente y sin rastro del sombrío gesto que inundaba antes su rostro. 

—Pasa. Te puedes dar una ducha y cambiarte para que no te resfríes. Hace poco hice la comida. 

Hyunwoo dio un paso más, uno muy importante, adentrándose no sólo en el departamento, sino en la vida de Kihyun, mucho más de lo que ya había hecho. 

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B&N
01-03-22

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