03 𝔖𝔲 𝔡𝔬𝔩𝔬𝔯
ᣃ⚓Dylan ⚓ᣄ
Su cara se desfigura en una mueca de dolor absoluto, sus ojos me observan cristalizados desde el suelo. Estaba seguro que me había reconocido, que sabía que yo era el culpable de su estado, de que ya no fuera lo suficientemente rápida o ágil como para evitar que un tiburón mordiera su cola.
Y esa imagen me perseguirá toda la vida.
La culpa consume cada célula de mi ser mientras la imagen de la vivaz sirena que me encontré apenas ayer desaparecía por la de un ser destrozado, incluso parecía que en cualquier momento dejaría de respirar.
—¡Tenemos que sacarla de aquí! —susurró Déborah, paseando su mirada asustada de ella a nosotros, saliendo de su trance particular— Tenemos que llevárnosla.
—No puedes meter una sirena en una pecera —espetó Tyler con un ligero toque de sarcasmo, no propio para el momento— Tiene que volver al mar.
—Pero serás tonto —se exasperó la de apellido Rodríguez y en el fondo comencé a alegrarme de que por lo menos ella pareciera estar centrada— ¿No ves que no podrá nadar más?
Cohibida, Deborah se acerca sin mostrar ni una pizca de cobardía, dejando atrás a la niña que le tenía fobia a esos seres mitológicos, mientras yo permanezco helado observándolo todo, incapaz de reaccionar.
Mi amiga, como si actuara por instinto, toma su mano como si fuera la cosa más delicada del mundo. No podría afirmar que estaba bajo algún tipo de hipnosis por el simple hecho de que la sirena lucía igual de maravillada que ella.
Noté que ya no poseía las uñas tan largas y afiladas, aunque seguramente un rasguño de esas harían sangrar a cualquiera. Tampoco estaba la rara membrana entre sus dedos, y sus ojos ya no lucían como los de un gato, no veía las marcas en su cuello. Pues a pesar del evidente daño se veía más... humana.
—Uhm... tranquila, estarás bien —susurró la castaña y, aunque probablemente la pelirroja no supiera hablar, la mirada de mi amiga transmitía el mensaje a la perfección
Sus ojos azules cayeron en mi amiga, aún se veía dolor en ellos, pero también fui capaz de percibir la esperanza.
—Tyler —no fui capaz de dejar de mirar la escena, había una conexión extraña entre ambas, pero muy notable— Ve por el jeep... —le lancé las llaves a mi amigo—Tenemos que llevarla a casa.
—Buena idea —Debbs miró hacia mi —Tu piscina es de agua salda. Podrías mantenerla allí. Además, por los muros nadie la vería.
Volví a mirar hacia la sirena, a la parte sumergida de su cola, lo que en un pez sería la aleta caudal, o bueno, lo que queda de ella, y simplemente algo nació en mí. Algo sin precedentes, algo que dudo mucho consiga algún día hacer desaparecer.
El sentimiento de protección.
Por mi culpa está así y simplemente ahora es mi deber protegerla del mundo hasta que vuelva a sanar. No solo es por sentirme culpable, hay algo más... algo que desconozco, que tira con fuerza como un cordón, un lazo azul que me ata a ella y me hace querer resguardarla para que la crueldad del mundo no la dañe como yo ya lo he hecho.
El sonido del Jeep me hace salir del trance y a ella la asust, pues trata de ocultarse tras la roca cuando ve los focos delanteros prenderse.
—Necesitamos algo para llevar agua y evitar que se seque su cola camino a casa.
—¿Qué? ¿Cómo de repente sabes tanto sobre sirenas? —protestó Tyler, pero aún así no se atrevía a desobedecer las órdenes de Deborah y tomó un pequeño galón vacío, que se encontraba bajo los asientos, el que solía usar para llevar gasolina extra a los viajes largos.
—Solo lo supuse —explicó mi amiga, mojando todos los asientos traseros con agua salada— La mitad de su cuerpo está en el exterior, menos su cola— habló mientras miraba a su alrededor en busca de no se qué —Trata de lavarlo primero, el galón digo. Dylan...
Volví mi mirada hacia Déborah que, afortunadamente, estaba llevándose toda la responsabilidad del momento. Porque yo probablemente seguiría sin saber qué hacer, completamente perdido.
—Algo me dice que el verdadero dolor comenzará cuando salga el resto de su cola del agua y querrá volver. Así que...
—No la dejaré caer —la interrumpo y aunque suenen superficiales mis palabras hay una promesa impresa en ellas— Jamás.
Me acerco con cuidado a la sirena, quien me observa cautelosa. Por un momento temo que use esas largas uñas para acabar con mi rostro. Pero trato de decirle con mi mirada, como si eso fuera posible, que solo quiero ayudarla, que mis intenciones con ella son buenas. No soy un iluso, sé que no entiende nuestro idioma.
Por un momento se encuentra arisca ante mi toque, clavando sus uñas en mi antebrazo cuando me acerco a ella. Pero no desisto, no me aparto, aunque mi sangre esté manchando sus pálidos y largos dedos, aunque quiera gritar del dolor.
Sus ojos tan profundos y tormentoso como el mar me observan a la expectativa, aún nuestras pieles no se han tocado como deberían y siento que mi corazón saldrá de mi pecho disparado por la anticipación.
—No te dejaré. No otra vez.
Toco su otra mano que agarra con fuerzas la arena y siento como si hubiese escuchado el disparo antes de una carrera. Diversas sensaciones comienzan a recorrerme a todo velocidad, como si una bomba de adrenalina hubiese explotado en mi interior, familiaridad es una de ellas, su piel bajo la mía de repente se siente como lo correcto, como lo idóneo.
Y ella lo nota porque su mirada cambia en cuanto ve nuestras manos unidas sobre la arena. Sus pupilas tan humanas como las mías se dilatan y el pecho desnudo que trató de ignorar se le agita.
Hogar...
La sensación de pasar años fuera y volver a casa, es lo que siento cuando los zafiros que tiene por ojos caen sobre los míos. Como un mar en tormenta, o la parte más oscura del océano. Ni siquiera me doy cuenta cuando pasa sus brazos por sobre mis hombros y haciendo uso de toda la fuerza que poseo, llevando uno de mis brazos bajo su cola, la levanto. Sus escamas son lo suficiente filosas como para cortar mi piel, pero lo ignoro, la sostengo como cuando alguien carga a un animal mal herido.
Ella se aferra a mí con fuerzas, pero no me la pone difícil y no trata de escapar. Me siento aliviado por eso. Demasiado aliviado.
Cuando su cola sale completamente del agua suelta un chillido, como lo predijo Deborah. Está sufriendo, pero en lugar de removerse lo que hace es esconder la cabeza en mi cuello. Quiere que la proteja. Quiere que la esconda del dolor. Sus lágrimas manchan mi camisa, muestra de su dolor.
La llevo lo más rápido que puedo hacia el jeep. He de admitir que ella pesa, aunque se ve muy menuda, debe rondar por unos noventa y tantos kilos, y más de la mitad de su peso está en esa cola con escamas en distintos tonos de verde.
Solloza con la cabeza escondida en mi cuello, siento como sus escamas se calientan a una velocidad que asusta, incluso una vez dentro del jeep retiro mi mano de esa zona porque siento como si me quemara. Ella abraza mis brazos, buscando refugio en ellos. Sé que le duele, si a mi me causó un poco de dolor, no quiero imaginar lo que siente ella.
Morir quemado ha de ser lo peor del mundo.
No encuentra alivio ni siquiera en los asientos empapados de agua.
Deborah sube al asiento de copiloto mientras Tyler sube al de conductor y me pasa el galón de agua. Estoy tentado a dejarle caer todo sobre su cola para detener el dolor, pero mi amiga al ver mis intenciones habla:
—No lo hagas, volverá a dolerle unos segundos después de que hallas gastado todo el agua.
Miro a la sirena que jadea de dolor y me mira con ojos suplicantes, pidiendo que lo haga detenerse, que la ayude, que su dolor es demasiado...
Su rostro desfigurado me hace viajar por mis recuerdos a una época oscura, a otro rostro afectado por el dolor, a unos ojos negros conscientes de que estaban mirando por última vez.
La miré a ella nuevamente y mi corazón se detuvo, su mirada reflejaba su pena pero no su miedo. No tenía miedo.
No soy psicólogo, pero siempre he sabido leer las emociones de las personas y las de la pelirroja en mis brazos son como ver un libro abierto, sin obstáculos para entenderla, solo mirándola.
—¿Y qué hago entonces? —pregunto frustrado— ¿Cómo detengo su dolor?
—Échale agua en pequeñas cantidades —se voltea para verme mejor— No le quitará el dolor, pero lo disminuirá.
—¿Cómo sabes eso? —le pregunta Tyler, mirándola a través del epejo verdaderamente confundido mientras conducía hasta mi casa por la arena de la playa—¿Cómo de repente sabes tanto sobre sirenas cuando odiabas hasta The Little Mermaid?
—No lo sé. Instinto será.
—Pues tu instinto es demasiado bueno —masculla Tyler acelerando el jeep.
Dejo caer un poco de agua sobre la cola de la sirena, quien se encuentra retorciéndose del dolor, y casi instantáneamente veo una mueca de alivio en sus labios. Los míos se curvan en una sonrisa que ella no tarda en imitar.
—Llegaremos pronto —susurro, acariciando su cabellera color fuego.
No pasa mucho antes de que vuelva a gemir y protestar, y yo dejo caer más agua sobre su cola. Veo sus escamas tomar algo de color en el punto donde el agua las toca. Es algo demasiado mágico de observar.
De repente, una suave melodía suena en el interior del jeep y todos volteamos hacia ella que, a pesar de parecer desesperada, su canción emite una calma que asusta. Siento mi corazón relajarse, incluso Deborah parece menos ansiosa, pero ella no está cantando para nostros, se canta a sí misma, busca aliviarse de alguna manera. Yo me mantengo echándole agua a sus escamas mientras se calma y el ambiente de desespero se da por perdido.
Su voz es todo lo que está bien en el mundo, es otro nivel y, aunque no dice ninguna palabra, siento que soy trasladado a otro mundo. Es la experiencia más mágica que probablemente viviré en mi vida. He escuchado miles de leyendas sobre la supuesta voz de las sirenas llevando a la muerte a los piratas y siempre había dudado de que existiera alguien que cantara tan bien que te hiciera cometer locuras, pero eso acabó, ahora lo creo... su voz es sencillamente dulce, la escucharía todo el santo día.
Gracias al cielo no pasa mucho antes de que lleguemos a mi casa y sinceramente nunca me había sentido tan aliviado de ver el sistema automático de la puerta del garaje abrirse.
Noto que la camioneta de mi padre no está, y suspiro aliviado.
Afortunadamente mi padre no se encuentra cerca para vernos bajar una sirena. Pero lo que más quiero agradecer es el hecho de que grandes muros de cemento rodeen mi casa, alejándonos de la vista de los indiscretos.
—Ya llegamos —susurro. Abro la puerta y como puedo y la saco. Mis brazos arden de sostener sus filosas escamas
Ella se mantiene sujeta a mi cuello. Viendo todo con curiosidad, tratando de ignorar el hecho de que unos desconocidos la han traído a un lugar que nunca ha visto. No creo que sea una criatura de poco nivel intelectual, más bien creo, y me encanta esa teoría, que de alguna forma muy loca, ella escogió confiar en nosotros aún cuando por mi maldita culpa un tiburón mordió su aleta, aún cuando le disparé con un arpón.
La llevo prácticamente corriendo hacia el patio trasero donde se encuentra la piscina y bajo con ella las escaleras que llevan al fondo. Ella ve con ansias el agua, mientras mis amigos observan toda la escena. Agradezco mi alergia al cloro cuando entro con ella, sosteniéndola en la piscina de agua salada.
Me siento afortunado al ver como al contacto con el agua, sus ojos se vuelven más vivos, sus escamas comienzan a tomar color con más intensidad. Su sonrisa llena de esperanza me llega al alma.
Mientras veo admirado sus heridas desaprecer, incluso las que lucían más graves, ella trata de nadar, pero con la herida le es imposible y vuelve a sujetarse a mí. Sus ojos se cristalizan y veo la tristeza inundarlos al percibir el movimiento errante de su cola.
—Lo siento tanto —murmuro— Lo siento, lo siento muchísimo.
La acerco a una de las esquinas y ella se sujeta. Se ve sana, luego de estar nuevamente en el agua su piel ya no luce maltratada, pero sus ojos volvieron a perder el brillo. Y la herida del arpón no parece haber sanado como el resto de su cuerpo.
—¿Dylan? —la voz de mi padre hace que me paralice y, al parecer, asusta a la sirena también, pues se mueve como puede y se oculta tras de mi.
Pega su cabeza a mi espalda sosteniéndose de mi ropa para no hundirse, siento su respiración agitada calentarme la piel por encima de la camisa.
—¡Señor O'Conner! —en estos momentos quiero agradecerle al universo al tener una amiga como Déborah con esa capacidad de reacción inmediata que tiene— Que sorpresa verlo por aquí...
Camina... bueno, prácticamente corre hasta quedar frente a mi progenitor
Mi padre luce hoy tan agotado como siempre que llega del laboratorio desde hace tres años. Sus líneas de expresión son cada vez más visibles y su pelo cada día que pasa es más blanco. No es tan viejo, de hecho, tiene la misma edad que el padre de Debbs y un año más que la mamá de Tyler, y aún así en estos momentos parece tener diez años más.
Algo lo está estresando demasiado, pero como siempre, se encierra en sus libros y no cuenta nada.
—Es mi casa —mi papá trata de pasar por su lado, pero ella se lo impide. Yo vuelvo la mirada hacia la sirena, quien se mantiene sujeta a mi cadera mirándome asustada—Dejáme pasar, Deborah.
—¿Quiere que le prepare una limonada?
—No, gracias, tengo dos manos perfectamente desarrolladas.
—¿Un sándwich?
—Deborah ¿Qué esconden? —mi padre clava su azul mirada sobre los marrones ojos de mi amiga y sé que es el fin.
La mira de mi padre cae en Tyler quién está absolutamente quieto, luego en mí, baja desde mis ojos, pasando por mi ropa mojada, hasta detenerse en las delicadas manos que sujetan mis caderas.
Cuando sus ojos se abren muchísimo y prácticamente corre al otro lado de la piscina para ver tras de mi, sé que vio la cola y el cabello rojo de quien aún me abraza con fuerzas.
—Padre puedo...
—Una sirena... —baja a gran velocidad hasta las escalera y comienza a meterse en el agua y a caminar hacia nosotros, la sirena se mantiene tras de mi y yo sigo siendo igual de inútil que antes.
Mi padre no se ve asustado, más bien luce sorprendido, incluso algo preocupado, pero parece saber como actuar con ella y es cuando me doy cuenta que tenía razón mi instinto, él sabe de la existencia de su especie.
Mi padre hace algún ruido raro, y noto como eso despierta la curiosidad de la pelirroja que asoma su cabeza, sujetándome aún y mirándolo con desconfianza. Ella hace otro sonido, que parece producido del fondo de su garganta, pero se escucha más bien dulce.
—Se... —miro a Déborah que parece perdida— ¿Se están comunicando?
—¿Qué?
Veo como mi padre sigue haciendo sonidos como loco y la pelirroja también. Parecen dos versiones de Daenerys Targaryen hablando como dotharkis bajo el agua.
¿Mi padre habla su lengua?
—¿Papá?
—He conocido algunas a lo largo de mi vida, pero hace mucho tiempo que no veo una —noto como con el rabillo del ojo ve hacia Déborah— Debemos ayudarla, ella está muy herida.
—¿Nunca me contaste que habías visto una sirena? —Trato de no sonar como un crío ofendido, pero de verdad me ofende que mi padre jamás me contara eso. Aunque bueno, qué se puede esperar del hombre que llegó a casa tres días después de que su esposa hubiera muerto.
—Hay muchas cosas que no sabes —me mira de reojo antes de ofrecerle su mano a la sirena que aún se mantiene semioculta tras de mi— Y sí te lo conté, pero nunca lo creiste.
—¿Quién demonios se traga un cuento sobre una sirena llamada Guirnalda?—veo como la pelirroja mueve su cola hasta hacerla caer en los brazos de mi padre, el me hace una seña y yo la sujeto bajo los hombros para mantenerla a flote—Menudo nombre ¿Cómo se llama esta? ¿Conffeti?
Mi papá hace nuevos sonidos mientras examina la cola de la pelirroja, lo único que entiendo es la palabras Conffeti. Luego la chica me mira con mala cara, así que supongo que mi padre le tradujo lo que dije.
—No me mires así —me quejo— ¿Cómo voy a saber tu nombre, si una se llamaba Guirnalda? ¡Guirnalda!
—Seguro se llama Ariel —se burla Tyler—Cola con escamas verdes, pelo rojo, labios gruesos, hasta los ojos grandes y azules. Sin duda es ella, lo que esta vez no pudo escapar del tiburón.
—Claro, y tiene un cangrejo llamado Sebastián —Deborah pone los ojos en blanco y ese gesto hace sonreír a la sirena, que no debe entender ni papa pero la interacción de mis amigos le da risa.
O bien la mirada acusatoria que le dedica la castaña a Tyler.
Cada vez se pone todo más raro entre estas dos.
—En realidad debes nombrarla tú. —me dice mi padre, dejando ir la cola de la sirena, yo lo miro perdido ¿Por qué yo?—Ella te escogió como su humano.
—¿Su humano? —pronuncio con lentitud. —¿Algo así como un mate?
—Entre ustedes se está formando un vínculo que los unirá para siempre. —me informa.
—¿Estás seguro que soy yo?¿Cómo voy a ser yo? Si soy el culpable de que esté así.—Señalo su dañada cola —Creo que es Deborah con quien tiene una conexión especial.
—Muy seguro de que eres tú. —mi padre se queda mirando como la sirena hace titánicos esfuerzos por desplazarse hacia mi lado— Con Deborah —mira hacia la morena— Hay otro tipo de conexión.
—¿Cuál? —pregunta ella.
—Una que aún no estás preparada para conocer.
—En estos momentos me siento tan importante como Harry Potter.—bromea mi amiga un tanto aturdida por las serias palabras del ser que donó su esperma para mi creación.
—Emm chicos...—interrumpe Tyler algo temeroso— Siento interrumpir, pero me acabo de dar cuenta que al teléfono de Dylan llegó un mensaje de Elizabeth.
—¿Betty? ¿No estaba de viaje?
—No sé, pero dice que está camino a tú casa.
—¡Santa mierda!
Sinceramente, lo último que necesitaba era a mi novia envuelta en este asunto.
Hola!!! Aquí les dejo un nuevo capítulo editado y revisado . Espero que estén disfrutando de esta nueva experiencia y me regalen su voto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro