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02 𝔈𝔫 𝔩𝔞 𝔭𝔩𝔞𝔶𝔞

ᣃ⚓Dylan ⚓ᣄ

Camino lentamente, tratando de no hacer ruido cuando paso frente a la habitación de mi padre. Llevo pantuflas para que mis pisadas no se escuchen, porque si alguien tiene el sueño ligero, ese es él.

Suspiro aliviado una vez paso frente a su habitación, la cual, como siempre, tiene la puerta medio abierta. Trato de apurar el paso para llegar hasta la última puerta a la izquierda del pasillo, o como me gusta llamarlo yo "La biblioteca de papá".

En realidad no es una biblioteca, es simplemente un cuarto con una montaña de libros y archivos tirados por doquier donde mi querido padre guarda sus investigaciones.

Apenas he podido dormir pensando en lo que vi el otro día. Ni siquiera sé cómo conseguí sacarme a mi cuñado de encima para que no sospechara de mí. Siento que ando metido en una película y no soy capaz de asimilar la realidad correctamente.

Como me lo esperaba la pila de documentos encima del escritorio es lo primero que veo cuando abro la puerta de cedro tallado. Mi padre pasa tanto tiempo investigando el océano que, si alguien puede tener algo referente a las sirenas, es él.

Era de madrugada cuando llegué, pero siento el día acercarse mientras busco y busco, descartando la información que me parece innecesaria. Mi cabeza y ojos duelen, mientras que solo encuentro cosas que ni al caso.

Esto es una muy mala idea.

Debería desistir, sin embargo, algo me dice que estoy buscando en el lugar indicado. Con el rabillo del ojo veo un cofre de madera pulida bajo el escritorio, con unos símbolos muy raros tallados sobre él.

¿Y esto?

Estoy a punto de ir a tomarlo cuando la voz de mi padre me hace tirar los documentos que sostenía.

—¿Dylan? ¿Qué haces?

Me volteo para encontrarlo con sus grandes ojos grises mirado todos mis movimientos. Estoy a punto se responderle, pero me es imposible. Sé que debería superar lo que pasó años atrás, pero simplemente no puedo, no soy capaz.

—Tarea. Ya me voy.

Y salgo pitando de allí.

...

Las clases de la profesora América siempre suelen ser mis favoritas, su manera de explicar la biología es lo más precioso del mundo, y ni hablar de la cultura que demuestra tener. Una vez empieza a hablar, con su cabello rojo marcado de canas y sus lentes demasiado grandes, no soy capaz de prestarle atención a otra cosa que a sus palabras.

Pero hoy es diferente.

Solo sé que está hablando y hablando  sobre algo de constitución de los organismos, incluso creo que Deborah me está llamando, pues siento algo golpear mi nunca, pero yo estoy sumido en mi propio mundo. El de mis recuerdos.

Solo veo un par de ojos infinitamente azules.

Creo que aún estoy en una especie de estado de shock. Es que ni siquiera puedo creerlo aún, se siente como un sueño. Sobre todo teniendo en cuenta que el rostro con el que llevo años soñando es el mismo, pero más humanizado de la... chica que vi ayer.

Joder... una sirena.

Deslizo el lápiz por el papel mientras pienso en ella, en esos ojos, en su cabello rojo, moviéndose como se mueven las algas bajo el mar.

¿Una sirena? ¿Enserio vi una sirena?

Es algo difícil de creer, aunque se sintió tan real... pero sigue siendo demasiado increíble, demasiado fantasioso. ¿Habré estado alucinando debido al susto?

Dios mío me falta un tornillo.

—Dylan tío. —alguien empuja mi hombro.

Automáticamente dejo de trazar y levanto la mirada para encontrarme con los aterradores ojos grises de la profesora. Sus manos están sobre sus anchas caderas y su mirada de "estás en problemas jovencito" logra sacarme una sonrisa forzada que solo denota miedo.

—Por lo que veo está demasiado sumergido en su tarea de biología marina—arranca la hoja de mi blog de notas y la examina por unos segundos, segundos que son suficientes para ver como su ceño se frunce. Aprieta los labios y de manera casi imperceptible, un pequeño temblor se apodera de sus manos— Pero debo recordarle que las sirenas no son reales.

Muestra mi dibujo a toda clase y todos los demás estudiantes rompen a reír, incluído Tyler. Debbs solo frunce el ceño y aparta la mirada, menudos amigos están hechos.

—Dylan O'Conner, vaya a mostrarle su dibujito al director y solicitarle, de paso, un cambio a la clase de pintura porque en la de biología no cumple función alguna.

Su tono no da derecho a reclamación, y sin más, me pongo de pie, recogiendo mis cosas sin decir ni una palabra. He dicho muy pocas desde ayer.

Genial, ir a ver al director era lo único que me faltaba. Mi padre va a estar muy pero que muy molesto. Ya me puedo ir olvidando de ir el fin de semana a bucear con los delfines a la playa del Sur.

La oficina del director es tan blanca que siento que entro a una espcie de habitación especial de alguna película de ficción. Literal, lo único que tiene color aquí es él y el dibujo que tiene en la pared de un mar abierto. Siempre lo miro cuando vengo a acompañar a Tyler, y esos colores me resultan cada vez más conocidos.

Como siempre, la dirección está vacía. Al parecer al único que sacan de clases es a mí o puede ser que cuando me sacan a mí, nadie más sale.

—Vengo a ver al señor Johansson —le informo a su secretaria.

Lynn es esta señora mayor, asiática, que se cree madre de todos los estudiantes, y como madre al fin, me da una mirada de desaprobación como si por alguna mágica razón fuera a sentirme mal por ello.

—Si sigues viniendo pronto te expulsarán—la señora acomoda sus lentes— Y su madre no estaría orgullosa.

Auch. Se me olvidaba que ella siempre habla como si la conociera.

No sé si mencionó a mi madre de manera inocente o no. No sé cuales fueron sus intenciones al mencionarla, pero si sé que me molesta y mucho.

Nadie nunca la conoció. Ella siempre estaba oculta en nuestra casa, pintando y observando el mar, cosa que jamás le perdonaré mi padre. Ella necesitaba vivir más y nunca pudo.

La puerta de madera pulida del despacho se abre y veo como Marnie Gerard sale abrazando varios libros contra su pecho. Parecen ser algo antiguos. Ella me dedica una mirada que resulta algo intimidante, pero no quita su cara de mala leche antes de perderse por los pasillos.

Al parecer, estaba equivocado. Hoy no fui el único enviando a ver al director.

—Joven O'Conner —El director me señala la puerta de su despacho— Entre por favor.

El interior está impoluto, no hay nada fuera de lugar, y un dulzón olor a lavanda inunda mis fosas nasales. El tío es organizado y, como siempre, todo es molestamente blanco, con el cuadro en su lugar.

No se va a morir por añadir algo de color a esto.

—¿Por que razón me visita hoy? —Pregunta, hojeando un libro frente a él.

—Por dibujar una sirena —detiene su actividad para mirarme a los ojos, la curiosidad se ha desatado de alguna forma extraña en su mirada y siento que si le contara mi aventura me creería, pero no quiero arriesgarme a quedar como loco Además de que no voy a confiar en un completo desconocido— ¿Qué puedo decir? Había soñado con una y no me la sacaba de la cabeza.

El sigue observándome, algo extraño, y desvía sutilmente la mirada hacia la pintura. Luego cierra su libro y se pone de pie, acomodando su traje de corte italiano.

—Suspendido por el resto del día.—me señala la puerta y me dispongo a marcharme sin protestar, total, apenas faltan veinte minutos para terminar las clases.

—¡Y, joven O'Conner! —me detengo en la salida— Si vuelve a tener esos sueños aviseme.

Asiento antes de salir por el pasillo, esta vez ni siquiera me despido de Lynn. No olvido que mencionó intencionalmente a mi madre.

Vuelvo a cruzarme con Marnie Gerard, que me acusa con la mirada, poniéndome los pelos de punta.

Que chica tan rara.

Una vez llego al parking, escucho como suena el timbre para finalizar el día escolar y decido esperar a mis amigos. Después de todo, Deborah odia conducir y Tyler, a pesar de tener moto, prefiere usarme como chófer personal.

Agradezco mentalmente que Betty halla tenido que ir a un viaje de urgencia a última hora, así no tendría que darle ninguna explicación a ella. Porque de algo estoy seguro, ella no me creería. A diferencia de Tyler y Deborah, ellos se reirían y burlarían de mí, pero luego me creerían.

Necesito desahogarme, porque de lo contrario, voy a explotar en cualquier momento.

Deborah es la primera en aparecer, lleva su mata de pelo suelta, «libre y salvaje como el viento» las palabras que ella misma usa para describirlo. Una de las razones por la que siempre me ha agradado es por su autenticidad, no se toma mucho tiempo para arreglarse ni se pone atuendos para agradar a nadie, se pone en palabras realistas "lo que se le venga en gana " y no por eso deja de ser hermosa.

Sus labios se curvan en una sonrisa al llegar a mi.

—Bonita sirena —masculla, fingidamente divertida, quiere probar algún punto.

—No jodas —aunque mi voz sonó seria, sonreí, para ella siempre sonreía.

—Oye, fue un fabuloso dibujo —abrió la puerta trasera de mi jeep y subió sin ninguna invitación— Por lo menos la sirena no tenía la cara de chihuahua de Elizabeth, incluso hasta me agrada.

—No pasa un día en el que no te metas con Betty —me quejo mientras leo unos mensajes de ella, contándome que lo está pasando genial en su viaje con su hermano.

—Apuesto que, en donde quiera que esté, está pensando en separarte de mi.

—No hables como si fuésemos amantes a lo Romeo y Julieta.

—Yo jamás me encajaría un cuchillo por tú estupidez —pronuncia, aleteando las pestañas de una manera muy incómoda.

Sonrío divertido y asiento, acercándome a ella lo suficiente para poder susurrar con sorna.

—Por mí no, pero conozco perfectamente a alguien por quién lo harías sin dudar.

—¿Qué harías sin dudar? —La voz de Tyler nos hace dar un respingo y alejarnos el uno del otro a gran velocidad.

Debbs me dedicó una mirada suplicante, no quería que le contara a Tyler de que bromeaba sobre ella siendo Julieta y él Romeo, y yo como mejor amigo que soy, le levanté una ceja amanazante. Yo sí que quería contarle.

—Por cierto Dylan, linda sirena.

Resoplé, pero mi mirada cambió al ver que él traía el dibujo.

Genial, es muy productivo que mi mejor amigo sea el favorito de la profesora , aunque claramente su grandes músculos son más de ayuda que su cerebro. Pongo los ojos en blanco, no pasa día en el que una profesora (o profesor) se derrita por el atleta estrella de la preparatoria.

—Gracias —le quito el papel de la mano —Por lo menos uno de ustedes dos resulta útil.

—¡Oye! —sentí el golpe nada delicado de Deborah sobre mi hombro. La chica era una bestia cuando quería, las cosas quedaron dandome vueltas por unos segundos luego de semejante golpe— Hoy no serás mi favorito.

—Aquí todos sabemos que tu favorito es Tyler—espeté, entrando en el puesto del conductor de mi jeep, y al mirar por el espejo retrovisor, noté un leve sonrojo en las mejillas de la morena.

—¿Terminaremos hoy la tarea de ecosistema? —Tyler subió a mi lado y escuché el resoplido de la chica.

—No. Tengo que contarles algo.

Es todo lo que digo antes de arrancar y conducir hasta mi casa. Claramente se pasan todo el camino incursionado con suposiciones absurdas sobre lo que tengo que contarles, sus favoritas era que quería salir del closet y que iba a dejar a Betty, y yo simplemente me dediqué a ignorarlos.

Detuve mi jeep wrangler justo en la arena de la playa que quedaba frente a mi casa, que estaba en una pequeña colina con vistas al mar. La arena era increíblemente blanca y limpia, después de todo se trataba de una playa privada y solamente mi padre yo y mis amigos solemos venir aquí, pues diga lo que digan, tener una playa solo para ti es lo mejor del mundo. Es el lugar que más pinto, al que vengo cuando necesito escapar de mis fantasmas, cuando quiero divertirme ,ver las estrellas. Es simplemente mi lugar de especial.

Amo caminar descalzo por la playa, es una de las cosas más relajantes del mundo, a pesar de que la arena es algo molesta cuando tu mejor amiga da la lata y te la lanza encima. Me encanta  sentirla entre mis dedos, y el sonido de las olas como banda sonora es lo mejor de todo.

Otra cosa que  me gusta de mi casa es que es justo frente al mar. Así que puedo ir todos los días a relajarme o solo correr las cortinas de mi cuarto y ¡Voilá! Ahí está el gran azul, lo único que voy a extrañar de este pueblo. En fin andar por la orilla del mar es lo mejor.

Excepto hoy, claro.

Hoy de banda sonora no solo están las olas, también están Déborah y Tyler, ambos discutiendo por algo. Solo que ni siquiera soy capaz de concentrarme en su discusión, porque pienso en lo que callo, en lo que ví ayer y en esos ojos azules...

Tal vez, si lo cuento, lo sienta más realista o mi corazón deje de acelerarse tanto cuando la recuerdo.

—¿Ya nos dirás para que nos tienes caminado tanto? —se quejó Déborah. —Dios, cuando terminemos tendré las piernas de Ariana Grande.

—Las tuyas están muy bien —le sonrió Tyler, casi inconscientemente, y estuve a punto de poner los ojos en blanco.

Estos dos están tan jodidamente enamorados que dan diabetes y aún así no formalizan su relación. Simples besos y seguramente sexo, pero de ahí no pasan. Al principio fue interesante ver el desarrollo de su extraña relación, pero con el pasar de los años, irritan.

—Chicos lo que voy a contarles... —me detengo un momento. ¿Cómo decirles que vi una sirena? ¿Cómo decir que las sirenas son reales sin que me vean como un loco? Sobre todo sabiendo que...—Es algo serio.

—¡Oh dios! —el grito de Deborah nos tomó por sorpresa a todos. —¿Saldrás del armario? ¡Dime que sí por favor! El sueño de toda mi vida es tener un mejor amigo gay.

—¿¡Qué demonios!?

—Me sentiré una mujer realizada cuando lo tenga.

Tyler y yo la miramos con horror, ahora sí estoy seguro de que le falta una tuerca. Ella no puede ser normal.

—Deborah das miedo. —me alejo de ella y de sus ojos muy abiertos de psicópata. —No, no soy gay, y no planeo serlo en un futuro cercano. Prueba con Tyler.

—Pues nada que me puedas decir me interesa —borra su sonrisa y cuando ve que no digo ni una palabra vuelve a hablar. —Pero seguro que a Ty sí le interesa —me dedica su sonrisa de niña que no rompe un plato mientras pestañea a gran velocidad— Venga, es broma, y date prisa que tengo que hacer cosas de chicas.

—¿Cosas de chicas? —inquirió el de los ojos miel genuinamente interesado.

—Si, cosas muy sexys.—por la mirada malvada que puso la loca de mi mejor amiga, supe que iba a decir algo incómodo, pero Tyler no se dio cuenta. Probablemente su mente ya estaba ideando miles de escenarios no aptos para menores— Como comprar toallitas sanitarias.

La mueca que apareció en nuestros rostros fue casi instantánea, e imagino que divertida, porque la señorita "mismejoresamigostienen quesaberportodoloquepasaunamujer" soltó una estrepitosa carcajada que probablemente la señora Rogers la halla escuchado en su casa.

—Ahora, si no quieren que mencione más cosas sexys como la menstruación, Dylan, suelta el chisme.

—Eres una chismosa sin remedio. —le suelta Tyler mientras remueve su cabellera probablemente enredandola más— Pero en algo tienes razón y es en que también quiero saber que nos vas a contar.

Ambos me miran, hambrientos de información, y yo simplemente palidezco. Sé que son las personas en quienes más puedo confiar, que serán los últimos en juzgarme ¡Pero joder! Es difícil decir que viste un ser mitológico.

—Emm ¿Recuerdan que ayer fui a pescar con mi cuñado? —me siento en la arena frente al mar y ellos hacen lo mismo—Pasó algo.

—Juro por Dios que si ese te hizo algo voy a despellejarlo con las uñas. —gruñó Debbs —Acabaré con él, patearé sus pelotas tan fuerte que sus hijos saldrán con mi zapato tatuado en la cara.

—Calma vaquera —rió Tyler— Dudo que le halla hecho algo a Dylan, su cuñado no está tan loco como para enfrentarlo.

Sonrío, tienen razón, soy muy pero que muy bueno peleando, demasiado para el gusto de mi padre, pero el boxeo es un talento innato mío. Desde pequeño soy bueno dando palizas a pesar de que las evito a toda costa, además de que tengo un pequeño gusto culposo por las armas de fuego y pasé tres años de mi vida asistiendo a cursos de puntería y defensa personal. Porque hay que ser realistas, soy un joven con dinero y cualquiera podría querer atacarme, además de ser medio nerd y eso es una invitación para los malotes que quieren creerse los reyes del instituto.

Saber defenderse era la mejor opción después de todo.

—Cómo sea... ¿Qué fue lo que pasó?

—Bueno, ellos se dedican a la pesca ilegal.

—¡Qué novedad! —interrumpió la apellidada Rodríguez con sarcasmo —A veces dudo de tu capacidad intelectual.

—Deborah —llevo mi mano a su boca para callarla y que deje de interrumpirme —Querida, si no dejas de interrumpir comerás arena.

Ella levantó las manos en señal de paz y por fin pude continuar.

—Bueno, ellos me mandaron a ir a las redes a buscar lo que habían atrapado y... creo que vi algo.

—¿Además de saber dónde están las redes ilegales? —Tyler parecía bastante molesto—Tío, debes dejar de juntarte con esa gente. Apuesto lo que sea que viste droga o algo así. Sus negocios de petróleo y minas no me dan buena espina.

La verdad es que ojalá hubiese visto droga, que nadie me tacharía de loco y fuera más fácil de explicar a mis imperativos amigos.

—No vi droga.

Deborah resopló.

—¿Qué viste? ¿Un Megalodón? ¿Un kraken? ¿Una sirena?

No respondo, no puedo. ¿Cómo demonios decirlo sin quedar como loco? Joder, quiero hablar, quiero contárselo todo ¡Pero no quiero que me vean como un maldito demente!

—Dime que esa no era tú respuesta. —ahora es Tyler quien habla, mirándome algo asustado.

—¿Viste un animal mitológico?—ambos me miran fijamente y, para ser sincero, no puedo descifrar sus expresiones.

—Bueno, no creo que sea un animal precisamente —esa es mi inteligente respuesta —Pero si... creo que... era una sirena lo que ví, estoy cien por cien seguro. ¿Qué tan loco suena?

—Joder tío —Tyler me mira con incredulidad— ¿Estás seguro? Pudo haber sido un manatí, dicen que su sombra es parecida

—Si no estuviese seguro no lo diría —murmuro— ¡Le disparé un arpón! ¡La vi a la cara!

—Pudo ser algún pez extraño.

—Tyler —lo miro suplicante, necesito que me crean— No tenía rostro de pez ¿No viste el dibujo? Desde ayer cada vez que cierro los ojos no dejo de verla.

—Es mentira —la voz de Deborah no logra dar crédito a mis palabras— No puede ser.

Mi mejor amiga golpea la arena con fuerzas y se pone de pie mientras camina en círculos. Lleva sus manos a su cabello. Es la imagen de la desesperación y me cuesta entender sus razones.

Por la mirada de mi amiga pasaban demasiadas emociones, no entiendo por qué razón. La suposicion de la existencia de las sirenas la afecta desde niña. Siempre me he dicho que es el mito menos probable de no ser mito, pero ella las odia, las detesta.

Pero no es un mito, es real. Yo ví una sirena.

—Deborah tienes que creerme.

—No puedo —ella agita la cabeza —Lo siento, pero no puedo creerte. Es una tontería.

Nos dedicó una mirada de absoluta tristeza antes de volver la vista al océano, su cuerpo se sacudió con un estremecimiento antes de que sus piernas comienzan a moverse nuevamente y ella se marcha de nuestro lado.

Mi primer instinto es seguirla, pocas veces la he visto tan afectada y nunca había sido yo el causante de sus lágrimas. En cuanto me pongo de pie para ir tras ella. Tyler me sujeta con fuerza.

—Déjala.

—¿Qué le pasa? ¿Por que se pone así? Juro que no estoy mintiendo.

—No creo que Deborah se halla ido porque mientas —suspira y se pone de pie.

Yo lo copio y me reincorporo para limpiar la arena de mi ropa, justo en el momento en que escuchamos un grito. No de frustración como los que Debbs libera cada vez que está demasiado estresada, sino uno de horror... de miedo.

No tuvimos que pensarlo dos veces para salir corriendo. La arena nos dificultaba el paso, nos volvía lentos, y sumado a la desesperación por encontrarla, no nos dejaba pensar con claridad.

Sentí una corriente de alivio cuando divisé su figura  de pie tras unas rocas, casi al final de la playa, donde la tierra se vuelve roca y da paso al inmenso acantilado.

Miró hacia todos lados, buscando no se qué, pero nos vio y comenzó a correr hacia nostros. Pude ver el alivio en su mirada al vernos, y eso solo me asustó más.

—¡Esta ahí! ¡Está ahí! ¡La sirena!

Sus palabras me dejaron confundido ¡Joder creo que volví loca a mi mejor amiga!

—Si eso fue lo que vi —la tomé por los hombros, intentando calmarla—Será mejor que lo olvidemos.

—¡No! —se libera de mi y corre como demente a abrazar a Tyler, quien también se encuentra bastante aturdido por su actitud— Está ahí... una sirena —señala las rocas— Allí, es real.

¿Pero qué rayos...?

Vuelvo a echar a correr directo a las rocas. Mi corazón late con fuerza, las pequeñas piedras en la arena se clavan en la planta de mis pies cuando me detengo abruptamente. A mis oídos llega el sonido de un sollozo, uno muy débil, que indica dolor y falta de fuerzas.

Asomo mi rostro sobre las rocas y la veo.

Su cabello rojo seco y lleno de arena está pegado a su cuello, sus ojos azules, hichados, llenos de lágrima, parecen suplicar a través del silencio.

Aunque su piel tiene heridas de quemadura y se encuentra sonrosada por el sol, una costra blanca cubre sus labios, haciendo la deshidratación más evidente. Sus brazos tienen rasguños, probablemente por arrastrarse por esta parte de la playa que siempre está llena de piedras filosas.

Su mirada se encuentra con la mía, y me sorprendo al notar que no me teme. ¿Por qué no me teme? Prácticamente casi la he matado.

Mi mirada vuelve a examinar su cuerpo, la parte superior está completamente fuera del agua, la parte humana, las pocas escamas que cubren sus pechos están pálidas y sin brillo. Tiene rasguños por todos los brazos, moretones en la cintura, además de la piel enrojecida y seca, pareciera que algo muy grande la golpeó.

Sigo bajando hasta la parte que se encuentra en la orilla de la playa y casi quiero gritar al ver que en medio de su cola de escamas verdes, algunas teñidas de rojo con líquido amarillo destilando de ellas, justo ahí fue donde le dio el arpón y por su aspecto no estaba sanando muy bien que digamos.

Pero cuando realmente me asusto, es cuando llego a la parte final de su cola, y noto que falta un buen trozo.

Ella mueve su cola, como si quisiera enseñarme, como si quisiera hacerme ver las causas de mis pesadillas. Por que sí. Me siento demasiado culpable de haberla dejado ayer.

Un tiburón la ha mordido, deborado la parte inferior de la cola ,no queda duda,seguro por culpa de la herida del arpón, herida que yo causé y algo me dice que no podrá volver a nadar.

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