━ 𝐗𝐗𝐕𝐈: Vuelve al hogar, mi corazón
N. de la A.: cuando veáis la almohadilla #, reproducid el vídeo que he enlazado al presente capítulo y seguid leyendo. Prometo que no os arrepentiréis.
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•─────── CAPÍTULO XXVI ───────•
VUELVE AL HOGAR,
MI CORAZÓN
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── 「 𝐓𝐇𝐈𝐆 𝐃𝐇𝐀𝐂𝐇𝐀𝐈𝐆𝐇, 𝐌𝐎 𝐂𝐇𝐑𝐈𝐃𝐇𝐄 」 ──
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A SIRIANNE SIEMPRE LE HABÍA GUSTADO BAILAR. En realidad, le encantaba todo lo que estuviese relacionado con la música. Los dioses la habían bendecido con una voz dulce y melodiosa y un sentido del ritmo innato, de ahí que no hubiese podido resistirse a la idea de unirse a Neisha, Susan y Lucy, quienes continuaban danzando junto a una de las múltiples fogatas que se habían encendido a lo largo y ancho del Campamento de Aslan.
Hacía tanto tiempo que no se dejaba llevar de esa manera, que no disfrutaba ni se lo pasaba tan bien, que le resultaba extraño volver a hacerlo. Aunque debía admitir que le estaba encantando. Su cuerpo largo y esbelto se movía al compás de la música con una fluidez y una gracilidad envidiables, hipnotizando con cada uno de sus movimientos a todo aquel que se fijara en ella. La tela de su vestido era tan fina y liviana que con cada giro sus piernas quedaban al descubierto y su melena rizada destellaba a la luz del fuego como la más ardiente de las brasas.
En cierto momento, Syrin tomó a Lucy de la mano y la hizo girar sobre sí misma un par de veces, provocando que la chiquilla carcajeara. Su risita pizpireta, junto con los hoyuelos que se formaron en la piel subyacente de sus mejillas, enterneció tanto a la pelirroja que no lo dudó a la hora de repetir la acción, instando a Lucy a que diera más y más vueltas. Esta llevaba un vestidito azul que hacía juego con sus hermosos ojos, y varias flores de tonos claros adornaban su pelo, que apenas le llegaba a la mitad del cuello.
Junto a ellas, Susan y Niss bailaban tomadas de las manos. Las adolescentes giraban en círculos, movían sus hombros con sendas expresiones divertidas y zapateaban sus pequeños pies mientras se revolvían sobre sí mismas. Estaban disfrutando de la fiesta como las crías que eran, olvidándose, aunque solo fuera por un momento, de todos sus problemas y preocupaciones. De sus responsabilidades.
Sirianne permaneció en aquella improvisada pista de baile durante unos minutos más, danzando al son de los timbales, hasta que el cansancio empezó a hacer presa de ella, junto con una sed que ya le arañaba la garganta.
Con la respiración agitada y una fina capa de sudor rebordeando su frente, la arquera se disculpó con sus tres compañeras de baile, quienes, al contrario que ella, no presentaban el más mínimo signo de fatiga o agotamiento, y se encaminó hacia la mesa en la que, cuarto de hora atrás, había estado reunida con Lynae.
Sus dos jarras aún continuaban sobre la desgastada superficie de madera... Vacías, para su desgracia.
Syrin exhaló un tenue suspiro en tanto cogía la suya y echaba un vistazo rápido a su interior, como si esperara encontrársela a rebosar de rico hidromiel. Acto seguido, se dejó caer en el pequeño banco, acomodándose de tal manera que pudiera ver cómo Neisha, Susan y Lucy danzaban entre continuas risas y miradas de complicidad.
Habían hecho buenas migas, era más que obvio.
Estiró las piernas, deslizando sus pies descalzos por la suave hierba, y sonrió. Le encantaba ver a su hermana tan contenta y animada, tan enérgica. Realmente adoraba ver cómo todos allí gozaban de un bien merecido descanso, y más después de tanto dolor y sufrimiento, de tanta represión por parte de la Bruja Blanca. Se notaba que la esperanza había vuelto a apoderarse de sus marchitos corazones, que la llegada de los futuros reyes había reactivado su fe en la profecía.
—¿Puedo sentarme?
Ante aquella voz indudablemente masculina, Sirianne viró la cabeza hacia su izquierda, topándose con la inconfundible figura de Declan.
Al igual que ella, el muchacho se había arreglado para la ocasión, sustituyendo su ropa de guerrero por una indumentaria mucho más formal y elegante. Llevaba una camisa en tonos azules con algún detalle en gris que permanecía cerrada con un alfiler de plata, unos pantalones negros y unas botas de caña alta a las que parecía haber sacado brillo ese mismo día. Su cabello oscuro, que le llegaba a la altura de los omóplatos, estaba peinado con esmero y su barba se hallaba bien acicalada.
Debía reconocer que se veía bastante bien.
Demasiado bien.
Los iris verdes de la pelirroja fueron a parar a los dos vasos de cuerno que Declan traía consigo, lo que la hizo esbozar una inapreciable sonrisa. Se desplazó hacia la derecha, permitiéndole al recién llegado acomodarse a su lado.
—¿Sabes? Estaba siendo una velada encantadora —comentó Syrin en un improvisado tono jocoso. Se notaba que estaba de buen humor, que su característica irascibilidad se había visto aplacada por el buen ambiente de la fiesta.
El arcano de orbes cenicientos rio entre dientes.
—¿Encantadoramente aburrida? Lo sé. —Declan se encogió de hombros con jovialidad, todo ello mientras se arrellanaba en su asiento y apoyaba el tobillo de una de sus piernas en la rodilla de la otra—. Por eso estoy aquí, ceann ruadh. Para endulzarte la noche con mi compañía —añadió con una sonrisa arrebatadora tironeando de las comisuras de sus labios. La aludida no pudo hacer otra cosa que poner los ojos en blanco—. ¿Hidromiel? Lo has dado todo en la pista de baile, debes estar sedienta.
El chico le ofreció la jarra que sostenía en su mano derecha, aunque Sirianne no la aceptó de inmediato. Primero entornó los ojos, observándole con gesto crítico, y luego sonrió de medio lado.
—Parece que estás muy pendiente de todo lo que hago —manifestó la cazadora, justo antes de aferrar el vaso de cuerno y darle un sorbo a su contenido. El dulce sabor del hidromiel se abrió paso en su boca, inundando sus papilas gustativas—. ¿Debería empezar a preocuparme? —inquirió, una vez saciada su sed.
Declan negó con la cabeza, divertido.
—Veo que no soy el único egocéntrico por aquí.
—Supongo que es lo que tiene estar todos los días con uno, que se acaban pegando las malas costumbres —contraatacó Syrin sin dejar de lado ese tono guasón que llevaba empleando desde que el muchacho se había acercado a ella.
Esta vez Declan carcajeó.
Le encantaba su carácter, no lo iba a negar.
—¿Siempre tienes que tener la última palabra, ceann ruadh?
—¿Y tú siempre tienes que ser tan molesto?
—Solo contigo, rojita.
Ante ese nuevo apodo, las mejillas de Sirianne se tornaron del mismo color que las amapolas. Aquello no le pasó desapercibido a Declan, que hilvanó una de sus típicas medias sonrisas, ocasionando que la pelirroja apartara rápidamente la mirada de él.
Syrin parpadeó varias veces seguidas, azorada. Se colocó un mechón rebelde detrás de la oreja y carraspeó ligeramente, forzándose a recuperar la compostura. No sabía cómo lo hacía, pero aquel joven siempre lograba agitarla hasta puntos insospechados. Y aquello, como cabía esperar, la contrariaba a más no poder. Porque odiaba no tener el control de las cosas, el dominio sobre determinadas situaciones.
Se echó hacia atrás, apoyando la espalda en el borde de la mesa, y volvió a focalizar toda su atención en Neisha y las hermanas Pevensie. Sus mejillas aún ardían, por lo que le dio un largo trago a su bebida, confiando en que el frescor del hidromiel la ayudaría a atemperarse un poco. Nada más lejos de la realidad, pero al menos le permitió despejar su mente de pensamientos infructuosos.
—Debo admitir que me has sorprendido —volvió a hablar Declan tras unos instantes más de mutismo. La expectación que habían generado sus palabras impulsó a la arquera a restablecer el contacto visual con él—. Sabes divertirte, después de todo —bromeó. Sus dientes relucían bajo la tupida barba en una sonrisa socarrona.
Sirianne no se contuvo a la hora de hacerle burla, cosa que pareció hacerle gracia a su interlocutor, que rio sutilmente. Estaba empezando a tolerar su peculiar —además de irritante— sentido del humor, de ahí que no titubease a la hora de pagarle con la misma moneda.
—Tú, por el contrario, no sabes cuándo mantener la boca cerrada —soltó ella con fingida dulzura.
Volvió la vista al frente, sin poder evitar buscar a Lynae en la escandalosa multitud que había congregada a su alrededor. La encontró a unos metros de distancia, junto a Einar. Ambos habían dejado de bailar y ahora tomaban algo en una de las mesas que había repartidas por la zona.
No iba a mentir: esos dos le producían mucha curiosidad.
Su mejor amiga le había prometido ponerla al corriente de todo lo relacionado con el sanador más tarde, aunque Syrin ya había empezado a sacar sus propias conclusiones al respecto. Y es que era evidente que algo se estaba cociendo entre ellos. Solo había que fijarse en cómo se miraban y se sonreían, en el intenso fulgor que se apoderaba de sus ojos cuando se tenían cerca.
—Forma parte de mi encanto —respondió Declan, ganándose nuevamente la atención de la pelirroja, que lo observó con una ceja arqueada—. Ahora en serio... Lo has hecho muy bien hoy —la felicitó, dejando de lado su típico tono jactancioso—. Edmund está aquí gracias a ti. Le has salvado.
Sirianne negó con la cabeza en tanto apartaba la mirada, clavándola en su jarra. Sus dedos largos y delgados comenzaron a juguetear con ella, deslizándose por la lisa superficie de cuerno.
—Todos lo hemos hecho —corrigió.
Al oírlo, el guerrero dejó su vaso en la mesa y giró sobre su eje para poder encararla.
Aprovechando que la cazadora no lo estaba mirando, se tomó unos segundos para poder contemplarla con mayor detenimiento. No estaba acostumbrado a verla tan arreglada, pero debía reconocer que aquel vestido le quedaba sumamente bien. Por no mencionar el maquillaje de sus ojos, que parecían más grandes y expresivos al estar delineados en negro. Aunque, a su juicio, no necesitaba nada de eso para brillar con luz propia, para destacar. Y es que Syrin poseía una belleza natural, un magnetismo que resultaba de lo más atrayente e irresistible.
—De no ser por ti y tu collar, jamás lo habríamos encontrado —repuso Declan con suavidad. Sus palabras instaron a la pelirroja a posar sus iris esmeralda en Edmund, que sonreía con picardía mientras veía cómo Peter era arrastrado por Lucy a la pista de baile—. Así que no te quites mérito, porque el hecho de que esos hermanos vuelvan a estar juntos es gracias a ti. —Hizo un mohín con la boca, como si lo que acababa de decir fuera lo más obvio del mundo.
Una vez más, las mejillas de Sirianne se arrebolaron.
Declan la descolocaba a más no poder. Siempre la estaba picando y provocando, queriendo chincharla con sus comentarios y acciones, pero cuando la situación lo requería, no lo dudaba a la hora de sacarla de aquel pozo negro que amenazaba con engullirla. No tenía ningún problema a la hora de resaltar sus virtudes, de hacerla ver sus logros. De demostrarle lo mucho que valía. Y eso le estaba generando sentimientos contradictorios, porque por un lado no soportaba su comportamiento ególatra e infantil, pero por el otro... Por el otro la estaba sorprendiendo para bien.
Sonrió, siendo aquella la primera sonrisa sincera que le dedicaba.
La primera de muchas.
Se había pasado los últimos minutos hablando con Lynae.
Tal y como le había prometido, la morena la había puesto al tanto de todo lo que había sucedido en los últimos meses entre ella y Einar. Porque sí, podría decirse que eran algo.
Aún estaban experimentando y conociéndose como pareja, pero la atracción era más que evidente. Lynae estaba radiante, feliz; se sentía muy cómoda con el curandero, como si lo conociera de toda la vida. Incluso se había atrevido a mencionar que lo que estaba sintiendo por él no lo había experimentado nunca antes con ningún otro hombre o mujer, lo que había llevado a Syrin a sopesar la posibilidad de que quizá su mejor amiga había encontrado a su compañero de vida. Que tal vez entre ambos se estuviese forjando El vínculo.
Los arcanos solo se enamoraban una vez en la vida. Podían sentir atracción por varias personas e incluso encapricharse de ellas, pero solo se enamoraban de una. Y ese vínculo, esa conexión, era tan fuerte que hasta traspasaba las barreras de la muerte. Lo sabía bien por su progenitora, cuyo corazón siempre le pertenecería a su padre, por mucho tiempo que transcurriese.
Si bien a ella no le interesaba lo más mínimo establecer ese tipo de lazos con nadie, se alegraba por Lynae. Le hacía feliz saber que poco a poco su compañera estaba rehaciendo su vida, que las heridas internas que le habían generado las masacres de las Cinco Aldeas y Fasgadh estaban cicatrizando mejor gracias al cariño y la atención de Einar. Que el hecho de estar junto a él la estaba colmando nuevamente de ilusión y esperanza.
Vislumbró a su tío a unos metros de distancia, acomodado en torno a una mesa junto a otros arcanos —entre los que se encontraba Declan—, de modo que dirigió sus pasos hacia allí, no sin antes localizar a Neisha y a los Pevensie con la mirada. Era algo que tenía muy interiorizado, el hecho de estar constantemente alerta y pendiente de aquellos a los que sentía la necesidad de proteger.
Apenas llegó junto al grupo de hombres, quienes conversaban entre continuas carcajadas, fue recibida por un sonriente —y algo ebrio— Kalen.
Sirianne se posicionó a su lado y apoyó una mano en su hombro izquierdo, ocasionando que el imponente guerrero virara la cabeza hacia ella. Las comisuras de sus labios se curvaron hacia arriba en cuanto sus orbes aceitunados, que se habían nublado a causa del alcohol que ya corría anárquico por sus venas, establecieron contacto con los de la joven.
—¡Sirianne! ¿Nos acompañas? —pronunció Kalen en tanto alzaba su jarra con entusiasmo. Varios de los hombres que lo acompañaban la vitorearon al reconocerla como su Phrionnsa, la futura líder del clan—. Ven, ven... Siéntate con nosotros. —Su tío no vaciló a la hora de instar a sus amigos a que le hicieran sitio, palmeando después el hueco libre que había a su derecha.
La arquera cruzó una rápida mirada con Declan, que sonrió con diversión, y tomó asiento junto a Kalen. Este le pasó un brazo por encima de los hombros y la apegó a él en un ademán cariñoso, provocando que Syrin riera por lo bajo. Ese tipo de cosas, de gestos, la hacían sentir niña de nuevo, retrotrayéndola a su infancia.
—¿Es cierto lo que dice Declan? —articuló uno de los arcanos que había sentado a la mesa. Era bastante corpulento y de aspecto intimidante, con la cabeza completamente afeitada y repleta de tatuajes tribales—. ¿Visteis a la hechicera? —quiso saber.
La aludida asintió.
—Sí. Y ella nos vio a nosotros —dijo, observando de nuevo a Declan, quien estuvo presente cuando todo ocurrió—. Fue rápido, pero intenso. —El grupo de hombres la escuchaba con atención, sin querer perder detalle de lo que estaba contando—. Me reconoció. O eso creo, al menos... El caso es que me miró como si supiera quién era —apostilló a la par que jugueteaba con las manos. Recordar aquel momento en concreto, el cómo Jadis pareció reparar en quién y qué era, la hacía tener sentimientos encontrados.
—Bien. Así sabrá que tiene los días contados —comentó otro arcano, el que estaba situado a la izquierda de su tío. Por cómo arrastraba las palabras a la hora de hablar, él también parecía haberse propasado con la bebida—. Por fin, tras tanta miseria y sufrimiento, haremos justicia. Solo les pido a los dioses que me permitan vivir un poco más para ver cómo esa maldita bruja exhala su último aliento.
Se hizo el silencio.
Un sabor amargo se apoderó de la boca de Sirianne al caer en la cuenta de que no solo a ella la corroían las ansias de venganza, sino también a muchos de los suyos. Que todas las pérdidas que habían sufrido en los últimos años, tanto personales como materiales, habían generado tanto odio hacia Jadis que la única solución válida para ellos era darle muerte a la hechicera. Y aquello, en cierto sentido, le apenaba, porque era la prueba irrefutable de todo el daño que les había causado. De lo mucho que habían sufrido debido a su ambición y egoísmo.
—Jadis pagará por sus crímenes —intervino Kalen, muy serio. Tenía los brazos cruzados sobre la mesa y la mirada perdida en algún punto inconcreto, como si él también estuviera reviviendo determinados sucesos acontecidos meses atrás—. Pero todo a su debido tiempo. —Parpadeó varias veces seguidas y sacudió levemente la cabeza, tratando de liberar su mente de aquellos pensamientos tan lacerantes y tortuosos—. Ahora estamos de celebración, así que no nos dejemos ahogar por las penas —añadió, empleando un tono más alegre y dicharachero.
Le dio un nuevo sorbo a su cerveza, siendo imitado por sus amigos, y se mantuvo silente durante unos instantes. Y entonces sus iris aceitunados centellearon con vigor ante la idea que acababa de cruzar por su mente.
—¿Por qué no nos cantas algo? —le preguntó a Syrin, a quien pilló totalmente desprevenida con su petición. Estaba oscuro, siendo el fuego de las hogueras que ardían a su alrededor la única fuente de luz con la que contaban, pero pudo apreciar cómo las mejillas de la cazadora adquirían un tenue color carmesí—. Extraño oírte cantar.
—No... No creo que sea buena idea —contradijo Sirianne con apuro. Había mucha gente y le daba vergüenza, ya que nunca le había gustado ser el centro de atención. Por no mencionar que Declan estaba presente y eso, por alguna extraña razón, la hacía sentir aún más nerviosa—. Quizá en otra ocasión.
«Por favor, que lo deje estar...», pensó para sus adentros.
—¡Oh, vamos! Hazlo por tu tío —insistió él a modo de juego. Debido al mutismo de la chica, se dirigió a sus compañeros y siguió hablando—: ¿Sabéis? Mi sobrina tiene la voz más hermosa de toda Narnia. Escucharla cantar es una auténtica delicia, lo que pasa que es muy modesta... —Aquello último lo pronunció contemplando nuevamente a Syrin, que no pudo hacer otra cosa que lanzarle dagas con la mirada.
La pelirroja estuvo a punto de replicar, de inventarse cualquier excusa que le permitiera librarse de esa situación que estaba sacando a relucir su parte más tímida e introvertida, pero una tercera voz se le adelantó:
—A mí también me gustaría escucharte, ceann ruadh —manifestó Declan con picardía.
Sirianne lo fulminó con la mirada, puesto que era más que obvio que se había percatado de lo incómoda que la estaba haciendo sentir todo aquello. Pero, aun así, su compañero de entrenamiento había creído oportuno divertirse un poco a su costa.
Aunque no fue el único que se lo pidió.
Los amigos de su tío también insistieron, la mayoría movidos por el estado de embriaguez o semiembriaguez en el que se encontraban.
«Tierra, trágame».
A la muchacha no le quedó más remedio que ceder, especialmente cuando el grupo de hombres empezó a golpear la mesa y a corear de una manera muy poco sutil que cantase. Su mente se puso a trabajar a toda velocidad, pensando en alguna canción que le sirviera para salir al paso, pero se había quedado completamente en blanco.
Hasta que una melodía en particular comenzó a sonar dentro de su cabeza, seguida de una serie de estrofas que hicieron que el corazón se le encogiera dentro del pecho.
Y ahí mismo, luego de aspirar una temblorosa bocanada de aire, empezó a cantar.
#
Land of bear.
Land of eagle.
Land that gave us birth and blessing.
Land that called us ever homeward.
We will go home across the mountains.
Sus acompañantes guardaron silencio apenas comenzó a cantar, reconociendo de inmediato la pieza que estaba entonando.
Syrin no quiso mirar a nadie en particular, por lo que, encogida sobre sí misma, clavó la vista en sus manos, las cuales había entrelazado sobre su regazo. Sus falanges no demoraron en ponerse a juguetear frenéticamente las unas con las otras, evidenciando su nerviosismo.
We will go home.
We will go home.
We will go home across the mountains.
Hear our singing.
Hear our longing.
We will go home across the mountains.
Al principio, su voz sonó como un trémulo susurro, pero a medida que recitaba los versos de la canción, sus cuerdas vocales parecían tomar más confianza. Siempre le había gustado cantar, pero para sí misma o para sus más allegados, no en plena fiesta donde podía escucharla cualquiera, de ahí que el rubor no se desvaneciera de sus mejillas.
Hear our song.
Hear our singing.
Hear our, hear our song.
Hear our singing.
Hear our, hear our song.
Hear our singing.
Hear our, hear our song.
Hear our singing.
Hear our song.
En cierto momento, la música y el alboroto que había a su alrededor disminuyeron de forma considerable, permitiéndoles a todos los que había allí reunidos disfrutar del hipnótico canto de la futura líder de los arcanos. Esta, en un acto reflejo, alzó la mirada y la paseó por los hombres que estaban sentados a la mesa junto a ella, pudiendo reparar en que algunos de ellos habían cerrado los ojos, como si estuvieran recreando en su mente la imagen de su hogar, de las Cinco Aldeas antes del exilio.
We will go home.
We will go home.
We will go home.
Across the mountains.
Hear our singing.
Hear our longing.
We will go home.
Across the mountains.
Cuando terminó de cantar la última estrofa, sus ojos se encontraron con los de Declan, que la observaba totalmente fascinado. Aunque eso no fue lo que hizo que una nueva oleada de calor estallara en su rostro, sino la sonrisa que le dedicó el guerrero segundos después.
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· ANOTACIONES ·
—Aquí os dejo la traducción de las estrofas de la canción:
Tierra de osos.
Tierra de águilas.
Tierra que nos vio nacer y que nos bendijo.
Tierra a la que una vez llamamos hogar.
Volveremos a casa a través de las montañas.
Volveremos a casa.
Volveremos a casa.
Volveremos a casa a través de las montañas.
Escucha nuestro canto.
Escucha nuestro anhelo.
Volveremos a casa a través de las montañas.
Escucha nuestra canción.
Escucha nuestro canto.
Escúchanos, escucha nuestra canción.
Escucha nuestro canto.
Escúchanos, escucha nuestra canción.
Escucha nuestro canto.
Escúchanos, escucha nuestra canción.
Escucha nuestro canto.
Escucha nuestra canción.
Volveremos a casa.
Volveremos a casa.
Volveremos a casa.
A través montañas.
Escucha nuestro canto.
Escucha nuestro anhelo.
Volveremos a casa.
A través de las montañas.
▬▬▬▬⊱≼❢❁❢≽⊰▬▬▬▬
N. de la A.:
¡Hola, mis queridos narnianos!
Ay, ay, ay... No os imagináis lo mucho que me ha gustado escribir este capítulo. Es que me encanta redactar todo lo que tenga que ver con el trasfondo y el desarrollo de los personajes, y la evolución que está teniendo Sirianne no me puede encantar más u.u
Como bien os dije en el capítulo anterior, la noche aún no ha terminado. Este cap. se ha centrado en la perspectiva de Syrin, de modo que el siguiente tendrá a nuestra bebé Neisha de protagonista. Así que ya os podéis preparar, porque el shippeo va a ser intensito, jeje.
Pero bueno, centrémonos en lo que ha ocurrido en este porque, ufff... La tensión que hay entre Declan y Sirianne puede sentirse a kilómetros. ¿No os parece que tienen una química increíble? Porque todas sus escenas e interacciones me salen solas, literal. Fluyen como el agua x'D Ya habéis visto que, poco a poco, estos dos se van llevando mejor. Incluso Syrin ha tenido más de un momento de bloqueo por culpa de los comentarios (y la sonrisa) de Declan (͡° ͜ʖ ͡°)
Y, bueno, nuestro lado chismoso se ha visto saciado con este capítulo, porque hemos podido descubrir lo que se cuece entre Einar y Lynae. ¿Qué os han parecido esos nuevos detalles sobre los arcanos? Solo se enamoran una vez en su vida y establecen un vínculo sumamente especial con esa personita a la que entregan su corazón... Vínculo del que Sirianne quiere huir a toda costa, por cierto x'D
Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo. Si es así, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)
Besos ^3^
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