XXXVI
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"Querida Aslaug" Así empezó la carta la Reina del norte para su madrastra. La fecha del nacimiento de su hijo se acercaba, y quizás su vida se terminaria ese día. Gyda tenía una leve sospecha que los antiguos dioses habían fechado su muerte con el nacimiento de su hijo. "Nacemos para morir" era el lema de su casa. No le temía a la muerte, la esperaba ansiosa, pero imaginar que sus hijos crecieran sin ella le dolía su corazón.
"Perdóname por mis errores, por mi falta de empatía hacia la madre de mis hermanos." "Eres Lady Ragnarsson, la mujer que le dio a los herederos más grandes a la casa Ragnarsson." "Espero que logres perdonarme algún día" Eran algunas de las frases que Gyda se había atrevido escribir. Era más fácil ponerla sobre un papel, que dictarla al frente de su madrastra.
Era la primera carta que escribía, pero no sería la última. Deseaba escribirle a su esposo, a su madre, a Eira, e incluso a Jon Snow. La Reina del norte quería pedir perdón y quería corregir sus errores antes de morir.
La noche en el castillo era terrorífica. El cuerpo de la Reina del norte se estremecía en los pasillos, algo maligno rodeaba a Harrenhal. Y no era la única que sentía algo extraño en este lugar. Viento gris aullaba y ladraba a la oscuridad.
Gyda Stark había conocido el miedo cuando el caminante blanco se presentó al frente de ella y su hermano mayor al norte del muro. Aún recordaba a la perfección cada segundo de ese enfrentamiento, y de cómo la ayuda de los salvajes evitó que ellos murieran en aquel lugar.
—¿Por qué estás aquí? —preguntó Ivar el deshuesado cuando su hermano entró a su habitación para acostarse a su lado.
—No quiero estar sola aquí. Este castillo es tenebroso —Expresó la Reina del norte observando el techo de la habitación de Ivar.
—Pensé que Robb te había perdonado — Murmuró su hermano girando su cuerpo para observar a la voluptuosa reina del norte.
—No es tan rápido —Musito Gyda encongiendose de hombros. Ella también había pensado en el perdón total por parte de su esposo, pero se conformaba con tener la atención del Rey del norte—. Supongo que al verme, la imagen de Jaime Lannister llega a él. No debe ser fácil.
-Realmente estás enamorada de Stark —Murmuró su hermano sorprendido de sus propias palabras.
—Por los sietes, ¿Tan difícil es creer que sea capaz de enamorarme? —preguntó Gyda enarcando sus cejas. Ivar negó con su cabeza.
—De todos los hombres, Jon Snow era el indicado para ti —confesó su hermano menor. Gyda sintió como su vientre endurecia por esas palabras—. Él te admiraba, en sus ojos demostraba la devoción que sentía por ti, no lo veo en los ojos de Robb. Ni veo en ti la mirada que tenías en el bastardo.
—Es diferente —Musito Gyda colocando sus manos en el vientre—. Amo a Robb, amo la familia que hemos creado. Amo el hombre y el rey que se ha convertido. Lo de Jon fue un sueño.
—Un sueño que te hubiera hecho feliz —Expresó Ivar levantando su mano para colocarlo en el vientre de su hermana.
—Pero sigue siendo un sueño —Aclaro Gyda Stark sintiendo como su hijo pateaba al sentir la mano de su hermano menor—. Soy feliz al lado de Robb.
—Lo sé —Concordo Ivar Ragnarsson acariciando lentamente el vientre de su hermana mayor. - Debo decirte algo—. Aun en las penumbras Gyda era capaz de observar los ojos azules de su hermano favorito. Y en sus demostraban la severidad de sus palabras. - Creo que me he enamorado de Sansa —Murmuró su hermano aun acariciando su vientre. Gyda soltó el aire que había estado conteniendo—. Deberías saberlo, no quiero ser desterrado como Bjorn.
—No sé si sorprenderme que estés enamorado o que sea Sansa —Manifestó la Reina del norte conectando su mirada con la de su hermano menor—. Buscaré la forma de anular el compromiso, pero no te cases con ella sin mi consentimiento y el de Robb —Ordenó Gyda a su hermano menor—. Buscaré la forma, pero debes obedecerme.
—Lo haré —indicó Ivar con seguridad en sus palabras—. Pensé que sería más difícil convencerte.
—Lo de Bjorn fue distinto. —Y claro que lo fue. Bjorn Ironside era el heredero de la casa Ragnarsson, era la mejor alianza que podía conseguir la casa Ragnarsson con una casa sureña, y todo se arruinó al momento que el hermano mayor prefirió una curandera sin casa, ni dinero y ejército que ayudarán en esta guerra—. Y supongo...que eres mi hermano favorito —Susurro Gyda con diversión en su voz. Ivar sonrió ampliamente ante esa confesión—. ¿Y ese amor que dices sentir...es recíproco? —preguntó la Reina del norte con cautela. Que su hermano estuviera enamorado era una sorpresa, pero que Sansa respondiera era aún más sorprendente. Ivar asintió con su cabeza ante esa respuesta—. Supongo que Sansa aún es virgen.
—¡Por supuesto! —Bramo su hermano menor ofendido ante esas palabras de la Reina del norte.
—Debía preguntar. Tranquilo —Expresó la Reina del norte sonriendo ante la actitud de su hermano menor—. Te ayudaré —Le prometió Gyda Stark a Ivar. Su hermano favorito.
Gyda Stark empezó a compartir sus tardes con Sansa Stark, si todo resultaba como ella quería esa niña pelirroja se transformaría en la esposa de su hermano menor. A la Reina del norte aún le costaba aceptar que aquella pelirroja en busca de bellos príncipes se hubiera fijado en el sanguinario de Ivar. Quizás jamás lo lograría comprender.
La Reina del norte salia de la recamara de Sansa Stark con el objetivo de ver a la pequeña Arya Stark practicando con su hermano Ubbe, cuando en su campo de visión la figura de su esposo se hacía presente. Ambos sonrieron al encontrarse. Robb estaba con sus abanderados hablando del concilio que se efectuaría entre norteños y sureños, pero su atención se vio afectada al ver a su voluptuosa esposa.
—Mi Reina. —El gran Jon Umber, Cleos Frey, Rodrik Castell, el hermano mayor de Robett Glover y el Pez negro realizaron una reverencia al percatarse de su presencia. El último abanderado en unirse a la travesía de la guerra en el sur. El Pez negro se estaba convirtiendo en un gran consejero para el Rey del norte. Y Gyda adoraba la sinceridad de aquel hombre.
—Mis señores, mi Rey —Saludo Gyda Stark fijando su mirada en su esposo, el cual sonreía por verla—. Necesito conversar contigo —Mencionó la Reina del norte acercándose a su Rey. No hubo necesidad de más palabras, los abanderados se dispersaron por el pasillo para dejar a los reyes en soledad.
—¿Estabas con Sansa? —preguntó el Rey incrédulo ante esa escena. La Reina del norte asintió a la pregunta de su esposo—. ¿Por qué? — Volvió a preguntar Robb. Y Gyda dudo por unos segundos, no quería realizar otra mentira—. ¿Qué sucede? —preguntó Robb frunciendo su ceño.
—Debemos hablar en privado —Murmuró Gyda observando a los guerreros caminando por el pasillo. El Rey del norte soltó un suspiro al imaginarse que otro problema se avecinaba. Robb tomó a su esposa del brazo para ayudarla a caminar, cada día le era más difícil moverse con ese vientre. Al llegar a la habitación su esposo le ayudó a sentarse para servirle luego una copa de vino a ambos.
—Al parecer lo voy a necesitar —Musito Robb bebiendo un sorbo de vino de su copa. Gyda no pudo evitar reír ante ese comentario—. No había escuchado su risa por un largo tiempo.
—No hay mucho de qué reír —añadió Gyda encongiendose de los hombros. Esa era la verdad. No había nada divertido en la guerra, al menos no después de meses de pérdidas de vidas norteñas—. Debo decirte algo... no es algo bueno, pero si lo miras desde otra perspectiva quizás lo sea...
—Se directa —Le ordenó su esposo con hostilidad. Temía lo que podría salir de la boca de su esposa.
—Ivar me comentó de su preferencia hacia Sansa —Expresó Gyda con lentitud, sintiendo como cada palabra que salía de su boca eran las incorrectas—. Al parecer aquel amor es recíproco —Mencionó Gyda tratando de suavizar aquella confesión.
—¿Se casaron? —preguntó Robb con rapidez, al momento que la imagen de Bjorn con la curandera llegó a su mente.
—No. Ivar espera que aprobemos su unión —Añadió Gyda agarrando su copa de vino para beber un sorbo.
—¿Y qué piensas sobre eso? —preguntó Robb con cautela. Quería la opinión de su esposa antes de decir el hilos de sus pensamientos.
—Le daría todo a Ivar, incluyendo a su hermana —Puntualizó Gyda con sinceridad—. De todos mis hermanos Ivar merece la felicidad.
—Ivar no puede procrear —Comentó el Rey del norte incómodo por resaltar aquel detalle del hermano menor de su esposa.
—Al parecer ese tema, ya no es importante para Sansa. Algo sucedió en Desembarco del Rey que provocó el cambio de ella —Manifestó la Reina del norte—. Ya no busca canciones de amor.
—Debo cumplir con el acuerdo —Indicó Robb ignorando las palabras de Gyda—. Es suficiente con lo de Bjorn.
—No alejes a los Stark del norte. Sansa no será feliz en el sur —Protestó la Reina del norte por la felicidad de su hermano. Debía convencer a su esposo de aquella unión.
—¿Y qué harás? ¿E incluirá a nuestro hijo nonato en el nuevo acuerdo? —preguntó su esposo frunciendo su ceño. Sus hermanos se estaban convirtiendo en un problema.
—Tienes a Olyvar como su escudero. He pensado en tener Damas, especialmente de la casa Frey —Explico la Reina del norte con rapidez. Se había preparado ante esa pregunta—. Debemos conformar un consejo e incluir a unos de los hijos de la casa Frey.
—Tendremos Frey en cada esquina de nuestro reino —Musito Robb con disgusto ante esa imagen—. No es lo que quiero, y estoy seguro que no es lo que usted quiere.
—No, pero debo darle lo que desee mi hermano —Bramo Gyda incapaz de tener un segundo más de paciencia. —Ivar ha sufrido desde el segundo que nació. Ha sido humillado toda su vida...Prometí protegerlo, en velar por su felicidad y su seguridad.
—Pero no rompiendo un juramento —Manifestó Robb con seguridad. Ya no habría más desacuerdo entre ellos. -Se casarán según el juramento que hizo Lagertha. Es mi decisión, nuestra decisión. No toleraré otra desobediencia.
—Lo que usted desee majestad —Bramo Gyda levantándose del asiento abruptamente logrando botar la silla al suelo.
La Reina del norte quiso salir de la habitación, pero la mano de su esposo alrededor de su brazo la detuvo. Gyda no tuvo tiempo para reaccionar sobre ese tacto, porque los labios de su esposo se estamparon en su boca buscando con anhelo su lengua. La Reina del Norte abrió su boca por reflejo, sentir la lengua de su esposo la volvió a llenar de vida.
La Reina del norte recordó el primer beso con su esposo al sentir la efusividad que buscaba su boca. Su mente viajó a Invernalia, al lugar donde se había casado, donde su primogénito había nacido. Y no pudo evitar soltar unas lágrimas, añoraba su casa y todo el amor que se sentía en aquel reino.
—¿Qué sucede? —preguntó Robb al sentir aquel beso salado. Gyda observó cómo la mirada de su esposo denotaba preocupación—. ¿Te he hecho daño?
—Tienes sabor a Invernalia —Confesó Gyda subiendo sus dedos para acariciar los labios de su esposo—. Quiero volver a casa.
—Volveremos juntos. Este concilio para concordar la paz y volveremos a casa —Le prometió Robb a su esposa al ver como las lágrimas caían por sus mejillas—. Estaremos los cuatro juntos —indicó el Rey acariciando el vientre de su esposa con cariño.
—Vuelve a besarme —Ordenó Gyda volviendo acercarse a los labios de su esposo, pero antes de juntarlos la voz de su Robb se alzó.
—Sé que no fui el primero en besarte, pero en realidad quiero ser el último —musito su esposo acercándose a los labios de su esposa.
Gyda no respondió, pero accedió el paso de su esposo a su boca. Los labios, y la lengua de Robb Stark se movían con lentitud por la boca de la Reina, había añorado tanto aquel contacto que no podía entender cómo pudo alejarse tanto tiempo de Gyda. El beso lento y pasivo se fue convirtiendo en uno agresivo. Los reyes se besaban con furia, como si aquel acto fuera capaz de soltar todo el enojo. Los esposos norteños no se separaron por la falta de aire, fue el sonido de la puerta que los interrumpió.
—Majestad, Lady Jeyne desea hablar con usted. –Gyda escuchó la voz de Olyvar en la puerta. La Reina del norte pasó de la excitación al enojo con rapidez.
—Dile que la haga pasar —Susurro la Reina del norte con hostilidad en su voz. Robb observó la determinación en los ojos de su esposa al decir aquella orden. Y adoro la mirada de celos de Gyda, aunque ese detalle no lo admitiría jamás.
—Hazla pasar —Bramó el Rey del norte a su escudero.
Y al momento de abrirse la puerta Gyda observó con cercanía la belleza de la doncella. Casi dudo de su objetivo, pero al sentir la mano de su esposo por la cintura su seguridad fluyó por su cuerpo. Lady Jayne trago saliva al ver a la Reina del norte al lado del hombre que visitaba.
Lady Jayne no volvió a buscar al esposo de Gyda Stark.
—¿Viste su cara? —preguntó la Reina del norte a su esposo al momento que trataba de controlar su risa. Robb Stark negó con su cabeza por el comportamiento de su esposa, pero no pudo evitar soltar unas risas al lograrse contagiar por la alegría de su mujer—. Ahora no volverá a acercarse a mi hombre.
—Ella no me veía con esas intenciones —Replicó Robb entrelazando su mano con la de su esposa mientras caminaba por los pasillos de Harrenhal para salir al patio donde estaban sus hombres.
—Una mujer no visita las recámaras de un hombre con buenas intenciones —Indicó la Reina del norte. —Y recuerda que ella es el enemigo. Su casa es fiel a los Lannister.
—¿Crees que Tywin utilizará a una joven inocente para esta guerra? —preguntó Robb Stark con incredulidad.
—Lyanna Stark provocó una guerra. No desmerezcas a las mujeres —Puntualizó Gyda Stark frunciendo su ceño, no quedaba rastro de su risa.
—No lo hago. —Robb detuvo su paso para colocarse al frente de su esposa—. Esta guerra no la ganaría sin ti. Mis hombres, mis abanderados luchan por ti. Por la reina del norte ...Y yo sería capaz de incendiar todo un reino por ti.
Gyda iba a replicar aquellas palabras, pero por primera vez prefirió callar. Esas palabras eran perfectas. Su esposo, su hombre, su rey sería capaz de todo por ella. No había mejor sentimiento que el que su cuerpo manifestaba al oír esa frase de su esposo.
—Es que logré dejarte sin palabras, es todo un acontecimiento.
—Regodeate de aquel sentimiento, no volverá a suceder —Masculló la Reina del norte moviendo sus pies para pasar al lado de su esposo. Ahora fue el turno del Rey de reír sonoramente por el pasillo del castillo.
—¡Los Reyes del norte! —Bramó el pequeño Jon Umber al momento que vio a sus majestades apareciendo por el patio. Los guerreros alrededor con dificultad empezaron a realizar reverencia para ellos.
—Viento gris hace mejores reverencias que ustedes —Indicó Gyda al momento que llegaba al grupo de guerreros. Los cuales no podían sostenerse en pie.
—No tengo pruebas de eso, pero tampoco dudas —Bromeo Need Woods. Gyda sonrió al percatarse del estado de su guardia. El introvertido Need daba chiste al momento que alcohol hacía efecto en su cuerpo.
—Sirvanos un poco. —Al momento que Robb mencionó aquellas palabras sus hombres vitorearon a niveles exagerados. Los Reyes rieron por el entusiasmo de los guerreros.
Las horas pasaron entre risas y vino. Los guerreros aumentaban su borrachera, y los reyes se divertían ante las actuaciones de sus hombres. Y tan solo por unos momentos en aquel patio de un castillo sureño se sintieron en casa.
—Debo ir a orinar —Musito Gyda en el oído de su esposo, tratando de que sus hombres no escucharan sus palabras. La Reina no quería ser el centro de risa.
—Te acompaño —Añadió Robb, pero su esposa lo detuvo frunciendo su ceño demostrando su negatividad—. No puedes ir sola.
—Claro que puedo —Refuto Gyda ante la idea de su esposo—. No tardaré.
Robb no se convenció en totalidad, pero aceptó. No quería ver a su esposa orinando delante de él. La Reina del norte se alejó del patio para ir en busca del baño dentro del castillo, pero su necesidad aumentaba con cada paso que daba. La horrible consecuencia de tener que cargar un bebe en el vientre era la estúpida necesidad de orinar con regularidad, esa era unas de las partes negativas de estar embarazada según el pensamiento de la Reina del norte. Gyda busco un lugar oscuro, y lejos de las miradas de los guardias de turno para levantar su vestido y bajar su ropa íntima.
La Reina del norte sentía como las gotas de su orina saltaban a su pierna cuando caían al suelo, eran tantas las ganas de orinar que un gran chorro salió por la cavidad femenina de la Reina. La preocupación de Gyda de no manchar su vestimenta, provocó que su cuerpo no advirtiera el peligro que se acercaba.
La hija de Lagertha levantó su mirada al momento que su orina cesaba, aliviada de botar su orina la Reina bajo su vestido sin percatarse de la presencia de hombres a su alrededor, pero duró tan solo unos segundos. Las respiraciones de aquellos enemigos fueron suficientes para que la alarma del cuerpo de Guda despertara. La Reina del norte sacó debajo de su vestido el puñal que guardaba.
—No son suficientes para matarme —Murmuró la Reina al observar cinco cuerpos saliendo por las sombras.
—No queremos matarla —Expresó uno de ellos en voz baja antes de desenvainar su espada. Gyda levantó su puñar con firmeza, separando ligeramente sus piernas para resistir los ataques, pero antes de que aquellos hombres dieran un paso la Reina sintió un golpe en su cabeza lo que provoco que todo se conviertiera en negro—. Solo convertirla en botín de guerra —Susurro el hombre que había hablado con anterioridad.
Y en aquel momento el aullido de viento gris daba la alarma.
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