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XXXV








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Los Ragnarsson estaban despiertos, todo de ellos e incluso la madre de la Reina del norte. Todos reunidos en el salón principal observando al nuevo matrimonio. La Reina del norte había llegado junto a su esposo con su ceño fruncido. Realmente estaba molesta con su hermano mayor.

—¿Acaso no fui clara el otro dia? —Bramo Gyda Stark llegando al lado de su hermano. El estaba con sus brazos fruncidos al lado de su nueva esposa.

—Al parecer no —Murmuró su hermano sin bajar la mirada.

—¿No entiendes lo que acabas de hacer? —preguntó la Reina del norte sin lograr entender a su hermano—. Has roto un juramento, ¡Me has humillado!

—¿Desde cuándo te ha importado? —Bramo su hermano. Ambos hijos de Ragnar y Lagertha estaban mirándose a unos centímetros de distancia. Los dos tenían la misma altura, los dos eran iguales de feroces.

—Desde que soy la Reina del norte —añadió Gyda Stark—. ¿Acaso quieres que los Frey sean nuestro enemigo, que los Tryell y los Frey nos acorralen? —Su hermano negó la cabeza—. Es lo que has causado.

—No era mi intención. Solo... Quiero estar con ella —indicó Bjorn mirando a su nueva esposa. Talisa se mantenía en silencio.

—Has roto tu juramento, ahora no tengo poder de exigirle a mis hermanos que me obedezcan—Expresó Gyda colocando sus manos en el torso de su hermano—. Me has desobedecido...

—Jamás fue mi intención —Lo interrumpió su hermano mayor.

—Pero lo hiciste —manifestó la Reina del norte empujando a su hermano. Bjorn dio un paso hacia atrás con su ceño fruncido—. Te irás a Invernalia.

—¡Gyda! —Bramo Bjorn y su madre en el mismo instante.

—Es mi decisión, supongo que nadie se atreverá a desobedecerme... de nuevo —Indicó la Reina del norte posando su mirada en cada uno de sus familiares. Ragnar se negó, al igual que Ivar. Solo su madre y Bjorn se mantuvieron estoicos—. Te has equivocado y serás castigado por ello.

—¿Es el deseo de mi reina? –Preguntó su hermano mayor con ironía.

—No te hagas el ofendido —Puntualizó Gyda girando su cuerpo para quedar al lado de su esposo—. Es nuestra decisión. Partirás en la mañana a Invernalia, solo. —Y el rostro de Bjorn se endureció.

—¡No te atrevas! —Bramo Bjorn a su hermana dando un paso hacia ella, pero su esposo dio un paso hacia adelante defendiendo a su esposa.

—Un paso más, y perderás todo —Bramó el Rey del norte cubriendo a Gyda con su cuerpo.

—Talisa se quedará conmigo. Cuidara de mi y del bebé —Puntualizó la Reina del norte detrás del cuerpo de su esposo—. Y luego volverá conmigo a Invernalia, para que siga su camino a Kattegat. La necesito conmigo.

—No tienes que dar explicaciones —Musito Robb Stark—. Has ofendido a la Reina del norte, a tu propia sangre.

—No soy el único que la ha ofendido —Bramo el hermano mayor de la Reina observando a Robb Stark, ambos se miraron sin pestañear. Teniendo en conocimiento que aquellas palabras eran verdad.

—La Reina ha hablado, debes acatar —Expresó Ragnar Ragnarsson con seguridad en cada palabra que salió de su boca—. Partirás a Kattegat por la mañana...Sin la curandera.

—Mi esposa —Bramo Bjorn Iroside con hostilidad en su voz girando su rostro para enfocar su mirada en su padre.

—Lo que sea Bjorn, pero obedecerás a la Reina del norte —Puntualizó su padre dando entender que no había réplicas de la decisión de Gyda Stark.

—Iré con él. —Gyda cerró sus ojos con lamento al escuchar la voz de su madre en aquel salón.

—Si esa es tu decisión, la respetaré —Murmuró Gyda las mismas palabras que había dicho su madre años atrás. Cuando la Reina del norte había elegido quedarse con Ragnar ante el divorcio de sus padres.

—Lo es —Murmuró su madre. Gyda no observó el rostro triste de su madre, no se percató que esas palabras le habían dolido más a la autora de las palabras que la receptora. La Reina del norte se marchó de aquel salón sin observar a nadie y con los pasos de su esposo detrás de ella.

Gyda se sentó en la cama buscando aquel abrigo de su esposo para colocarlo en su espalda. Aquel olor la reconfortaba, y la Reina sabía que su esposo no rodearia su cuerpo con un abrazo. Gyda prefirió limitarse a sentirse acogida por el abrigo de su esposo.

—¿Estás bien? —preguntó su esposo al frente de su cuerpo, observándola detenidamente. Gyda fue sincera y negó con su cabeza.

—Pero lo estaré —Murmuró la esposa de Robb Stark observando el suelo—. Debes enviar una carta a la casa Frey comunicando las nuevas "dificultades" en el trato. Debemos darle una nueva unión. Quizás el casamiento de Bjorn sea acertado, debemos buscar un nuevo trato para sacar a Bjorn y Arya de ese acuerdo.

—¿Arya? —Gyda se percató de la confusión de su esposo al decir el nombre de su pequeña hermana.

—Arya no se casará. Creo que jamás lo hará —Murmuró la Reina del norte aquella verdad—. La conoces, creo que no debo darte las explicaciones —Expresó Gyda levantando su mirada para conectarla con su esposo. Él asintió, obedeceria su orden.

—¿En qué unión estás pensando? Solo Sigurd está soltero. Y Sansa, pero no quiero colocarla en aquella unión, ha tenido suficiente —Manifestó Robb Stark observando a su esposa. La veía vulnerable, sus ojos no desprendían de aquella fuerza que la enamoró.

—En Magnus —Murmuró la Reina del norte el nombre de su hijo—. No hay nada mejor que el heredero del norte. —Robb Stark chasqueó su lengua ante las palabras de su Reina—. Fuiste prometido a mi desde que tenías un año de edad. Y ese acuerdo se cumplió.

—¿Quieres lo mismo para nuestro hijo? —preguntó Robb a su esposa. Era una pregunta sincera, sin apéndice de rencor.

—A pesar de lo que puedas pensar de nuestra unión, nuestro matrimonio no ha salido tan mal. Tenemos Magnus y este bebé que está en camino —Puntualizó la Reina del norte encogiéndose de hombros—. Somos fuertes juntos, quiero lo mismo para mi hijo.

—No todas las mujeres son como tú —Musito Robb Stark moviéndose para sentarse al lado de su esposa, tocando su cuerpo con su hombro al de ella.

Aquel tacto fue confortable, porque a pesar de que la odiaba en estos momentos, no podía evitar que su corazón se acelerará cada vez que la tocara, y la había extrañado más de lo que aceptaría alguna vez.

Gyda se quedó en silencio disfrutando de aquellas palabras de su esposo, y del calor que desprendía Robb Stark al lado de ella. Era lo más cerca que lo tenía después de tres semanas de su alejamiento.

Ambos los disfrutaban.

¿Te has sentido mal estos días? —preguntó Robb Stark rompiendo el silencio que habían creado. Gyda Stark suspiro ante esa pregunta.

—No creo que sobreviva a este parto —Indicó la Reina del norte girando su cabeza para enfocarse en el rostro de su esposo—. No tengo energías, y la que me queda se agotaran cuando dé a luz.

—¿De qué hablas? —Musito Robb Stark frunciendo su ceño confundido por la confesión de su esposa.

—Te libraras de mi más pronto de lo que crees. —La Reina del norte trató de sonar divertida, pero falló en el intento. La muerte no era divertida.

—No puedes morir, tenemos una guerra que ganar —Expreso Robb Stark tratando de no sonar preocupado por las palabras de su esposa. Su corazón había dado un vuelco en pensar en la muerte de su esposa.

—Lo puedes hacer perfectamente sin mí. Eres un gran Rey, mucho mejor que esta Ragnarsson —Indicó Gyda Stark atreviéndose colocar su mano en la rodilla de su esposo—. Solo prométeme que cuidaras a nuestros hijos. Entrenarlos para que sean buenos hombres y guerreros. Y hablale de mí de vez en cuando. —Gyda apretó la rodilla de su esposo con firmeza, pero su esposo tenía la mirada perdida. Observaba hacia adelante sin percatarse de las palabras de su esposa—. ¿Robb?

Gyda trato de llamar la atención de su esposo, pero él se negó a mirarla se levantó de aquella cama para salir de la habitación de la única hija de Lagertha. 







El Rey del norte había decidido viajar a Harrenhal con su ejército, y todos sus prisioneros. Sería el lugar de un acuerdo entre sureños y norteños. Tyrion Lannister viajaría a aquel lugar para negociar la paz con el rey del norte y quizás salvar la vida de su hermano y de su padre. O eso era lo que imaginaba Gyda Stark al enterarse de aquel acuerdo que estaban organizando su esposo y el enano Lannister.

—¿Qué piensas? —preguntó Sansa Stark al ver a la esposa de su hermano con la mirada perdida.

—Nunca había viajado en un carruaje —Expresó la Reina del norte enfocando su mirada en la pelirroja que estaba al frente de ella. La única que la acompañaba en aquel viaje—. Es extraño, creo que prefiero cabalgar.

—No puedes —Murmuró Sansa enfocando su mirada en el vientre abultado de la Reina. Aún le era extraño que la guerrera de Kattegat estuviera embarazada. La hija de Ragnar carecía de elegancia en sus movimientos, pero aun así ella era atractiva para los hombres, o al menos para su hermano. Sansa no lo lograba entender.

—Lo sé. –El suspiro de frustración de la Reina dio a entender a Sansa que no le gustaba estar embarazada—. El tiempo que tuve a Magnus dentro de mí lo sentí corto, pero con este bebe ha sido...un suplicio.

—¿Cómo es? ¿Tener un bebe dentro de ti? —preguntó la pelirroja con timidez. Gyda agarró su mano con firmeza para colocarla en su vientre, la hija de Catelyn saltó del asombro al sentir la patada de su sobrino.

—Debes vivirlo para entenderlo —Musito la Reina con una pequeña sonrisa en su rostro—. Pero créeme se necesita más fuerza para esta labor que para una batallar en una guerra.

—Debes tener fuerza para soportar esas patadas —Expresó Sansa Stark preocupado por los movimientos que se sentían en el vientre de su Reina—. ¿Eso es normal?

La Reina del norte se rió ante esa pregunta, y su risa duró por unos segundos. La Reina no recordaba la última vez que había reido, quizás fue con sus hermanos, pero lo sentía como si hubiera sucedido hace miles años atrás.

El carruaje se detuvo, y la puerta se abrió. Habían llegado de Harrenhal.

—¿Gyda? —La voz de su esposo llamó su atención. El rey del norte observó como su hermana salía de aquel carruaje, pero el cuerpo de su esposa no salía—. ¿Estás bien? —Preguntó el Rey asomando su cabeza dentro del carruaje para ver a su esposa.

—Mi madre y Bjorn deben estar por los Gemelos —Expresó Gyda enfocando su mirada en los ojos azules de su esposo—. No me gusta este lugar.

—No lo has visto —Musito su esposo confundido.

—No es necesario, está en el aire —Expreso Gyda Stark moviéndose del asiento para salir de aquel carruaje, pero necesito la ayuda de su esposo para salir.

La Reina del norte tomó la mano de su esposo para evitar caerse, pero aquel tacto duró por varias horas. Robb le mostró el castillo a su esposa, aquel reino en ruina que aún quedaba muestra de la destrucción que ocurrió años atrás.

—El último torneo que se realizó en este lugar, mi tía fue coronada como la Reina del amor y de la belleza por Rhaegar Targaryen —Le informó Robb Stark a su esposa, con la que aún tenía entrelazado sus dedos—. Aquí comenzó la desgracia de mi familia.

—Al parecer no fue la única desgracia —Murmuró la Reina del norte observando los cuerpos del patio del castillo—. ¿Quién estuvo aquí?

—Tywin Lannister —contestó su esposo observando la desgracia de aquel lugar. Los reyes observaron como Eira, y Talisa se acercaban a un viejo moribundo, aún respiraba.

—No me gusta —susurró la Reina del norte viendo como su amiga le daba agua al viejo. Una vida se había salvado de miles que se habían ido. Robb Stark pensaba que su esposa era salvaje, pero Tywin Lannister le ganaba a Gyda.

—Ni a mi —Concordo Robb de la percepción de su esposa. Ambos observaban a su alrededor hasta que sus ojos se encontraron, y Robb acercó su cabeza para apoyarla en su reina—. Buscaré la paz, y volveremos a casa. Juntos. —La Reina del norte sonrió, hasta el punto que unas lágrimas cayeron de sus ojos—. No puedes morir, ¿entiendes? —La Reina del norte asintió con su cabeza mientras sentía como su esposo le sacaba sus lágrimas con las yemas de sus dedos—. Bien.

Gyda Stark jamás pensó que hallaría la paz y perdón en aquel oscuro lugar. 







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