XXXIX
________________~⚜~____________
Gyda Stark se sostenía del cuerpo de Jaime Lannister con firmeza. No quería caer al suelo y ser pisada por los habitantes de Desembarco del Rey, los cuales corrían con miedo para esconderse en la fortaleza Roja. La fuerza de los norteños habían llegado a sus puertas.
—Vamos, Gyda. Debes caminar más rápido —indicó Jaime Lannister afirmando el cuerpo de Gyda con fuerza.
—No puedo —gimió la Reina del norte soltando unas lagrimas por el dolor en su vientre. Sentía sus muslos húmedos, pero no sabía si era sangre o el líquido de romper bolsa—. Debes dejarme aquí. Voy a parir.
—Morirás si te dejo aquí, te pisaran o Cersei mandara a alguien para matarte. —Jaime Lannister la arrastró aún sin la ayuda de la propia Gyda. La Reina del norte no tenía la fuerza para caminar.
—Jaime, es tu ciudad. Debes protegerla —bramo Gyda. El ruido de la ciudad era desesperante. La gente gritaba, los guerreros gritaban para ordenar sus tropas y los llantos de los niños empeoraba todo—. Si los norteños entran, te mataran.
—No lo harán —sentenció Jaime con seguridad de esas palabras, pero un rugido estremecedor se escuchó por la ciudad.
La puerta estaba siendo derribada.
—Ellos no tienen la fuerza... —susurró Jaime incrédulo de lo que estaba pasando.
—Tienen un propósito —añadió Gyda sin poder evitar sonreír entre medio de sus dolores—. Vete Jaime. Protege a tu hermana, y a tus hijos.
—No puedo dejarte aquí. —Gyda observó la confusión en los ojos azules de Jaime Lannister. Estaba dividido.
—Los norteños entraran, y estaré bien. —La Reina del norte extendió su mano para apoyarla en una pared de una casa, mientras los habitantes corrían con urgencia—. Ya has hecho bastante. Traicionaste a la mujer que amas, a tu familia.
Jaime negó su cabeza mientras ayudaba a Gyda a entrar a una casa para recostarla en la cama.
—Te amo a ti —confesó el matarreyes recostando con suavidad a la Reina del norte— Quisiera haber sido otro hombre. Ser un hombre digno de ti.
—Te hubiera amado de igual forma— expresó Gyda Stark emitiendo una pequeña sonrisa en su rostro—, si no hubiera existido Robb.
—Un niño con Suerte.
—No es un niño.
—Lo sé— añadió Jaime suspirando—. Imposible que lo sea a tu lado.
—Vete Jaime, protege tu ciudad —indicó Gyda tratando de sonar segura en cada palabra—. Estaré bien.
—Volveré a verte —Puntualizó Jaime acercándose para besar efusivamente los labios de la Reina del norte, y sin esperar una respuesta por parte de ella, salió con rapidez de esa pequeña casa.
—Lo dudo.
La Reina del norte estaba segura que moriría. Por el parto o por una espada atravesada, pero no sobreviviría este día. Pero no tenía miedo, se había preparado por semanas. Había escrito cartas de despedida.
Ella era Gyda Ragnarsson, la Reina del norte, ella había nacido para morir.
La Reina del norte gritaba con fuerza. No le importaba si era escuchada. No le importaba si era encontrada. El dolor en su vientre era más fuerte.
Ya nada importaba, solo que aquel niño en su vientre saliera.
—Vamos, Magni —gritaba la Reina del norte el nombre de su pequeño hijo. Porque a pesar de no haberlo visto, estaba segura que era un niño—. Sal al mundo pequeño, sal y deja a tu madre.
—¡ESTAMOS GANANDO! ¡LOS NORTEÑOS RETROCEDEN! —Escucho Gyda algunos de los gritos de los habitantes de la ciudad.
Los norteños tienen la fuerza, el propósito, pero no los números. Los Tyrell eran demasiado para ellos, Gyda lo sabía, su esposo también.
Pero nadie estaba preparado para lo que sucedería después.
—¡ENTRARON!
La Reina del norte dejó de gritar de dolor, y se concentró en los sonidos de afuera. Eran gritos de guerra. Gritos de dolor, de asesinato. Estaban batallando dentro de la ciudad. Los norteños habían entrado. Un suspiro de alivio salió de la boca de la reina.
Gyda Ragnarsson se levantó de aquella pequeña cama. Aún con el dolor recorriendo su cuerpo, salió de esa casa en busca de sus hombres. Debía estar con ellos. Luchar con ellos, o por lo menos tener a Magni para entregarlos a sus guerreros. Salió de casa Apoyándose en las paredes con el
Propósito de encontrar algún norteño.
Escudos Lannister, Tyrell veía en el suelo. Y un escudo más, un sol que era atravesado por una lanza. La mente de la Reina trabajo lento, demasiado. Tardó en reconocer , y entender las palabras de la víbora roja.
Fuego y sangre.
—Oberyn...—susurró Gyda sin creer que aquel hombre había decidido entrar a la guerra de los sietes reinos. Y quizás, no, no, estaba segura que con la ayuda de los dornienses ganarian esta guerra.
La Reina del norte posaba una de sus manos en la pared de las casas para caminar, y la otra apoyada en su vientre. Como si aquello fuera calmar su dolor. Estaba cerca, cerca de llegar a la puerta, mientras veían a los guerreros dornienses entrar. Los hombres pasaban de largo, en busca de guerreros Lannister para matar.
—Mi Reina, mi Reina...—Gyda reconoció esa voz a la perfección. Jamás pensó en sentirse tan feliz al ver a Rodrik Forrester.
—Rodrik...—susurró la Reina del norte con alivio al sentir las manos de su guardia alrededor de ella—. Oh Rodrik...—Hubiera sido capaz de llorar, pero la sangre en el rostro del mayor de los Forrester le recordaba la guerra que se estaba viviendo.
—Vamos, mi reina. La llevaré al campamento.
—No puedo. Estoy pariendo, trae a Eira, a Talisa —ordenó Gyda sin fuerza. Si no fuera por las manos de Rodrik alrededor de ella hubiera caído al suelo.
—¡NED! !JON! ¡THRRHEN! ¡ROBETT! —Grito Rodrik los nombres de sus compañeros, y como arte de magia fueron apareciendo cada uno—. Jon, trae a Eira y Talisa. La Reina tendrá al príncipe aquí —. La sentare aquí...—Susurró con suavidad Forrester en el oído de su reina. Sus ojos estaban los guerreros Lannister que estaban al frente de ellos. Sentó a la Reina en el suelo, mientras sus hombres formaban un círculo para proteger a la Reina del norte.
La vista, y el oído de Gyda se empezaban a nublar. Su dolor era tan fuerte, que nada le importaba. El niño saldría ahora, o ella misma se abriria el vientre para sacar a su pequeño Magni.
Los gritos de los guerreros se mezclaban con el clamor de la Reina del Norte. Eran dos guerras distintas, ocurriendo en el mismo lugar.
—Estoy aquí, tranquila. —La Reina enfocó su mirada, para encontrar a su curandera favorita al frente de ella. Vio a Talisa, a sus hermanos, a su padre alrededor del círculo para protegerla.
—Abreme, cortame —ordenó a grito la Reina del norte. Su amiga negó con la cabeza. Eira se rehusaba a realizar aquel acto. Gyda viviría— Eira, no queda tiempo. El niño morirá si no lo sacas.
—Debemos encontrar alguna manera —susurró la curandera observando de reojo a la Talisa. La cual con lágrimas en sus ojos, después de mirar y meter su mano para saber la posición del niño, negó con cabeza. El niño venía al revés.
—¡Cortame! —ordenó la Reina del norte con seguridad. Su hijo debía vivir.
—¡Ubbe! ¡Ragnar! —grito Eira secando las lágrimas de sus ojos. Los nombrados llegaron con rapidez–. Afirmen su cuerpo.
—¿Qué? ¿por qué? —preguntó Ubbe Ragnarsson confuso por aquella orden, pero aun así ambos obedecieron.
—Estoy orgulloso de ti Gyda —musito Ragnar con su garganta apretada. Él sabía lo que significaba aquella orden, sabía porque Eira había sacado una navaja. La Reina del norte giró su cabeza a la derecha donde su padre sujetaba su brazo para sonreírle.
—¡No! ¡NOOOOO! —gritó Ubbe Ragnarsson cuando la navaja cortó el vientre de Gyda Ragnarsson. Fue el único que gritó, porque la Reina se mantuvo estoica. Aliviada de aquel corte, su hijo saldría con vida. Su Magni viviría.
—Magni, Magni, se llamará Magni —gimoteaba la Reina del norte tratando de mantenerse despierta para ver a su hijo, pero todo estaba nublado, escuchó el llanto de su hijo, y el grito de su esposo. Robb había llegado por ella.
La Reina del norte se sentía en paz, no había dolor, ni miedo en aquel lugar que estaba. Su esposo la había encontrado, su hijo estaba a Salvo y los norteños habían ganado la guerra.
Unas suaves caricias recorrían su cabello lentamente.
—Puedes partir. —Escucho la voz de su esposo—. Estaremos bien, nuestros hijos están a salvo.
—Robb...—Y Gyda con una fuerza descomunal abrió sus ojos. Al abrir sus ojos encontró la
mirada azul de su esposo. Robb estaban al frente de ella sonriendo con calidez, con amor—. Perdoname. Perdoname por todas mis fallas.
—Shhh, silencio. No pidas perdón —susurro Robb acariciando la mejilla de su esposa con suavidad—. Te amo, recuerdalo. Te amo tanto...—musitó el Rey del norte sin poder evitar soltar algunas lágrimas.
—La muerte no es el fin, volveremos a encontrarnos —añadió Gyda Stark dándole una pequeña sonrisa con la fuerza que le quedaba. La Reina no sabía dónde estaba, si estaban aún en batalla, o no, solo veía los ojos azules de su esposo—. Nací para amarte...
Y fueron las últimas palabras que musito la Reina del norte.
En los brazos de su esposo, con los ojos depositados en él, y una sonrisa para el Rey, fue la manera en que Gyda Ragnarsson dejó el mundo.
El silencio se apoderó de los desembarco del Rey.
Los norteños habían ganado la guerra. Los Lannister perdieron. Joffrey, Cersei y cada uno de sus abanderados estaban de rodillas.
Los norteños y los dornienses tenían el poder de los sietes reinos.
La guerra se ganó, pero pagando un precio muy alto.
El Rey del norte se recompuso a los minutos de la muerte de su esposa, y con su hijo en brazo se encaminó en busca de su justicia.
Ese día no solo falleció la Reina del norte.
________________~⚜~____________
Se que no di aviso del final, pero se estaba anunciando por varios capítulos la forma de como seria.
Pensaba en seguir, pero tengo varios planes de seguir escribiendo, con mis propias historias, y con el objetivo de sacar un libro. Se acerca el prologo, y quizás mas adelante capítulos de un final alternativo, si así lo desean.
Amo a Gyda. Mi personaje femenino favorito. Debía morir en batalla y en los brazos del hombre que amaba.
Gracias por todos sus votos, sus palabras, y por las personas que guardan en su biblioteca este fanfic.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro