XXXIV
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La Reina del norte llevaba dos horas llorando sin parar. Una extraña sensación se había apoderado de su cuerpo, dejándola sin dormir. Las lágrimas caían sin cesar, los sollozos de la reina eran imposible de callar.
—Mi reina, ¿Se siente bien? —Gyda reconoció la voz de Ned Woods detrás de su puerta, era su turno de resguardar su habitación—. ¿Necesita ayuda? —
Gyda pensó en llamar a su amiga, pero el dolor de Eira era mucho más fuerte que el de ella. Luego la imagen de su madre llegó a ella, pero dudo si lograria entenderla, su madre había sufrido por amor, pero desde la perspectiva de Robb. Lagertha había sido engañada por Ragnar, la Reina dudaba que su madre fuera a comprenderla. Entonces su boca dicto el nombre que jamás pensó que necesitaría.
—Llama a Aslaug —Ordenó Gyda entre sus sollozos. Su guardia cumplió de inmediato la orden de su reina.
La Reina del norte no lograba comprender sus lágrimas, jamás en sus veintiséis años había llorado de esa manera, ni siquiera cuando su madre se marchó de Kattegat. Ni siquiera sabía que una persona era capaz de botar tantas lágrimas de sus ojos.
La madre de sus hermanos entró sin golpear la puerta. Entró a la habitación de la Reina del norte para acurrucarse a su lado con un abrazo. Acarició lentamente la espalda de la hija de Ragnar con suavidad, sin preguntar, sin hablar.
—Soñe...Soñe a Robb con esa mujer —Reveló Gyda apoyando su rostro en el hombre de su madrastra—. Desperté llorando, y no he podido dejar de llorar. ¿Qué es lo que estoy sintiendo? —Preguntó la Reina del norte confundida del sentimiento que se había apoderado de su cuerpo.
—Amor —Expreso Aslaug sin dejar de acariciar la espalda de su hijastra—. Y celos.
—No lo quiero, llévatelo...por favor —Murmuró Gyda escondiendo su rostro en el hombro de Aslaug—. Duele.
—Lo sé —Puntualizó la esposa de Ragnar con suavidad en su voz—. Se que duele, pero pasará. Él te ama, volverá a ti.
—Me lo merezco, lo que está haciendo conmigo —Manifestó la Reina del norte alejándose del abrazo de Aslaug para apoyar su espalda en el respaldo de la cama—. Sé que me lo merezco...
—Sea lo que haya sucedido entre nosotros, pídele perdón. Él te comprenderá —Expresó con suavidad la madre de sus hermanos. Gyda negó con su cabeza.
—No lo hará. –La Reina del norte sabía que Robb jamás le perdonaría un engaño—. Su honor se lo impide.
—Ese mismo honor impedirá que te engañe –Indicó Aslaug colocando su mano en la rodilla de su hijastra. Lady Ragnarsson tenía dos sentimientos en su corazón. La tristeza por ver a su hijastra con esos ojos llorosos, pero se alegraba que recurriera por primera vez a ella—. Esa niña no es competencia para ti.
—Ella es todo lo que no soy —admitió la Reina con pesar. Sus lágrimas habían dejado de caer, el hablar de sus sentimientos la estaban ayudando a controlar su tristeza—. Es bella, elegante, seguramente es doncella...debe tener un cuerpo suave.
Gyda miró su vientre. El bulto grande en su cuerpo le quitaba la poca belleza que poseía.
—Espero que Ivar jamas te escuche hablar de esa manera, es capaz de golpearte —Expreso Lady Ragnarsson. Aquellas palabras resultaron divertidas a su reina, la cual río—. Eres bella Gyda. Tienes una belleza que ni siquiera Lagertha posee.
—Quisiera creerte —indicó Gyda colocando sus manos en su vientre al sentir la patada de su hijo—. ¿Quieres sentirlo? —preguntó La reina del norte a su madrastra. Ella asintió su cabeza con entusiasmo. Su madrastra acercó su mano donde estaban las manos de la Reina del norte al momento que otra patada se sentía en el vientre. Aslaug sonrió al sentir al príncipe del norte.
—Hvitserk fue el que más pateo en mi vientre —Confesó Lady Ragnarsson sin quitar las manos del vientre de su hijastra.
—No lo dudo —Añadió Gyda riendo. Recordando el inquieto de su hermano—. Aun recuerdo cuando se escapaba de Kattegat con Ubbe...
—Miles de veces debimos ir a buscarlo —Interrumpió Lady Aslaug con diversión ante esos recuerdos.
—Hasta que decidí escapar con ellos —Recalcó la Reina del norte sonriendo ante los cuerdos compartidos con sus hermanos.
—Sabía que los cuidarías mejor que cualquier guardia —Señaló su madrastra con cariño en su voz.
—Daría mi vida por ellos —Aseguró la hijastra de Aslaug cerrando sus ojos. Estaba cansada, se notaba en las ojeras de la Reina del norte.
—Duerme un poco. Te sentirás mejor cuando despiertes —Indicó la madrastra de la reina del norte.
—Dormir, para ver mañana a mi esposo con esa niña. —Gyda realizó una mueca de disconformidad en su rostro.
—Haces la misma mueca que Ragnar —Le informó su madrastra. Gyda abrió sus ojos sorprendida ante esas palabras—. Te pareces a su padre más de lo que crees. —La Reina del norte volteo sus ojos al escuchar esas palabras—. Él te ama de una manera singular. Nadie le enseñó a ser padre, como a ti nadie te enseñó a amar —afirmó su madrastra acariciando su vientre.
Aquellas palabras de Lady Ragnarsson se quedarían grabadas en su mente por varias semanas. Gyda analizo esas frases con cautela. La Reina del norte sabía cazar, batallar, matar, espiar, sobrevivir en frío invierno , sabía como matar un caminante blanco, pero ella jamás había aprendido a amar. No era su fuerte, ni era una materia que se enseñara en Kattegat.
El amor no importaba en Kattegat, si no logras sobrevivir en aquellas frías tierras.
L—Levanta tu espada —Bramo Lagertha a la pequeña Arya.
La hermana pequeña de Robb practicaba con la madre de la Reina en aquel patio de entrenamiento. Gyda salía todos los días a la misma hora para observar aquella imagen, desde que su abultado embarazo le impedía practicar con Arya, su madre había ocupado su lugar.
La Reina del norte observaba que la pequeña Arya mejoraba cada día su habilidad con la espada. Se movía con agilidad, y mantenía la espada en sus manos con firmeza. Gyda Ragnarsson no podía dejar de sonreír de orgullo por la escudera que estaba creando.
—Será mejor que tú —Manifestó el hermano mayor de Gyda. Bjorn caminaba al lado de Talisa, la curandera de tierras extranjeras.
—Majestad. —Talisa realizó una reverencia hacia ella. La Reina del norte sonrió ante ella, para luego mirar a su hermano. Bjorn se casaría con unas de las hijas de Frey, debería mantener ese trato intacto.
—Aún le queda mucho por aprender —Indicó Gyda volviendo a mirar a la pequeña Stark practicando—, Pero tienes razón, será mucho mejor que la Reina del norte —Murmuró Gyda llevando su mirada al cuerpo de su esposo al lado de la doncella Westerling. Ambos paseaban juntos, ella se sostenía del brazo del Rey del norte. Gyda chasqueó su lengua con disgusto.
—¿Quieres que lo mate? —Aquella pregunta por parte de su hermano mayor provocó su risa. Gyda giró su cuerpo antes de percatarse la mirada de su esposo en ella.
—Calla, eso es traición —Musito la hermana de Bjorn colocando sus manos en el torso de él. Talisa sonreía por la conexión que tenían ambos hermanos—. Pero te lo diré cuando sea necesario —Murmuró Gyda Stark para su hermano y Talisa. Ambos rieron por las palabras de la Reina del norte.
—Ella no es competencia para ti —Puntualizó Bjorn cuando su risa se terminó. La Reina del norte sonrió ante esas palabras, eran las mismas que Aslaug había dicho el día anterior.
—Solo otra Reina —Masculló la curandera tratando de incorporarse a la conversación.
—Eso me deja tranquila, creo que soy mejor que Cersei Lannister —Insinuó Gyda a la curandera.
—Estoy segura de eso —admitió Talisa sonriendo a la hermana del hombre que amaba. Aunque fuera un secreto de ambos. Aunque nadie debía saber de su relación, no podía evitar expresar aquellos sentimientos hacia el hermano de la Reina.
—Gracias Talisa —Agradeció la Reina del norte a la curandera—. No solo por esas palabras, también por curar a los hombres. Has sido de gran ayuda. Si necesitas alguna vez algún favor, no dudes en buscarme.
—Gracias Majestad. —La curandera realizó una reverencia ante la reina del norte para alejarse de ella, pero antes de dar un paso le dio una mirada al hermano de Gyda, que duró tan solo un segundo. Pero provocó la sonrisa embobada de Bjorn.
—Quita esa sonrisa estúpida de tu rostro —Bramo la Reina del norte cambiando su humor—. No olvides que estás comprometido. —Bjorn quitó la sonrisa al instante para enfocar su mirada en la Reina.
—Lo recuerdo —Mascullo Bjorn con su ceño fruncido—. Lo hice por esta guerra. Por ese maldito puente.
—Un gran puente —opinó la Reina frunciendo sus brazos delante de su bulto—. Ya te casaste una vez por amor, ahora debes obedecer. Al igual que yo, al igual que nuestros hermanos —Le recordó Gyda a su hermano mayor. Bjorn no dejaba de fruncir su ceño.
—No deberías preocuparte tanto por mi —musito su hermano mayor apuntando con su cabeza. Gyda sabía a lo que apuntaba—. Preocúpate por tu matrimonio.
Esas palabras le dolieron, al punto de sentir unas punzadas en su vientre. La Reina del norte no quiso gritar, pero el dolor inesperado la sorprendió. Un gemido de dolor salió de su boca.
—¿Gyda? —Murmuró confundido su hermano ante ese sonido. Nadie había escuchado el gemido de la reina, solamente su hermano amyor.
—Llévame a la cama. No llamas a madre — Ordenó la reina al observar como su hermano iba abrir la boca.
—¿Cómo sabes que la iba a llamar? —preguntó Bjorn pasando su mano alrededor de los hombros de su hermana.
—Te conozco más de lo que quisiera. —Y los hermanos sonrieron ante esas palabras. Ambos se conocían a la perfección.
La Reina del norte llegó a su habitación con la ayuda de su hermano mayor. La recostó suavemente en su cama ayudando a levantar sus piernas para apoyarlas en el cómodo colchón.
—Llamaré a Eira —indicó su hermano mayor, pero la Reina se negó.
—No es necesario, solo necesito descansar. No la molestes —Expresó la Reina del norte. Su hermano se sentó en la cama con su semblante confuso.
—Siempre la has llamado por lo que sea —Le recordó Bjorn a su hermana. Ella sonrió con pesar, la había descubierto.
—Ella perdió un hijo, y yo tengo uno aquí. —Gyda apuntó su vientre con su dedo—. No es justo.
—No es tu culpa —Manifestó su hermano colocando su mano en la rodilla de su Reina.
—Bjorn, claro que lo es. Y deberé vivir con esa culpa toda mi vida —Afirmó la Reina del norte posando su mano encima de la de Bjorn—. Viviré con la culpa de haberme acostado con Jaime Lannister.
—Eso no depende de ti. Lo hiciste para salvar a su propia hermana —Bramo Bjorn—. Debería agradecértelo.
—Él no lo ve así —Expresó la Reina del norte—. Y lo entiendo. Verlo con esa mujer, me hizo entender lo enfermizo que son los celos.
—Realmente estás enamorada de Robb. —Su hermano había utilizado las palabras de Jaime Lannister. ¿Tan sorprendente era que estuviera enamorada? —Nunca has sido de esas mujeres. Solo te interesaba el sexo.
—Lo recuerdo como si fuera ayer —Murmuró Gyda viajando al pasado donde vivió en kattegat—. Quisiera volver a esos tiempos, donde lo único importante era no volver acostarme con el mismo hombre. —La risa estruendosa de su hermano mayor no tardó en aparecer.
—Eran buenos tiempos. —Expresó su hermano mayor sonriendo ampliamente. Gyda asintió con su cabeza.
—Lo eran —Concordo la Reina del norte soltando un gran suspiro de su boca—. Tráeme algo para comer. No quiero salir.
—No quieres verlo —Le corrigió su hermano mayor. Ella asintió nuevamente con su cabeza—. Traeré algo, pero busca ayuda si sigue doliendo —Apuntó a su vientre con su dedo.
—Lo haré. —
La Reina del norte observó como su hermano salía de su habitación y otro gemido de dolor salió de su boca. El dolor no había cesado. La Reina del norte empezó a inhalar y exhalar, tratando de tranquilizar su cuerpo de aquellas horribles sensaciones. Debía calmarse por el bien de su bebe. Su pequeño hijo o hija habría sobrevivido a tantas batallas, que no podría morir por culpa de su matrimonio. Los ejercicios de respiración dieron resultados, la reina del norte se durmió.
—Gyda... —La voz masculina venía acompañado por una zamarreo en el cuerpo de la Reina del norte—. Despierta, debes comer.
—No, quiero dormir —Murmuró la Reina del norte soñolienta.
—Mi hijo debe comer. -
Solo una voz masculina diría tal cosa. Gyda se despertó de un golpe. El rostro de su esposo estaba al frente de ella con un plato de comida en sus manos. La esposa de Robb Stark dudo si debería reclamarle por sus paseos con la doncella, o simplemente agradecer que estuviera en su habitación, pero ninguna palabra salió de su boca. La Reina del norte se enderezó en su colchón. Su esposo extendió el plato de comida hacia ella.
—Bjorn me comento que no se ha sentido bien —Exclamó Robb al momento que Gyda tomaba el plato en sus manos.
—He sentido unos dolores —Puntualizó la Reina bajando sus ojos al plato de comida. Su esposo se mantuvo estoico en el lugar. Gyda prefirió no observarlo.
—¿Ha venido Eira? —Gyda negó con su cabeza.
—Pasará...solo necesito descansar —Indicó la Reina del norte metiendo una cucharada de la sopa que le había traído su esposo.
—Bien —Musito Robb para salir de la habitación de su esposa, pero la voz de Gyda lo detuvo.
—Si quieres engañarme, no lo hagas al frente de mis ojos —Pidió la Reina del norte en susurro. Su esposo se detuvo al instante.
—No te engaño. No soy como tu —aclaró el Rey del norte girando su cuerpo para observar a su esposa. Los reyes del norte conectaron sus miradas—. Simplemente es una mujer con la que puedo conversar.
—No lo hagas al frente de mis ojos —Solicitó nuevamente la Reina del norte con seguridad en sus palabras—. Haz lo que quieras en privacidad. Besala, abrelas las piernas y follatela, pero no delante de mis ¡ojos! —Bramo la Reina del norte tirando el plato de comida al cuerpo de su esposo.
—Maldición —Masculló el Rey del norte al sentir el líquido de la sopa en sus zapatos—. No me interesa follar con esa niña —Bramo Robb Stark sacandose las botas de sus pies. —Es una doncella, ¿Si sabes lo que significa eso?...¿Alguna vez fuiste doncella?
—A los diez hasta que alguien decidió violarme —Bramo la Reina del norte sentándose en la cama. Robb Callo. Esa verdad no la sabía—. Mi único modo de sobrevivir después de...eso fue acostarme con cada hombre que quisiera. Ser virgen no significaba nada, así me aseguraba que aquel hombre no me había quitado algo especial.
—¿Por qué me cuentas esto ahora? ¿Por qué no lo hiciste antes? —preguntó Robb Stark bajando su voz. Ya no estaba furioso. La Reina del norte se encogió de hombro observando aún los ojos de su esposo.
—Porque no quería que me miraras como lo haces ahora. —Gyda Stark pensó en aprovecharse de la situación. Quiso mostrarse como la víctima, pero su rabia no disminuia. Su violacion no le interesaba, ya que no le causaba daño—. Ya no es relevante. Eso no me causa daño , ahora lo haces tu con esa Prostituta.
—Odio cuando eres vulgar —Musito Robb recobrando su furia. La Reina del norte con un movimiento rápido se levantó de la cama para golpear el torso de su esposo con su puño.
—!¿Desde cuándo?! —Gritó la reina del norte indignada con su esposo. Robb dio un paso atrás por el golpe—. Jamás te quejaste cuando era vulgar en la cama, cuando gemía de placer debajo de tu cuerpo o cuando te chupaba la polla..
—¡Basta! —Gritó el Rey norte por las palabras de su esposa. Ambos tenían el rostro rojo de la furia, sus ojos eran capaces de soltar chispas—. Es suficiente...
—Te mencioné desde el inicio la mujer que era. No te oculte nada. —La Reina del norte no comprendía sus emociones. Ahora quería llorar en los brazos de su esposo. Gyda Stark se contuvo.
—Quizás nuestros padres se equivocaron... —Expresó el Rey del norte bajando su voz—. No soy el adecuado para ti, ni tú lo eres para mi.
—¿Y quien es la adecuada para ti? ¿Esa Jeyne? ¿Siempre buscaste palabras dulces? —preguntó la Reina del norte frunciendo su ceño sin demostrar que aquellas palabras habían dolido—. ¿Casarte conmigo fue un capricho? ¿Querías ganarle a Jon? —Gyda se atrevió mencionar aquel tema prohibido de ambos—. Sabías que nos gustabamos, y Ned te dio la oportunidad de rechazar esta unión, pero te negaste. Te negaste a pesar de que lo sabías.
—¿Por qué quisiste casarte conmigo? Podías escapar con Jon o quien quisieras. Eres capaz de sobrevivir sola —Manifestó Robb Stark frunciendo su brazos delante de su torso. Las palabras de su esposa dolían, le confirmaban el sentimiento que tuvo por su medio hermano.
—No quería escapar. Mi lugar está en el norte —Añadió con seguridad la Reina sentándose en la cama. Las tensiones en su cuerpo empezaban a liberarse. Gyda quería llorar, y jamás detenerse—. No quería casarme contigo, pero no era por Jon. —Gyda negó con su cabeza—. Era por mi. Por mi libertad, por mi salvajismo...porque sabía que querías una mujer distinta. Te han criado distinto a mi.
—Así es. —Robb Stark no se movía. No dejaba de mirar a su esposa—. Tenemos distintos valores.
La Reina del norte asintió con su cabeza. Esa era la verdad. Jamás iban a entenderse.
—Pero aun asi me enamore de ti... —Murmuró Gyda.
—Pero aun así me enamoré de ti. —Musito Robb Stark.
Los reyes del norte habían dicho exactamente las mismas palabras en conjunto. Ambos se quedaron en silencio, observándose sin pestañear sin querer romper la magia de esas palabras. Hasta que al final ambos reyes sonrieron, pero la sonrisa del rey del norte duró un segundo.
—No puedo perdonarte.
—Lo sé —Coincidió Gyda Ragnarsson bajando su mirada a los pies de su esposo—. Solo espera que me vaya a Invernalia para acostarte con ella. Te lo pido por el bienestar del bebe.
—Traeré otro plato —indicó Robb sin añadir palabras al comentario de su esposa.
El rey recogió el plato que su esposa le había lanzado para salir de la habitación sin mirar atrás. Y nuevamente Gyda Stark cayó en el llanto descontrolado.
Robb Stark, el rey del norte había cumplido con su palabra. No volvió a pasear ni conversar públicamente con Jeyne, al menos no a la vista de la Reina del norte. Los reyes no volvieron a dirigirse la palabra por días. Gyda se había negado a participar, alegando por el bienestar del bebe, pero la realidad era otra. Aquella conversaciones le habían quitado toda la energía que le quedaba. Su cuerpo quedó exhausto, la poca energía que le quedaba se la consumía su pequeño hijo que crecía cada día.
Las tensiones políticas crecían a la par con los problemas de su matrimonio. Los Lannister no habían respondido sus cartas. Estaban en la incertidumbre y sus hombres empezaban a impacientarse por la situación.
La Reina del norte no había visto a su esposo por catorce días, era extraño, pero tranquilizante. Alejarse de su frialdad, de su mirada despectiva y de su odio, le ayudaron a recobrar la cordura. Pero lo extrañaba, pero aun así prefería estar alejada de su esposo. Quizás ese corto tiempo de amor, era lo que la Reina del norte merecía. Ni más, ni menos.
Su madre la visitaba todos los días, y juntas habían empezado a tejer. Unas de las pocas actividades que realizaban juntas, aparte del arte de la guerra. Gyda Stark había pedido a sus guardias un telar grande, que de tamaño fuera de su cabeza hasta los pies. La Reina del norte empezó a tejer con su madre una manta para el pequeño bebe que cargaba en su vientre. Y las hermanas Stark se unieron a ellas. La bella Sansa se ofreció a realizar el bordado de aquella manta.
—No sabía que tejías —Murmuró con timidez la bella Sansa sentada en la cama de la Reina del norte junto a Arya.
—Mi madre me enseñó —Puntualizó Gyda pasando un punto del hilo de la Lana—. Pero no sé bordar. Solo tejer, nada de figuras o nombres en ellas. No tengo imaginario para eso.
—No es tan difícil...—Expresó Sansa con una bella voz.
—Cuando termine podrías realizar un lobo Huargo aquí —indicó Gyda deteniendo de tejer para fijar su mirada en la hermana mayor de Arya. La pelirroja asintió con una bella sonrisa, al final la hermana de Robb estaba perdiendo el miedo que sentía por la esposa de su hermano.
—Gracias Sansa —Agradeció Gyda a la bella Sansa. La Reina del norte siguió tejiendo al lado de su madre concentrándose en aquel trabajo y olvidando por unas horas su desastroso matrimonio, pero la presencia del escudero de su esposa le recordó su presente.
—Mis señoras, Majestad —Saludo Olyvar Frey, el escudero del Rey del Norte. Gyda detuvo su acción para girar su cuerpo y fijar su mirada en unos de los hijos menores de la casa Frey—. El Rey ha invitado a sus hermanas y a su esposa para un almuerzo. Las esperas en el comedor principal.
—Gracias Olyvar —Agradeció Gyda sonriendo al escudero de Robb.
Olyvar realizó una reverencia ante las mujeres para salir de la habitación de su reina. Gyda pensó en arreglarse, en colocarse un bello vestido y quizás peinarse, pero al dar un paso al ropero su cuerpo se cansó. Y no era solo su cuerpo, en imaginarse en la frialdad de su esposo hacia ella le disminuyeron las ganas de asistir a aquel almuerzo.
—¿Qué sucede? —Preguntó su madre dejando el tejido de lado para acercarse á su hija.
—Me quedaré aquí, prefiero descansar. —La Reina del norte giró su cabeza para mirar a las hermanas Starks, aún sentadas en su cama—. Agradezcan al Rey de mi parte, pero no podré asistir a su invitación.
—¿Te sientes mal? —Preguntó Sansa con una delicada voz. La Reina del norte asintió con su cabeza—. Le diré —Aclaró Sansa Stark levantándose de la cama creyendo sus palabras, pero la mirada que le envió Arya a su maestra le indicaba que ella no le creía.
—Ya no eres tan buena mintiendo —Le indicó su madre al momento que las hermanas del Rey del norte salían de la habitación. Gyda suspiro ante esas palabras.
—Lo sé —Admito Gyda volviendo al tejido que realizaba con su madre.
—¿Qué sucede entre ustedes? —Le susurro Lagertha volviendo a tejer al lado de su hija.
—Le hice daño —Contestó la Reina del norte sin quitar la mirada del tejido—. Me equivoque, y estoy pagando el precio.
—¿Quieres que te perdone? —preguntó Lagertha sin detener su acción, pero Gyda se detuvo. Medito esa pregunta por unos segundos antes de hablar.
—Si. Lo amo, no quiero separarme de él —Musito la Reina del norte observando la manta que estaba creando junto a su madre—. Pero no quiero rogarle.
—¿Mencionaste la palabra "Perdón"'? —preguntó su madre con rapidez. Gyda se sorprendió porque la conocía más de lo que ella creía—. Los Ragnarsson tienen un problema para pedir perdón, y no eres la excepción.
—A veces no es necesario. —Trató de excusarse la Reina del norte, pero su madre negó con su cabeza ante esas palabras y detuvo sus movimientos para fijar su mirada en su hija.
—Siempre es necesario —Puntualizó su madre—. Aquella palabra puede solucionar tantas cosas sin tan solo fuéramos valientes al decirla.
—Soy valiente —Aclaró la Reina del norte.
—Lo eres para la guerra, pero no para amar —admitió su madre levantando su mano para acariciar la mejilla de su hija—. Eres fría con Robb. Y solo te importaba el sexo con él.
—Pensaba que solo eso era lo importante —indicó Gyda encongiendose de hombros. Su madre sonrió sin dejar de acariciarla.
—Si te arrepientes de verdad, pídele perdón —Expresó su madre animandola con su sonrisa—. Su amor es fuerte.
—Eso espero —Murmuró la Reina del norte disfrutando las caricias de su madre.
Las palabras de Lagertha siempre la reconfortaba de una manera que jamás comprendería. Su madre era sabia, y ella había aprendido a escucharla. Después de aquella conversación la Reina del norte tuvo la idea de disminuir aquella añoranza que sentía por su esposo, y una idea corrió por su mente.
—¿Dónde está durmiendo mi esposo? —preguntó Gyda Stark a Robett Glover, quien era su turno de resguardar su habitación.
—Al final del pasillo a la derecha —Contesto su guardia sorprendido de que su reina haya decido salir de la habitación. La Reina del norte no había salido hace días de su habitación—, Pero el Rey no está en su habitación.
—Lo sé, ¿me puedes llevar? —El hermano menor de la casa Glover asintió con su cabeza. Su guardia la guió por el pasillo con lentitud. Le era difícil caminar a la Reina del norte—. Aquí —apuntó Glover a la puerta que estaba delante de él. La Reina del norte no espero ayuda de su guardia, y entró con rapidez con un objetivo en su mente—. Majestad, ¿Qué busca? —Le pregunto Robett, pero su reina callo. Gyda se dirigió con rapidez al ropero de su esposo para sacar el abrigo que utilizaba, pero no había usado por el calor que desprendía las tierras sureñas.
—Vamos.
La esposa de Robb Stark salió de la habitación con el abrigo de su esposo en sus manos. Era lo que necesitaba la Reina del norte para volver dormir tranquila en sus noches y terminar con esos llantos descontrolados que le daba por algún sueño tormentoso. El olor de su esposo estaba en aquel abrigo. Gyda no pudo evitar inhalar el olor que desprendía el abrigo en el camino. Era una mezcla entre bosque, y el lobo.
La noche llegó y con ella el placer de dormir con el olor de Robb Stark. Quizás aquel abrigo era suficiente para la hija de Ragnar, o era lo único que podría tener después del engaño que había realizado a su esposo, pero su placentera noche se había interrumpido por el sonido de la puerta. Gyda no abrió sus ojos y siguió abrazando el abrigo de su esposo.
—¿Qué sucede? —preguntó Gyda pensando que era su guardia quien había entrado a su habitación.
—¿Ese es mi abrigo? —preguntó Robb Stark entrando a la recamara de su esposa confundido por aquella imagen. Gyda apretó sus ojos, no quería verse vulnerable ante su esposo.
—¿Qué sucede? —preguntó nuevamente la Reina del norte sentándose en su cama para abrir sus ojos y enfocar su mirada en la belleza de su esposo.
—Bjorn se ha casado.
No hubo necesidad de más palabras. Su hermano mayor se había casado con Talisa, con la curandera extranjera.
Los Ragnarsson estaban en problemas.
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