XXXII
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La Reina del norte abrió las puertas con ochenta guerreros, y con su hermano menor en la carroza. Su guardia personal resguardaba a Jaime Lannister, el único que permanecía a su lado era Rodrik Forrester.
Gyda Stark se bajó de la carroza de su hermano para batallar al lado de su guardia personal. Ambos con una poca distancia luchaban contra guerreros sureños. La hija de Lagertha volvió a sentirse viva en ese momento, la adrenalina llegó a niveles que se había casado con Robb Stark.
—¡Snow! —Grito Gyda a Rodrik. Su guardia entendió al instante. Ambos se adelantaron matando a cada guerrero Lannister que se cruzaba para buscar al hijo bastardo de Bolton.
—¡Gyda! —La Reina del norte escuchó el llamado de su esposo, pero lo ignoró. Debía encontrar a su hijo.
La única hija de Ragnar estaba cegada por su objetivo, mataba a guerreros sureños como si se tratase de algún deporte. Cortaba cabeza y apuñalaba el abdomen de los enemigos con ferocidad. A Gyda no le interesaba que estaba ingresando cada vez más al ejército Lannister, dejando atrás a sus guerreros norteños. Su objetivo era encontrar a su hijo.
—¡Debemos retroceder! —Bramo Rodrik al percatarse que cada vez entraban a la boca del león, pero su reina seguía avanzando dejando cuerpos inertes detrás de ella. Pero ni siquiera la gran escudera del norte iba a poder batallar con un ejército. El mayor de los Forrester agarró el brazo de su reina, para llevarla hacia atrás, pero su reina se retorció para liberarse—. Si muere no podrá salvar a su hijo —manifestó el guardia leal a Gyda Stark. Y fue lo único que hizo retroceder a la Reina del norte.
Gyda volvió al ejército norteño. Vio a sus padres, a sus hermanos, a viento gris y a su esposo luchando. La Reina del norte sabía que estaba ganando, el ejército de Robb Stark había rodeado a los Lannister dejándolo sin escapatoria. La esposa de Robb Stark se encontró rodeada de sus guardias, el único que faltaba era el herido Robett Glover.
—¡Muro de escudo! —Escucho un grito de su padre. Una conjunto de flechas volaban por el cielo para llegar al ejército norteño, cuatros escudos la protegieron de aquellas flechas. Sus guardias la protegían ante todo peligro.
—Debo encontrar a mi hijo —Bramo Gyda al momento que se ocultaba detrás de los escudos de sus hombres.
—Lo haremos nosotros —expresó el pequeño Jon Umber a su lado, pero Gyda negó con su cabeza. Era su tarea, su labor de madre encontrar al pequeño Magnus.
—Lo haremos juntos —ordenó Gyda a sus hombres.
El ejército acorralaba a los sureños cada vez más, los reunía en un círculo mientras los norteños luchaban alrededor reduciendo los enemigos. La Reina del norte entró en aquel círculo con sus hombres buscando al bastardo de Bolton, pero la sangre combinada con barro dificultaba la caminata. Hasta que sus ojos se posaron a los de Ramsay Snow. Aquel hombre le daba una siniestra sonrisa, al momento que alzaba su puñal para clavarlo en el grupo del heredero de Invernalia.
El grito de Gyda se escuchó desde el muro hasta las tierras de Bravos. Fue el grito que detuvo la batalla, los guerreros sureños botaron sus armas al percatarse de la maldad de Snow. Los guerreros Lannister no lograban entender el plan de su señor Tywin. Los guerreros de la Reina del norte apresaron a Ramsay, el cual no dejaba de sonreír.
—Damelo... —musito Gyda al Ned Woods, quien sostenía el cuerpo ensangrentado de su hijo. Su guardia dudó, pero la mirada que le entregó su reina era clara. Ella quería a su hijo en sus brazos.
—¡Arrodillense ante el Rey del norte! —Escucho el grito de Jon Umber padre.
Los guerreros sureños se arrodillaron ante Robb Stark mientras se encaminaba hacia su esposa, pero al ver la imagen de su reina con un bebe en sus brazos se detuvo. No debía ser su hijo. Su heredero estaba en Invernalia, pero el llanto descontrolado de su esposa le comunicaba lo contrario. Nadie se movió, nadie habló de ninguno de los dos bandos. El llanto de la madre desgarraba a quien lo escuchara, era mil veces peor que el grito de un guerrero herido.
Robb Stark tomó una bocanada de aire, como si el aire le entregará la valentía que necesitaba para llegar a su esposa y enfrentar la realidad. El Rey del norte se acercó al lado de su esposa, para ver el rostro de su hijo. Pero al llegar sus ojos se llenaban de lágrimas al ver la imagen del bebe.
No era su hijo, era el hijo de Eira y Ubbe.
La Reina del norte posaba sus manos en los seis meses que tenía el bulto de su vientre. Ansiaba que aquel embarazo llegara a término, deseaba moverse con libertad. Odiaba descansar, estar quieta en un lugar, pero las palabras habían sido duras por parte de Lagertha. Había expuesto demasiado al niño que tenía en su vientre.
Gyda Ragnarsson levantó nuevamente la carta que estaba en sus manos para leerla nuevamente.
Hermana, recuperamos Invernalia. El hijo de Bolton traicionó la casa, asesinó al maestre Luwin. El bastardo logró escapar con Guthred en sus brazos y Theon permanece encarcelado.
Magnus está en los brazos de Hvitserk, está en perfectas condiciones.
Catelyn Stark está muerta, y los hermanos de Robb desaparecieron. Envía hombres para permanecer el poder aquí, no sabemos si los hijos de hierro volverán a atacar.
Nacemos para morir.
Su hijo Magnus estaba a salvo, pero eso no tranquilizaba su corazón. Los llantos de Eira se escuchaban por el castillo al momento que vio a su pequeño hijo muerto. La Reina del norte jamás olvidará el momento en el que Ramsay Snow clavó el puñal en el cuerpo pequeño de su sobrino.
—Gyda... —Su esposo la llamaba. Gyda despertó de su ensoñación para enfocar la mirada en los ojos azules de Robb. Él estaba delante de ella con un plato de comida—. Debes comer —expresó su esposo sentadose en el asiento que estaba al lado de la cama. Gyda sabía que debía comer, pero no podía. Un nudo se había establecido en su estómago impidiendo que tragara comida alguna—. Han pasado dos días...
—Lo sé —contestó Gyda con hostilidad. Dos días de la batalla, dos días de la muerte de su sobrino y dos días que estaba en cama—. ¿Has visto a Ubbe? —Robb asintió con su cabeza al momento que extendía una cucharada de comida hacia la boca de su esposa, ella abrió la boca regañadiente.
—Han planeado la muerte del bastardo —anunció su esposo dándole otra cucharada de comida extraña. Gyda no quiso preguntar qué estaba comiendo—. Han mencionado un nombre extraño...
—¿Águila de sangre? –Preguntó la Reina del norte con curiosidad. Sospechaba que iba a ser la muerte segura para el bastardo. Era el peor castigo para los hombres que habían inventado generaciones antiguas de la casa Ragnarsson. Su esposo asintió con su cabeza—. ¿Bolton aún alega su inocencia?
—Si —contestó su esposo dándole otra cucharada de comida—. Menciona que su hijo lo traicionó. Le es leal a la Reina del norte.
—¿Le crees? —preguntó Gyda a su esposo abriendo nuevamente su boca para recibir otra cucharada de comida.
—No, ¿y usted? —preguntó su esposo. Gyda negó con su cabeza ante esa pregunta—. Lord Bolton morirá mañana, y lo de Snow será hoy.
—Me prepararé —expresó Gyda levantando las mantas para salir de la cama, pero su esposo la detuvo—. Ire, es el asesino de mi sobrino.
—Debes descansar —puntualizó su esposo sin sacar sus manos del cuerpo de su esposa.
—Robb...es mi culpa. Le entregue a su hijo al enemigo. No quise intercambiarlo por Jaime —manifestó Gyda. Robb sabía la verdad por sus hombres. Ella se negó a entrar al matarreyes por Magnus, comunicado que ella tenía miles de hijos por el territorio norteños. Ella era la madre del ejército—. Yo soy la Reina del norte, ella no. No debió perder a su hijo, si alguien debía perder era yo. Yo debí perder a mi hijo...
—No lo sabías —aclaró Robb dejando el plato en el suelo para sentarse en la cama al lado de su esposa—. Tendrán otros hijos. Y Ubbe se vengará del bastardo, espero que eso le entregue la paz que necesitan.
—Eso espero —musito Gyda apoyándose en el hombro de su esposo—. ¿Tywin? —preguntó la Reina del norte sin levantar la cabeza del hombro de Robb—. ¿Y Sansa?
—Sansa está con Arya. Extrañamente han estado juntas todo momento —mencionó Robb frunciendo su ceño confuso por el comportamiento de sus hermanas—. Y Tywin está encarcelado junto a su hijo y señores de diferentes casas sureñas.
—¿Han enviado nuevamente las condiciones? —Robb asintió con su cabeza al momento que posaba sus manos en la espalda de su esposa para acariciarla suavemente.
—Hemos enviado nuevamente una carta junto a un primo de la Reina —puntualizó el rey del norte—. La liberación de los Lannister será con la libertad del norte de sureños. Seremos un reino independiente.
—¿Y Joffrey? —preguntó Gyda a su esposo. El tema principal de aquella guerra era obtener la venganza de la muerte de Ned Stark.
—Quiero ir a casa —musitó Robb para su esposa—. Los Martell tardaron años en conseguir su justicia. –El Rey del norte repitió las palabras de Gyda Stark. Las cuales consiguieron que su esposa le diera una sonrisa
—Podríamos atacar ahora mismo —anunció Gyda. Sansa estaba en su poder, ya nada le impedía atacar a Desembarco del Rey.
—Stannis se encamina para batallar en aquella ciudad. No quiero apoyarlo. El no cederá el reinado independiente del Norte —expresó Robb—. Stannis, es diferente a Renly. Ubbe me ordenó. —Robb río en aquella frase—. No realizar alianza con aquel hombre y la magia de la mujer roja.
—Dejemos que se maten entre ellos —expresó la Reina del norte. Robb apretó la mano de su esposa apoyando las palabras de su esposa—. Es hora de volver a casa.
—Volver con nuestro hijo —coincidió el esposo de la Reina posando sus manos en los hombros de su esposa para separarla de su cuerpo. Robb la observó atentamente. Analizó la fuerza que desprendía en sus ojos, las heridas que tenía en su rostro por algunos golpes que había recibido. Su esposa era fuerte, aún más que él Y su ejército—. Te amo...
Robb Stark se acercó a los labios de su Gyda para besarla suavemente. Los labios de su esposa eran suaves, adictivos para él. E incluso en esa pequeña parte del cuerpo de Lady Stark desprendían fuerza.
Unos pequeños golpes en la puerta provocaron que los esposos terminaran aquel beso.
—Majestades. —Lady Eira entraba a la habitación realizando reverencia ante los reyes del norte.
—No es necesario que lo hagas cuando estamos solos —puntualizó Robb Stark al ver la reverencia de la esposa de Ubbe Ragnarsson.
—Es la costumbre —musito Eira tratando de dar una sonrisa, pero falló en el intento. Gyda observó los ojos hinchados y rojos de su querida amiga—. He venido a revisar su estado. —De inmediato Robb se alejó de la cama de su esposa para darle el espacio a la curandera. Lady Eira se acercó a su reina para tocar su vientre—. Creo que tienes más de seis meses.
—¿Qué? —preguntó Gyda confundida por las palabras de la curandera.
—Su vientre es inmenso para tener seis meses, estoy casi segura que no son dos —expresó la curandera posando su oído en el vientre abultado de su reina—. No debiste luchar.
—Debía hacerlo... —Gyda había pensado que era su hijo el que estaba en las manos de Ramsay Snow—. Eira, debes saber que lo lamento mucho. —La esposa de su hermano no se movió, se quedó quieta escuchando los latidos del príncipe del Norte.
—Debes descansar, no podrás viajar a Invernalia hasta que nazca el bebe —ordenó la curandera alejando su cuerpo de Gyda—. Lo has expuesto demasiado, es una suerte que esté...vivo. —Los ojos de la curandera se empezaron a llenar de lágrimas. Gyda se quiso levantar, pero su amiga la detuvo—. No lo hagas, estaré bien.
—Guthred será vengado —reveló Gyda tratando de reconfortar a su amiga. Lady Eira asintió con su cabeza para alejarse, pero antes de salir de la habitación de su reina, habló.
—¿Hubieras sacrificado a tu hijo por esta guerra? —preguntó Eira dando vuelta su cuerpo para mirar a su reina.
—Al mio si, al tuyo, no —contestó Gyda con sinceridad.
—Quisiera ser como tu, dura y fría —musito Eira apretando sus labios para no sollozar.
—El norte no sólo endurece la piel —reveló la Reina del norte. Eira no realizó un gesto en su cara, pero salió de la habitación con rapidez mientras las lágrimas caían de sus ojos—. No digas nada —ordenó Gyda a su esposo recostando su espalda en la cama sin mirarlo.
—No iba a decir nada —expresó su esposo paseando alrededor de la habitación—. He aprendido a conocerte, mejor de lo que piensas.
—Creeme aun falta que me conozcas —Manifestó la Reina del norte cerrando sus ojos imaginando el rostro de su esposo al ver el águila de sangre.
Su esposo y sus hombres por fin conocerán los salvajes que eran los Ragnarsson.
Gyda Ragnarsson recordaba la primera vez que había visto el águila de Sangre. Aquella sentencia de muerte que se le entrega a hombres codiciosos y carentes de honor en la guerra. La hija de Ragnar recordaba cuando vio a su padre realizando aquel arte. Era una bella imagen que deleitaba a los extremos norteños, los cuales tenían sangre salvaje en sus venas. Aquella primera vez, también fue la última.
El patio del castillo estaba en silencio. Unas pequeñas antorchas adornaban el lugar en el escenario que habían creado los Ragnarsson para realizar la ofrenda a Guthred. Su muerte sería vengada.
—No apartes la mirada... —Susurro Gyda a su esposo en el oído. El rey del norte frunció su ceño. Habían presenciado sentencias de muerte por su padre a desertores del muro—. Creeme es distinto —aclaró su esposa como si fuera capaz de leer su mente.
Ubbe Ragnarsson estaba en la tarima detrás del cuerpo de Ramsay. Eira la curandera estaba de las primeras, con Aslaug y Lagertha cada una a su lado. Los reyes del norte detrás de ellas, con los hermanos Ragnarsson a sus lados. Nadie hablaba, solo las respiraciones de los presentes se escuchaban en el lugar.
La luz de la luna empezaba a iluminar el camino, entregando un paisaje admirable de los dioses. Ubbe estaba con su torso desnudo, una piel caía de sus hombros, preparándose para su siguiente movimiento. Ubbe Ragnarsson realizó un corte en la espalda a lo largo de la columna vertebral. El silencio del bosque fue interrumpido por los gritos de dolor del bastardo de Bolton. Luego rompió cada una de sus costillas para sacarla. El filo de su hacha está cubierto de sangre, mientras los gritos desbordantes del rey me hacían estremecer.
—No deberías ver esto —Murmurro Robb Stark horrorizado por aquella imagen. Gyda negó su cabeza al instante de escucharlo.
—Te equivocas. Quiero ver su sufrimiento —Mencionó la Reina del norte segura de sus palabras. Quería escuchar los gritos del asesino de su sobrino—. Quiero ver sus lágrimas de sangre, quiero ver cuerpo desmembrado.
Ubbe Ragnarsson sacaba cada una de sus costillas con furia. Gyda escuchó murmullos detrás de ellas. Los guerreros estaban horrorizados por aquella imagen, era salvajismo puro. Finalmente Ubbe extrajo los pulmones del torso del bastardo para dejarlos colgando sobre la espalda, como si fueran alas. Lo colgaron para ser expuesto delante de todo el ejército norteño por su traición .
La Reina del norte desconoce el momento que Ramsay perdió su vida, pero sus gritos se hicieron resonar toda la noche en el bosque. Gyda observó como su hermano bajaba de la tarima con la espada entre sus manos ensangrentada para acercarse a su mujer. La beso, y luego paso sus manos con sangre por el rostro de ella.
—¡Nacemos para morir! —Bramaba la Reina del norte sin importarle los rostros horrorizados de los demás señores. Los guerreros de la casa Ragnarsson siguieron su canto.
La hija de Ragnar se alejó de su esposo para subirse a la tarima y ver el cuerpo inerte de Ramsay Snow. Gyda se agacho para manchar sus dedos de sangre del bastado para pintar su cara.
—Han quedado horrorizados —musito su hermano mayor detrás de ella. La Reina del norte giró su cuerpo para percatarse que la gran mayoría de los norteños habían desaparecido del patio, e incluso su esposo no estaba en el lugar.
—No es para cualquiera —Reveló Gyda bajando un peldaño para quedar a la altura de su hermano. Y lo abrazo. La hija de Lagertha no podía evitar sentirse segura en los brazos de su hermano mayor.
—Solo para los fuertes —señaló Bjorn abrazando a su hermana con dulzura—. Vamos con Ubbe, nos necesita. —La única hermana de Bjorn asintió con su cabeza para acercarse al hijo mayor de Aslaug. Y a pesar de la tristeza por la muerte de su sobrino, por un momento en aquel patio con su familia, con los guerreros de la casa Ragnarsson y el cuerpo inerte del bastardo se sintió en casa.
En Kattegat.
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